– ¿Qué le ha pasado entonces al indignado y ofendido abogado que estuvo discutiendo conmigo anoche?
– Oh, sigue aquí. Pero ha disfrutado de una buena noche de sueño y de una taza de café en compañía de una mujer hermosa.
– ¡Eres capaz de susurrarle palabras cariñosas a un canario por la mañana y zampártelo de cena por la noche!
La risa de Travis reverberó en el aire de la mañana mientras la estrechaba contra su pecho.
Josh, encogido bajo la lluvia, se hallaba a la puerta de la cuadra de los sementales. Se disponía a dirigirse hacia la casa cuando se detuvo en seco al ver a Savannah con Travis.
– ¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó ella-. ¿Y dónde está tu abrigo? ¡Tienes que estar congelado!
La culpa se dibujaba en su rostro y Savannah experimentó una punzada de arrepentimiento. Evidentemente el chico seguía afectado por la discusión de la víspera durante la cena. Lo último que necesitaba en aquel instante era una reprimenda.
– Yo… yo sólo quería ver a Mystic antes de salir para el colegio.
– La próxima vez ponte el abrigo, ¿de acuerdo?
– De acuerdo.
– Te gusta mucho Mystic, ¿verdad? -adivinó Travis.
– ¡Es el mejor! -exclamó Josh con ojos brillantes.
– Bueno, el abuelo piensa lo mismo, y supongo que yo también -señaló Savannah-. Y ahora, dime, ¿ya has desayunado?
– No.
– Ya me lo parecía. Pues vete corriendo a casa y desayuna bien antes de que pierdas el autobús.
– No necesito desayunar… -se quejó el niño.
– Josh, si haces lo que te dice tu tía -intervino Travis-, cuando vuelvas del colegio cortaremos un árbol de Navidad.
El niño parecía incapaz de dar crédito a su buena suerte.
– ¿De verdad?
– De verdad -aseguró Travis, riendo.
– ¡Fantástico! -exclamó Josh con una sonrisa de oreja a oreja antes de echar a correr hacia la casa.
– No lo decepcionarás, ¿verdad? -preguntó Savannah.
– Me conoces lo suficiente para saber que nunca haría algo así -Travis dudó por un momento-. ¿O no?
– Es que no quiero ver sufrir a Josh. Está más que harto de que le hagan falsas promesas.
– Te doy mi palabra de boy scout -sonrió-. Luego saldré con el chico a buscar un abeto. Puedes acompañarnos, si quieres -rodeándole la cintura con los brazos, la besó en los labios.
Savannah quiso apartarse, pero fue incapaz de resistirse al mágico brillo de sus ojos.
– Sí que me gustaría. Y mucho.
– Bueno, y ahora… ¿por qué no me hablas de esa fascinación que siente Josh por Mystic? -soltándola, le abrió la puerta de las cuadras.
El olor a caballos y a heno llenaba el aire. Los sementales se agitaron levemente en sus cubículos, resoplando.
– Tal vez porque Wade no le deja tener un caballo; ni siquiera un perro. Hace años yo le compré un cachorro por su cumpleaños y Wade se lo regaló a alguien. Dijo que era un regalo completamente inapropiado para un niño de seis años sin sentido de la responsabilidad -Savannah frunció el ceño al recordarlo-. Por otro lado, y éste es un detalle importante, Josh estaba en la cuadra de los potrillos cuando nació Mystic. Lo vio nacer. Desde ese momento desarrolló un afecto muy especial por Mystic, para susto de Charmaine, por cierto.
Travis cerró la puerta y miró a su alrededor. Todo parecía en orden. Dos hileras de cubículos, cada uno con su cubo de agua limpia y su pesebre de grano y heno fresco, flanqueaban el pasillo central.
– ¿Por qué Charmaine le tiene miedo a Mystic?
– Porque es algo rebelde. Ya lo verás por ti mismo -llegó al final del pasillo, donde se hallaba el cubículo de Mystic.
El potro negro sacó la cabeza, nervioso. Sus poderosos músculos destacaban bajo su piel azabache.
– Ahora entiendo por qué a Josh le parece tan especial.
– Cuando Mystic corre en alguna carrera, Joshua me lee los periódicos del día siguiente en voz alta. Y cuando perdió ante Supreme Court en Belmont, lo sintió muchísimo -Savannah se sonrió mientras acariciaba la nariz del caballo-. Todavía sostiene que, si perdió, fue porque Supreme Court le cerró el paso a propósito.
– ¿Es verdad eso?
– Pues si quieres saber mi opinión, sí. Además, Mystic pudo haber ganado la carrera si el jockey lo hubiera montado mejor. En cualquier caso, Supreme Court ganó y Mystic no. Fin de la historia. El problema es que todo el mundo estaba esperando que ganara.
– Quizá esperaban demasiado. Ganar todas carreras que ha ganado con sólo dos años, y además el Gran Premio, no es poca hazaña. Sí, a veces la gente espera demasiado…
– ¿Estás hablando de Mystic o de ti mismo?
– Vaya -sonrió-. Nunca he podido mentirte.
– Sólo una vez.
Travis se pasó una mano por el pelo, sacudiendo la cabeza.
– Efectivamente. Y fue el mayor error de mi vida. Todavía lo estoy pagando.
A Savannah se le hizo un nudo en la garganta.
Si pudiera creer en sus palabras, aunque sólo fuera un poco…
– No podemos volver atrás.
Travis la obligó suavemente a que lo mirara. Alzó una mano para deslizaría bajo su trenza y acariciarle la nuca.
– Quizá sí podamos, Savannah -susurró con voz ronca, íntima-. Si lo intentamos.
El contacto de los dedos de Travis no podía ser más reconfortante. A ella le resultaba tan fácil recordar la desesperación con que lo había amado… Finalmente, encontró fuerzas para apartarse.
– Creo que será mejor que olvidemos lo que sucedió entre nosotros.
– Sinceramente, ¿lo crees posible?
– No lo sé.
– ¿Por qué continúas mintiéndote a ti misma, Savannah?
– ¿Yo? Tal vez porque es lo más fácil.
– Tienes miedo -la acusó mientras le tiraba suavemente de la trenza para obligarla a levantar la cabeza.
– De ti no -susurró-. De nosotros. Lo que sentimos el uno por el otro es absurdo.
– ¿Es que todo en la vida tiene que ser racional?
– Sí.
– Dime -él entrecerró los ojos, la mirada clavada en sus labios-. ¿Qué es lo que sientes cuando estás conmigo?
– Que debería alejarme de ti.
El contacto de sus dedos en la nuca le imposibilitaba pensar. La respiración se le había acelerado.
– Debería odiarte -musitó ella con los dientes apretados.
– Pero no me odias.
– ¡Me mentiste! ¡Me utilizaste! ¡Me abandonaste! Y ahora has vuelto.
Travis estaba jugueteando con el cuello de su abrigo, rozándole la piel. Cuando ella intentó apartarse, los dedos se cerraron en la solapa.
– ¡Debería odiarte por lo que me hiciste y por lo que ayer insinuaste acerca de mi padre!
– No te creo capaz de odiar a nadie.
– Entonces es que no me conoces bien.
– Claro que te conozco, Savannah -replicó, con el rostro a unos centímetros del suyo-. Te conozco mejor que tú misma.
Y la besó. Fue un beso largo, profundo, tan cargado de pasión que ahogó toda protesta, que acalló todas las dudas de Savannah. La dulce presión de los labios de Travis pareció borrar el dolor acumulado durante tantos años. La mano que antes había estado detenida en su nuca empezó a bucear bajo su abrigo, haciendo que se le acelerara el corazón.
Savannah se embebió del sabor de su lengua. Logró desabrocharle torpemente los botones de la cazadora, hasta tocar la camisa de franela que cubría su duro pecho. Un dulce y poderoso anhelo empezó a arder dentro de ella.
– Yo siempre te he amado -susurró Travis contra su pelo-. Que Dios me ayude, pero siempre te he amado. Incluso cuando estaba casado con Melinda.
– No…
La acalló de nuevo, besándola con toda la pasión atesorada durante años. Enterró los dedos en su pelo, obligándola a alzar la cabeza y exponiendo la deliciosa curva de su cuello.
– Estar cerca de ti me vuelve loco. ¿Tienes alguna idea de lo mucho que tuve que controlarme para no seguirte hasta tu dormitorio anoche?
– No…, esto no puede ser…
– ¡Savannah, escúchame! Por una vez en tu vida, por una sola vez, confía en mí.
– ¡Ya lo intenté hace nueve años!
– No volveré a hacerte daño -la sinceridad de la mirada de Travis penetraba hasta lo más profundo de su alma.
De repente la levantó en brazos y la llevó a un cubículo vacío, al final del pasillo. Extendió su abrigo sobre el lecho de heno fresco y la depositó suavemente. Con exquisita lentitud, le soltó la cinta de la melena. Los negros rizos cayeron como una cascada, libres.
Acto seguido consiguió desabrocharle el abrigo y deslizárselo por los hombros sin dejar de besarle la cara y el pelo.
– Travis, no…
Él la estrechó en sus brazos. Jadeaba y tenía el pulso tan acelerado como el suyo. Savannah se apretó contra él, únicamente consciente del dulce sabor de su lengua y de la calidez de sus manos mientras le bajaba el suéter para desnudarle un hombro…
La besaba febrilmente, y ella correspondía a su pasión. Sus senos henchidos se destacaban bajo la camiseta interior. Las oscuras puntas presionaban la fina tela, incitadoras. Él localizó un pezón con labios y se concentró en acariciarlo con la lengua. Savannah se retorcía bajo él, enterraba los dedos en su pelo, lo atraía hacia sí…
– Te he echado tanto de menos… -susurró él con voz ronca.
«Y yo», pensó Savannah. Travis le bajó un tirante de la camiseta, desnudando el firme seno, y lo devoró con la mirada antes de acariciarlo con los labios.
Savannah se estremeció visiblemente mientras él le desnudaba el otro pecho. Allí estaba, tendida medio desnuda sobre un lecho de heno, la melena revuelta, la mirada nublada por la pasión…
Vio que él se desabrochaba lentamente la camisa y alzó la mirada a su torso musculoso.
– Esta vez lo haré bien -prometió Travis, inclinándose sobre ella.
– Y esta vez yo no esperaré más de lo que tú quieras darme -susurró Savannah, temblando cuando sus labios volvieron a encontrarse.
Los duros músculos del pecho de Travis rozaron sus senos y el fino vello acarició sus pezones. Sintió unos dedos que recorrían la cintura de sus tejanos y se deslizaban bajo la tela en busca de sus nalgas…
Una especie de fuego líquido comenzó a extenderse por todo el cuerpo de Savannah mientras se dejaba besar y acariciar.
– Te amo, Savannah -murmuró contra su cuello. Como no ella no respondía, alzó la cabeza para mirarla a los ojos-. Te amo -repitió.
– Pero… pero yo no quiero enamorarme de ti -repuso ella con un nudo en la garganta-. Otra vez no…
– Tienes miedo de confiar en mí -no era una pregunta, sino la simple y desagradable constatación de un hecho. Apartándose de ella, se pasó una mano por el pelo y masculló una maldición.
Savannah quedó abandonada sobre el heno, desnuda y vulnerable.
– ¿No podemos dejar al amor fuera de esto? -suspiró.
Él la miró por encima del hombro, desdeñoso.
– ¿Es eso lo que quieres? ¿Sólo sexo? ¿Sin sentimientos?
Ruborizándose ligeramente, ella desvió la mirada y recuperó su suéter. Travis soltó una amarga carcajada.
– Ya me parecía a mí… Dios mío, mujer, ¿qué voy a hacer contigo?
Con dedos temblorosos, Savannah se bajó el suéter y cuadró los hombros, irguiéndose.
– Creo que ya es hora de que vayamos a ver a Vagabond. Si todavía estás interesado.
– No me lo perdería por nada del mundo.
Ella sintió una punzada de furia ante la insolencia de su mirada. Acababa de incorporarse cuando Travis le espetó:
– Sólo espero que algún día de éstos acabes entrando en razón… y te des cuenta de que todavía me amas.
– ¡Tú sueñas!
– ¿Ah, sí? -bajó la mirada a su cuello, en cuya base el pulso latía aceleradamente-. Lo dudo -esbozó una confiada sonrisa-. Avísame cuando cambies de idea.
– No lo haré.
– Entonces tendré que convencerte, ¿no te parece?
– Eres un insufrible y un arrogante, ¿lo sabías? -lo acusó, dirigiéndose decidida hacia la salida.
– Y tú tienes el trasero más bonito del mundo.
Ella se giró en redondo y lo miró, rabiosa.
– A eso exactamente me refería. ¿Qué clase de comentario infantil y machista es ése?
– Uno que ha conseguido llamar tu atención -la recorrió lentamente con la mirada-. Sólo espero que te des cuenta de una cosa: no pienso cometer el mismo error que cometí hace nueve años.
– ¡Ni yo tampoco! -exclamó ella, cerrando los puños mientras el corazón le latía con desenfreno-. Ni yo tampoco -repitió, y se marchó.
Vagabond ya estaba en la pista para cuando Savannah se reunió con Lester en la cerca. Se había puesto a llover y el preparador estaba estudiando las evoluciones y carreras del caballo con un cronómetro en la mano.
– Ha hecho una marca fantástica -la informó, alborozado-. Lleva la velocidad en la sangre. Es más rápido que Mystic.
– Yo creía que pensabas venderlo -se burló Savannah con las manos en los bolsillos del abrigo. Sabía que Travis acababa de llegar, pero se negaba a mirarlo o a darse por enterada de su presencia-. ¿O es que has cambiado de idea durante este último par de días?
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