En general, casarse con Barnaby Adair había sido una decisión excelente. Una sabia elección. La única concesión que había tenido que hacer era llevarle con ella cuando iba a lugares peligrosos, lo cual no era ninguna privación, y si él no podía acompañarla, lo hacían el cochero y dos, no uno sino dos, lacayos.

Penelope no había tenido inconveniente en aceptar este acuerdo. Como en todo lo demás, Barnaby no buscaba restringir sus movimientos sino protegerla.

Porque era muy importante para él.

Eso, había resuelto Penelope, podía aceptarlo con absoluta ecuanimidad.

– Quería recordarte -dijo a su marido, mirándolo a los ojos- que tu madre nos espera a cenar esta noche. No estoy segura de quién más habrá, pero enviaré a Mostyn a averiguarlo. De todos modos, deberíamos ir. -Bajando la vista, apuntó la orden que debía darle a Mostyn en la lista. -Tú y tu padre podéis hablar de vuestros asuntos, y luego yo podré darle la lata sobre el plan de aprendizaje. Con un poco de suerte, Huntingdon o algún otro comisionado también asistirá, de modo que podemos matar dos o más pájaros de un tiro, por decirlo así.

Barnaby sonrió, gesto que se amplificó al imaginar la indignación de su madre cuando averiguara que su selecta reunión servía a tales fines; hacía muy poco que se había descubierto impotente ante la implacable testarudez de Penelope.

– Sí, por supuesto. Volveré a casa temprano.

Durante años, había eludido las invitaciones de su madre y los compromisos sociales en general, pero teniendo a Penelope a su lado, le parecía estupendo asistir a donde ella decidiera.

Era la esposa perfecta para él; ni siquiera su madre lo dudaba. Lo cual le ponía en la envidiable posición de poder delegar el trato con todas las señoras de buena cuna, su madre incluida, en Penelope. Lo único que él tenía que hacer era ponerse cómodo, observarlas en acción y divertirse con sus maquinaciones y ocurrencias.

Al casarse con ella había aprendido lo que era la auténtica satisfacción.

Por fin, ahora que había puesto su vida y su amor en sus manos, todo iba perfectamente en su mundo.

Stephanie Laurens

Stephanie Laurens nació en Ceylan (actualmente Sri Lanka). Desde que tenía trece años, leía literatura romántica. Cuando tenía cinco, su familia se trasladó a Australia. Allí Stephanie cursó sus estudios. Se graduó de Doctora en Bioquímica. Junto con su marido recorrió distintos lugares: India, Pakistán, Afganistán, Irán y Turquía. Luego viajó a Europa hasta llegar a Londres.