Ella ni siquiera parpadeó. -Sólo Emma -, dijo ella. -No tengo título, meramente honorífico, como todo el mundo aquí sabe muy bien.

Torie le dirigió una mirada tolerante. -Digámoslo de esta forma. Si mi padre fuera el quinto conde de Woodbourne como lo fue el tuyo, tan seguro como el infierno que me llamarían Lady.

– Como has dejado muy claro -. De nuevo centró su atención en Meg. -Tengo entendido que el señor Skipjack tiene interés en usted. ¿Puedo preguntarle si tiene intención de usar eso contra nosotros?

– Oh, estoy tentada -, dijo Meg.

Ted salió al patio con Spence y Sunny. Llevaba un par de aburridos pantalones cortos y una camiseta igual de aburrida con un logo de la Cámara de Comercio en el pecho. Predeciblemente, un rayo de sol eligió ese instante para atravesar los árboles y caer sobre él, haciendo que pareciera que había entrado rodeado de luces brillantes. Debería estar avergonzado.

Haley se tomó su trabajo como asistente personal muy enserio. Abandonó al anciano que iba a coger una de las costillas de búfalo de su bandeja y corrió al lado de Ted para servirle.

– Oh, querido -, dijo Emma. -Ted está aquí. Será mejor que vaya a la piscina y controle a los niños.

– Shelby contrató a tres socorristas -, dijo Torie. -No quieres enfrentarte a él.

Emma inhaló. -La subasta para pasar un fin de semana con Ted fue idea de Shelby, pero sabes que me culpará.

– Tú eres la presidenta de Amigos de la Librería.

– Y tenía planeado hablar primero con él. Créeme, no tenía ni idea que podían tener los panfletos tan rápidamente.

– Escuché que las ofertas ya están en los tres mil dólares -, dijo Torie.

– Tres mil cuatrocientos -, respondió Emma un poco ofuscada. -Más de lo que podíamos haber conseguido en una docena de ventas de comida. Y Kayla tuvo problemas con el sitio web anoche o las ofertas podrían haber sido más altas.

Torie arrugó la nariz. -Probablemente sea mejor no mencionarle el sitio web a Ted. Sería hurgar en la herida.

Emma se mordió el labio inferior y luego lo soltó. -Todos nos aprovechamos de él.

– A él no le importa.

– Le importa -, dijo Meg. -No sé porque os aguanta.

Torie movió la mano rechazándolo. -Eres una forastera. Tienes que vivir aquí para comprenderlo -. Ella miró a través del patio hacia Sunny Skipjack, cool y sexy con unas sandalias blancas y con una túnica azul intenso con un cuello keyhole [21] que mostraba una cantidad tentadora de escote. -Ella si que le está dando a Ted trabajo. Mira eso. Está frotando su teta contra el brazo de él.

– Parece que él lo está disfrutando -, dijo Emma.

¿Lo estaba? Con Ted, ¿quién podía saberlo? Sólo treinta y dos años y no estaba llevando sobre su brazo simplemente el peso del pecho de Sunny Skipjack, sino el peso de todo el pueblo.

Él echó una mirada a la multitud y casi inmediatamente encontró a Meg. Ella sintió que sus propias luces internas empezaban a parpadear.

Torie despegó su largo pelo de su cuello. -Tienes un pequeño dilema, Meg. Spence está impaciente por ponerte las manos encima. Al mismo tiempo, su hija tiene a su objetivo amoroso entre sus pezones. Difícil situación -. Y entonces, por si acaso Emma no lo sabía, -Meg le dijo a Spence que estaba enamorada de Teddy.

– ¿Quién no? -La frente de Emma estaba fruncida. -Será mejor que vaya a hablar con él.

Pero Ted ya había dejado a los Skipjack con Shelby Traveler para poder dirigirse directamente hacia la esposa de Kenny. Antes, sin embargo, se fijó en Meg y negó lentamente con la cabeza.

– ¿Qué? -dijo ella.

Él miró a Torie y a Emma. -¿Es que nadie va a decírselo?

Torie sacudió su cabello. -No yo.

– Ni yo -, dijo Emma.

Ted se encogió de hombros y antes de que Meg pudiera preguntarle de que estaba hablando, él fijó en ella sus ojos de tigre. -Spence quiere verte y será mejor que colabores. Sonríele y hazle algunas preguntas sobre su imperio fontanero. Está emocionado con su nuevo retrete Cleaner You -. Mientras Meg arqueaba una ceja, él se dirigió a Emma. -En cuanto a ti…

– Lo sé. Estoy terriblemente arrepentida. De verdad. Tenía toda la intención de hablar contigo antes sobre lo de la subasta.

Torie le pinchó en el hombro con una de sus uñas de manicura. -No te atrevas a quejarte. Las ofertas ya están en los tres mil cuatrocientos dólares. Como no tienes hijos, no puedes imaginarte cuánto significa la biblioteca para esos dulces chiquillos de nuestro pueblo que están llorando antes de dormir todas las noches porque no tienen libros nuevos.

Él no se lo tragó. -Los gastos acabarán con cada céntimo de esos tres mil cuatrocientos dólares. ¿Alguien pensó en eso?

– Oh, nos hemos encargado de todos los gastos -, dijo Emma. -Un amigo de Kenny ha ofrecido su jet privado para encargarse del vuelo a San Francisco. Y los contactos de tu madre nos conseguirán grandes descuentos en el hotel y restaurante. Una vez que le digamos a ella que los necesitamos, por supuesto.

– Yo no contaría con su ayuda.

– Al contrario. Le gustará mucho la idea… después de señalarle cómo esta brillante subasta te ha quitado de la cabeza tu reciente…

Mientras Emma buscaba la palabra adecuada, Meg saltó en su ayuda. -¿Humillación nacional? ¿Degradación pública? ¿Quedar como tonto?

– Eso está fuera de lugar -, protestó Torie. -Considerando que tú eres la responsable.

– Yo no soy la que abandonó su lamentable culo -, dijo Meg. -¿Por qué la gente no puede entender eso con sus duras cabezotas?

Ella esperó la inevitable réplica. Que todo había estado bien hasta que ella llegó. Que se había aprovechado cruelmente de los nervios de novia de Lucy. Que estaba celosa y quería a Ted para ella. En lugar de eso, él no la tuvo en cuenta y se centró en Emma. -Deberías conocerme mejor que para seguir adelante con esta descerebrada subasta.

– Deja de mirarme así. Ya sabes lo miserable que me siento cuando fruñes el ceño. Es culpa de Shelby -. Emma miró alrededor del patio buscando a su suegra. -Quien parece que desaparecido. Cobarde.

Torie le pinchó en las costillas. -Uh, oh… Tu nueva conquista se dirige hacia aquí. Con su padre.

Meg podría jurar que vio a Ted fruncir el ceño, excepto que todo lo que en realidad le vio hacer es curvar su boca en una de sus aburridas y predecibles sonrisas. Pero antes que los Skipjacks llegaran hasta él, un chillido atravesó el ruido de la fiesta.

– ¡Oh Dios mío!

Todo el mundo dejo de hablar y se giró para localizar la fuente del chillido. Kayla estaba mirando la pequeña pantalla de su móvil rojo metálico último modelo, mientras Zoey se ponía de puntillas para mirar por encima de su hombro. Un mechón de su pelo se cayó de su moño causal cuando levantó la cabeza. -¡Alguien acaba de aumentar en mil dólares la última oferta!

Los labios carmesí de Sunny Skipjack se curvaron con una sonrisa de satisfacción y Meg la vio guardar su teléfono en el bolsillo de su túnica.

– Maldición -, se quejó Torie. -Superar eso va a originar un serio agujero en mis ingresos discrecionales.

– ¡Papá! -Con un grito de angustia Kayla dejó a Zoey para encaminarse hacia su padre. Justo esa mañana Meg había servido a Bruce Garvin un refresco de naranja, y no había recibido nada como propina. Kayla lo agarró del brazo y se embarcaron en una furiosa conversación.

La sonrisa perezosa de Ted se tambaleó.

– Mira el lado bueno -, susurró Meg. -Los queridos chiquillos de Wynette están mucho más cerca de acurrucarse en sus camas con un John Grisham nuevo.

Él la ignoró para dirigirse a Torie. -Dime que en realidad no pujaste.

– Por supuesto que estoy pujando. ¿Tú crees que me perdería la oportunidad de un fin de semana en San Francisco lejos de las niñas? Pero Dex viene con nosotros.

Un brazo caliente se puso alrededor de la cintura de Meg, acompañado por el olor empalagoso de una colonia fuerte. -Todavía no tienes una bebida, señorita Meg. Vamos a ocuparnos de eso.

El rey de la fontanería lucía como Johnny Cash en 1985. Hebras plateadas brillaban en su grueso pelo negro y su caro reloj brillaba en el nido de pelo de su muñeca. Aunque la mayoría de los hombres llevaban pantalones cortos, él tenía puestos una pantalones negros y un polo de diseño con el cuello abierto que hacia visible una pequeña mata de pelo. Mientras maniobraba para alejarla de los demás, frotaba su mano contra la parte baja de su espalda. -Hoy te ves como una estrella de cine. Es un hermoso vestido. ¿Alguna vez has conocido a Tom Cruise?

– Nunca he tenido el placer -. Era una mentira, pero no permitiría que la enredase en una conversación sobre cada estrella de cine que ella conocía. Por el rabillo del ojo, vio a Sunny sonriendo atrevidamente a Ted y a Ted devolvérsela. Un fragmento de su conversación fluyó en su camino.

– … y con mi software -, dijo Ted, -las comunidades mejoran su eficacia energética. Balance dinámico de carga.

La forma en que Sunny se lamió los labios hizo que su respuesta sonara como algo porno. -Optimización de la infraestructura existente. Es brillante, Ted.

Pronto formaron un cuartero. Sunny, observó Meg, tenía todo el paquete. Sexy, lista y con éxito. Su padre obviamente la adoraba y hablaba hasta la saciedad de todos sus logros, desde su puntuación en el green [22] hasta de los premios de diseño que había ganado para la compañía. Ted los presentó a todo el mundo, lo que resultó ser sorprendentemente entretenido, porque incluso Birdie, Kayla y Zoey tuvieron que ser educadas con Meg en frente de los Skipjacks. Nunca había visto tanto servilismo en su vida, ni siquiera en Hollywood.

– Wynette es le secreto mejor guardado de Texas -, gorgojeó Birdie. -Esta es la tierra de Dios, seguro.

– Sólo camina por la calle y puedes encontrarte con Dallie Beaudine o Kenny Traveler -, dijo el padre de Kayla. -Nombre otro pueblo donde eso pueda ocurrir.

– Nadie puede igualar nuestro paisaje -, ofreció Zoey, -y la gente en Wynette sabe como hacer sentir a los forasteros bienvenidos.

Meg podía haber discutido ese último argumento, pero una mano que no pertenecía a Spence le pinchó en el codo como advertencia.

Para cuando la barbacoa fue servida, Sunny estaba tratando a Ted como a un novio de hace tiempo. -Tienes que venir a Indianápolis, ¿verdad, papá? Te va a encantar. La ciudad más subestimada del medio oeste.

– Eso es lo que he oído -, contestó el alcalde con todo tipo de admiración.

– Sunny tiene razón -. Spence miró a su hija afectuosamente. -Y supongo que Sunny y yo ya conocemos a casi todo el mundo en el pueblo.

Kayla se acercó a coquetear con Ted y anunció que la puja había subido otros quinientos dólares. Ya que parecía feliz por ello, Meg sospechó que "papá" era el responsable. Sunny no parecía sentirse amenazada ni por la oferta más alta ni por el rubio deslumbrante de Kayla.

Cuando Zoey se unió a ellos, Ted le presentó a los Skipjacks. Aunque ella no era tan obvia como Kayla, sus miradas a Ted no dejaban lugar a dudas de lo que sentía por él. Meg quería decirle tanto a Zoey como a Kayla que se controlaran. Era evidente que a Ted le caían bien y, más que obvio, que sus sentimientos no se extendían más allá. Sin embargo, sentía un poco de lástima por ambas mujeres. Ted trataba a todas las mujeres, siendo Meg la única excepción, como criaturas infinitamente deseables, así no era de extrañar que mantuvieran esperanzas.

Sunny se estaba aburriendo. -Escuché que tienen una hermosa piscina aquí. ¿Te importaría mostrármela, Ted?

– Una idea genial -, dijo él. -Meg estaba esperando para verla también. Iremos todos.

Meg le habría dado las gracias por asegurarse de no dejarla sola con Spence, si no se hubiera dado cuenta de su verdadero motivo. Él no quería estar a solas con Sunny. Meg conoció a su anfitrión, el padre de Kenny, Warren Traveler, que era una versión mayor y más ruda de su hijo. Su mujer, Shelby, que daba la impresión de ser una cabeza de chorlito, una impresión que Meg sabía que podía ser engañosa en Wynette, ya que pronto descubrió que Shelby Traveler era la presidenta de la junta directivas del internado británico del cual anteriormente Emma Traveler había sido la directora.

– Antes de que empieces a gritarme -, le dijo Shelby a Ted, -deberías saber que Margo Ledbetter hizo una cinta de audición para ti y la envió a The Bachelor. Podrías querer que Stara practique tu ceremonia de la rosa [23].

Ted hizo una mueca, los fuegos artificiales empezaron y Meg se apoyó en él para susurrarle, -realmente necesitas salir de este pueblo.

El pequeño músculo con el que se estaba familiarizando, comenzó a palpitar en el extremo de su mandíbula, pero él sonrió y pretendió no haberla oído.