La Última Heredera
4° de la Serie Friarsgate
The Last Heiress (2005)
PRÓLOGO
Friarsgate, invierno de 1530
– ¡Irás a la corte! -dijo Rosamund Bolton Hepburn a su hija Elizabeth Meredith, en un tono que no admitía réplica.
– ¡Ni lo sueñes! -respondió Elizabeth con un énfasis que presagiaba una áspera disputa.
– Tienes que conseguir un marido, Elizabeth -le recordó Rosamund, alzando la voz. Hacía mucho tiempo que madre e hija venían posponiendo esta conversación.
– ¿Por qué, mamá? ¿Acaso no he demostrado que soy capaz de administrar Friarsgate sola, sin necesitad de un hombre a mi lado? Un marido tratará de imponer su autoridad sobre mí y yo jamás lo permitiré. Friarsgate es mía desde que cumplí catorce años y quiero que continúe siéndolo.
– Ya han pasado casi ocho años. Elizabeth, pronto cumplirás veintidós, y tenemos que encontrarte un esposo antes de que sea demasiado tarde.
– ¿Por qué? -repitió Elizabeth. Sus hermosos ojos verdes miraban a su madre con furia.
– Querida, es cierto que eres una excelente administradora de estas tierras. Admito que incluso haces el trabajo mejor que yo. Pero algún día no estarás aquí y, entonces, ¿quién se hará cargo de Friarsgate si no tienes herederos? Por favor, Elizabeth, sé razonable. Necesitas un marido simplemente para que sea el padre de tus hijos.
– Banon y su Neville tienen hijos. Philippa y su conde, también. Legaré Friarsgate a alguno de mis sobrinos, al que me parezca más idóneo.
– Querida niña, Banon tiene un solo hijo varón y algún día heredará Otterly. Él no querrá hacerse cargo de Friarsgate, no lo necesita. Y los hijos de Philippa no te servirán como herederos. El mayor será conde. El segundo sirve al duque de Norfolk. Y el tercero será paje de la princesa María. Y en cuanto a Mary Rose, algún día encontrará un excelente partido. Al igual que sus padres, los niños de la familia St. Claire son criaturas de la corte. No tienes escapatoria, es preciso que te cases.
Elizabeth Meredith suspiró profundamente.
– ¿Hay algún hombre en los alrededores de Friarsgate que te guste? -le preguntó Rosamund-. Si es así, dímelo y me ocuparé de arreglar la boda. Niña, deseo con todo mi corazón que seas feliz. Tus dos hermanas se han casado por amor. Y me gustaría que gozaras del mismo privilegio. -Tomó la mano de su hija y la acarició para reconfortarla. De las tres hijas que había tenido con Owein Meredith, Elizabeth era la única que se parecía a su padre. Tenía cabello rubio y ojos verdes. Rosamund siempre veía a Owein en los ojos de Elizabeth y, aunque sir Meredith no había sido particularmente apuesto, su hija era una auténtica belleza. Al menos cuando su cara estaba limpia.
– ¿Y a quién podría conocer, mamá? Friarsgate es enorme y está totalmente aislado. No tengo tiempo para andar haciendo visitas sociales. Estoy demasiado ocupada con mis tierras.
– Entonces, debes ir a la corte para encontrar un marido. No tienes opción. Lamentablemente, eres demasiado adulta para ser dama de honor. Por otra parte, jamás le pediría ese favor a la reina porque bien sé que no cuentas con las habilidades requeridas para ese puesto. En consecuencia, deberás alojarte en casa de Philippa y Crispin. Ellos irán al palacio en mayo y, en ese momento, te presentarán en sociedad. Mayo es una época maravillosa para estar en la corte. Yo atesoro en mi corazón recuerdos inolvidables.
– ¡Por Dios! ¿De verdad tengo que quedarme con Philippa? Mamá, sabes que no nos llevamos bien. ¡Es tan pretenciosa! Se comporta como si fuera la hija de un duque y no la de un simple caballero galés. Y siempre acentúa lo peor de mí. Trato de no irritarme, pero enseguida se las arregla para desquiciarme tanto que me dan ganas de estrangularla. Me cuesta creer que tengamos la misma sangre. ¡Por favor, no me sometas a semejante tortura! -dijo Elizabeth con una mueca cómica.
Rosamund rió.
– Bessie, ¿qué voy a hacer contigo? Estoy perdida.
– ¿Y no podría alojarme en casa del tío Thomas, como lo hicieron Philippa y Banon antes de casarse? Él todavía conserva sus residencias de Londres y Greenwich. Escuché que el tío y Will estaban planeando un viaje al sur para la Noche de Epifanía. Al parecer, la bulliciosa familia de Banon le está alterando los nervios. Y, además, hace más de tres años que no visita la corte.
– Pero había jurado no volver -le recordó Rosamund.
– El tío Thomas siempre dice lo mismo cuando regresa a casa. Sin embargo, con el tiempo, empieza a extrañar los colores, la excitación y los rumores de la corte. ¡Por favor, mamá! Aunque la primavera es un momento horrible para irme de Cumbria, lo haré contenta si el tío Thomas me acompaña. Pero no pienso alojarme en casa de Philippa. ¡De ninguna manera!
– Lo harás, si te lo ordeno -le respondió Rosamund. La conversación derivó de nuevo en una disputa.
– ¿Y cómo lo lograrás? -le contestó Elizabeth, desafiante-. ¿Me cargarás en un carro como a uno de mis corderos y me despacharás a Brierewode? Y luego de eso, ¿qué? Si Philippa me presenta candidatos, no voy a dejar de eructar y hablar con el peor acento del norte hasta que huyan espantados. Haré lo imposible por ser desagradable. Dudo que mi hermanita pueda tolerarme ni siquiera un mes en su casa. Así que pronto estaré de vuelta en Cumbria. Por otra parte, ella renunció a ser la heredera de Friarsgate porque ningún hombre de la corte aceptaría casarse con la dueña de una hacienda del norte. ¿Por qué piensas que tendré mejor suerte? Y, como ya sabes, mamá, no pienso renunciar a Friarsgate.
Rosamund observó a su hija. Creía firmemente en sus amenazas. Sí, no serviría de nada enviarla a Brierewode. Pero si lord Cambridge la acompañaba, existía la posibilidad de que encontrara un marido que satisficiera a todos. Philippa y Crispin la presentarían formalmente en la corte, pero Thomas Bolton debía ser su tutor, escolta y consejero. Tomó la decisión de hablar con su primo y solicitarle que hiciera de casamentero por última vez, por el bien de Elizabeth.
– Está bien, querida, le pediré ayuda a Tom. Pero jura que serás obediente y seguirás siempre sus consejos. El tío ya no es un hombre joven y, si accede a acompañarte, al menos no debes hacerle pasar vergüenza ni causarle ningún tipo de problemas.
– ¡Por supuesto! Siempre me he llevado de maravillas con el tío Thomas, aunque Banon sea su preferida.
– Bien. Debo volver con Logan y mis niños. Pero antes de partir le escribiré a Tom y me aseguraré de que Edmund envíe la carta a Otterly. Y mantén la calma. Tom y yo nos ocuparemos de que el caballero que te despose no menoscabe tu autoridad. Te lo prometo.
– Ve con Dios, mamá -le dijo Elizabeth mientras la acompañaba fuera del salón-. Mándale muchos cariños a Logan de mi parte.
Rosamund entró en la pequeña habitación que la dama de Friarsgate usaba de escritorio. Se sentó a la mesa de roble, tomó un pergamino y la pluma, y se dispuso a escribirle a lord Cambridge. Eligió con sumo cuidado cada palabra. Le estaba pidiendo demasiado a su primo, pero sabía que Elizabeth no iría a la corte sin él. Su hija menor era una joven muy inteligente, aunque la vida en sociedad no era su fuerte. Para iniciarse en esa aventura, necesitaba el apoyo de Tom Bolton. Pero él ya no era un muchacho, acababa de cumplir sesenta años. No obstante, con la ayuda de su secretario y joven compañero William Smythe, se las ingeniaría para encarrilar a la independiente y testaruda heredera de Friarsgate y conseguirle un marido apropiado tanto para ella como para sus tierras. "El problema no es que no tenga suficientes nietos -pensó irónicamente Rosamund-, sino que ninguno de ellos pertenece a Friarsgate".
CAPÍTULO 01
Thomas Bolton, lord Cambridge, releyó la carta que su prima Rosamund le había enviado desde Friarsgate. Mientras pensaba, frunció los labios y arrugó la frente.
– ¡Ah! -exclamó.
– ¿Qué ocurre? -preguntó William Smythe.
– ¿Recuerdas que hace unas semanas estábamos planeando una breve visita a la corte? Mi querida Rosamund acaba de darme la excusa perfecta para el viaje. Partiremos en la primavera, querido. Y mientras no estemos aquí, los constructores podrán terminar la nueva ala de la casa. Aunque adoro a Banon y su prole, no puedo soportar más tanta proximidad.
– Sus hijas son unas niñas muy vivaces -acotó William.
– ¿Vivaces? ¡Son cinco auténticos demonios! -se quejó lord Cambridge-. Cada una de mis sobrinitas es más bella que una mañana estival, pero tienen la inteligencia de una pulga. Tiemblo al pensar en el destino del pequeño Robert Thomas, todo el día aguantando a semejantes hermanas bailándole alrededor.
– Pueden pasar dos cosas. O bien aprenderá pronto a defenderse o será uno de esos hombres que tienen miedo de su propia sombra y viven sometidos a las mujeres. Ahora dime qué te ha escrito Rosamund y por qué nos envía a la corte.
– La heredera de Friarsgate necesita un marido -dijo lord Cambridge, revoleando sus ojos ambarinos-. Pero no quiere ir a palacio. ¡Por Dios, Will! Me hace acordar tanto a Rosamund cuando era joven. Parece que Elizabeth aceptaría ir a la corte con la condición de que yo la acompañase. La pobre Rosamund se excusa por imponerme tan ardua tarea. Ella hubiese preferido que su heredera se alojara en casa de Philippa.
– ¿La condesa de Witton? -Will sacudió la cabeza-. No, señor. Esa no es una buena idea. Philippa y Elizabeth nunca se llevaron bien.
– Eso es precisamente lo que mi sobrina le explicó a su madre y luego le dijo que solo iría a la corte si yo la acompañaba. ¡Qué dichoso soy! ¡Estaremos de nuevo en el palacio en mayo, muchacho! ¡Greenwich! ¡Habrá bailes de disfraces! Dicen que la nueva amiguita del rey, la señorita Bolena, ha introducido en el palacio las diversiones más sofisticadas del mundo. ¡Debe de ser algo maravilloso! Además, tenemos que ver urgentemente al sastre Althorp en Londres, porque seguro que mi guardarropa ya está pasado de moda. ¡Ah, Will! ¿Qué sería de mí sin mi querida prima Rosamund?
– Es una buena pregunta, milord -dijo Will con una sonrisa. Ocho años atrás, Thomas Bolton lo había rescatado de un oscuro puesto en el palacio para llevarlo a Cumbria como su secretario personal. Pero estar al servicio de lord Cambridge significaba formar parte de la familia. Y, por suerte, la familia lo había aceptado de buen grado. William Smythe nunca se había sentido tan seguro ni tan contento-. Entonces, milord, ¿cuándo partiremos?
– El 10 de abril, si queremos estar en Greenwich a tiempo para las celebraciones de mayo. Will, hay tanto que hacer y falta tan poco tiempo. Debemos escribirle de inmediato a Philippa. Ella será nuestra llave de entrada a la corte. Y tú debes ponerte en contacto con el maestro Althorp. Quiero que, en cuanto lleguemos a Londres, él en persona me esté esperando en la mansión Bolton con todo mi vestuario nuevo. Además, nos pondrá al tanto de los rumores. -Thomas Bolton rió de excitación-. Pero antes iremos de visita a Friarsgate. Si el olfato no me falla, a nuestra joven casadera habrá que equiparla con la ropa adecuada para ir a palacio en busca de un buen marido. Tendrás que tomarle las medidas, querido, así podremos encargarle un guardarropa decente. ¡Hay tanto que hacer! Y apenas nos va a alcanzar el tiempo.
– Milord, quédate tranquilo. Procederemos como siempre, de manera calma y ordenada. Comenzaré hoy mismo con los preparativos. Pero, ahora, permíteme que te traiga una copa de vino. Necesitarás utilizar todas tus fuerzas e inteligencia para conseguirle un marido a Elizabeth Meredith. No parece una tarea fácil. Sus modales, milord, si me permites el comentario, dejan que desear… Y además, ya muchos la consideran una solterona.
– ¡Me importa un bledo! -replicó lord Cambridge-. La amiguita del rey es incluso más vieja y todavía no se ha casado. Y la señorita Bolena ni siquiera cuenta con una dote como la de Elizabeth Meredith. Siempre me pregunto quién la desposará.
– ¿Cuándo partimos para Friarsgate, milord?
– Lo antes posible. Siempre me gustó Friarsgate, pero ahora más que nunca. El salón es un lugar muy apacible. Y Elizabeth es una excelente anfitriona. Sirve bien la mesa y alimenta generosamente a sus huéspedes. Querido Will, debemos empacar para una larga estadía. Si vamos a tener que permanecer encerrados a causa de la nieve, este año prefiero quedarme en Friarsgate y no en mi querido Otterly. La verdad es que nunca imaginé que diría algo semejante. Mi heredera y su marido se las arreglarán solos en caso de haber alguna emergencia. Después de todo, algún día Otterly le pertenecerá a Banon. Cuando le cuente que nos vamos a Friarsgate, lo entenderá perfectamente. De todas las hijas de Rosamund, ella es la más sensata, lo que es una suerte para su esposo, que es un hombre apuesto pero de pocas luces. Así son las familias del norte. Engendran muchos niños y no se ocupan de su educación. Todavía creen que vivimos en una época en que lo único que importa es el nombre. Yo hice muy bien en elegir a Banon como mi heredera. Es brillante para su edad.
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