– ¿Los jugadores son penalizados por un error del caddie? -dijo. -Eso es una estupidez. La bola habría entrado de todas formas.

– No te sientas mal, cariño -, dijo alegremente Skipjack. -Le podía haber ocurrido a cualquiera -. Debido a su handicap [10], Skipjack conseguía un golpe extra y no intentó contener su alegría después de que todos acabasen. -Parece que mi birdie [11] nos hace ganar el hoyo, compañero -. Le dio una palmada en la espalda a Kenny. -Me recuerda a la vez que jugué con Bill Murray y Ray Romano en Cypress Point. Hablando de personajes…

Ted y Dallie estaban ahora un hoyo por debajo, pero Ted puso su cara de bueno cara al público, algo nada extraño. -Nos repondremos en el siguiente hoyo -. La mirada feroz que sólo dirigió a ella, le envió un mensaje que no tuvo problemas en interpretar.

– Este es un juego ridículo -, murmuró ella algo más de veinte minutos después de volver a dejar a Ted fuera de competición por violar otra ridícula regla. Intentando ser una buena caddie, había cogido la bola de Ted para quitarle la suciedad, sólo para descubrir que no estaba permitido hacer eso hasta que estaba en el green y contabilizada. Como si tuviera algún sentido.

– Lo bueno es que hiciste un birdie uno y dos, hijo -, dijo Dallie. -Seguro que tenemos una racha de mala suerte.

Ella no veía sentido a ignorar lo obvio. -Yo soy la mala suerte.

Mark le disparó una mirada de advertencia por violar la regla de no hablar y no llamar a Dallie "señor", pero Spencer Skipjack se echó a reír. -Al menos es honesta. Más de lo que yo puedo decir de la mayoría de las mujeres.

Fue el turno de Ted de enviarle una mirada de advertencia, ésta prohibiéndole comentar la idiotez de un hombre que estereotipaba a todo un género. A ella no le gustaba la forma en que Ted estaba leyendo su mente. Y realmente no le gustaba Spencer Skipjack, que era un fanfarrón y un estúpido.

– La última vez que estuve en Las Vegas, me encontré con Michael Jordan en una de las salas privadas…


Se las arregló para sobrevivir al séptimo hoyo sin romper más regla, pero le dolían los hombros, sus nuevas zapatillas de deporte le rozaban una ampolla en el dedo pequeño, el calor le estaba pasando factura y le quedaban once miserables hoyos a los que ir. Ser obligada a cargar con una bolsa de golf de dieciséis kilos para un campeón atlético de 1,83 m, que era capaz de hacer el trabajo por sí mismo, le parecía cada vez más absurdo. Si había hombres saludables y fuertes demasiados vagos como para llevar sus propias bolsas, ¿por qué no cogían unos coches de golf? Todas las cosas que tenían que hacer los caddie no tenían sentido. Excepto…

– Buen tiro, señor Skipjack. En realidad lo ha clavado -, dijo Mark con un asentimiento de admiración.

– La forma de jugar del viento, señor Traveler -, dijo Jenny.

– La giraste como una peonza -, ofreció Skeet Cooper al padre de Ted.

Mientras escuchaba a los caddies elogiar a los jugadores, concluyó que todo esto iba sobre el ego. Sobre tener tu propio equipo para aplaudirte. Ella decidió probar su propia teoría. -¡Wow! -exclamó en el siguiente tee cuando Ted golpeó. -Bonito drive. Realmente golpeaste eso lejos. Muy lejos. Todo el camino… hasta allí abajo.

Los hombres se giraron a mirarla. Hubo una larga pausa. Finalmente Kenny habló. -Estoy seguro que desearías poder golpear una bola como esa -. Otra larga pausa. -Lejos.

Prometió no decir otra palabra, y podría haber cumplido esa promesa si a Spencer Skipjack no le gustara hablar tanto. -Preste atención, señorita Meg. Voy a usar un pequeño truco que aprendí de Phil Mickelson para enviar esta justo al lado de la bandera.

Ted se tensó al igual que lo había estado haciendo cada vez que Skipjack se dirigía a ella. Esperaba que ella lo saboteara, y definitivamente lo haría si sólo su felicidad y bienestar estuviera en juego. Pero algo más estaba en juego.

Se enfrentaba a un dilema imposible. Lo último que necesitaba el planeta era otro campo de golf absorbiendo sus recursos naturales, pero era obvio incluso para ella lo mucho que estaba sufriendo el pueblo. Cada edición del periódico local informaba de otro pequeño negocio cerrado o alguna asociación de caridad en apuros por no poder mantenerse al día por el incremento de sus servicios. Y ¿cómo iba a juzgar ella a otros cuando estaba viviendo una vida que era cualquier cosa menos verde, empezando por su coche de alto consumo de gasolina? No importaba lo que hiciera ahora, sería una hipócrita, sí seguía su instinto, abandonaría unos cuantos de sus principios y jugaría al buen samaritano con el pueblo que la odiaba. -Verle golpear la pelota de golf es puro placer, señor Skipjack.

– Naw. Sólo soy un aficionado comparado con estos chicos.

– Pero ellos juegan al golf a tiempo completo -, dijo ella. -Usted tiene un trabajo de verdad.

Ella creyó oír a Kenny Traveler bufar.

Skipjack se rió y le dijo que deseaba que ella hubiera sido su caddie, incluso aunque no sabía una maldita cosa sobre el golf y él necesitara más de siete golpes para compensar sus errores.

Cuando se detuvieron en la sede del club entre los hoyos nueve y diez, el partido estaba parejo: cuatro hoyos para Ted y Dallie, cuatro para Kenny y Spencer, un hoyo empatado. Ella consiguió un pequeño descanso, no tan largo como para una siesta, pero suficiente tiempo para salpicarse agua fría en la cara y curarse las ampollas. Mark se puso a su lado y la reprendió por ser demasiado familiar con jugadores, hacer demasiado ruido en el partido, no estar lo suficientemente cerca de su jugador y mirar mal a Ted. -Ted Beaudine es el chico más agradable del club. No sé que está mal contigo. Trata a todo el personal con respeto y da grandes propinas.

De algún modo sospechaba que esto no se aplicaría a ella.

Cuando Mark se marchó para pegarse a Kenny, ella se acercó con aversión a la gran bolsa azul marino de Ted. Las fundas doradas de los palos conjuntaban con las costuras de la bolsa. Sólo dos fundas. Al parecer acababa de perder una. Ted apareció detrás de ella, frunció el ceño ante la pérdida de una funda, luego a ella.

– Te estás poniendo demasiado cariñosa con Skipjack. Da marcha atrás.

Esto por jugar al buen samaritano. Ella mantuvo su voz baja. -Crecí en Hollywood, así que entiendo a los hombres egocéntricos mucho mejor de lo que tú lo harás nunca.

– Eso es lo que tú crees -. Él le puso la gorra que llevaba puesta. -Ponte una maldita gorra. Aquí tenemos sol de verdad, no a esa mierda aguada a la que estáis acostumbrados en California.


En los últimos nueve hoyos, hizo perder otro hoyo a Ted y su padre porque arrancó unas malas hierbas para proporcionarle a Ted un mejor tiro. Sin embargo, a pesar de los tres hoyos que les había costado, y el ocasional tiro errado por Ted cuando difícilmente trataba de disimular lo cabreado que estaba con ella, todavía era altamente competitivo. -Hijo, hoy estás jugando un partido extraño -, dijo Dallie. -Momentos de brillantez mezclados con algunos momentos de locura. No te he visto jugar tan bien, o tan mal, en años.

– Un corazón roto provoca eso en un hombre -. Apuntó Kenny desde el borde del green. -Les hace volverse un poco locos -. Su bola se paró a unos cuantos centímetros de la bandera.

– Además de la humillación de que todo el mundo en el pueblo todavía sienta lástima por él a sus espaldas -. Skeet, el único caddie que tenía permitido tratar de forma familiar a los jugadores, quitó algo de maleza que había caído en el green.

Dallie se preparó para su disparo. -Intenté enseñarle con el ejemplo como se mantiene a una mujer. El niño no prestó atención.

Los hombres parecían deleitarse burlándose de las vulnerabilidades de los otros. Incluso el propio padre de Ted. Una prueba de hombría o algo así. Sí sus amigas hicieran entre ellas lo que hacían estos tipos, alguien habría terminado llorando. Pero Ted simplemente sonrió como siempre, esperó su turno y golpeó su putt alejando la bola unos tres metros.

Cuando los hombres abandonaron el green, Kenny Traveler, por alguna razón que ella no podía comprender, decidió decirle a Spencer Skipjack quiénes eran sus padres. Los ojos de Skipjack se iluminaron. -¿Jake Koranda es tu padre? Eso si es realmente algo. Y yo aquí pensando que trabajabas de caddie por dinero -. Lanzó una mirada entre ella y Ted. -¿Ahora sois pareja?

– ¡No! -dijo ella.

– Me temo que no -, dijo sencillamente Te. -Como puedes suponer, todavía estoy intentando recuperarme de mi compromiso roto.

– No creo que pueda llamarse compromiso roto cuando te dejaron plantado en el altar -, señaló Kenny. -Eso es conocido más comúnmente como catástrofe.

¿Cómo podía Ted estar tan preocupado porque ella lo avergonzara hoy cuando sus propios amigos estaban haciendo tan buen trabajo? Pero Skipjack parecía estar pasándoselo como nunca en su vida, y se dio cuenta que su charla sobre asuntos personales le hacía sentir como si fuera uno de ellos. Kenny y Dallie, con todas sus idioteces de perros viejos, estaban consiguiendo lo que querían.

Después de la revelación de sus padres famosos, Skipjack no la dejaría sola. -Entonces, ¿cómo es crecer con Jake Koranda como padre?

Había escuchado esa pregunta unas mil veces y todavía encontraba ofensivo que la gente no reconociera a su madre, como si sólo fuera un complemento de su padre. Deliberadamente respondió. -Mis padres son papá y mamá para mí.

Ted finalmente se dio cuenta que ella podría tener algo de valor para él. -La madre de Meg también es famosa. Dirige una gran agencia de talentos, pero antes fue una famosa modelo y actriz.

Su madre había aparecido exactamente en una película, Sunday Morning Eclipse, donde conoció al padre de Meg.

– ¡Espera un minuto! -exclamó Spencer. -Hijo de… Tenía ese póster de tu madre en la parte de atrás de la puerta de mi habitación cuando era un crío.

Otra frase que había escuchado un millón de veces más. -Me lo imagino -. Ted le dirigió otra de sus miradas.

Skipjack no dejo de hablar sobre sus famosos padres hasta que se acercaron al hoy diecisiete. Debido a algunos malos tiros, Kenny y Skipjack estaban un hoyo por debajo, y Skipjack no estaba contento. Se puso más descontento cuando Kenny recibió una llamada de teléfono de su mujer, antes de que él diera el primer golpe, contándole que ella se había cortado la mano mientras estaba trabajando en el jardín y había conducido ella sola hasta el médico para que le pusiera un par de puntos. Era evidente por la parte final de la conversación de Kenny que el daño era menos y su mujer no quería ni oírle decir que abandonaba el partido, pero desde entonces él estuvo distraído.

Meg pudo ver cuánto quería ganar Skipjack, al igual que podía ver que ni Ted ni Dallie se iban a dejar ganar, ni siquiera por el futuro del pueblo. Dallie estaba jugando consistentemente y el juego errático de Ted ahora era algo del pasado. Tenía la extraña sensación de que él podría estar disfrutando del desafío de recuperar los tres hoyos que ella les había hecho perder.

Skipjack espetó a Mark por tomarse demasiado tiempo para entregarle un palo. Él podía sentir como la victoria se le escapaba y, con ella, la oportunidad de jactarse que él y Kenny Traveler habían vencido a Dallie y Ted Beaudine en su campo de golf. Incluso dejó de molestar a Meg.

Todo lo que el equipo Beaudine tenía que hacer era fallar unos pocos golpes y conseguirían que Spencer Skipjack estuviera con un estado de ánimo generoso para las futuras negociaciones, pero no parecía que lo fueran a hacer. No podía comprenderlo. Debían tener en cuenta el enorme ego de su invitado en lugar de jugar como si sólo importara el resultado del partido. Aparentemente ellos pensaban que lanzándose algunas bromas unos a otros y dejando que Skipjack se sintiera parte del grupo era suficiente. Pero Skipjack estaba enfurruñado. Si Ted quería que fuera receptivo, él y su padre necesitaban perder este partido. En su lugar, se estaban esforzando para mantener su hoyo de ventaja.

Afortunadamente, Kenny volvió a la vida en el green diecisiete y embocó a unos siete metros y medio, lo que empató a los equipos.

A Meg no le gustó el brillo de determinación en los ojos de Ted cuando él golpeó por primera vez en el último hoyo. Alineó su drive, ajustó su posición y lanzó su swing… en el momento exacto en que ella accidentalmente a propósito, dejo caer la bolsa con los palos de golf…

CAPÍTULO 08

Los palos cayeron provocando un estruendo. Los siete hombres que estaban en el tee de salida se giraron para mirarla. Intentó parecer avergonzada. -Oops. Mierda. Gran error.

Ted había mandado su drive lejos, a la zona desnivelada de la izquierda, y Skipjack sonrió. -Señorita Meg, puedo asegurarle que me alegro de que no sea mi caddie.