– No se está tan mal aquí. Zoey y Kayla siempre están hablando sobre cuánto le gustaría trasladarse a Austin o San Antonio, pero nunca hacen nada al respecto -. Ella tomó un sorbo de su coca cola. -Todo el mundo dice que el señor Skipjack está obsesionado contigo.

– Está obsesionado con mis conexiones con las celebridades y realmente es persistente. Sólo entre nosotras, he intentado quitármelo de encima diciéndole que estoy enamorada de Ted.

Los grandes ojos de Haley se hicieron todavía más grandes. -¿Estás enamorada de Ted?

– Dios, no. Tengo más sentido común. Es lo mejor que se me ocurrió a corto plazo.

Haley arrancó un trozo de hierba a la altura de su tobillo. Finalmente dijo, -¿has estado enamorada?

– Pensé que lo estaba un par de veces, pero no lo estaba. ¿Y tú?

– Durante un tiempo, sentí algo por un chico con el que me gradué. Kyle Bascom. También va a ir a la universidad del condado. -Levantó la vista hacia el reloj de la pared de la tienda de bocadillos. -Tengo que volver a trabajar. Gracias por el collar.

Meg terminó su sándwich, cogió su carrito de golf lleno y condujo de vuelta al tee catorce. A las cuatro, el club había empezado a vaciarse, dejándola sin nada que hacer excepto obsesionarse con sus fracasos.


Esa tarde cuando detuvo el Rustmobile junto a la iglesia, encontró un coche extraño aparcado junto a las escaleras. Mientras salía, Sunny Skipjack apareció por la esquina procedente del cementerio. Ella había cambiado su modelo amarillo caléndula que había llevado durante el almuerzo por unos shorts, una camiseta blanca y un par de gafas de sol rojo cereza. -¿No te preocupa vivir aquí tú sola? -preguntó.

Meg indicó con la cabeza el cementerio. -Son bastante inofensivos. Aunque un par de esos marcadores negros me dan escalofríos.

Sunny se acercó, moviéndose con un ritmo sinuoso que enfatizaba sus caderas redondeadas y sus pechos. No era una mujer a la que le obsesionara no tener una 36 y a Meg le gustaba eso de ella. Lo que no le gustaba era la actitud agresiva, que quería decir que masacraría a cualquiera que tuviera la audacia de oponerse a ella.

– No me opondría a una cerveza fría -, dijo Sunny. -He pasado las dos últimas horas con mi padre y Ted. Hemos estado caminando por la tierra que Spence está considerando comprar.

– No tengo cerveza, pero tengo té helado.

Sunny no era alguien que se conformaba con menos de lo que exactamente quería, y lo rechazó. Ya que Meg estaba ansiosa por irse a nadar, aceleró el proceso. -¿Qué pude hacer por ti? -Como si no lo supiera… Sunny iba a advertirle que se alejara de papá.

Sunny espero un tiempo demasiado largo para responder. -El código… de vestir para la fiesta de mañana. Pensaba que lo sabías.

Era una excusa pobre. Meg se sentó en un escalón. -Esto es Texas. Las mujeres tienden a emperifollarse.

Sunny apenas prestó atención. -¿Cómo acabó la hija de Jake Koranda en este pueblo de paletos?

Meg tenía buenas razones para ridiculizar a este pueblo de paletos, pero Sunny estaba siendo meramente una snob. -Estoy tomándome un descanso de L.A.

– Un gran cambio -, dijo Sunny.

– Algunas veces el cambio es lo que necesitamos. Supongo que nos permite mirar nuestras vidas desde otra perspectiva -. ¿Y no se había convertido en un sabio filósofo?

– No hay nada que yo quiera cambiar en mi vida -. Sunny se puso sus brillantes gafas de sol rojas en la cabeza, así las patillas le apartaron las largas capas de pelo castaño oscuro de la cara mostrando su parecido con Spence. Tenían la misma nariz prominente, labios gruesos y un aire de autoridad. -Me gustan las cosas tal como son. Tengo un puesto en el consejo de la compañía de mi padre. Diseño producto. Es una vida genial.

– Impresionante.

– Tengo una licenciatura en ingeniería mecánica y un máster en negocios -, añadió, aunque Meg no había preguntado.

– Bien -. Meg pensó que no tenía una carrera en nada.

Sunny se sentó en el escalón por encima del suyo. -Parece que has irritado al pueblo desde que llegaste.

– Es un pueblo pequeño. Fácil de irritar.

Sunny se frotó una mancha en el tobillo que debía haber conseguido durante el reconocimiento del terreno. -Mi padre habla mucho de ti. A él le gustan las mujeres jóvenes.

Finalmente había llegado a la razón de la visita de hoy y Meg no podía haber estado más feliz. -También ellas obviamente disfrutan con él -, siguió Sunny. -Es exitoso, extrovertido y le gusta pasárselo bien. Se pasa el tiempo hablando de ti, así que sé que has captado su interés. Estoy feliz por los dos.

– ¿Lo estás? -Meg no se había esperado esto. Quería un aliado, no un casamentero. Ganó algo de tiempo desatando sus zapatillas. -Supongo que estoy sorprendida. ¿No te preocupan… las cazafortunas? Debes haber oído que estoy en bancarrota.

Sunny se encogió de hombros. -Mi padre es un chico grande. Puede cuidarse él mismo. El hecho de que seas un reto, te hace incluso más interesante para él.

Lo último que Meg quería ser era interesante. Se deshizo de las zapatillas, se quitó los calcetines y dijo con cuidado, -no me van los hombres mayores.

– Quizás deberías darle una oportunidad -. Sunny se deslizó por el escalón y se puso al nivel de Meg. -Voy a ser franca contigo. Mi padre se divorció de mi madre hace casi diez años. Ha trabajado duro toda su vida y merece divertirse. Así que no te preocupes porque me interponga en tu camino. No tengo problemas con que os lo paséis bien juntos. ¿Y quién sabe donde podría llevaros? Nunca ha sido tacaño con las mujeres que ha salido.

– Pero…

– Te veré mañana en la fiesta -. Con su cometido llevado a cabo, se dirigió a su coche de alquiler.

Mientras se alejaba conduciendo, Meg junto todas las piezas. Sunny obviamente había oído hablar del interés de Meg por Ted, y no le gustaba. Quería mantener ocupada a Meg con su padre para poder tener ella el campo libre con San Sexy. Si supiera la verdad, no habría perdido su tiempo.


Meg no tuvo problemas para encontrar la mansión morisca donde Shelby y Warren Traveler vivían. Según los cotilleos, Kenny y Torie no habían estado muy felices cuando su padre se había casado con una mujer treinta años más joven, que también resulto ser una compañera de la hermandad de Torie. Incluso el nacimiento de su hermanastro no los había apaciguado, pero habían pasado once años desde entonces, Kenny y Torie se habían casado, y todo parecía haber sido perdonado.

Una impresionante fuente hecha de mosaicos se asentaba enfrente de la casa, la cuál había sido construida con estuco rosa con tejas de azulejo almenadas directamente sacadas de las noches árabes. Una de las personas del catering le dejó entrar, atravesando una serie de puertas de madera tallada seguidas por ventanas de arco. La decoración de una casa de campo inglesa era sorprendente en una casa con una arquitectura árabe tan pronunciada, pero de alguna forma los estampados florares, los grabados de caza y el mobiliario de Hepplewhite que Shelby Traveler había escogido quedaban bien.

Un par de puertas con incrustaciones de mosaico llevaban a la terraza de altas paredes de estuco, largos bancos tapizados en tono dorado y mesas de azulejos que sostenían baldes de latón en los que se derramaban arreglos de flores rojas, blancas y azules acompañados por pequeñas banderas de Estados Unidos. Los árboles que daban sombra y un sistema de riego automatizado mantenían a los invitados a gusto con el calor del atardecer.

Meg vio juntas a Birdie Kittle y Kayla, junto con la mejor amiga de Kayla, Zoey Daniels, la directora de la escuela primaria local. Muchos miembros del personal del club de campo estaban ayudando a servir y Meg saludó a Haley, que pasaba con una bandeja de entremeses. Kenny Traveler estaba al lado de una atractiva mujer con rizos de color miel y mejillas de muñeca. Meg la reconoció, de la cena de ensayo, como su esposa, Emma.

Meg se había duchado en el vestuario de señoras, se había echado un producto para sus rebeldes rizos, pintado los ojos y los labios y luego se puso el tank dress color chartreuse de la tienda de segunda mano. Con la alargada cabeza de la mujer de Modigliani impresa en la parte delantera, el vestido no requería un collar, pero no había sido capaz de resistirse a añadir un par de pequeños discos de plástico morado a cada uno de sus pendientes de la dinastía Sung. La dramática yuxtaposición de lo antiguo y lo Mod [19], complementado con la imagen de Modigliani, conseguía una apariencia pija -casual -kitsch [20] a la vez. Su tío Michel lo habría aprobado.

Las cabezas empezaron a girarse con su aparición pero no, sospechó, debido a sus grandes pendientes. Se esperaba la hostilidad de las mujeres, pero no había previsto las miradas divertidas que algunas intercambiaban cuando se fijaban en su vestido. Era perfecto y le quedaba genial, así que no le importó.

– ¿Puedo conseguirte algo de beber?

Se giró para ver a un hombre alto y delgado cercano a los cuarenta, con el pelo lacio, castaño y ligeramente despeinado, y unos espaciados ojos grises visibles a través de los cristales de unas gafas de montura metálica. Le recordó a un profesor universitario. -¿Arsénico? -pidió ella.

– No creo que sea necesario.

– Si tú lo dices.

– Soy Dexter O'Connor.

– ¡No, no puedes ser tú! -Las palabras salieron antes de que pudiera darse cuenta, pero no podía creer que este hombre de libros fuera el marido de la glamorosa Torie Traveler O'Connor. Tenía que ser el desajuste del siglo.

Él sonrió. -Obviamente has conocido a mi mujer.

Meg se atragantó. -Uh… Es sólo que…

– Torie es Torie, y yo no… -Él levantó una ceja.

– Bueno, quiero decir… Supongo que podría ser algo bueno, ¿no? Dependiendo de cómo se mire -. Sin querer acaba de insulta a su mujer. Él esperó, con una sonrisa paciente en su cara. -No quiero decir que Torie no sea fantástica… -Ella se tropezó. -Torie es prácticamente la única persona agradable que he conocido en este pueblo, pero es muy… -Meg sólo se estaba hundiendo a sí misma, así que finalmente lo dejó. -Mierda. Lo siento. Soy de L.A., así que no tengo modales. Soy Meg Koranda, como probablemente sabes, y me gusta tu mujer.

La diversión de él frente a su incomodidad parecía más amigable que mezquina. -A mí también.

Exactamente en ese momento, Torie vino a unirse a ellos. Estaba sorprendentemente hermosa con una camisa roja bordada de estilo chino sin mangas y una minifalda azul cobalto que mostraba sus largas piernas bronceadas. ¿Cómo una mujer como ésta podía estar casada con un hombre tranquilo y con apariencia de académico?

Torie enganchó una mano en el codo de su marido. -Ves, Dex. Ahora que has conocido a Meg puedes ver que no es la bruja que todo el mundo dice que es. Al menos yo no lo creo.

Dex miró a su mujer con una sonrisa tolerante y a Meg con una de simpatía. -Tendrás que perdonar a Torie. Lo que le viene a la cabeza sale por su boca. No puede evitarlo. Es un caso perdido.

Torie sonrió y miró al cerebrito de su marido con tanto afecto que Meg sintió un repentino nudo en la garganta. -No entiendo por qué crees que eso es un problema, Dex.

Él le acarició la mano. -Sé que no lo haces.

Meg se dio cuenta que su primera impresión de Dexter O'Connor como un ingenuo cerebrito podría no ser correcta. Era tranquilo, pero no era ningún tonto.

Torie quitó la mano del brazo de su marido y agarró la muñeca de Meg. -Me estoy aburriendo. Es hora de presentarte a algunas personas. Eso seguro animará las cosas.

– Realmente no creo…

Pero Torie ya estaba empujándola hacia la mujer de Kenny Traveler, quién había optado por un vestido recto sin mangas de color mandarina con encaje en el dobladillo. El cálido color acentuaba sus ojos marrones y sus rizos de mantequilla.

– Lady Emma, no creo que conozcas oficialmente a Meg Koranda -, dijo Torie. Y luego le dijo a Meg, -Para que lo sepas… una de las amigas más cercanas de Lady Emma es la madre de Ted, Francesca. Mía también, pero yo soy más abierta de mente. Lady Emma odia tus tripas más o meno como todo el mundo.

La esposa de Kenny no movió ni una pestaña ante la contundencia de Torie. -Ha causado a Francesca un gran dolor -, le dijo a Meg con la sobriedad del recortado acento británico. -Aunque no conozco todas las circunstancias, "odiar" es una palabra demasiado fuerte, pero Torie se enorgullece de crear drama.

– ¿No te encanta su forma que habla? -Torie miró a la pequeña mujer con una sonrisa brillante. -Lady Emma es una fanática de la justicia.

Meg decidió que era hora de dar a estas mujeres, tan contundentes al hablar, una pequeña dosis de su propia medicina. -Si ser justo conmigo es demasiado problema, Lady Emma, le doy permiso para dejar a un lado sus principios.