Se esforzó por alejar aquellos lúgubres pensamientos. Era Navidad y estaba a solas con Travis. Aunque sólo fuera por ese día, no quería preocuparse de nada más.

– Venga, vamos a comer. Luego te pondré a trabajar.

– Eso suena muy interesante… -murmuró él besándole el cuello.

– No me refiero a ese tipo de trabajo. Hay tareas pendientes en el rancho.

– ¿Incluso en Navidad?

– Sobre todo en Navidad. Estamos solos.

– A eso precisamente me refería yo.

Ella se estremeció bajo el sensual asalto de su lengua en la oreja. Apenas podía concentrarse en la manzana que estaba cortando en rodajas.

– Travis… -susurró con voz ronca-. Si no te estás quieto, me voy a cortar… o voy a cortarte a ti.

– Aguafiestas -la acusó, riendo, antes de soltarla para sentarse a la mesa.

Comieron en la cocina y terminaron la botella de champán en el salón, delante de la chimenea, tumbados en la alfombra bajo el árbol de Navidad.

– Hace dos noches llegué a pensar que nunca más volvería a entrar en calor -le confesó Travis.

– Y yo al mismo tiempo, preguntándome si volvería a verte…

– Afortunadamente todo eso pertenece ya al pasado. A partir de ahora, te costará bastante deshacerte de mí.

– ¿Me lo prometes?

– ¡Te lo prometo! -exclamó, besándola.

Pasaron el resto del día haciendo inventario de la comida y de los suministros en las cuadras. Para cuando volvió a la casa, Savannah estaba terriblemente cansada. Sadie Stinson se había pasado por allí para dejarles preparada la cena.

– No es mucho -dijo la mujer, como disculpándose, cuando se marchaba.

– ¿Cómo que no es un mucho? Es un verdadero festín.

– Bueno, preferiría quedarme para ayudaros…

– ¡Olvídalo! Tienes una familia de la que ocuparte. ¡Es Navidad!

Sadie se marchó por fin. Pero sólo después de prometerle a Savannah que prepararía un festín «de verdad» cuando Josh saliera del hospital.

Subió a darse una ducha rápida. Estaba en la cocina, dando los últimos toques a los platos que había preparado Sadie, cuando entró Travis.

– ¿Sabes? Me había olvidado de lo que significa trabajar con caballos. Me he pasado tantas horas sentado en un despacho que ya ni me acordaba de la última vez que abrí una paca de heno.

– ¿Y qué tal la experiencia?

– Fantástica.

Cenaron en el comedor, a la luz de las velas. El café y la copa los tomaron en el salón. El fuego de la chimenea y las luces del árbol de Navidad proyectaban reflejos de colores en paredes y ventanas.

Ella se sentó en el suelo. Travis se tumbó, apoyando la cabeza en su regazo.

– Quiero que nos casemos -le confesó al fin.

– ¿Así, de pronto? -inquirió Savannah, arqueando una ceja.

– Bueno, no es algo tan precipitado como parece -rió-. Te conozco desde siempre. No somos precisamente dos desconocidos, ¿no crees?

– No.

– ¿Pero?

– Supongo que hay muchos «peros» -admitió ella.

– Dime uno.

– Melinda.

Savannah pudo percibir su inmediata tensión.

– Melinda murió.

– Pero ¿y si todavía viviera?

Travis se incorporó para sentarse, mirándola a los ojos.

– Es injusto que me preguntes eso. Mientras estuvo viva, yo intenté ser un buen marido para ella. Quizá fracasé, pero me esforcé todo lo posible. Ahora todo ha pasado. No me malinterpretes, yo no quise que muriera, pero ya no puedo devolverle la vida.

Savannah sintió un nudo en la garganta.

– La quisiste.

– Sí -admitió él con expresión distante, volviéndose para contemplar el fuego-. La quise. De eso hace mucho tiempo. Pero sí, la quise mucho.

No por esperado, aquella confesión dejó de desgarrarle el corazón. Intentó decirse que lo que había sucedido pertenecía al pasado: era el futuro lo que contaba, pero las dudas seguían acribillándola. Amándolo tanto como lo amaba, no podía soportar la idea de que hubiera querido antes a otra mujer.

– Pero de quien me enamoré fue de ti -le aseguró, como si le hubiera leído el pensamiento-. Creo que me enamoré desde el día que te vi montando a Mattie en la pradera. Cuando te quedaste mirándome bajo aquel manzano, intentando parecer una mujer adulta, sofisticada… ¿Te acuerdas?

– Sí -¿cómo habría podido olvidarlo?

– Desde aquel día ya no pude sacarte de mi cabeza. Tienes que creerme: jamás me habría casado con Melinda si ella no me hubiera dicho que estaba embarazada. No podía casarme contigo sabiendo que Melinda llevaba en sus entrañas un hijo mío…

– No, supongo que no. Pero papá parece que piensa que… Bueno, no importa.

Travis se puso rígido. Su frustración era evidente.

– Por supuesto que importa. Dime, ¿qué es lo que piensa Reginald?

– Me advirtió que me alejara de ti, que no eras el hombre adecuado, que siempre habías amado a Melinda… y que eso siempre se interpondría entre nosotros.

– ¿Y tú lo crees? -su expresión se endureció aún más.

– No…

– ¿Entonces?

– Sólo quería estar segura.

– Dios mío, Savannah… ¿Es que no has escuchado una palabra de todo lo que te he dicho durante esta última semana? ¿Es que no sabes que tu padre todavía sigue empeñado en manipularnos a los dos?

– Eso sí que no me lo creo. Mi padre sólo piensa en mi felicidad.

– ¿Y por eso no te contó que sabía lo de nuestra aventura?

– ¿Nuestra «aventura»? -repitió, indignada-. Te refieres a nuestro fugaz encuentro en el estanque…

La expresión de Travis se suavizó un tanto.

– Sí. Esa «aventura» me ha obsesionado durante nueve años y, por primera vez desde entonces, voy a hacer algo al respecto. Voy a casarme contigo, y no pienso tolerar más excusas.

La discusión debería haber terminado allí, pero Savannah no quería dejar descansar el tema. Levantándose, se acercó a la chimenea y se volvió para mirarlo.

– Imagínate que nos casáramos, Travis. ¿Qué pasaría entonces?

– Nos trasladaríamos a Colorado.

– ¡Colorado! ¿Porqué Colorado?

– Tengo unas tierras que me dejaron mis padres. Pensé que allí podríamos empezar desde cero. Olvidarnos de todos y de todo.

– Estás hablando de huir, ¿verdad?

– No. Estoy hablando de que allí podríamos criar caballos, si eso es lo que quieres. Harías lo mismo que aquí, pero sin Reginald vigilando todos tus movimientos. Y yo podría abandonar, de una vez por todas, la abogacía.

– ¿Es eso lo que quieres?

– Yo sólo te quiero a ti. Es así de sencillo. Tengo suficiente dinero para empezar de nuevo en cualquier parte y quiero dejar atrás las togas, los tribunales… y el pasado en general -la miró directamente a los ojos-. No quiero huir de nada, Savannah. Yo sólo aspiro a tener un hogar, un hogar seguro y agradable para mi esposa y para mis hijos…, y te estoy pidiendo que me acompañes.

– Me gustaría acompañarte, Travis, pero tengo a mi familia aquí, una familia a la que quiero demasiado. Mi madre no está bien, mi padre depende de mí, mi hermana me necesita y, además, está Josh. Él es más que un sobrino, es casi como si fuera mi propio hijo.

– Yo no te estoy pidiendo que renuncies a ellos. Al menos completamente.

Savannah alzó las manos y las dejó caer, impotente. Aquella discusión era inútil, pero tampoco podía rehuirla.

– Entiendo que no estés satisfecho con tu trabajo y con tu vida… pero a mí no me sucede lo mismo. Yo amo este lugar. Éste es mi hogar. Ya intenté trabajar una vez en la gran ciudad y no funcionó. Esta casa, esta tierra, estos caballos… -hizo un gesto con la mano abarcando todo lo que la rodeaba-. Puede que pertenezcan a mi padre, pero también son míos.

– No vas a venir conmigo, ¿verdad?

A Savannah se le llenaron los ojos de lágrimas. ¿Por qué estaban discutiendo? Ella lo único que quería era estar con Travis, y él le estaba ofreciendo una vida entera de amor… pero a cambio de renunciar a su familia, a lo que tanto significaba para ella.

– Ya sabes que te amo. Siempre te he amado. Pero necesito algo más de tiempo para pensar en ello.

– No puedo esperar para siempre -repuso él.

– Ni yo te lo he pedido -ella se encogió de hombros, esforzándose por pensar con claridad-. ¿Sería posible que te quedaras en el rancho conmigo?

– ¿Vivir aquí, con tu familia?

– Sí.

– No -negó, tenso-. No pienso vivir con gente como Wade y Charmaine. Quiero mi propio espacio, independencia, mi propio hogar. Vine aquí para cortar mis lazos con Reginald, Savannah, y no he cambiado de idea al respecto.

Esa vez ella no pudo menos que indignarse ante la ingratitud que demostraba Travis hacia su padre.

– ¿Piensas olvidarte de que fue él quien te crió? -inquirió. El sarcasmo teñía sus palabras-. Cuando nadie te quería, ¡mi padre te dio un hogar!

– Yo siempre estaré en deuda con Reginald, desde luego… -replicó, irritado- pero no voy a dedicar el resto de mi vida a pagársela. Voy a procurar olvidarme de que, a estas alturas, todavía ha intentado gobernar mi vida… hasta el punto de conspirar a mis espaldas junto a Henderson. ¡No seré el peón de nadie, ni siquiera de Reginald Beaumont!

– Pues será mejor que lleves cuidado -le espetó ella con los ojos brillantes-, ¡porque ese resentimiento tan monumental que siempre has tenido acabará creándote problemas!

– Eso ha sido un golpe bajo, Savannah.

– Pero es la verdad.

– Pues si vamos a ésas…

– Di lo que quieras.

– Al menos yo no tengo miedo a enfrentarme al pasado o a correr el riesgo de convertirme en una persona independiente, soberana de sus propias decisiones. Yo no estoy atado como un cordero a un padre y a una madre porque tenga miedo de dar un paso adelante solo y fracasar en el intento.

– ¡Yo no he fracasado!

– Claro que no, pero porque ni siquiera lo has intentado. Todos fracasamos, Savannah.

A esas alturas, ella estaba tan furiosa que golpeó la repisa de la chimenea con el puño.

– La única vez que he fracasado fue cuando confié en ti hace nueve años. Confié en ti y me enamoré, y tú te burlaste de ese amor. ¡Tú, tan cobarde que ni te molestaste en despedirte de mí antes de casarte con otra mujer!

Travis se acercó a ella y la agarró por los hombros. Un brillo de desafío ardía en sus ojos.

– Cometí un error -masculló con los dientes apretados-. Y no pienso cometer otro. He vivido durante años abrasado por el amor que sentía por ti, arruinando la vida y la autoestima de mi esposa, y he pagado por ello con creces. No puedes esconderte de mí, Savannah. Tarde o temprano, tendrás que afrontar un hecho: el pasado está muerto y enterrado. Como Melinda. Como Mystic. Tenemos un futuro, maldita sea. Y yo quiero compartir ese futuro contigo.

La besó con ferocidad. Savannah intentó resistirse, pero no pudo. El deseo la traicionó una vez más, y se apoyó sobre su pecho llorando de frustración.

– Dime que me amas -exigió él, que no podía ocultar su excitación.

– Sabes que sí…

– ¡Dilo!

– Te amo -susurró con voz quebrada.

– Entonces no dejes que todas esas tonterías se interpongan entre nosotros. ¡Te amo y no pienso dejar que nada ni nadie cambie eso! Savannah, hemos llegado demasiado lejos para escondernos ahora… ¡Tenemos que enfrentar el futuro juntos!

La besó de nuevo, con mayor ternura esa vez, y ella se abrazó a su cuello.

Iluminados por el resplandor de la chimenea y del árbol de Navidad, Travis la desnudó lentamente y volvió a hacerle el amor.

Diez

Durante el resto de aquella semana, Savannah y Travis vivieron una especie de tácita tregua. El tema de su futuro juntos quedó al margen mientras Savannah se concentraba en dirigir el rancho.

La nieve había empezado finalmente a derretirse el tercer día después de Navidad, conforme la vida iba recuperando su ritmo normal. Travis parecía disfrutar enormemente del trabajo físico en el rancho, mientras que Lester estaba encantado de poder contar con su ayuda. Más de una vez Savannah sorprendió al preparador viendo trabajar a Travis con los caballos y sonriendo complacido.

El sábado por la tarde, Lester estaba observando a Vagabond y a otros potros en la pista cuando Savannah y Travis se reunieron con él. En las carreras, Vagabond sacaba una enorme ventaja a los demás.

– ¿Qué os parece? -les preguntó el preparador.

– Un gran caballo. Aunque un poquito difícil -admitió Savannah.

– Muy excitable -añadió el propio Lester.

– ¿Difícil? ¿Excitable? -repitió Travis, riendo-. Yo lo calificaría de malo y perverso.

– Pero tendrás que admitir que tiene carisma.

– Y velocidad -señaló el preparador-. ¡Esperemos que también tenga un poco de suerte!

Al día siguiente por la mañana Charmaine llamó para avisar de que Josh iba a recibir el alta del hospital. Reginald y Virginia, junto con Wade, Charmaine y Joshua, estarían de regreso esa misma tarde.