Él sonrió con gesto travieso.
– Espero que te guste, amor mío -bromeó, metiéndose en la cama con ella.
La cara con forma de corazón estaba muy sería cuando habló:
– No sé qué debo hacer.
– Deja que yo me ocupe de eso -la tranquilizó él. La tomó entre sus brazos, la colocó bajo su cuerpo-. ¡Oh, Skye! ¡Skye! Me he atrevido a mucho por ti, amor mío. -Su boca buscó la de ella, pero esta vez fue diferente. Los labios jugaron con su cara, con sus largas pestañas, con la frente y las mejillas, con el mentón, y, finalmente, con la punta de la nariz.
La sorpresa de ese dulce asalto la dejó sin aliento y, además, no se esperaba la suave caricia que envolvió su seno.
– ¡Oh! -murmuró y luego-: ¡Oh, Niall, lamento ser tan poca cosa! -se disculpó con timidez, sin atreverse a mirarlo.
– Tú eres la perfección, Skye. ¿Ves cómo anida tu seno en mi mano? Es como una palomita blanca. -Niall inclinó su morena cabeza y besó el rosado pezón. Satisfecho al ver que, respondiendo a su caricia, se endurecía casi inmediatamente entre sus labios.
Lentamente, la acomodó contra las almohadas y se abalanzó sobre ese cuerpo anhelante. Su cálida boca recorrió los senos y se apasionó al contrastar la respuesta. El hermoso cabello de Skye estaba extendido como un gran remolino negro sobre las sábanas de lino blanco. Con la cabeza hacia atrás y el grácil cuello curvado, ella invitaba a los labios que la recorrían a dejar un rastro de besos ardientes sobre su palpitante carne.
Las manos de Niall se deslizaron sobre el torso perfecto de Skye, gozando de su piel suave como la seda. De pronto, Skye se incendió y gimió asustada sin poder contenerse. Sentía el cuerpo líquido. Se notaba lánguida, pero llena de una fuerza extraordinaria. La voz de él le murmuraba palabras de aliento y de confianza.
Ella jadeaba con suavidad, sorprendida cuando los dedos de Niall la exploraban, buscando con ternura, invitándola a dejarse llevar. Después, se dio cuenta de que la caricia era distinta, de que lo que la estaba acariciando era el órgano de él, terso contra su suave pierna.
Lentamente, Niall le separó las piernas con las rodillas. Su raíz palpitante rozó la punta de la femineidad y, en una niebla dulce de miedo y deseo, ella le oyó decir:
– Te dolerá, pero solamente esta vez, Skye. Después, nunca más sentirás dolor, amor mío.
– ¡Sí! ¡Sí! ¡Por favor, sí! -jadeó ella, sin saber lo que quería, pero deseándolo con toda su alma. Un dolor profundo y ardiente le abrió las entrañas y luego desapareció, dando paso a un calor tierno y palpitante. Los ojos plateados buscaron a los azules y la pasión fue espejo de la pasión mientras él la amaba. Durante un momento, yacieron suspendidos en el tiempo y después ella gritó de placer cuando la turgencia de él explotó y la llenó de jugos cremosos.
Tras unos minutos, él se hizo a un lado y la acunó entre sus brazos. Le acarició el cabello, fascinado por su densidad casi mágica. Cuando habló de nuevo, su voz de terciopelo llevaba en sí el principio de un temblor.
– Gracias, Skye, amor mío. Gracias por el mejor de los regalos que puede recibir un hombre.
Ella se movió para verle la cara, porque ahora que era mujer se sentía más valiente.
– Te he esperado toda mi vida, Niall Burke. No me dejes ahora, porque preferiría ser tu perra que la esposa de Dom O'Flaherty. Me iré contigo.
Él suspiró.
– No podría dejarte ahora, Skye. Anularemos tu matrimonio por adulterio. No pienso devolverte a Dom O'Flaherty. Nos iremos al castillo de mi padre por la mañana. Tu esposo es un pavo vanidoso. Un buen arreglo financiero y una novia noble y rica lo calmarán.
– ¿No vas a dejarme? -Los ojos de Skye brillaban de felicidad-. ¡Oh, Niall! ¡Te amo! ¡Te amo tanto!
– Dios, amor mío, yo te adoro… -Niall la besó con pasión-. ¡Te amo yo también, amor mío! ¡Te amo!
Sus cuerpos se unieron otra vez. Skye se sentía dominada y perdida en esas sensaciones nuevas, dulces, tormentosas que la recorrían de arriba abajo. Su cuerpo respondía a cada caricia de Niall y buscaba en cada una un nuevo estremecimiento.
Él luego se echó de espaldas, y la levantó para colocársela encima. La manera en que se sonrojó lo sedujo por completo. Ella escondió la cara en el hombro. Él rió entre dientes.
– No, querida, ahora tú debes hacerme el amor a mí.
– Pero, Niall, no sé hacerlo -protestó ella.
– Tócame, Skye. Es la mejor manera de empezar.
Ella se sentó con una pierna a cada lado del torso de él. No podía mirarlo a los ojos. Le acarició el pecho con mano temblorosa. La mata del vello era suave, la piel tersa y cálida. Después le acarició el hombro y después el musculoso brazo. En un movimiento rápido y valiente, se inclinó y le rozó la mejilla con su seno. Niall lo cogió y esperó la reacción de Skye. Ella frotó la cara de él con su pecho y después apoyó su endurecido pezón sobre los labios de Niall. Skye jadeó cuando notó que el pezón era devorado por esos labios masculinos. La lengua de Niall jugó con él y la llenó de flechas de fuego. Ella se retorció, los ojos entrecerrados.
Los brazos de él la rodearon y otra vez se encontró de espaldas sobre la cama. Niall le tomó la mano y la condujo hasta su sexo. Ella lo acarició y el efecto fue devastador. Él gimió en la oscuridad y hundió la cara en la masa oscura del cabello de ella. El olor limpio y perfumado del jabón que ella usaba, mezclado con el olor de su feminidad, lo enloquecieron. Otra vez hundió su enorme espada en el sexo anhelante de ella, que suspiró profundamente y tomó de él todo lo que pudo. Sus brazos lo apresaron con fuerza.
– Cruza tus piernas alrededor de mi cuerpo, amor mío. Siempre necesito más de ti. -La voz de Niall sonó extraña, feroz, ronca. Ella obedeció y gimió con suavidad cuando sintió que él se hundía todavía más en ella. El mundo que la rodeaba estalló en un remolino de placeres. No podía ser mejor que eso, pero fue mejor de algún modo, progresivamente mejor.
– ¡Niall! ¡Niall, me muero! -sollozó ella, incapaz de tolerarlo más. Él sabía lo suficiente como para controlarse, pero no podía detenerse ahora.
– Un poquito más, Skye. ¡Dios! ¡Eres tan dulce! ¡No quiero parar ahora! -murmuró con voz confusa.
– No, no. ¡No te detengas! -gimió ella en un frenesí de placer. No quería dejar ese mundo maravilloso. ¡Más adentro! ¡Más! ¡Más rápido! ¡Más! Se habían perdido uno en el otro. Y cuando llegaron juntos al clímax, ella gimió, alegre y triste a un tiempo.
Él la abrazó y dijo en voz bien baja:
– ¡Skye! ¡Mi Skye! Eres la perfección, amor mío. La perfección más pura. Te amo tanto, amor mío…
Los ojos azules y grises estaban turbios de cansancio pero brillaban de amor.
– ¡Dame un hijo, Niall Burke! -murmuró ella con fiereza.
Él le acarició la mejilla con ternura.
– A su tiempo, querida, a su tiempo. Ahora duerme, Skye. Mañana le diremos a todo el mundo que no vamos a separarnos, y será una noticia muy sorprendente. Necesitaremos estar descansados para afrontar la furia que desatará.
– ¿Entonces es cierto que no vas a dejarme? -La voz de Skye temblaba.
– Sí, amor mío. Sólo el diablo puede separarnos ahora.
– Iría contigo al infierno si fuera necesario, Niall -aseguró ella con pasión.
Finalmente, fundidos en un abrazo, se durmieron, confiando en el poder de su amor.
Capítulo 3
Arropados por la luz grisácea del amanecer, Niall Burke y Skye dormían abrazados. Con el corazón latiéndole en la boca, un jovencísimo pinche de la cocina del castillo se deslizó a través de la ventana, que no estaba trabada, y durante un momento miró con la boca abierta a las dos personas que dormían desnudas en la cama. El hombre estaba boca abajo, su brazo cruzado sobre el cuerpo de la mujer. Ella estaba acurrucada junto a él.
El niño, que siempre estaba metido en la cocina, ocupado con sus deberes de ayudante, pensó que esos dos eran el espectáculo más hermoso que había visto en su vida. Se sintió triste por lo que tenía que hacer. La mujer se movió en sueños y el muchacho, que recordaba su obligación, sintiéndose culpable, anduvo de puntillas por la habitación, corrió el pestillo sin hacer ruido y abrió la puerta.
Dubhdara O'Malley y tres de sus hombres de armas entraron sigilosamente y avanzaron hacia la cama. A un gesto de O'Malley, Niall Burke fue arrancado del lecho y amordazado. Luego, dos de los hombres de O'Malley lo arrastraron afuera, al pasillo, y la puerta se cerró silenciosamente tras ellos. Niall luchó con rabia contra sus captores, que lo empujaron hasta el vestíbulo del castillo. No tenía miedo porque sabía que si esos hombres hubieran querido matarlo, ya lo habrían hecho.
– ¡No gritéis, mi señor! -ordenó O'Malley cuando entraron en una habitación que daba al vestíbulo principal.
Niall indicó que no lo haría, moviendo la cabeza. Le soltaron y le quitaron la mordaza. Niall tomó la copa que le ofrecían. Era cerveza. Bebió y empezó a vestirse. El pinche le había traído la ropa de la habitación. Niall Burke estaba furioso pero no quería discutir con el O'Malley estando desnudo. Eso lo hubiera puesto en desventaja. Su antagonista habló primero.
– Os marcháis inmediatamente, mí señor. El joven O'Flaherty ha pasado una noche muy desgraciada, bebiendo y abusando de la dama de compañía de Skye. Si os ve, puede haber problemas. Preferiría no tener que decirle al MacWilliam que su hijo sufrió un percance en mi propiedad.
Niall metió los pies en sus botas.
– Quiero que anulen el matrimonio de Skye, O'Malley. Hace tres días que trato de veros para pediros que suspendáis el matrimonio. Amo a Skye y ella siente lo mismo por mí. La quiero por esposa. Haré que O'Flaherty reciba una compensación por las molestias, una nueva novia y una gran suma de dinero. ¿Por qué pensáis que actué de esa manera anoche? ¿Para divertirme? Amo a vuestra hija. Y espero que mis actos obliguen a O'Flaherty a dejarla.
Dubhdara O'Malley parecía sorprendido.
– ¡Vamos, muchacho! Tal vez tenga poco en el mundo, pero tengo mi buen nombre y mi palabra de honor. La palabra de Dubhdara O'Malley nunca ha sido cuestionada porque es tan buena como el oro. Nunca la he roto, ¡nunca! Y no pienso hacerlo ahora. Skye está prometida a Dom desde su nacimiento. Y aunque hubiera pospuesto la ceremonia, vuestro padre no os permitiría casaros con una O'Malley de Innisfana. Marchaos a casa. Dejadme reparar lo que ha sido quebrado esta noche, incluyendo el corazón de mi pobre niña.
– No me iré sin Skye, O'Malley. ¡Ella viene conmigo!
El dueño del castillo hizo un leve gesto a sus hombres. Niall Burke recibió un golpe en la cabeza y cayó al suelo inconsciente.
– Al barco, y decidle al capitán MacGuire que lo lleve al castillo de su padre. Que entregue también esta carta al MacWilliam y que espere una respuesta -ordenó O'Malley, tenso.
Luego permaneció en silencio mirando cómo su invitado de honor era acomodado sobre el hombro de uno de sus hombres y salía así de la habitación. Luego sin mirar atrás, O'Malley volvió al dormitorio de su hija. La sacudió para despertarla.
– ¡Skye, hija…! ¡Despierta!
Los ojos azules se abrieron lentamente y se llenaron de sorpresa.
– ¿Papá? -Su mirada recorrió atemorizada la habitación y su voz se convirtió en un grito de terror-. ¿Y Niall?
– Se ha ido, Skye. Niall Burke ha regresado con su padre.
– ¡No! Me prometió que no nos separaríamos… Me lo prometió.
– Los hombres hacen promesas así bajo el influjo de la pasión. Promesas que no piensan cumplir -aseguró el O'Malley con brutalidad-. Levántate y vístete, hija. Te irás con Eibhlin a su convento de Innishturk hasta que el ánimo de Dom se tranquilice un poco y estemos seguros de que no llevas la semilla de un bastardo de Burke en tu vientre. Te enviaré a alguien para que te ayude a vestirte.
– Me estás mintiendo. ¿Qué le has hecho a Niall?
– No miento, Skye. Burke se ha ido.
– ¿Dónde está Molly?
– Está enferma -dijo O'Malley mientras dejaba la habitación.
Skye permaneció sentada, mareada, confusa. ¡Él le había prometido, sí, prometido, que no se separarían! ¡Y lo había dicho en serio! Ella lo sabía… ¿Dónde estaba? ¿Lo habían matado? ¡Dios, no! Empezó a temblar. No. No lo habían matado, claro que no. Su padre no mataría al heredero de su señor.
«Tal vez -le insinuaba una voz perversa en su cabeza-, tal vez tu padre dice la verdad. Después de todo, no tienes experiencia con los hombres. Tal vez el heredero del gran señor se divirtió contigo y ahora ha vuelto a sus asuntos.»
El corazón de Skye empezó a latir con furia y, durante un momento pensó que se desmayaría. Luego, Skye hizo acopio de valor, el valor que había ido reservando lentamente a través de los años. Si se dejaba vencer por sus dudas, enloquecería. Debía confiar en su intuición. Skye O'Malley no permitiría que el pánico, se apoderase de ella.
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