Spence miró, temporalmente, asombrado. Era fácil ver como Torie podía ocasionar eso con sus rasgos perfectos, sus ondas de pelo teñido y unas largas piernas envueltas en unos vaqueros ultra caros. Un trío de tres pequeñas piezas de plata colgaban sobre el escote de su top, un enorme diamante brillaba en su mano izquierda y otros dos, casi tan grandes como éste, estaban colocados en los lóbulos de sus orejas.

Kenny le frunció el ceño. Viéndolos juntos, su extraordinaria belleza hacía obvio que eran hermanos. -¿Por qué no estás en casa cuidando a mis sobrinas?

– Porque por fin están dormidas. Necesité un par de Xanas [14] hábilmente ocultados dentro de algunas Twinkies [15], pero bueno… monstruos.

– Echan de menos a su padre -, dijo Kenny. -La única influencia estabilizadora de sus vidas.

Torie sonrió. -Vuelve mañana -. Ella empujó a su hermano. -Acabo de hablar con Lady Emma. Me dijo que su mano está bien y que si la vuelves a llamar una vez más, te dejará fuera esta noche.

Ella besó a Ted en la mejilla. -Hey, señor Alcalde. Escuché que jugaste realmente mal hoy.

– Excepto por un Tagle [16] y unos cuantos birdies -, dijo su hermano. -El partido más raro que he visto nunca.

Ella miró alrededor buscando un lugar para sentarse y, al no haber una silla libre, se sentó en el muslo derecho de Ted. -Extraño. Normalmente eres muy consistente.

– Spence me intimidó -, dijo Ted con toda sinceridad. -Es mejor jugador de handicap siete con el que haya jugado nunca.

Kenny se echó hacia atrás en su silla. -Un montón de cosas interesantes están ocurriendo por aquí hoy, Torie. Meg acaba de hablarle a Spence sobre su amor no correspondido por Ted. ¿Quién lo diría, verdad?

Los ojos de Torie se abrieron mostrando sorpresa, seguida casi inmediatamente por anticipación. Justo entonces Meg lo comprendió. Incluso con Torie manteniendo el equilibrio, como una pantera elegante devoradora de hombres, en el muslo de Ted y uno de sus brazos sobre sus hombros, Meg supo que ellos no eran amantes. No comprendía cuál era exactamente su relación, o por qué habían estado juntos en la suite del hotel con Torie envuelta sólo con una toalla, o por qué Torie había lo había besado esa noche en el coche. A pesar de todas las evidencias que indicaban lo contrario, y pese a las propias palabras de Ted, sabía con absoluta certeza que esos dos no se conocían íntimamente.

Torio bebió un sorbo de la cerveza de Ted y centró su atención en Meg. -Nunca me canso de escuchar historias de mujeres, especialmente de aquellas que implican a hombres. Lo juro, escribiría una novela romántica cada día si no tuviera que perseguir a mis hijas. ¿Acabas de soltarle… decirle a Ted cómo te sientes?

Meg intentó parecer sincera. -Creo en la honestidad.

– Ella está bastante segura de que él caerá -, dijo Kenny.

Torie volvió a coger la cerveza de Ted sin quitar los ojos de Meg. -Admiro tu auto confianza.

Meg extendió sus manos con las palmas hacia arriba. -¿Por qué no lo haría? Mírame.

Esperó que saltaran algunas risitas, pero eso no ocurrió. -Interesante -, dijo Torie.

– No es interesante -. Ted apartó su cerveza del alcance de Torie.

Torie se fijó en los pendientes de Meg de la dinastía Sung. -Probablemente no has oído hablar del nuevo plan de mi madrastra para recaudar dinero para las reparaciones de la biblioteca.

– Shelby no me ha dicho nada de ningún plan -, dijo Ted.

Torio lo desechó. -Estoy seguro que alguien te lo dirá tarde o temprano. El comité no ha terminado de limar los detalles.

Ted miró a Kenny. -¿Lady Emma te ha dicho algo sobre esto?

– Ni una palabra.

Torie era una mujer con una misión y no se dejo distraer durante mucho tiempo. -Tu honestidad es refrescante, Meg. ¿Exactamente cuándo te diste cuenta que estaba enamorada de Ted? ¿Antes o después de que Lucy lo abandonara?

– Despídete -, dijo Ted agradablemente.

Torie subió su perfecta nariz. -No estaba hablando contigo. Cuando se trata de mujeres, siempre te guardas las partes interesantes.

– Después de que se fuera -, dijo Meg, y luego más cuidadosamente, -realmente no hay nada más que decir en este momento. Todavía estoy esperando… lidiar con los problemas de Ted.

– Recuérdame cuáles son esos problemas -, dijo Torie. -Ted es tan perfecto -. Un leve suspiro escapó de sus brillantes labios. -Oh, Dios, Teddy… ¡No ese problema! Nos dijiste que la Viagra ayudaba -. Ella se inclinó hacia Spence y en un falso suspiro dijo, -Ted ha estado librando una valiente batalla contra la disfunción eréctil.

Skeet se atragantó con su cerveza. Kenny se echó a reír. Dallie puso una mueca y Spence frunció el ceño. El no estaba seguro si Torie estaba o no bromeando y no le gustaba sentirse excluido. Meg experimentó su primer destello de simpatía, no por Spence, sino por Ted, quién parecía tan sereno como siempre aunque definitivamente no lo estaba. -Torie está bromeando, Spence -. Meg rodó exageradamente los ojos. -Ella en realidad está bromeando -. Y luego con una culpabilidad fingida dijo, -al menos por lo que he escuchado.

– De acuerdo, es suficiente -. Ted casi tira a Torie cuando se levantó de la silla y la cogió por la muñeca. -Vamos a bailar.

– Si yo quisiera bailar, se lo pediría a mi hermano -, replicó Torie. -Alguien que no tiene dos pies izquierdos.

– No soy tan malo -, dijo Ted.

– Eres lo suficientemente malo.

Kenny se dirigió a Spence. -Mi hermana es la única mujer en Wynete, probablemente en todo el universo, que le ha dicho a Ted la verdad sobre su falta de habilidad en la pista de baile. El resto de ellas batean sus pestañas y fingen que él es Justin Timberlake. Malditamente divertido.

Los ojos de Ted se fijaron en Meg, sólo un instante, antes de darse la vuelta y empujar a Torie hacia la máquina de discos.

Spence los miraba. -Tu hermana es una mujer inusual.

– Dímelo a mí.

– Ella y Ted parecen realmente unidos.

– Torie ha sido la mejor amiga de Ted desde que él era un crío -, dijo Kenny. -Lo juro, es la única mujer de menos de sesenta años que nunca ha estado enamorada de él.

– ¿A su esposo no le importa su amistad?

– ¿A Dex? -Kenny sonrió. -No. Dex es muy seguro.

Ted parecía que estaba dando una conferencia en lugar de bailar, y cuando él y Torie regresaron a la mesa él cogió la silla vacía e hizo que ella se sentara tan lejos de Spence como fue posible. Eso no impidió que Torie pregonara las ventajas de Wynette como la localización perfecta para un resort de golf, intentando evaluar a Spence invitándolo a la fiesta que organizaba por el Cuatro de Julio su madrastra el lunes y coaccionándolo para que fuera a un partido de golf del sábado por la tarde.

Ted parecía apenado y rápidamente anunció que Kenny y él se unirían a ellos. Torie miró a Meg y el brillo travieso en sus ojos le explicó a Meg por qué Ted quería mantenerla lejos de Skipjack. -Meg volverá a ser la caddie de Ted, ¿no?

Ted y Meg hablaron a la vez. -¡No!

Pero Kenny, por alguna razón insondable, decidió que era una gran idea y con Spence diciendo que el partido no sería ni la mitad de divertido sin Meg, fue como si hubiera sido escrito con sangre en la pared.

Cuando Spence desapareció en el servicio de caballeros, la conversación se volvió más seria. -Hay algo que no puedo entender -, le dijo Torie a Ted. -La gente de Spence dejó claro la primavera pasada que él había desechado Wynette y se había decidido por San Antonio. Después, hace un mes y sin ningún aviso, vuelve a aparecer y dice que Wynette está de nuevo en la carrera. Me gustaría saber que ocurrió para que cambiara de opinión.

– La gente de San Antonio está tan sorprendida como nosotros -, dijo Ted. -Pensaban que lo tenían hecho.

– Una lástima para ellos -. Torie saludó a alguien al otro lado del bar. -Nosotros lo necesitamos más que ellos.

Cuando llegó la hora de irse, Dallie insistió en ir a dejar a Spence al hotel así que Meg terminó a solas con Ted en su Benz. Esperó hasta que llegaron a la carretera para romper el silencio. -No estás teniendo una aventura con la hermana de Kenny.

– Mejor dile eso a ella.

– Y nunca engañaste a Luce.

– Lo que tú digas.

– Y… -ella estudió como sus manos sujetaban fácilmente el volante y se preguntó si alguna vez había algo difícil para esta criatura encantada. -… si quieres que continúe colaborando con Spence, lo que estoy segura que quieres, necesitamos llegar a un acuerdo.

– ¿Quién dice que yo necesito tu ayuda?

– Oh, la necesitas, seguro -. Ella deslizo sus dedos por su pelo. -Es fascinante lo impresionado que está Spence con mi padre, y conmigo por extensión, ¿verdad? Insultante para mi madre, por supuesto, considerando lo poderosa que es en la industria, por no mencionar que es una de las mujeres más guapas del mundo. Sin embargo, Spence mencionó que tenía su póster en la pared de su habitación y definitivamente se siente atraído por mí por cualquier motivo retorcido. Eso significa que he pasado de pasivo a activo y tú, amigo mío, necesitas trabajar un poco más en complacerme, empezando con esas rácanas propinas. Spence le dio hoy a Mark unos cien dólares.

– Mark no le costó a Spence tres hoyos y no sé cuántos tiros malos. Pero está bien. Mañana te daré una propina de cien dólares. Menos cincuenta dólares por cada hoyo que me cuestes.

– Menos diez dólares por cada hoyo que te cueste y es un trato. Por cierto, no soy una gran amante de los diamantes y las rosas, pero no despreciaría una cuenta sin límite en el supermercado.

Él la miró con una de sus miradas de santo. -Pensaba que eras demasiado orgullosa para coger mi dinero.

– Cogerlo, sí. ¿Ganarlo? Definitivamente no.

– Spence no ha llegado a donde está por ser un estúpido. Dudo que se trague esa disparatada historia de tu no correspondida pasión por mí.

– Será mejor que se la trague porque no permitiré que ese hombre me manoseé otra vez, ni por todos los resorts de golf del mundo, y tu irresistibilidad es mi excusa.

Él levantó una ceja y giró hacia el camino oscuro y estrecho que llevaba a su casa temporal. -Tal vez deberías reconsiderarlo. Es un tipo bien parecido y es rico. Francamente, él podía ser la respuesta a tus oraciones.

– Si fuera a poner un precio a mis partes femeninas, encontraría un comprador más apetecible.

A Ted le gustó eso y todavía estaba sonriendo cuando llegaron a la iglesia. Ella abrió la puerta del pasajero para salir. Él paso el brazo sobre el respaldo del asiento de ella y la miró de una forma que no pudo comprender. -¿Asumo que estoy invitado -, dijo él -, considerando la intensidad de tus sentimientos por mí?

Él le dirigió su sonrisa más radiante, aquellos ojos ámbar desprendiendo su elixir personal para llamar la atención; comprendiéndola perfectamente, de profunda apreciación y perdonándola por todos sus pecados.

Él estaba jugando con ella.

Ella dejó escapar un trágico suspiro. -Necesito igualar tu extraordinaria perfección antes de comenzar a pensar en mostrarte mi lado lujurioso.

– ¿Cómo de lujurioso?

– Fuera de los límites -. Salió del coche. -Buenas noches, Theodore. Dulces sueños.

Subió las escalares hacia la puerta de la iglesia con la luz de los faros de su coche iluminando el camino. Cuando llegó a la puerta, metió la llave en la cerradura y entró. La iglesia la envolvía. Oscura, vacía y solitaria.


El siguiente día lo pasó en el carrito de bebidas sin conseguir que la despidieran, algo que consideraba un logro ya que no había sido capaz de resistirse a recordarles a unos cuantos golfistas que tiraran sus malditas latas al contenedor de reciclaje en lugar de al cubo de basura. Bruce Garvin, el padre de la amiga de Birdie, Kayla, fue particularmente hostil y Meg sospechaba que tenía que agradecerle al interés de Spencer Skipjack en ella por continuar con trabajo. También estaba agradecida que no se hubiera extendido la noticia de su falsa declaración de amor por Ted. Aparentemente los testigos de la noche anterior habían decidido guardar silencio, un milagro en un pueblo pequeño.

Saludó a la hija de Birdie, Haley, cuando entró en la tienda de bocadillos para coger hielo y reponer las bebidas del carrito. O Haley había achicado las costuras de su polo de empleado o se lo había intercambiado con alguien más pequeño, porque el contorno de sus pechos se marcaba completamente. -El señor Collins está jugando hoy -, dijo ella, -y es un fan del Gatorade, así que asegúrate de tener suficiente.

– Gracias por el dato -. Meg apuntó hacia el mostrador de los dulces. -¿Te importa si cojo algunos de estos? Los pondré encima del hielo y veré si se venden.

– Buena idea. Y si ves a Ted, ¿le dirías que necesito hablar con él?