– Un hombre está destinado a hacer ciertas cosas -. Sonaba como una frase de una de las peores películas de su padre. -¿Has oído hablar de Herb Kohler?

– No lo creo.

– Kohler Company. Fontanería. Mi mayor rival.

No prestaba mucha atención al mobiliario del cuarto de baño, pero incluso ella había oído hablar de Kohler, y asintió.

– Herb es dueño del American Club en Kohler, Wisconsin, al lado de cuatro de los mejores campos de golf del medio oeste. Cada habitación del American Club está equipada con las últimas novedades en fontanería. Incluso hay un museo de fontanería. Cada año el sitio está en lo alto del ranking.

– Herb Kohler es un hombre importante -, dijo Ted con una falta de astucia que estuvo cerca de hacer que ella rodara los ojos. ¿Era la única persona que se daba cuenta como era Skipjack? -Lo que es seguro es que se ha hecho una leyenda en el mundo del golf.

Y Spence Skipjack quería superar a su rival. Esa era la razón por la que construir este resort era tan importante para él.

– Es un lástima que Herb no construyera su hotel en un lugar donde la gente pudiera jugar todo el año -, dijo Dallie. -Wisconsin es un estado malditamente frío.

– Esa es la razón por la que fui lo suficientemente listo como para elegir Texas -, dijo Skipjack. -Vine aquí desde Indiana cuando era un crío para visitar a la familia de mi madre. Y siempre me he sentido en casa en el Estado de la Estrella Solitaria [12]. Más tejano que Hoosier [13]-. Volvió su atención a Meg. -Dónde sea que lo construya, asegúrese de decirle a su padre que está invitado a jugar cuando quiera, como mi invitado.

– Lo haré -. Su atlético padre todavía amaba el baloncesto y, gracias a su madre, ahora montaba a caballo por placer, pero no podía imaginárselo golpeando una pelota de golf.

Hoy había tenido conversaciones por teléfono, por separado, con sus padres pero en lugar de pedirles que le enviaran dinero, les había dicho que había conseguido un gran trabajo en la hostelería en un importante club de campo en Texas. Aunque no les dijo que era coordinadora de actividades, tampoco corrigió a su madre cuando llegó a esa conclusión y dijo lo maravilloso que era que finalmente Meg hubiera encontrado una salida útil a su creatividad natural. Su padre simplemente estaba feliz porque tuviera trabajo.

No pudo guardar silencio más tiempo. -¿Alguno ha pensado en dejar la tierra tal como está? Quiero decir, ¿realmente el mundo necesita otro campo de golf consumiendo nuestros recursos naturales?

Ted frunció el ceño casi imperceptiblemente. -Los espacios verdes de recreo mantienen a la gente saludable.

– Por supuesto que lo hacen -, dijo Spence antes que Meg pudiera sacar a colación a los golfistas y sus Bud Light. -Ted y yo hemos hablado mucho sobre eso -. Empujó hacia atrás su silla. -Vamos, señorita Meg. Me gusta esta canción.

Spence podría tener su brazo, pero Meg podría haber jurado sentir la mano invisible de Ted empujándola hacia la pista de baile.

Spence era un bailarín decente y la canción era de un tiempo, así que las cosas empezaron bien. Pero cuando llegó una balada, él la acercó tanto que la hebilla de su cinturón presionaba contra ella, por no mencionar algo más desagradable. -No se que ocurrió para que estés en una mala racha -. Spence le acarició la oreja. -Pero podría usar a alguien para que la cuide hasta que se recupere.

Ella esperaba que no quisiera decir lo que ella creía que él quería decir, pero la evidencia bajo la hebilla de su cinturón parecía indicar lo contrario.

– No estoy hablando de nada que la haga sentir incómoda -, dijo él. -Sólo de nosotros dos pasando algo de tiempo juntos.

Ella deliberadamente tropezó con los pies de él. -Oops. Necesito sentarme. Hoy conseguí un par de ampollas.

Spence no tuvo más remedio que seguirla de vuelta a la mesa. -Ella no pudo seguir mi ritmo -, refunfuño.

– Apuesto que no mucha gente puede -, dijo el alcalde chupa poyas.

Spence puso su silla más cerca y paso su brazo por los hombros de ella. -Tengo una gran idea, señorita Meg. Volemos a las Vegas esta noche. Tú también, Ted. Llama a una novia y ven con nosotros. Llamaré a mi piloto.

Él estaba tan seguro de su conformidad que cogió su teléfono, y como ningún hombre de la mesa hizo nada por disuadirle, se dio cuenta que tendría que hacerlo ella. -Lo siento, Spence. Tengo que trabajar mañana.

Él le guiño un ojo a Ted. -No es mucho lo que haces en el club de campo, y apuesto que Ted puede hablar con tu jefe para que te dé un par de día libres. ¿Qué piensas, Ted?

– Si él no puede, yo puedo -, dijo Dallie, echándola a los lobos.

Kenny le ayudó. -Vamos a hacerlo. Estaré feliz de hacer una llamada.

Ted la miró por encima de su botella de cerveza, sin decir nada. Ella lo miró de vuelta, tan enfadada que su piel quemaba. Había tragado con mucho últimamente, pero no pasaría con esto. -Lo que pasa… -Ella escupió las sílabas. -No estoy exactamente libre. Emocionalmente.

– ¿Cómo es eso? -preguntó Spence.

– Es… complicado -. Estaba empezando a sentir náuseas. ¿Por qué la vida no venía con un botón de pausa? Era lo que más necesitaba ahora mismo, porque sin tiempo para pensar, iba a decir lo primero que se le había pasado por la mente, la cosa más estúpida que podía imaginar, pero como no había botón de pausa. -Ted y yo.

La botella de cerveza de Ted chocó contra sus dientes. Kenny se animó. Spence parecía confundido. -Esta mañana dijiste que no eran pareja.

Ella apretó su boca en una sonrisa. -No lo somos -, dijo. -Todavía. Pero tengo esperanzas -. Las palabras se clavaron en su garganta como un hueso. Acababa de dar la razón a toda la gente que creía que esas eran sus motivaciones para detener la boda.

Pero Kenny daba patadas contra el suelo en su silla, más divertido que acusatorio. -Ted hace eso con las mujeres todo el tiempo. Ninguno de nosotros sabe cómo.

– Claro que no -. El padre de Ted la miró con su peculiar mirada. -Era el niño más feo que nunca hayas visto.

Ted dejo salir las palabras con una sonrisa perezosa. -Eso no va a ocurrir, Meg.

– El tiempo lo dirá -. Ahora que veía cuánto lo había irritado, se regocijó en el tema, a pesar de sus importantes implicaciones. -Tengo un mal historial en cuanto a enamorarme del hombre equivocado -. Dejo que se calmase un momento. -No es que Ted no sea perfecto. Un poco demasiado perfecto, obviamente, pero… la atracción no siempre es lógica.

Las espesas cejas castaño oscuro de Spence se reunieron en la mitad de la frente. -¿No fue el mes pasado cuándo estaba a punto de casarse con la hija de la presidenta?

– A finales de mayo -, dijo ella. -Y Lucy es mi mejor amiga. Fue una debacle total, como estoy segura que te enteraste por toda la prensa -. Ted la miró, su sencilla sonrisa puesta en su sitio, un microscópico nervio saltaba en la esquina de su ojo. Ella comenzaba a disfrutar. -Pero Lucy nunca fue la mujer adecuada para él. Gracias a mí, él lo sabe ahora y, francamente, su gratitud sería embarazosa si yo no tuviera los pies en el suelo.

– ¿Gratitud? -La voz de Ted era acero templado.

Al diablo con él. Agitó una mano en el aire y comenzó a embellecer el asunto con toda la habilidad de su padre, actor y dramaturgo. -Podría hacerme la tímida y fingir que no estoy totalmente, y quiero decir totalmente, enamorada de él, pero nunca he sido del tipo de mujer a la que le gusten los juegos. Yo pongo mis cartas sobre la mesa. Es mejor a largo plazo.

– La honestidad es una cualidad admirable -, dijo Kenny disfrutando abiertamente.

– Sé lo que todos están pensando. Que no hay posibilidades de haberme enamorado de él tan rápidamente, porque no importa lo diga la gente, yo no acabé con la boda. Pero… -. Ella le lanzó a Ted una mirada de adoración. -Esta vez es diferente para mí. Tan diferente -. No pudo resistirse a avivar las llamas. -Y… a juzgar por la visita de anoche de Ted…

– ¿Ustedes dos se encontraron ayer por la noche? -dijo su padre.

– Muy romántico, ¿verdad? -Ella fabricó una sonrisa soñadora. -A medianoche. En el coro…

Ted se puso de pie. -Vamos a bailar.

Con una inclinación de cabeza, ella se transformo en la madre de todas las penas. -Ampollas.

– Baile lento -, dijo él suavemente. -Puedes ponerte sobre mis pies.

Antes de que ella pudiera conseguir una salida, Ted tenía su brazo y la arrastraba hacia la pista de baile llena de gente. Él la agarró contra él, a un paso del estrangulamiento. Al menos él no llevaba cinturón, así que ella no tenía que soportar una hebilla… o cualquier otro objeto presionando contra su carne. Lo único duro en Ted Beaudine era la expresión de sus ojos. -Cada vez que pienso que no puedes causar más problemas, te las arreglas para sorprenderme.

– ¿Qué se supone que tenía que hacer? -replicó ella. -¿Volar a las Vegas con él? ¿Y desde cuando "prostituirse" llego a ser parte de tu descripción de trabajo?

– No habría llegado tan lejos. Todo lo que tenías que hacer era ser agradable.

– ¿Por qué debería serlo? Odio este pueblo, ¿recuerdas? Y no me importa si tu estúpido resort de golf se construye. No quiero que se construya.

– Entonces, ¿por qué has llegado tan lejos con esto?

– Porque soy una vendida. Para poner comida en mi estómago.

– ¿Es la única razón?

– No lo sé… Parecía lo correcto. Dios sabe por qué. Contrariamente a la opinión popular, no soy la bruja malvada que todo el mundo ha hecho creer que soy. Pero eso no significa que esté dispuesta a convertirme en una prostituta por el bien de todos vosotros.

– Nunca dije que fueras mala -. En realidad parecía que tenía el nervio dañado.

– Sabes que él sólo está interesado en mí por mi padre -, dijo entre dientes. -Es un pequeño hombre con un gran ego. Estando alrededor de gente famosa, incluso de personas de segunda fila como yo, se siente importante. Si no fuera por mis padres, no me miraría ni dos veces.

– No estaría tan seguro de eso.

– Vamos, Ted. No soy exactamente el tipo de mujer florero de un hombre rico.

– Eso es verdad -. Un mundo de compasión suavizó su voz. -Las mujeres floreros son generalmente mujeres de buen corazón que son agradables.

– Estoy segura que hablas por experiencia. Por cierto, puedes ser el Dios Todopoderoso en el campo de golf, pero eres un pésimo bailarín. Déjame conducir a mí.

Él perdió el paso, entonces la miró de una forma extraña como si ella finalmente hubiera logrado sorprenderlo, aunque no se podía imaginar por qué, y relanzó su ataque. -Tengo una idea. ¿Por qué no viajáis a las Vegas tu amante y tú con Spence? Estoy segura que vosotros dos podrías hacer que se lo pase muy bien.

– Eso en realidad te molesta, ¿no?

– ¿El hecho de ponerle los cuernos a Lucy? Oh, sí. Ahora mismo ella está devorada por la culpa. Y no pienses ni por un segundo que no le voy a contar todos los sórdidos detalles tus actividades extracurriculares tan pronto como tengamos la oportunidad de mantener una larga conversación.

– Dudo que te crea.

– No entiendo ni siquiera por qué le propusiste matrimonio.

– No estar casados estaba empezando a retenerme -, dijo él. -Estaba listo para pasar a la siguiente etapa de mi vida, y necesitaba una esposa para eso. Alguien espectacular. La hija de la presidenta se ajustaba a la perfección.

– ¿Alguna vez la amaste? ¿Aunque sea un poco?

– ¿Estás loca? Era una farsa desde el principio.

Algo le dijo a ella que él estaba corriendo una cortina de humo, pero la cosa de estar leyendo mentes que ella había estado haciendo toda la noche le falló. -Debe ser difícil ser tú -, dijo ella. -El señor Perfecto por fuera. Mister Malvado por dentro.

– No es tan duro. El resto del mundo no es tan perspicaz como tú.

Su sencilla sonrisa se deslizó sobre ella y un pequeño ¡zas!, casi imperceptible, tan pequeño que apenas lo notó, pero aún así existió, golpeó sus terminaciones nerviosas. No todas. Sólo un par de ellas. Las localizadas en algún lugar al sur de su ombligo.

– ¡Mierda! -él exclamó, expresando los sentimientos de ella a la perfección.

Ella giró su cabeza y vio lo que le había llamado la atención. Su perfecta amante morena se dirigía directamente hacia Spence.

Ted dejó a Meg y se encaminó a la mesa, a Meg le sorprendió que sus pasos llenos de determinación no le hicieran dejar marcas en el suelo. Echó el freno justo cuando su amante le tendía la mano al visitante.

– Hola. Soy Torie Traveler O'Connor.

CAPÍTULO 09

¿Torie Traveler O'Connor? Meg recordó la conversación que había escuchado anoche entre Ted y Kenny. ¿La amante casada de Ted era la hermana de Kenny?

El acento tejano de Torie caía como un líquido. -Escuché que hoy partió algunos culos, Spence. No te importa que te llame Spence, ¿no? Tenía que conocer al hombre que dio su merecido a estos niños grandes.