—¿Cómo puedes saberlo con certeza?
—Porque hemos crecido juntas, Kerensa. Hay entre nosotras un vínculo, una línea del destino que no podemos quebrar.
—¡Qué aire de sabiduría tienes esta mañana, Mellyora!
—Es porque las dos estamos libres… libres de la antigua vida. Es como empezar de nuevo. Johnny está muerto, Kerensa… de eso estoy segura. Creo que es cierto lo que dices. No lo mató una sola persona, sino varias, porque se interponía entre ellos y su medio de vida. Lo asesinaron para poder vivir ellos, sus esposas e hijos. Eres libre, Kerensa. Los hambrientos de Saint Larston te han liberado. Y yo estoy libre… libre de un sueño. Justin ingresará en una orden religiosa; ya no soñaré sentada mientras coso, ya no aguardaré una carta, ya no me sobresaltaré al oír que alguien llega. Y estoy en paz. Me he convertido en mujer. Es como ganar la libertad. También tú, Kerensa, ya que no me has engañado. Te casaste con Johnny, lo toleraste en aras de esta casa, la posición que él te brindaba, en aras de ser una Saint Larston. Tienes lo que querías y todas las cuotas están pagas. Es un nuevo comienzo para ti, tanto como para mí.
La miré pensando: "Tiene razón. No más reproches. Ya no tengo por qué estremecerme cuando miro a Nelly; la cicatriz que tiene en el lomo ya no es una cicatriz en mi alma. No arruiné la vida de Mellyora cuando salvé al Abbas para Carlyon. No tiene por qué haber más remordimientos."
Obedeciendo a un impulso, me acerqué a Mellyora y la rodeé con mis brazos. Ella me sonrió; me agaché y le besé la frente.
* * *
Durante las semanas subsiguientes hice dos descubrimientos.
El procurador de la familia vino al Abbas a verme. Traía noticias deprimentes. Hacía algunos años que la fortuna de los Saint Larston estaba en mengua y era necesario economizar en varios aspectos.
Judith Derrise había reforzado la situación con su dote, pero se la debía pagar durante varios años. Como estaba muerta y el matrimonio no tenía hijos, el resto de la dote no sería pagado. La afición de Johnny al juego había apresurado el desastre, que sería necesario retrasar con cuidadosos ahorros, y que nunca habría tenido lugar de no haber muerto Judith.
Para pagar sus deudas de juego, Johnny había cargado con pesadas hipotecas ciertas propiedades; en pocos meses habría que reunir capital. No parecía haber otra alternativa que vender el Abbas.
Era una situación similar a la que había amenazado a la familia varias generaciones atrás. En ese entonces, la mina de estaño había resultado ser fuente de riqueza y la familia conservó la antigua mansión.
Era vital actuar dentro de los pocos meses subsiguientes. ¿En qué sentido hacerlo?, quise saber.
El procurador me miró bondadosamente. Me compadecía. Mi esposo había desaparecido. No se podía rendir cuenta de grandes sumas de dinero pertenecientes al patrimonio familiar, pero habían pasado por las manos de Johnny, quien probablemente las hubiese perdido jugando. De cualquier manera, Johnny había desaparecido y me tocaba rescatar todo lo posible para mi hijo— Justin estaba a punto de renunciar al mundo y a todas sus posesiones, salvo una pequeña renta privada que iría al monasterio donde iba a pasar el resto de su vida.
—Creo, señora Saint Larston —dijo el procurador—, que debería usted abandonar el Abbas e irse a la Casa Dower, que está desocupada en este momento. Si viviera allí, reduciría usted considerablemente sus gastos.
—¿Y el Abbas?
—Tal vez encuentre usted un inquilino, pero dudo de que eso resuelva sus dificultades. Quizá sea necesario vender el Abbas…
—¡Vender el Abbas! Ha estado en poder de la familia Saint Larston durante generaciones.
Encogiéndose de hombros respondió:
—Muchas fincas como está están cambiando de manos actualmente.
—Y mi hijo…
—Bueno, es pequeño, no ha pasado muchos años en este lugar. Es posible que no sea necesario —agregó, ablandándose al ver mi congoja.
—Está la mina —dije—. Ya salvó una vez al Abbas; lo volverá a salvar.
* * *
Pedí a Saul Cundy qué fuese a verme. No lograba entender por qué había cesado la agitación por abrir la mina. Estaba decidida a iniciar el trabajo de inmediato, y lo primero y más importante a descubrir era si había o no estaño en la mina.
De pie junto a la ventana de la biblioteca aguardé a Saul, contemplando por sobre los jardines el prado y el círculo de piedras. Qué escena diferente habría cuando se oyesen las voces de los mineros y yo los viese ir a trabajar con sus picos y sus palas de madera. Necesitaríamos máquinas. Poco sabía yo de esa industria, salvo lo que había aprendido de abuelita, pero sí sabía que un tal Richard Trevithick había inventado un motor a vapor de alta presión que después de levantar el mineral, lo aplastaba y apisonaba en la superficie.
Qué extraño sería… tanto ruido, tanta actividad, tan cerca del círculo de antiquísimas piedras. Y bien, ya había sucedido antes y la industria moderna protegería a la antigua casa.
Estaño equivalía a dinero, y el dinero podía salvar al Abbas.
Me estaba impacientando cuando por fin Haggety anunció que Saul Cundy estaba afuera.
—Que pase enseguida —exclamé.
Entró con el sombrero en la mano, pero me pareció que le era difícil sostenerme la mirada.
—Siéntese —le dije—. Creo que sabe usted por qué le pedí que viniera…
—Sí, señora.
—Pues bien, sabrá usted que no hay noticias de mi marido, y que Sir Justin está lejos y no se halla en situación de administrar los negocios de aquí. Hace un tiempo usted encabezó una delegación y yo hice cuanto pude por convencer a mi marido de que ustedes tenían razón. Ahora voy a autorizar que se, haga una investigación. Si hay estaño en la mina de Saint Larston, habrá trabajo para todos aquellos que lo quieren.
Saul Cundy hacía girar su sombrero en las manos, con la mirada fija en la punta de sus botas.
—Señora —dijo—, sería inútil. La mina Saint Larston está agotada. Allí no hay estaño ni habrá trabajo para nosotros aquí, en este distrito.
Quedé consternada. Aquel gigante de lento hablar estaba destruyendo todos mis planes para salvar el Abbas.
—Qué disparate —dije—. ¿Cómo lo sabe usted?
—Porque nosotros ya investigamos, señora. Lo hicimos antes de que el señor Johnny fuese… antes de que el señor Johnny se marchase.
—¿Ustedes lo hicieron?
—Sí, señora. Teníamos que pensar en nuestro medio de vida… Por eso algunos de nosotros nos pusimos a trabajar en eso por las noches, y yo bajé para comprobar que no había estaño en la mina Saint Larston.
—No puedo creerlo…
—Es la verdad, señora.
—¿Usted bajó solo?
—Me pareció mejor, puesto que había peligro de derrumbe… y ya que fue idea mía en primer lugar.
—Pero… yo… yo haré que los expertos examinen esto.
—Le costará mucho dinero, señora… y nosotros, los mineros, conocemos el estaño cuando lo vemos. Hemos trabajado toda nuestra vida en la mina, señora. No se nos puede engañar.
—Así que por eso no hubo más agitación en cuanto a abrir la mina.
—En efecto, señora. Yo y los mineros iremos a Saint Agnes allí hay trabajo para nosotros. El mejor estaño de Cornualles viene del lado de Saint Agnes. Partiremos a fin de semana, llevándonos a las mujeres y los niños. Allí habrá trabajo para nosotros.
—Entiendo. Entonces no queda nada por decir.
Me miró y pensé que sus ojos se asemejaban a los de un perro de aguas. Parecía estar pidiéndome perdón. Sabría, por supuesto, que yo necesitaba el productivo estaño, porque sería de conocimiento común que no todo iba bien en el Abbas. Eran ahora Haggety, la señora Rolt y nuestros criados quienes se estarían preguntando cómo iban a vivir ellos.
—Lo lamento, señora —dijo.
—Les deseo buena suerte en Saint Agnes —repuse—. A usted y a todos los que vayan allá.
—Gracias, señora.
Sólo después de marcharse él advertí la doble significación de aquello.
Sabía, por supuesto, que los hombres a quienes había visto desde mi ventana eran los mineros. Esa misma noche habían bajado a la mina y habían descubierto que era improductiva. Entonces se me ocurrió pensar: eso fue antes de morir Johnny. Es decir, sabían que la mina no podía ofrecerles nada. ¿Por qué iban entonces a matar a Johnny? ¿Qué sentido tenía?
En tal caso, no eran esos hombres quienes lo habían matado. ¿Quién, pues? ¿Era posible que Johnny no estuviese muerto?
* * *
Discutí el futuro con Mellyora. Ella estaba recobrando su alegría; era como si hubiese escapado de un hechizo que había echado sobre ella Justin. Esta era la Mellyora que me había defendido en la feria. Su adoración por Justin la había tornado sumisa; ahora estaba recobrando su propia personalidad.
—Te ves como un dios benévolo que nos gobierna a todos —me dijo—. Nosotros, los demás, somos como reyes a quienes tú has puesto a cargo de nuestros reinos. Si no gobernamos como tú crees que deberíamos hacerlo, quieres hacerte cargo y gobernar por nosotros.
—¡Qué idea fantasiosa!
—No cuando lo piensas. Quisiste manejar la vida de Joe… la de Johnny… la de Carlyon…
Con una punzada de remordimiento pensé: "La tuya también, Mellyora. Aunque no lo sepas, también he gobernado tu vida."
Algún día debía decírselo, pues no estaría totalmente tranquila hasta que lo hiciese.
Decidí que debíamos mudarnos a la Casa Dower. Haggety y las Salt encontraron trabajo en otra parte. Tom Pengaster se casó por fin con Doll, y Daisy fue con nosotros a la Casa Dower. Los procuradores se hicieron cargo de la administración de la propiedad; los Polore y los Trelance se quedaron en sus cabañas y siguieron trabajando, mientras la señora Rolt permanecía en el Abbas como ama de llaves; Florrie Trelance venía de las cabañas para ayudarla.
El Abbas debía quedar amueblado, lo cual podía significar que, con cuidado, tal vez Carlyon, cuando fuese mayor de edad, pudiese vivir también allí. Parecía un arreglo temporal lo más satisfactorio posible. Cada día yo iba al Abbas para asegurarme de que todo se mantuviese en orden.
Carlyon estaba satisfecho con la Casa Dower; juntas Mellyora y yo le enseñábamos. Era un alumno dócil, aunque, brillante; con frecuencia lo veía mirar melancólicamente por una de las ventanas cuando brillaba el sol. Todos los sábados acompañaba a Joe en sus recorridas; esos eran sus días de fiesta.
Sólo habíamos tenido dos posibles inquilinos. A uno el Abbas le había parecido demasiado grande; el otro lo consideró fantasmal. Empecé a pensar que iba a quedar vacío, a la espera de nuestro regreso.
Siempre me había asombrado el modo en que muchos acontecimientos importantes me reventaban encima de pronto. Pensaba que debía haber alguna advertencia, alguna pequeña premonición. Pero casi nunca las hay.
Esa mañana me levanté un poco tarde, pues me había quedado dormida. Cuando me vestí y bajé a desayunar, hallé esperándome una carta de los agentes que se ocupaban de la casa. Esa tarde me enviarían un cliente; esperaban que las tres sería una hora conveniente.
Se lo dije a Mellyora durante el desayuno.
—Quién sabe qué pasará esta vez —comentó ella—. A veces pienso que jamás hallaremos un inquilino.
A las tres me encaminé hacia el Abbas, pensando cuan desdichada sería cuando no pudiera entrar y salir como quisiera. Pero tal vez nos hiciésemos amigas de los nuevos inquilinos. Tal vez recibiésemos invitaciones a cenar. Qué extraño… ir a cenar al Abbas como invitada. Sería como en aquella ocasión, cuando había ido al baile.
La señora Rolt no era dichosa; echaba tristemente de menos los antiguos días y, sin duda, todas las habladurías en torno a la mesa.
—No sé a dónde iremos a parar —solía decir cada vez que yo la veía—. Válgame, el Abbas es ahora un lugar triste y silencioso. Nunca vi nada parecido.
Yo sabía que ansiaba un inquilino, alguien a quien espiar, de quien murmurar.
Poco después de las tres alguien llamó a la puerta. Me quedé en la biblioteca mientras la señora Rolt iba a franquear la entrada al visitante. Me sentía melancólica; no quería que nadie viviera en el Abbas, y sin embargo sabía que alguien debía hacerlo.
Golpearon la puerta y apareció la señora Rolt con una expresión de asombro en la cara. Después oí una voz; la señora Rolt se apartó y yo creí estar soñando, porque era como un sueño… un largo sueño acariciado que se hacía realidad.
"La Leyenda De La Séptima Virgen" отзывы
Отзывы читателей о книге "La Leyenda De La Séptima Virgen". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "La Leyenda De La Séptima Virgen" друзьям в соцсетях.