Torie asintió. -Lo que Sunny quiere, Sunny lo consigue.
– Ella no va conseguir a Ted -, dijo Meg.
– Algo que Ted no le dejará ver hasta que la tinta del contrato esté seca -, dijo Emma con fuerza.
Meg había escuchado suficiente. -Esto es algo aterrador. ¿Qué pasa si vuestro santo alcalde decide echaros a los lobos y ocuparse de sí mismo?
Zoey la señalo con su dedo acusador de directora, un gesto notablemente efectivo para una mujer que sólo era una año mayor que la propia Meg. – Esto es una gran broma para ti, pero no es una broma para los niños de mi escuela que están afinados en aulas superpobladas. O para los profesores intentando hacer su trabajo con libros anticuados y sin ayuda.
– Estate segura que no es una broma para mi -. Kayla se miró de refilón en el espejo. -Odio llevar una tienda de segunda mano llena de ropa de mujeres mayores, pero ahora mismo no hay más que un puñado de mujeres en este pueblo que pueda permitirse comprar el tipo de ropa que estaba destinada a vender -. Sus ojos recorrieron la minifalda de segunda mano de Meg.
– He estado queriendo abrir un salón de té con librería desde que me hice cargo del hotel -, dijo Birdie.
Shelby puso su melena rubia detrás de su oreja, revelando pequeños aros de oro. -Tengo un marido que apenas duerme por las noches sintiéndose culpable porque su empresa no puede proveer suficientes empleos para mantener a flote el pueblo.
– Dex se siente igual -, dijo Torie. -Un pueblo de este tamaño no puede sobrevivir con una industria.
Meg se giró hacia Emma. -¿Qué hay de ti? ¿Qué razón tienes para esperar que me prostituya con Spencer Skipjacks?
– Si este pueblo se muere -, dijo Emma en voz baja, -Kenny y yo tenemos suficiente dinero para estar bien. La mayoría de nuestros amigos no.
Torie golpeó el suelo con la punta de su sandalia de cuero con tachuelas. -Meg, estás complicando las cosas entre Spence, Sunny y Ted. Necesitas irte de Wynette. Y a diferencia de al resto, me caes muy bien, así que esto no es personal.
– A mí no me cae mal -, dijo Emma.
– A mí sí -, dijo Birdie.
– A mí tampoco me cae mal -, dijo Shelby. -Tienes una bonita sonrisa.
Kayla gesticuló hacia el collar de una llave antigua que había hecho hacia unas horas. -A Zoey y a mí nos encantan tus joyas.
Birdie se hinchó como un periquito enfadado. -¿Cómo podéis decir algo bueno de ella? ¿Habéis olvidado lo de Lucy? Gracias a Meg, a Ted le rompieron el corazón.
– Parece que se ha recuperado -, dijo Emma, -así que estoy dispuesta a pasarlo por alto.
Shelby abrió su bolso, un pequeño Juicy de cachemira rosa y marrón, y sacó un pedazo de papel, rápidamente Meg se dio cuenta que se trataba de un cheque. -Sabemos que andas corta de efectivo, así que tenemos algo para ayudarte a comenzar de nuevo en otro sitio.
Por primera vez desde que Meg la había conocido, Torie parecía avergonzada. -Puedes considerarlo un préstamo si te hace sentir incómoda.
– Apreciaríamos que lo cogieras -, dijo Emma amablemente. -Será lo mejor para todos.
Antes de que Meg pudiera mandarlas al infierno, la puerta del baño se abrió y Sunny entró. -¿Hay una fiesta?
Rápidamente Shelby volvió a meter el cheque en su bolso. -No empezamos con esa intención, pero nos pusimos a hablar.
– Y ahora necesitamos tu opinión -. Torie se giró hacia el espejo deliberadamente y fingió buscar un rimel. -¿Charlize Theron o Angelina Jolie? ¿A quién elegirías?
– Diría Angelina Jolie -. Kayla se puso brillo de labios. -En serio. Cualquier mujer que dice que no miente y es profundamente abnegada. Esa mujer exuda sexo.
– En tu opinión -. Zoey, quién había sido tan moralmente rigurosa antes, comenzó a agitar su cabello. -Yo elegiría a Ferry Washington. Una fuerte mujer negra. O Anne Hathaway. Pero sólo porque ella fue a Vassar.
– Tú no te sentirías atraída por a Anne Hathaway -, protestó Birdie. – Anne Hathaway es una gran actriz, pero no es tu tipo.
– Como no soy gay, el quiz de la cuestión no es cual es mi tipo -. Zoey cogió el brillo de Kayla. -Meramente estoy comentando que si yo fuera gay, querría una pareja con cerebro y talento, no sólo belleza.
Emma se alisó su camisa de girasoles. -Debo admitir que encuentro a Keira Knightley muy convincente.
Kayla recuperó su brillo de labios. -Siempre de parte de los británicos.
– Al menos no dijo Emma Thompson -. Torie cogió una toallita de papel del dispensador. -¿Tú que opinas, Meg?
A Meg le ponía enferma ser manipulada. -Prefiero a los hombres. Específicamente a fornidos hombres de Texas. ¿Se te ocurre alguien?
A su alrededor podía escuchar ruedas metálicas mentales rodando mientras las chaladas mujeres de Wynette intentaban buscar algo para responderle. Se dirigió a la puerta y las dejo reflexionando.
Para cuando volvió a la mesa, había llegado a tres conclusiones: Ted tendría que resolver él sólo su problema con Sunny. Se encargaría de Spence día a día. Y nadie la iba a sacar de este pueblo hasta que estuviera lista para irse.
CAPÍTULO 13
Meg vio a Ted al día siguiente en el club, pero estaba jugando con Spence y Sunny, así que él se mantuvo alejado de su carrito de bebidas. Cuando llegó a casa esa tarde, se encontró con un camión aparcado en frente de las escaleras esperándola. Diez minutos después, había despedido al camión con su carga intacta.
Entró en la calurosa iglesia sin airear. La gente seguía intentando darle cosas que no quería. Anoche Shelby había deslizado el cheque en su bolso, lo que obligó a Meg a romperlo. Y ahora esto. Por supuesto que necesitaba muebles, y cuando había visto el aire acondicionado portátil, casi había dejado de lado sus principios. Casi, pero no lo hizo.
Abrió las ventanas de la iglesia, lo que se había convertido en una afición, y se sirvió un vaso de té helado de la nevera. Ésta era la segunda vez en una semana que alguien había intentado pagarle por abandonar la ciudad. Si se permitiera pensar en ello, se deprimiría, y no quería estar deprimida. Quería estar enfadada. Después de una rápida ducha, se puso unos shorts, una camiseta de tirantes y unas par de sandalias de dedo y salió.
Unos pilares de piedra marcaban la entrada de la finca Beaudine. Pasó a través de un bosque de árboles de dura madera y cruzó un viejo puente de piedra antes de que el camino serpenteara en una serie de bifurcaciones. La casa principal era fácil de identificar, baja y amplia, construida como una típica hacienda de Texas de piedra y estuco con ventanas con forma de arco y los marcos de las puertas de madera oscura. Detrás de un muro bajo, vislumbró una espaciosa piscina, una casa de la piscina, un patio, jardines y construcciones más pequeñas del mismo estilo que la hacienda, probablemente casa de invitados. Se dio cuenta que no era tanto un finca, sino un complejo y hacia cualquier sitio que mirase las vistas la dejaban sin respiración.
Cuando el camino circular la llevó al mismo sitio, eligió otro camino para encontrarse sólo un putting green y edificios de mantenimiento. Lo intentó de nuevo y dio con una pequeña piedra y un rancho de ladrillo con la furgoneta de Skeet Cooper visible en el interior del garaje abierto. No hay nada como tener a tu caddy cerca. El último camino la llevó cuesta arriba donde aparecía un paisaje rocoso. Y allí, una moderna estructura rectangular perfectamente equilibrada de estuco color crema, coronada por un tejado inclinado hacia el centro. Majestuosas vidrieras en la parte sur, a lo largo de las cuales unos salientes proporcionaban sombra a la parte interior. Incluso sin los pequeños y elegantes aerogeneradores montados en el tejado, habría sabido que era la casa de él. Era bonita, creativa, funcional y decía mucho sobre su dueño.
La puerta delantera se abrió antes de que ella pudiera llamar al timbre y apareció en frente de ella, descalzo, con una camiseta negra y unos pantalones de deporte grises. -¿Te gustó el tour?
O alguien lo había avisado o había cámaras de seguridad controlando la propiedad. Conociendo su amor por los aparatos, sospechaba que se trataba de lo último. -El poderoso gobernante del Reino Beaudine lo sabe todo.
– Hago lo que puedo -. Se apartó para permitir el paso.
La casa era espaciosa y luminosa, decorada en tonos pálidos de gris y blanco, un refugio fresco y tranquilo para el castigador calor del verano y a las igualmente castigadoras exigencias de ser Ted Beaudine. Los muebles eran bajos, cada pieza cuidadosamente seleccionada tanto por la comodidad como por su imponente belleza. La parte más sorprendente era una habitación rectangular acristalada suspendida sobre la habitación principal.
La casa era prácticamente un espacio monástico. Sin escultura de piedra en las esquinas; sin pinturas adornando las paredes. El arte se encontraba fuera, con la vista de las riveras rocosas del río, las colinas de granito y los distantes valles sombríos.
Ella había crecido en grandes casas, la laberíntica granja familiar en Connecticut, su casa de Bel Air, la casa de fin de semana en Morro Bay, pero ésta era algo muy especial. -Bonita casa -, dijo ella.
Mientras cruzaba el suelo de bambú, la luz de hall que se había encendido cuando él la había recibido se apagó automáticamente. -Si has venido por el sexo, me he aburrido de ti -, dijo él.
– Eso explicaría la enorme cama del camión de reparto con esas cómodas sillas de tamaño de hombre.
– Y el sofá. No olvides el sofá. No es por herir tus sentimientos, pero tu casa no es muy cómoda. Y por la llamada telefónica que acabo de recibir, he oído que quieres que siga así. ¿Por qué mandaste irse al camión?
– ¿De verdad crees que voy aceptar regalos de ti?
– Los muebles eran para mí, no para ti. Que me aspen si paso otra noche en ese futón.
– Es bueno que estés aburrido de mí.
– Podría cambiar de opinión. De echo…
– No es asunto tuyo amueblar mi casa -, dijo ella. -Lo haré cuando tenga tiempo. Aunque tengo que admitir que casi me convences con ese aire acondicionado. Desafortunadamente, he desarrollado este estúpido orgullo personal.
– Tú te lo pierdes.
– Ya tienes suficiente gente de la que cuidar, señor Alcalde. No tienes que cuidar también de mí.
Ella por fin lo sorprendió. Él la miro de forma extraña. -Eso no es lo que estaba haciendo.
– Oh, sí, lo estabas haciendo -. Ella hizo todo lo posible para disimular el hilo de ternura que le provocaba. -Vine para arrancarte la cabeza, pero parece que esta casa ha absorbido la mayoría de mi indignación. ¿Tienes algo de comer?
Él señaló con la cabeza. -Ahí atrás.
La impresionante cocina de acero inoxidable no era grande, pero era un auténtico desafío de eficiencia. Una encimera central resistente se usaba para cocinar, pero también se podía extender sin problemas para tener una mesa lo suficientemente grande para una cena elegante, con cuatro sillas de respaldo de alambre entrelazada metidas a cada lado de la encimera. – No me gustan los comedores -, dijo él. -Me gusta comer en la cocina.
– Pienso lo mismo.
Olvidándose de que estaba hambrienta, se acercó a la característica más llamativa de la habitación, otra pared colosal de cristal, ésta daba al valle Perdernales donde el río corría como una cinta azul verdosa sobre conjuntos de piedras de caliza irregulares. Mas allá del valle, el sol se ponía haciendo que las colinas se viesen de color púrpura en un incendio mandarina. -Extraordinario -, dijo ella. -Has diseñado esta casa, ¿no?
– Es un experimento de consumo de energía cero.
– ¿Qué quiere decir?
– La casa produce más energía de la que consume. Ahora mismo un cuarenta por ciento. Hay paneles solares y fotovoltaicos en el tejado, junto con colectores de agua de lluvia. Tengo un sistema de aguas usadas, calefacción geotérmica y máquinas de refrigeración, aparatos con interruptores que los apagan cuando no se usan. Básicamente, vivo sin necesitar la red eléctrica.
Ted había conseguido su fortuna ayudando a las ciudades a optimizar su consumo eléctrico, así que la casa era una extensión natural de su trabajo, pero incluso así era algo para ser reconocido.
– Usamos demasiada energía en este país -. Él abrió la puerta de la nevera. -Tengo sobras de carne asada y hay más cosas en el congelador.
Ella no pudo ocultar su asombro. -¿Hay algo que no sabes hacer?
Él cerró la puerta y se dio media vuelta. -Aparentemente, no puedo hacer el amor de a cuerdo a tus especificaciones, que cualquiera sabe cuales son esas malditas especificaciones.
Una vez más se había adentrado en una zona de peligro. -No quería herir tus sentimientos.
– Ya. Decirle a un tío que es un asco en la cama te garantiza hacerle sentir muy bien.
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