Lo cuál debía ser una nueva experiencia para alguien tan locamente inteligente. -¿Qué pasa si… -dijo Meg -… eres un poco demasiado bueno para ella?

En lugar de protestar, Lucy cerró su boca en una sonrisa de la Casa Blanca y tocó sus perlas como si fueran un rosario.

Ted se rió. -Si me conocieras mejor, comprenderías que ridículo es eso. Ahora si nos disculpas, quiero que Lucy conozca a mi viejo líder de los Boy Scout -. Deslizó su brazo por los hombros de Lucy y la alejó.

Meg necesitaba reagruparse, así que se encaminó al baño de señoras sólo para ser emboscada por una mujer pequeña con el pelo bermejo cortado y un montón de maquillaje cuidadosamente aplicado. -Soy Birdie Kittle -, dijo mirando a Meg con un barrido de sus pestañas con rimel. -Debes ser amiga de Lucy. No te pareces en nada a tu madre.

Birdie estaba probablemente en la mitad de los cuarenta, por lo que habría sido una niña durante el apogeo de la carrera de modelo de Fleur Savagar Koranda, pero su observación no sorprendió a Meg. Todos los que sabían algo acerca de las celebridades había oído hablar de su madre. Fleur Koranda había dejado de ser modelo hace años para establecer una de las agencias de talentos más poderosas del país, pero para el público en general siempre sería Glitter Baby.

Meg puso la sonrisa de la Casa Blanca de Lucy. -Eso es porque mi madre es una de las mujeres más bellas del mundo, y yo no lo soy -. Lo cual era cierto, a pesar de que Meg y su madre compartían más de algunas características físicas, sobre todo las malas. Meg había heredado las cejas trazadas por una pluma de Glitter Baby, así como sus grandes manos, sus pies como pedales, todo menos 5 cm de los casi 1,83 m de altura de su madre. Pero la piel aceitunada, el cabello castaño y demás características irregulares que había heredado de su padre le impedían reclamar cualquier belleza extravagante de su madre, sin embargo tenía los ojos de una interesante combinación de verde y azul que cambiaban de color dependiendo de la luz. Desafortunadamente, no había heredado ni el talento o la ambición que sus padres poseían en abundancia.

– Supongo que eres atractiva a tu modo -. Birdie pasó el pulgar con manicura por el cierre enjoyado de su bolso de noche negro. -Del tipo exótica. Hoy en día llaman supermodelo a cualquiera que se pone delante de una cámara. Pero Glitter Baby era real. Y fíjate en la forma que se convirtió en una mujer de negocios exitosa. Siendo yo misma una mujer de negocios, admiro eso.

– Sí, ella es notable -. Meg amaba a su madre, pero eso no le impedía que algunas veces deseara que Fleur Savagar Koranda tropezase: perder un cliente importante, echar a perder una negociación importante, tener un grano. Pero toda la mala suerte de su madre le había llegado temprano en su vida, antes de que Meg naciera, dejando a su hija con el título del desastre familiar.

– Supongo que te pareces más a tu padre -, continúo Birdie. -Juro que he visto cada una de sus películas. Excepto las depresivas.

– ¿Cómo la película con la que ganó su Oscar?

– Oh, vi esa.

El padre de Meg era una triple amenaza. Un actor mundialmente famoso, ganador como dramaturgo de un premio Pulitzer y un escritor de best-sellers. Con padres tan mega-exitosos, ¿quién podría culparla por ser un fracaso? Ningún niño puede vivir con ese tipo de legado.

Excepto sus dos hermanos pequeños…

Birdie ajustó los tirantes de su vestido negro con cuello en forma de corazón que se le ajustaba un poco demasiado en la cintura. -Tu amiga Lucy es una cosita bonita -. No sonaba como un elogio. -Espero que aprecie lo que tiene con Teddy.

Meg intentó mantener la compostura. -Estoy segura de que lo aprecia tanto como él a ella. Lucy es una persona muy especial.

Birdie aprovechó la oportunidad para ofenderse. -No es tan especial como Ted, pero tendrías que vivir aquí para entenderlo.

Meg no iba entrar en un concurso de quién escupe más lejos con esta mujer, no importaba lo mucho que lo deseara, así que mantuvo su sonrisa firmemente en su lugar. -Vivo en Los Ángeles entiendo muchas cosas.

– Todo lo que digo es que porque ella sea la hija de la Presidenta no significa que esté por encima de Ted o que todo el mundo vaya a darle un trato especial. Él es el mejor joven del estado. Ella tendrá que ganarse nuestro respeto.

Meg luchó para controlar su temperamento. -Lucy no tiene que ganarse el respeto de nadie. Es una mujer amable, inteligente y sofisticada. Ted es el que tiene suerte.

– ¿Estás sugiriendo que él no es sofisticado?

– No. Simplemente estoy señalando…

– Wynette, Texas, puede no significar mucho para ti, pero resulta que es un pueblo muy sofisticado y no apreciamos tener forasteros que vengan y nos juzguen simplemente porque no somos peces gordos de Washington -. Cerró bruscamente su bolso. -O celebridades de Hollywood.

– Lucy no es…

– La gente aquí tiene que dejar su propia huella. Nadie va a besar el trasero de nadie sólo por quienes son sus padres.

Meg no sabía si Birdie estaba hablando de la propia Meg o sobre Lucy, y no le importaba mucho. -He visitado pequeños pueblos alrededor de todo el mundo, y los que no tienen nada que probar siempre dan la bienvenida a los forasteros. Es en los sitios dejados de la mano de Dios, los pueblos que han perdido su lustre, los que ven a cada cara nueva como una amenaza.

Las cejas rojizas delineadas de Birdie llegaron hasta la línea de su pelo. -No hay nada dejado de la mano de Dios en Wynette. ¿Eso es lo que ella piensa?

– No, es lo que pienso yo.

La cara de Birdie se tensó. -Bueno, eso me dice mucho, ahora lo hace.

La puerta se abrió y una adolescente con el pelo largo y castaño claro asomó su cabeza. -¡Mamá! Lady Emma y las otras te requieren para las fotos.

Dirigiendo una última mirada hostil a Meg, Birdie salió escopetada de la habitación, preparada para repetir su conversación con todo aquel que quisiera escucharla.

Meg hizo una mueca. En su intento de defender a Lucy, había hecho más mal que bien. Este fin de semana no terminaría lo suficientemente pronto. Ella ató de nuevo su vestido en el hombro, se pasó los dedos por su corto y loco pelo, y se obligó a regresar a la fiesta.

Mientras la multitud hablaba con entusiasmo sobre la barbacoa y la risa se extendía por el porche, Meg parecía ser la única que no se estaba divirtiendo. Cuando se encontró a solas con la madre de Lucy, supo que tenía que decir algo, pero a pesar de que eligió sus palabras cuidadosamente, la conversación no fue así.

– ¿En serie estás sugiriendo que Lucy no debería casarse con Ted? -Nealy Jorik dijo en un tono de voz que reservaba para el partido de la oposición.

– No exactamente. Sólo…

– Meg, sé que estás pasando por tiempos difíciles, y realmente lo siento pero no permitas que tu estado emocional empañe la felicidad de Lucy. No podría haber hecho mejor elección que Ted Beaudine. Lo prometo, tus dudas son infundadas. Y quiero que me prometas que te las guardarás para ti.

– ¿Qué dudas? -dijo una voz con un débil acento británico.

Meg se dio la vuelta y vio a la madre Ted a su lado. Francesca Beaudine parecía una versión moderna de Vivien Leigh con un rostro en forma de corazón, una nube de pelo caoba y un vestido verde musgo que abrazaba su silueta todavía en buena forma. Durante las tres décadas que Francesca Today había estado en el aire, ella se había enfrentado a Barbara Walters como la reina de las entrevistas a celebridades en horario estelar. Mientras Walters era una periodista superior, Francesca era más divertida de ver. Nealy rápidamente suavizó las cosas. -La dama de honor está nerviosa… Francesca, es una noche maravillosa. No puedo decirte cuánto nos estamos divirtiendo Matt y yo.

Francesca Beaudine no era tonta. Miró a Meg de forma fría y evaluadora, a continuación se llevó a Nealy hacia un grupo que incluía a la pelirroja del baño de señoras y a Emma Traveler, la esposa del padrino de Ted, Kenny Traveler, otra de las grandes estrellas del golf profesional. Después de eso, Meg buscó a los invitados más inadecuados que pudo encontrar, un motorista que declaraba ser uno de los amigos de Ted, pero incluso la distracción de unos grandes pectorales no podía animarla. En cambio, el motorista le hizo pensar en la alegría de sus padres si hubiera llevado alguna vez a alguien a casa remotamente parecido a Ted Beaudine.

Lucy tenía razón. Él era perfecto. Y no podía ser más inadecuado para su amiga.


No importaba como Lucy colocara sus almohadas, no podía ponerse cómoda. Su hermana Tracy dormía silenciosamente después de insistir en compartir la cama de Lucy esta noche. Nuestra última noche para ser sólo de hermanas… Aunque Tracy no estaba triste por la boda. Ella adoraba a Ted tanto como los demás.

Lucy y Ted tenían que agradecer a sus madres por juntarlos. -Él es increíble, Luce -, había dicho Nealy. -Espera a conocerlo.

Y él fue increíble… Meg no debería haber plantado todas esas dudas en su cabeza.

Excepto que las dudas habían estado allí durante meses, aunque Lucy las mantenía alejadas. ¿Qué mujer en su sano juicio no se enamoraría de Ted Beaudine? Él la deslumbró.

Lucy apartó las sabanas. Todo esto era culpa de Meg. Ese era el problema con Meg. Ella volvía todo del revés. Ser la mejor amiga de Meg no hacía que Lucy fuera ciega a sus defectos. Meg era malcriada, imprudente e irresponsable, en busca de desafíos en la cima de una montaña en lugar de centrarse en sí misma. También era decente, cuidadosa, leal, y la mejor amiga que Lucy había tenido nunca. Cada una de ellas había encontrado su propia manera de vivir a la sombra de sus padres famosos: Lucy conformándose y Meg corriendo por el mundo, tratando de escapar del legado de sus padres.

Meg no conocía su propia fuerza: la considerable inteligencia que había heredado de sus padres, pero que nunca descubrió como usarla en su beneficio; la apariencia desgarbada y poco convencional que la hacía más llamativa que las predecibles mujeres guapas. Meg era buena en tantas cosas que había llegado a la conclusión que no era buena en nada. En su lugar, se había resignado a ser inadecuada y nadie, ni sus padres ni Lucy, podía quitarle esa convicción.

Lucy giró su cara contra la almohada, intentando acallar en su memoria ese horrible momento por la noche después de que regresaran al hotel, cuando Meg había apretado a Lucy en un abrazo. -Luce, él es maravilloso -, había susurrado. -Todo lo que dijiste. Y no puedes casarte con él.

La advertencia de Meg no había sido tan alarmante como la propia respuesta de Lucy. -Lo sé -, ella había escuchado su propio susurro de respuesta. -Pero voy a hacerlo de todas formas. Es demasiado tarde para echarse atrás.

Meg le había dado una fuerte sacudida. -No es demasiado tarde. Te ayudaré. Haré todo lo que pueda -. Lucy se había alejado y apresurado a su habitación. Meg no lo entendía. Era una chica de Hollywood, donde los escándalos eran normales, pero Lucy era una chica de Washington, y ella conocía el corazón conservador del país. El público estaba centrado en esta boda. Había visto a los niños Jorik crecer y aceptado unos cuantos errores de juventud. Programas de noticias de todo el mundo se había presentado para cubrir la boda, y Lucy no podía cancelar las cosas por una razón que no era capaz de definir. Además, si Ted era tan malo para ella, ¿no lo habría notado alguien más? ¿Sus padres? ¿Tracy? ¿No hubiera sido Ted, que lo veía todo tan claro, quién lo hubiera descubierto?

El recordatorio del juicio infalible de Ted Beaudine le trajo consuelo suficiente para caer en un sueño poco profundo e inquieto. A la tarde siguiente, sin embargo, ese consuelo se había desvanecido.

CAPÍTULO 02

El atrio de la iglesia presbiteriana de Wynette olía a antiguos himnos y grandes banquetes de otros tiempos. Fuera, reinaba un caos organizado. La sección especial reservada para la prensa estaba llena de periodistas y los espectadores llenaban las gradas, con el exceso de gente distribuida por las calles laterales. Como parte del cortejo nupcial colocado en fila para entrar al santuario, Meg miró a Lucy. El vestido de encaje se ajustaba perfectamente a su pequeño cuerpo, pero ni siquiera el maquillaje hábilmente aplicado podía enmascarar su tensión. Había estado tan nerviosa durante todo el día que Meg no había tenido corazón para decirle una palabra más sobre esta desaconsejable boda. No es que hubiera podido de todos modos con Nealy Case Jorik observando todos sus movimientos.

El conjunto de cámara llegó al final del preludio, y las trompetas sonaron anunciando el inicio de la procesión nupcial. Las dos hermanas más jóvenes de Lucy se situaron en la parte delantera, con Meg siguiéndolas y después Tracy, de dieciocho años, quién era la dama de honor de Lucy. Todas llevaban sencillos vestidos de seda crepé de china color champán, acentuados con pendientes de topacio ahumado que era un regalo de Lucy a sus acompañantes.