– ¿Por qué querría hacerlo? -le disparó de vuelta. -Algunas mujeres son malditamente demasiado complicadas.

Ella suspiró, más disgustada consigo misma que con él. -Lo sé.

Él la señaló con un largo dedo hacia su cabeza. -Será mejor que estés lista a las siete el viernes por la noche, porque es cuando voy a venir a recogerte. Y no esperes verme antes porque tengo trabajo en Santa Fe. Y tampoco te voy a llamar. Tengo cosas más importantes que hacer que discutir con una loca.

– Olvida lo del viernes. Te dije que no quería pasar más tiempo con los Skipjacks… o contigo -. Ella saltó de la camioneta, pero sus todavía temblorosas piernas le complicaron el aterrizaje.

– Me dices muchas tonterías -, replicó él. -No las tengo en cuenta -. Él le cerró la puerta en la cara, el motor rugió y se fue en una nube de polvo.

Ella recuperó el equilibrio y se giró hacia las escaleras. Ambos sabían que ella prefería pasar una noche con los Skipjacks que mirando las paredes de la iglesia mega silenciosa. Y, a pesar de lo que los dos habían dicho, ambos sabían que lo suyo estaba lejos de terminar.


Los siguientes dos días fueron días ajetreados en el club. Lo del amor ciego que Spence le profesaba se había extendido desde la fiesta de Shelby y sus propinas se incrementaron cuando los golfistas se dieron cuenta que ella podía influir en el rey de la fontanería. Incluso el padre de Kayla, Bruce, le dio un dólar. Ella les agradecía por su generosidad y les recordaba que reciclaran las botellas y latas. Ellos le decían que la aceptaban y le recordaban que la gente estaba observando todos sus movimientos.

El jueves llegaron las cajas que le había pedido al ama de llaves de sus padres que le mandara desde L.A… Había viajado demasiado como para tener un exquisito vestuario, y también tendía a regalar cosas, pero necesitaba sus zapatos. Incluso más importante, necesitaba la gran caja de plástico que contenía el botín de sus viajes: cuentas, amuletos y monedas, muchas de ellas antiguas, que había recogido por todo el mundo.

Ted no la llamó desde Santa Fe, pero no lo había esperado de él. Sin embargo, echaba de menos verle y su corazón dio un salto cuando él y Kenny se detuvieron en su carrito de bebidas a media tarde del viernes durante su partido. Kenny le dijo que Spence y Sunny acababan de regresar de Indianápolis y que estarían en el Roustabout esa noche para cenar. Ella le dijo a Ted que conduciría su propio coche, así que no necesitaba que él la recogiera. A él no le gustó, pero tampoco quería tener una discusión con ella delante de Kenny, así que fue hasta la máquina de limpiar las bolas, metió su Titleist Pro V1 original y bombeó la manivela más vigorosamente de lo que era necesario.

Mientras él daba el primer golpe, los rayos de sol lo bañaban en oro, pero al menos los pájaros estaban callados. ¿Alguna vez perdía el control? Ella intentó imaginarse una oscura turbulencia rodando por debajo de su tranquila fachada. En ocasiones, incluso pensó que había visto algo de vulnerabilidad cuando su perezosa sonrisa había tardado un segundo de más en formarse o un destello de cansancio aparecía en sus ojos. Pero esas gestos habían desaparecido tan pronto aparecían, dejando su brillante fachada intacta.


Meg fue la última en llegar al Roustabout. Había elegido la mini blanca y negra de Miu Miu de la tienda de segunda mano, junto con una camisa de tirantes suelta amarilla y uno de sus pares de zapatos favoritos, unas sandalias de plataforma rosas con cuentas y bordados. Pero mientras se dirigía a la mesa, su falda de segunda mano atrajo más la atención que sus fabulosos zapatos.

Además de Ted y los Skipjacks, todos los Travelers y sus cónyuges se habían reunido alrededor de una gran mesa de madera: Torie y Dexter, Emma y Kenny, Warren Traveler y Shelby. Sunny se había puesto a la derecha de Ted desde donde ella podía exigir mejor su atención. Mientras Meg se acercaba, él se fijó en su minifalda, luego le dirigió una mirada mordaz que ella interpretó como una orden para que se sentara a su izquierda. Ella había sido más que clara sobre ocultar su relación, así que se puso en una silla entre Torie y Shelby, directamente en frente de Emma.

La complicidad entre Torie, Emma y Shelby le hizo echar de menos a sus propias amigas. ¿Dóndes estaba Lucy ahora y cómo le estaba llendo? Respecto a las demás… Había estado evitando las llamadas de Georgie, April y Sasha durante semanas, no quería que ninguna de sus amigas supiera cómo de precaria era su situación, pero como estaban acostumbradas a que no diera señales de vida, la falta de respuestas a sus llamadas no parecía haber activado las alarmas.

La astuta familia Traveler halagaba ostentosamente a los Skipjacks. Shelby hizo preguntas concretas sobre la nueva línea de productos Viceroy, Torie prodigó elogios a Sunny sobre su brillante pelo oscuro y su elección de ropa clásica, Kenny señaló los puntos fuertes del juego de Kenny. El ambiente era agradable, casi relajado, hasta el momento que Meg cometió el error de dirigirse a la esposa de Kenny como "Emma".

Uno por uno, todos los de la mesa que eran de allí se callaron. -¿Qué hice? -dijo ella cuando ellos se giraron para mirarla. -Me dijo que la llamara Emma.

Emma cogió su copa de vino y la vació.

– Simplemente eso no se hace -, respondió Shelby Traveler con su boca fruncida como geste de desaprobación.

El marido de Emma negó con la cabeza. -Nunca. Ni siquiera yo. Al menos mientras tiene la ropa puesta.

– Mala educación -, añadió Torie con un movimiento de su largo cabello oscuro.

– Irrespetuosos -, agregó su padre, Warren.

Ted se echó para atrás en su silla y la miró fijamente. -Había pensado que a estas alturas ya no insultaría a alguien que apenas conoces.

Emma bajo lentamente la cabeza y se golpeó la frente contra la mesa tres veces.

Kenny frotó la espalda de su mujer y sonrió. La diversión bailaba en los ojos de Ted.

Meg había oído claramente a Spence y Sunny dirigirse a la esposa de Kenny como Emma, pero sabía que sería inútil señalarlo. -Mis más sinceras disculpas, Lady Emma -, dijo arrastrando las palabras. -Espero tener una última comida antes de la decapitación.

Torie inhaló. -No hay necesidad de ser sarcástica.

Emma miró a través de la mesa hacia Meg. -No tienen remedio. En serio.

Su marido le plantó un satisfactorio beso en los labios, luego volvió a la hablar sobre los nuevos hierros Callaway de Spence. Ted intentó unirse, pero Sunny quería toda su atención y ella sabía cómo la conseguirla. – ¿Qué tal la eficiencia del nuevo depósito de tu nueva célula de combustible?

Meg ni siquiera sabía lo que eso significaba, pero Ted mostraba su habitual auto confianza. -Entre un treinta y ocho y un cuarenta y dos por ciento, dependiendo de la carga.

Sunny, completamente atenta, se puso más cerca.

Spence invitó a Meg a bailar y, antes de poder negarse, dos pares de manos femeninas la agarraron de las manos y la pusieron de pie. -Pensaba que nunca se lo pedirías -, dijo dulcemente Shelby.

– Me gustaría que Dex fuera tan hábil con los pies como tú, Spence -, susurró Torie.

Al otro la de la mesa, Emma parecía tan preocupada como alguien con una camiseta amarilla con girasoles podía lucir y Meg juraría que observó fruncir el ceño a Ted.

Afortunadamente, la primera canción fue de un tiempo y Spence no hizo tentativas de comenzar una conversación. Demasiado pronto, sin embargo, Kenny Chesney empezó a entonar "All I need to know", y Spence la atrajo hacia él. Era demasiado viejo para echarse la colonia que llevaba y ella se sintió envuelta por una tienda de Abercrombie & Fitch. -Me estás volviendo más que un poco loco, señorita Meg.

– No quiero volver loco a nadie -, dijo cuidadosamente. Excepto a Ted Beaudine.

Por el rabillo del ojo, vio a Birdie, Kayla y Zoey sentarse en una mesa cerca de la barra. Kayla lucía sexy, con una camiseta blanca ajustada de un sólo tirante que le envolvía los pechos sin exponer demasiado, y una minifalda con estampado tropical que mostraba sus piernas bien formadas. Birdie y Zoey llevaban ropa más casual y las tres miraban atentamente a Meg.

Spence la cogió de las manos y la acercó a su pecho. -Shelby y Torie me hablaron sobre lo tuyo con Ted.

Su alarma interna sonó. -¿Qué te dijeron exactamente?

– Que finalmente has entrado en razón y aceptado el hecho que Ted no es el hombre para ti. Estoy orgulloso de ti.

Ella perdió el paso mientras maldecía interiormente a ambas mujeres.

Él le apretó los dedos, un gesto que ella supuso debía ser reconfortante. -Sunny y yo no tenemos ningún secreto. Me dijo que te tiraste a los brazos de Ted en la fiesta de Shelby. Supongo que su rechazo te hizo darte cuenta de la verdad, y sólo quiero decir que estoy orgulloso que enfrentaras ese hecho. Te vas a sentir mucho mejor contigo misma ahora que has dejado de perseguirle. Shelby está segura de ello y Torie dijo… Bueno, no importa lo que dijo Torie.

– Oh, no. Dime. Estoy segura que será bueno para mi… crecimiento personal.

– Bueno… -Él le frotó la espalda. -Torie dijo que cuando una mujer se obsesiona con un hombre que no está interesado en ella, mata su alma.

– Muy filosófico.

– Estoy bastante sorprendido. Ella parece un poco tonta. También me dijo que estabas planeando tatuarte mi nombre en el tobillo, lo que no creí -. Él dudo. -No es verdad, ¿no?

Cuando ella negó con la cabeza, él parecía decepcionado. -Algunas personas de este pueblo son raras -, dijo él. -¿Lo has notado? No eran raras. Eran astutos como zorros y el doble de inteligentes. Movió sus rígidas rodillas. -Ahora que lo mencionas.

Torie arrastró a su marido a la pista de baila y maniobró para ponerse tan cerca de Spence y Meg como pudo, indudablemente esperando oír algo. Meg le dirigió una mirada asesina y se separó de Spence. -Discúlpame. Necesito ir al baño.

Apenas acababa de entrar en el baño cuando Torie, Emma y Shelby llegaron para confrontarla. Emma señaló el retrete más cercano. -Adelante. Te esperaremos.

– No te preocupes -. Meg se volvió hacia Shelby y Torie. -¿Por qué le dijisteis a Spence que ya no estaba enamorada de Ted?

– Porque nunca lo has estado -. Las pulseras brillantes de colores de la muñeca de Shelby sonaron mientras gesticulaba. -Al menos eso creo. Aunque tratándose de Ted…

– Y tú siendo una mujer… -Torie cruzó sus brazos. -Aunque es obvio que inventaste todo eso para evitar a Spence y todos lo habríamos dejado pasar si Sunny no hubiera aparecido.

La puerta del baño se abrió, y Birdie entró, seguida de Kayla y Zoey.

Meg alzó las manos. -Genial. Voy a conseguir que me violen.

– No deberías hacer bromas sobre un asunto tan importante como este -, dijo Zoey. Llevaba unos pantalones piratas blancos, una camiseta azul marino en la que se leía el cuadro de honor de las escuelas públicas de Wynettte y unos pendientes que parecían haber sido hechos con pajitas de beber.

– Así son la gente de Hollywood -, dijo Birdie. -No tienen las mismas reglas morales que nosotros -. Y luego le dijo a Shelby, -¿le dijiste que tenía que alejarse de Ted ahora que Sunny se está enamorando de él?

– Estamos en ello -, dijo Shelby.

Emma tomó el mando. Era de señalar la autoridad que podía poseer una mujer relativamente pequeña con mejillas de muñeca de porcelana y rizos de dorados. -Debes pensar que nadie comprende tu situación. Una vez yo también fui una forastera en Wynette, así que yo…

– Todavía lo eres -, observó Torie con un susurro.

Emma la ignoró. -… así que no soy indiferente. También sé lo que es tener las atenciones de un hombre que no te atrae, aunque el duque de Beddington era bastante más odioso que el señor Skipjack. Sin embargo, mi odioso pretendiente no tenía la economía de este pueblo en sus manos. Pero tampoco intenté utilizar a Ted para disuadirlo.

– Hiciste algo parecido -, dijo Torie. -Pero Ted sólo tenía veintidós años en esa época y Kenny se dio cuenta.

La boca de Emma se apretó, enfatizando su carnoso labio inferior. -Meg, tu presencia ha contribuido a complicar una situación ya de por sí complicada. Obviamente encuentras las atenciones de Spence desagradables, y lo entendemos.

– Yo no -. Kayla se ajustó sus gafas de sol Burberry sin montura que había colocado sobre su pelo rubio. -¿Tienes idea de lo rico que es? Y tiene un gran pelo.

– Desafortunadamente, tu método para desalentarle incluye a Ted -, siguió Emma, -lo que habría sido aceptable si Sunny no hubiera aparecido.

Birdie tiro del dobladillo de la camisa de seda rojo tomate que llevaba con una falda de algodón. -Cualquiera con dos ojos en la cara puede ver lo loco que está Spence por su hija. Puedes rechazarlo, pero no puedes hacerlo usando al hombre del que su pequeña está enamorada.