– Estás preciosa.
– Las dos lo estamos.
En ese momento alguien llamó a la puerta. Las dos mujeres se miraron.
– Es tu habitación -dijo Victoria-. Yo no espeso a nadie
Maggie fue a la puerta con dificultad, por culpa de los tacones, y al abrirla vio a Qadir.
– Buenas tardes -dijo él-. He venido a acompañar a dos jóvenes al baile.
Maggie contempló al apuesto príncipe de esmoquin. Como de costumbre, estaba perfecto.
– ¿De verdad? Qué amable. Gracias. Estamos casi listas.
Dejó de hablar y se reprendió para sus adentros.
¿Cómo podía haber dicho semejante tontería? Qadir entró en la suite.
– Hola, Victoria.
– Príncipe Qadir… Esta noche está especialmente elegante.
Él sonrió.
– Gracias. Vosotras también estáis preciosas. Victoria agarró a Maggie del brazo y la llevó al dormitorio.
– Te das cuenta de que ha venido a buscarte a ti, ¿verdad?
– ¿Cómo? -susurró Maggie-. Qué va. Sólo porque es mi jefe.
– Pues está llevando a cabo una tradición ancestral. Ten cuidado, Maggie.
– Venga -Maggie puso los ojos en blanco-. Qadir no ha venido especialmente por mí, sino por ser amable.
– Ya. ¿Y ves que Nadim sea educado y- venga a buscarme para acompañarme al baile? Qadir siente curiosidad, y cuando el hombre en cuestión es un príncipe, hay que estar sobre aviso.
Maggie agradeció la advertencia de su amiga, pero en realidad no había necesidad. Para Qadir ella sólo era una empleada, y ella prefería que siguiera siendo así. -
Las dos mujeres retiraron de la cama los bolsos de fiesta y volvieron al salón, y los tres tomaron un ascensor que les llevó a la planta principal.
Nada más abrirse las puertas, se oyó la música de á orquesta. El amplio vestíbulo estaba lleno de gente que se dirigía hacia las enormes puertas situadas al fondo del hall.
Cientos de luces centellaban en las espectaculares arañas de cristal, iluminando los vestidos y joyas de los cientos de elegantes invitados.
En ese momento un grupo grande de personas avanzó hacia ellos, separándola de Victoria y de Qatar. Pero a Maggie no le importó demasiado. Quería aprovechar para serenarse un poco y olvidar el consejo de su amiga, que en el fondo le había inquietado as poco. Hasta el momento, Qadir se había portado muy bien con ella, y era fácil trabajar para él, pero catre ellos no había nada.
Paseó la mirada por la sala, para centrarse en todo lo que había alrededor y olvidar las palabras de su amiga.
En un extremo, una orquesta tocaba sobre una tribuna. Las mesas estaban colocadas alrededor del majestuoso salón, cargadas de deliciosos manjares. Entre mesa y mesa habían colocado barras para servir todo tipo de bebidas a los invitados, que se arremolinaban alrededor, charlando y bromeando.
Las mujeres lucían muy elegantes y bellas, y Maggie no sabía adónde mirar, pues todas estaban espectaculares con sus espléndidos trajes de noche y sus deslumbrantes joyas.
Esperó en fila para tomar una copa de champán. A su alrededor, la gente conversaba animadamente, algunos en inglés y otros en otros idiomas que reconoció.
Como le dolían mucho los pies, se acercó a una planta enorme con la intención de dejar allí escondidos los zapatos de tacón que Victoria le había insistido en que se pusiera. Maggie miró a un lado y al otro para comprobar que nadie la estaba mirando, y se colocó detrás de la planta. Entonces se agachó para quitárselos, y momentos después los escondía como podía en la maceta.
– No creo que al rey le pareciera bien.
Maggie se dio la vuelta y vio a Qadir detrás de ella.
– Me hacen daño en los pies -dijo ella.
– Entonces asegúrate de esconderlos bien.
Se echó a reír y metió los zapatos debajo de unas hojas.
– ¿Has bailado ya?
– No.
Antes de que le diera tiempo a explicarle que ella no sabía bailar, él le había quitado la copa de la mano y se la llevaba a la pista.
– A mí esto no se me da bien -confesó Maggie.
– A mí muy bien, así que yo lo haré por los dos -respondió Qadir mientras la tomaba entre sus brazos.
Sus brazos fuertes y cálidos la sujetaron con seguridad. Ella le puso una mano en el hombro, con el pequeño bolso de fiesta colgando entre los dedos, y la otra mano en la suya. Qadir la llevaba con tanta soltura que Maggie incluso pensó que podría bailar al compás.
– ¿Lo ves? -dijo él.
– No me pongas a prueba con nada difícil, a no ser quieras que la gente se ría de mí.
El se echó a reír.
– ¿Eres siempre tan sincera?
– Trato de serlo lo más posible.
– Eres encantadora.
– ¿De verdad? -dijo Maggie impulsivamente- siento… quería decir gracias…
– Qué educada.
– Así me educaron -dijo ella-. Tú también muy agradable.
– ¿Menos arrogante de lo que imaginabas? ¿Sería posible que estuviera coqueteando con ella?
Aunque no estaba segura de si eso era coquetear, porque no tenía mucha experiencia. Sin embargo después de pasar toda la vida en un mundo de hombres, resultaba agradable ser femenina.
– Me gusta tu país -dijo Maggie-. Lo que he visto me ha parecido precioso.
– La ciudad es más moderna que muchas partes de El Deharia. En el desierto, los nómadas viven como lo han hecho siempre.
– Creo que estoy demasiado acostumbrada a la vida moderna como para vivir de ese modo -dijo
– A mí me pasa lo mismo. Uno de mis hermanos ha querido establecerse allí permanentemente, pero a mí no me va, me gustan las comodidades.
Giraron y balancearon sus cuerpos al son de la `música, rozándose inadvertidamente todo el tiempo. Ella levantó la mirada, sin saber si era apropiado o no dada su condición de príncipe. Pero a él no pareció importunarle ni importarle, y Maggie se dijo que le gustaba estar así entre sus brazos, incluso más de lo que resultaría prudente.
Se dijo que sería el ambiente, la noche o el baile, y no el hombre con el que estaba, lo que le provocaba esos leves estremecimientos de placer en el estómago.
– ¿Tienes nostalgia de tu casa? -preguntó él.
– Esta noche no.
– ¿Y otros días?
– Un poco. Pero creo que me ha venido bien venir aquí.
– ¿Nuevas aventuras?
Ella asintió. Esa noche era sin duda una aventura para ella.
La canción terminó, y Maggie se sintió un poco decepcionada cuando Qadir se apartó de ella. Le dio la impresión de que se quedaba fría. Inexplicablemente, quería que él la tomara de nuevo entre sus brazos, porque le gustaba lo que sentía.
Recordó de pronto las palabras de Victoria. Aunque Maggie no estaba de acuerdo en lo de ser impulsiva, sí que entendía que por muy guapo que estuviera Qadir de esmoquin y por mucho que le gustara bailar con él, él estaba a años luz de ella, y allí no iba a pasar nada.
Empezó a excusarse, cuando los interrumpió un hombre alto cuyo rostro le resultó ligeramente conocido.
– Por fin te encuentro -dijo el hombre-. Te estaba buscando.
– Padre, permíteme que te presente a Maggie Collins Maggie, mi padre, el rey Mujtar de El Deharia.
Capítulo 4
MAGGIE se quedó inmóvil, sin saber si hacer una reverencia o largarse corriendo. Y para colmo estaba descalza…
– Encantado de conocerla -dijo el rey, que ni siquiera la miró-. Qadir, quiero que conozcas a Sabrina y a su hermana Natalie. Su tío es duque; británico, supuesto, y muy culto -el rey se acercó a Qadir y bajó la voz-. Son bastante bonitas, y parecen muy responsables. La hermana mayor ya tiene dos hijos, que sabemos que son capaces de concebir.
Maggie seguía anonadada, pero el susto inicial había dado paso al humor. Con los comentarios del rey temió que de pronto le diera un ataque de risa. No sólo la descripción del rey le pareció divertida, también la cara de sufrimiento de Qadir.
. Parecía que ser príncipe también tenía sus desventajas.
Estaba a punto de darse la vuelta para marcharse cuando Qadir la miró.
– Tú no te vas -dijo, más en tono de orden que de ruego.
– Bueno, supongo que querrás bailar con una de las sobrinas del duque -murmuró, mirando hacia las jóvenes que estaban cerca de ellos-. Sabrina es preciosa -añadió.
– Exacto -dijo el rey, sonriéndole-. Yo he pensado lo mismo.
Qadir se acercó a ella y habló en voz baja. -No sabes cuál de las dos es Sabrina.
– Las dos son muy guapas e inteligentes. ¿Qué más quieres?
Maggie se apartó y observó las presentaciones. No podía negar que le dio cierta envidia, pero en el fondo sabía que así era mejor para ella. Mejor no olvidarse de quién era Qadir que permitir que un baile le alterara el conocimiento.
Observó a Qadir hablar con las dos mujeres, antes de salir a la pista con una de ellas.
– Buena suerte -dijo-. No va a funcionar.
Desgraciadamente, la música terminó justo cuando lo estaba diciendo. El rey se volvió hacia ella y la miró.
– ¿Qué es lo que no va a funcionar? -preguntó el rey.
– Bueno… yo… -miró a un lado y a otro disimuladamente, para ver cómo salir de aquélla-. No es nada.
– Sí que lo es. Para mí es muy importante que mis hijos se casen. Y como no parecen tener prisa por buscar novia, me obligan a interferir.
– Pero no puede imponerle una mujer así -dijo con cautela-. Y no es porque las que ha elegido para el no sean mujeres jóvenes y encantadoras.
El rey la miró enfadado.
– Supongo que tendrá una razón para decir eso.
– Sí, que a los hombres les gusta la caza.
Jon se lo había dicho varias veces. Se habían reído de sus amigos y de sus desastrosas relaciones sentimentales, desde la seguridad de su relación, por supuesto.
– ¿Ha visto la película Parque Jurásico?
– No.
– Debería hacerlo. Los hombres son como el Tiranosaurio Rex. No quieren que nadie les proporcione su próxima comida; quieren salir ellos a buscarla. comida me refiero a…
A las mujeres, comprendo la analogía -se fijó en las parejas en la pista, y luego se volvió hacia ella. ¿Está segura?
– Bastante.
Sólo estaba segura de que no quería seguir hablando con el rey.
– ¿Y ahora detrás de quién está? ¿De usted?
– ¿Cómo? No, en absoluto. Yo sólo trabajo para él.
Él rey frunció el ceño.
– ¿Y qué es lo que hace?
– Restaurar uno de sus coches -le enseñó las manos llenas de callos-. ¿Lo ve? En realidad, no soy nadie.
– Pues para no ser nadie habla con mucho desparpajo.
El rey avanzó, y a Maggie no le quedó más remedio que ir detrás de él. Entonces se detuvo y le hizo un gesto para que se adelantara.
– ¿Conoce a alguien? -le preguntó.
Ella negó con la cabeza.
Seguidamente el rey le presentó a diversas personas, de las cuales Maggie sólo había oído hablar en los periódicos, incluidos dos senadores estadounidenses, una actriz delgadísima y el embajador ruso en El Deharia.
Mientras los saludaba, Maggie hizo lo posible para no pensar que seguía descalza. Menos mal que el vestido le tapaba los pies y que nadie se daría cuenta. El grupo conversó unos minutos, pero Maggie no abrió la boca, esperando que alguien fuera a rescatarla. Desgraciadamente, estaba sola allí.
Entonces el embajador ruso, un hombre apuesto, aunque un poco mayor que ella, le sonrió.
– ¿Me concede este baile, señorita Collins? Todos la miraron, y Maggie trató de no sonrojarse. -Gracias, señor, sería un placer.
Al menos eso esperaba. Si el hombre bailaba tan bien como Qadir, todo iría sobre ruedas.
– ¿Es usted amiga del rey? -preguntó él. -Acabamos de conocernos -respondió Maggie.
– ¿Así que no es usted su amante?
Maggie se tropezó de la impresión.
– No. Yo trabajo aquí, en el palacio, señor embajador.
– Entiendo. Puede llamarme Vlad.
Maggie se preguntó si tendría obligación de hacerlo.
– Soy un hombre poderoso, Maggie. Podríamos llevarnos muy bien.
• Debió de poner cara de espanto, porque el otro se a reír.
– ¿Le asusta mi sinceridad?
No le asustaba, pero todo aquello le parecía de mal gusto…
– Señor embajador…
– Vlad.
– Señor embajador, me temo que se ha equivocado conmigo.
Tenía mucho más que decir, pero en ese momento apareció Qadir.
– Maggie… estás aquí… Nuestro baile es el siguiente -sonrió al ruso-. ¿Le importa que le interrumpa?
Vlad se apartó.
·Por supuesto que no.
· Qadir le tomó la mano. -¿Qué ha pasado?
·Nada -respondió ella. El se quedó callado, y Maggie suspiró.
– Bueno, creo que quería ligar conmigo, pero no estoy segura.
– Yo sí -dijo el príncipe.
– Qué asco.
Qadir se echó a reír.
– Tu reacción no le gustaría mucho.
– Acabo de conocerlo.
– Ese hombre tiene mucho poder. Para muchas mujeres eso es suficiente.
"La Pasión del Jeque" отзывы
Отзывы читателей о книге "La Pasión del Jeque". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "La Pasión del Jeque" друзьям в соцсетях.