CAPÍTULO 11
En la piscina, Meg observó a Torie envolver con toallas de playa a dos futuras reinas de la belleza. Los felices besos que plantó en las narices de ambas demostraba que todas las quejas sobre sus hijas era una fanfarronería. Kenny, mientras tanto, estaba arbitrando una discusión entre dos jovencitos con el pelo tan oscuro como el suyo, mientras una niña pequeña con los mismo rizos color mantequillas que su madre robaba la disputada colchoneta a sus espaldas y se metía con ella en la piscina.
Finalmente Meg se las arregló para ir al baño, sólo para descubrir que Spence la estaba esperando en el pasillo con un refrescante vaso de vino tan pronto como salió. -Creo recordar que bebías sauvignon blanco -. Pronunció fuertemente las consonantes, como un hombre que no tiene paciencia para otro idioma que no sea el inglés, luego asomó la cabeza por el cuarto de baño. -El inodoro de Kohler -, dijo él. -Pero esos grifos son míos. Níquel mate. Parte de nuestra línea Chesterfield.
– Son… preciosos.
– Sunny los diseñó. Esa chica es un genio.
– Parece muy competente -. Meg intentó alejarse, pero él era un hombre grande y bloqueaba el pasillo. Su mano se instaló en un lugar demasiado familiar en el centro de su espalda. -Tengo que volar de vuelta a Indy durante en par de días. Después, tengo que hacer un rápido viaje a Londres para visitar una empresa de mobiliario. Sé que tienes un trabajo, pero… -le guiñó un ojo -¿por qué no miras a ver si puedes pedir unos días libres y venir conmigo?
Estaba empezando a sentirse un poco mareada. -Spence, eres un gran tipo… -Un gran tipo con un trozo de pollo de la barbacoa entre sus dientes. -Estoy muy halagada, pero… -Intentó parecer embobada. -Sabes que estoy enamorada de Ted.
Él le dirigió una sonrisa indulgente. -Meg, cariño, perseguir a un chico que no está interesado en ti, no te hará respetarte a ti misma. Es mejor enfrentar los hechos ahora porque contra más tardes en darte cuenta más difícil será para ti.
No iba a rendirse tan fácilmente. -En realidad no sé si Ted no está interesado en mí.
Él movió la mano sobre su espalda y apretó. -Tú has visto a Ted con Sunny. Las formas en que salta la chispa entre ellos. Incluso alguien medio ciego puede decir que esos dos están hechos el uno para el otro.
Estaba equivocado. La chispa sólo venía de Sunny. El resto procedía de la máquina de vudú Beaudine. No podía determinar exactamente el tipo de mujer que Ted necesitaba, pero no era la hija de Spence como no lo había sido Lucy. Aunque, ¿qué sabía ella? Tal vez Sunny, con su master en ingeniería y su mente, era la indicada para él.
– Ahora, él acaba de salir de un compromiso -, dijo Spence, -pero Sunny es inteligente. Ella se tomará su tiempo. Él ya la trata como si fuera la única mujer en el mundo.
Obviamente Spence no se había dado cuenta que él trataba a todas las mujeres de esa forma. -Ted y Sunny juntos -. Él se rió entre dientes. -Eso haría que se cerrara el trato aquí.
Justo en ese momento, ella descubrió la respuesta a la pregunta que todo el mundo en el pueblo se había estado haciendo: ¿por qué Spence había cambiado de opinión sobre Wynette?
La pasada primavera Spence había rechazado al pueblo a favor de San Antonio pero, hace poco más de un mes, había reaparecido y anunciado que Wynette estaba de nueva en la carrera. Y, ahora, Meg sabía que era por Sunny. Su hija había conocido por primera vez a Ted cuando él todavía estaba prometido a Lucy. Pero ahora no estaba comprometido, y lo que Sunny quería, Spence haría todo lo posible para asegurarse que Sunny lo tuviera.
– Háblame sobre tu nuevo retrete Cleaner You -, dijo Meg. -Me muero por conocer los detalles.
Él se lanzó entusiasmadamente a describir un retrete que lavaba automáticamente el trasero del usuario. Qué seguidamente llevó al tema favorito de él, la vida de ella en Hollywood. -Todas esas casas de los famoso… Estoy seguro que has visto cuartos de baños geniales.
– Principalmente me críe en Connecticut, y pasó mucho tiempo viajando.
Eso no le impidió preguntarle si conocía a sus estrellas favoritas, una lista que incluía a Cameron Diaz, Brad Pitt, George Clooney e, inexplicablemente, Tori Spelling.
Los fuegos artificiales comenzaron tan pronto como oscureció. Mientras los invitados se reunieron en el jardín traseros, Peter Traveler de once años, el hijo de Shelby y Warren, corría por el césped con sus amigos y los soñolientos niños más pequeños se acurrucaban en las toallas playeras junto a sus padres. Una de las hijas de Torie entrelazaba sus dedos en el pelo de su madre. Los tres niños de Emma y Kenny estaban tirados junto a sus padres, la más pequeña metida bajo el brazo de su padre.
Meg, Spence, Ted y Sunny estaban sentados en una manta que Shelby les había dado. Spence se arrejuntó demasiado cerca y Meg se puso sobre la hierba. Ted apoyaba su peso sobre sus codos y escuchaba como Sunny enumeraba los compuestos químicos que se usaban para hacer de colores determinados los fuegos artificiales. Él parecía fascinado, pero Meg sospechaba que su mente estaba en otro sitio. Los invitados aplaudieron entusiasmados con la primera explosión en el cielo. Spence puso una de sus calientes y peludas zarpas sobre la mano de Meg. El aire húmedo de la noche hizo que el olor de su colonia fuera más picante y, mientras un cohete se disparaba al aire, la piedra negra del anillo de su meñique le guiñó como un ojo demoníaco.
La colonia… el calor… demasiado vino… -Disculpa -, susurró. Se soltó y se encaminó a través de las mantas y las toallas de playa hacia las puertas francesas que se abrían hacia una espaciosa sala familiar. La acogedora decoración de estilo campiña inglesa presentaba unos suaves sofás acolchados y unas sencillas sillas; mesas con revistas y fotografías familiares con marcos de plata; y una librería mostraba modelos de aviones, juegos de mesa y la saga completa de Harry Potter.
La puerta se abrió detrás de ella. Spence la había seguido dentro y su estómago se revolvió. Estaba cansada, de mal humor y no podía soportar nada más. -Estoy enamorada de Ted Beaudine. Apasionadamente enamorada de él.
– Tienes una extraña forma de demostrarlo.
Mierda. No era Spence en absoluto. Se dio la vuelta para ver a Ted justo bajo las puertas francesas, su alta y absolutamente perfecta silueta contra la noche. Un cohete explotó en el cielo formando un haz dorado detrás de su cabeza. Era tan exasperadamente predecible que ella podría haber gritado. -Déjame en paz.
– La pasión te pone de mal humor -. Cuando se alejó de la puerta, las chispas doradas fueron desapareciendo en una cascada en el aire. -Sólo estaba comprobando que estabas bien. Pareces un poco desbordada.
– El olor de demasiada colonia, y eso es mentira. Quieres alejarte de Sunny.
– No sé porque dices eso. Es una mujer realmente inteligente. Sexy, también.
– Y ella es perfecta para ti, excepto que en realidad no te gusta, pero no vas a admitir que te disgusta alguien excepto yo. Aunque si puedes arreglártelas para enamorarte de ella, antes de que te des cuenta tendrás construido ese horrible resort de golf. El mismo Spence me dijo que un emparejamiento entre tú y Sunny cerraría el trato. Esa es la razón por la que volvió a Wynette -. Ella le lanzó una sombría mirada. -Como estoy segura que ya sabías.
No se molestó en negarlo. -Wynette necesita el resort y no voy a disculparme por hacer todo lo que pueda para conseguirlo. Difícilmente hay una persona en esta ciudad que no se beneficiaría.
– Entonces vas a tener que casarte con ella. ¿Qué significa la felicidad de un hombre frente al bienestar de la multitud?
– Apenas nos conocemos.
– No te preocupes. Sunny es una mujer que va detrás de lo quiere.
Él se frotó el puente de su nariz. -Sólo se está divirtiendo.
– Au contraire [24]. Tú eres el único e irrepetible Ted Beaudine y, una simple mirada tuya hace que las mujeres…
– Cállate -. Duras palabras, gentilmente dichas. -Simplemente cállate, ¿quieres?
Él parecía tan cansado como ella se sentía. Ella se dejó caer en el sofá de damasco tapizado, apoyando sus hombros en las rodillas y la barbilla en sus manos. -Odio este pueblo.
– Tal vez. Pero también te gusta el desafío que te está proporcionando.
Levantó la cabeza inmediatamente. -¿Desafío? Estoy durmiendo en una calurosa iglesia desamueblada y vendiendo Bud Light a mimados golfistas que no se molestan en reciclar sus botes de cerveza. Oh, sí, me encanta el desafío.
Sus ojos parecían ver a través de ella. -Eso sólo lo hace más interesante, ¿no? Por fin están teniendo una oportunidad de probarte a ti misma.
– ¿Por fin? -Se levantó del sofá. -He ido en kayak por el río Mekong y he nadado con tiburones blandos en Ciudad del Cabo. No me hables de pruebas.
– Eso no eran pruebas. Es tu idea de diversión. Pero lo que está pasando aquí, en Wynette, es diferente. Por fin estás viendo lo que eres sin el dinero de papá y mamá. ¿Puedes sobrevivir en un lugar donde Spence Skipjack es la única persona impresionada por tu apellido y, seamos sincero, no le gustas a nadie?
– A Torie le caigo bien. Y a Haley Kittle -. La forma en que él la estaba estudiando le hacía sentirse incómoda, así que se giró hacia la librería y fingió inspeccionar los títulos.
Él se puso detrás de ella. -Es interesante observarte. ¿Puede Meg Koranda sobrevivir con nada más que su ingenio? Ese es el real desafío para ti, ¿no?
Eso no era exactamente cierto, pero tampoco estaba completamente equivocado. -¿Tú que sabes? Eres el prototipo de sueño americano, pero al revés. Criado con padres ricos y educado con todos los privilegios. Deberías haber terminado tan echado a perder como yo, pero no lo hiciste.
– No estás echada a perder, Meg. Deja de decir eso sobre ti misma.
Por una vez la había sorprendido. Se quedó mirando a una fila de libros importantes. -¿Qué sabes tú? Nunca la has jodido en tu vida.
– Ahí estás equivocada. Cuando era un crío, causé destrozos en la Estatua de la Libertad.
– Tú y un rotulador. Gran cosa -. Ella paso el dedo por el lomo de un diccionario.
– Oh, fue peor que eso. Me subí a la corona, rompí una ventana y saqué una bandera contra las armas nucleares.
Eso le chocó tanto que finalmente se volvió hacia él. -Lucy nunca me habó sobre eso.
– ¿No lo hizo? -Él inclinó la cabeza, así que ella no podía ver sus ojos. -Supongo que nunca hablamos de algo relacionado con eso para sacarlo a colación.
– ¿Cómo no hablasteis de algo tan importante?
Se encogió de hombros. -Teníamos otras cosas en mente.
– La experiencia debió ser al menos un poco traumática.
Su expresión se relajó y sonrió. -Fue el peor momento de mi infancia. Y el mejor.
– ¿Cómo pudo haber sido el mejor? ¿Seguro que te cogieron?
– Oh, sí -. Él miró un paisaje inglés colgado encima de la chimenea. -No conocí a mi padre hasta los nueve años, larga historia, y cuando nos conocimos, no fue bien. Él esperaba algo más de un niño, y yo esperaba un tipo de padre diferente. Los dos éramos bastante miserables. Hasta el día de la Estatua de la Libertad.
– ¿Qué ocurrió?
Volvió a sonreír. -Aprendí que podía contar con él. Eso cambió mucho nuestras vidas y, desde entonces, nada fue igual entre nosotros.
Quizás fue el vino. El hecho que los dos estuvieran cansados por un día largo y el esfuerzo de tratar con Spence y Sunny. Todo lo ella supo fue que un segundo se estaban mirando fijamente y, al siguiente, sin razón aparente, se movieron y sus cuerpos se tocaron. Ella inclinó la barbilla y él bajo la cabeza, luego él bajó los párpados y, de repente, se estaban besando.
Estaba tan sorprendida que su brazo voló hasta él y le golpeó en el hombro, pero su torpeza no detuvo a ninguno de los dos. Él cogió su cara entre sus manos e le inclinó la cabeza en el ángulo correcto. Era demasiado curiosa y estaba demasiado excitada como para alejarse.
Él sabía bien, a cerveza y chicle. Su pulgar se deslizó hasta un lugar sensible del lóbulo de su oreja, mientras su otra mano se introducía en sus rizos. No había dudas. Le estaban dando el mejor beso de su vida. Ni demasiado brusco. Ni demasiado suave. Lento y perfecto. Pero por supuesto que era perfecto. Él era Ted Beaudine y él lo hacía todo impecablemente.
No recordaba haber puesto sus brazos alrededor de sus hombros, pero allí estaban y su afilada lengua estaba obrando su magia en la de ella, se estaba derritiendo.
Fue el primero en apartarse. Ella parpadeó y cuando levantó la vista, encontró una mirada de sorpresa que debía hacer juego con la suya. Algo había ocurrido. Algo inesperado. Y ninguno de los dos estaba feliz sobre eso. Lentamente él la soltó.
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