– ¿Mark? Creía que os habíais ido a la playa -dijo desconcertada. Él no iba vestido como para ir a la playa. Llevaba un traje color crema, una camisa del mismo color que su vestido de cachemir y una corbata que ella misma le había regalado-. ¿Qué haces aquí? ¿Qué está pasando?

– Anoche…

– ¡No!

– Anoche deseaba más que nada en el mundo hacerte el amor, Jane. Sentía una necesidad de ti que sé que no sentiré jamás por otra mujer.

No era una buena respuesta, pero Jane ya había olvidado su pregunta.

– ¿Entonces por qué no lo hiciste? No podía habértelo puesto más fácil.

– Porque lo había hecho todo mal.

– No…

– Sí. Acepté tu generosa oferta sin pensarlo dos veces. Debería haberme dado cuenta entonces, ¿no crees? ¿Qué hombre se casaría con una mujer que no le importa? Podía haber contratado una niñera interna mucho antes, pero no quería compartir mi casa con nadie. Y sin embargo desde el momento en que me preguntaste si te estaba proponiendo matrimonio, no pude pensar en otra cosa. Me parecía… perfecto.

– Yo te manipulé. Sabía que no pondrías el anuncio, pero pensé que si te metía la idea en la cabeza…

– Estaba seguro de que era lo correcto, y me repetía que tú debías tener una buena razón para conformarte con algo así. Pensé que alguien te había roto el corazón y no querías volver a sufrir algo parecido -Mark tomó su mano-. Pero no era esa la razón, ¿verdad?

Todas las defensas de Jane habían caído. Solo quedaba decir la verdad.

– Solo ha habido un amor en mi vida, Mark. Te quise desde el momento en que te vi por primera vez.

– Y yo creo que te he amado desde antes de saberlo. Quizá desde el día en que entraste en mi vida, tomaste a Shuli en tus brazos y dejó de llorar.

Así que lo recordaba.

– Un hombre indefenso y su bebé -dijo ella con infinita ternura-. Entonces supe que me romperíais el corazón, pero no sentí el verdadero dolor hasta anoche.

– Lo de anoche fue diferente.

– ¿En qué, Mark? ¿Cuál fue la diferencia?

– Que quería demostrarte lo que realmente significas para mí. Empezar de nuevo. No como una pareja que se ha casado por conveniencia y que acaba en la cama simplemente porque está ahí -Mark tomó sus manos y las apretó entre las suyas-. Todas las personas que queremos y nos importan están esperando en esa iglesia… para oírnos pronunciar los votos ante Dios. Para ser testigos de nuestro matrimonio, no como un trámite más, sino como una verdadera alianza, en todos los sentidos de la palabra.

– ¿Tú has organizado todo esto? -consiguió decir Jane.

– Con la ayuda de tus padres, tus hermanas y Laine. Incluso he conseguido arrastrar hasta aquí a mi madre y mi hermana. Te quiero, Jane, y quiero que todo el mundo lo sepa. Eres mi esposa en los papeles. Ahora te pido que lo seas.,, en cuerpo y alma.

Ella alzó una mano y le acarició el rostro.

– Siempre lo he sido, mi amor. Solo estaba esperando a que te dieras cuenta.

– Entonces no hagamos esperar más al párroco.

Laine y Shuli los esperaban a la puerta de la iglesia. Laine la abrazó y le dio un espléndido ramo de flores. Shuli esperaba con un pequeño almohadón de terciopelo para llevar las alianzas.

– Puede besar a la novia -anunció el sacerdote cuando hubieron formulado los votos matrimoniales. El beso tierno y prolongado de Mark encerraba la promesa de que aquello solo era el principio de su matrimonio.

Jane se volvió y tomó en brazos a Shuli. Mark la tomó de la mano y los tres se dirigieron a la salida. En la puerta de la iglesia, se detuvo y volvió a besarla.

– ¿Sabes? -murmuró-. Me gusta mucho tu familia, pero creo que preferiría no pasar la luna de miel con ellos.

– Podemos irnos a casa.

– Podemos -asintió él-. O también podemos dejar a Shuli y a Bob con tus padres e irnos unos cuantos días a París -Mark entreabrió su chaqueta para que solo ella pudiera ver los billetes que sobresalían del bolsillo interior-. ¿Qué piensa usted, señora Hilliard?

– Creo que soy la mujer más afortunada del mundo.

Él le enjugó una lágrima de la mejilla.

– No. Eres la mujer más valiente, más honesta y más fuerte del mundo. La suerte es toda mía.

– ¿Papá?

– ¿Sí, ángel mío?

– ¿Ahora sí que podré tener un hermanito?

Mark miró a Jane alzando una ceja y ella se ruborizó hasta la raíz de los cabellos.

– Haremos lo posible, cariño, te lo prometo. Todo lo posible.

Liz Fielding

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