Las manos de Meg se pararon en el dobladillo de su camiseta. -Todo el mundo sabe que estoy en casa de Skeet. ¿Cómo me encontraste?

– ¿Qué importa? -Se dio la vuelta y se dirigió al camino.

– ¡Espera!

Pero Haley no la esperó y su reacción fue tan extrema, tan fuera de lugar en su conversación, que Meg se quedó desconcertada. Entonces todo encajó en su sitio.

Su pecho se contrajo. Metió los pies en las sandalias de dedo y corrió tras ella. Fue por el atajo del cementerio en lugar de seguir el camino. Las sandalias rebotaban contra sus talones y las malas hierbas se le enganchaban a las piernas todavía húmedas. Llegó a la parte delantera de la iglesia justo cuando Haley llegaba por la parte trasera y le bloqueó el paso. -¡Alto ahí! Quiero hablar contigo.

– ¡Sal de mi camino!

Haley intentó pasar pero Meg no la dejó. -Sabías donde estaba porque me seguiste. Al igual que hizo Spence.

– No sabes lo que dices. ¡Déjame ir!

Meg la agarró. -Fuiste tú.

– ¡Basta!

Haley trató liberar su brazo, pero Meg mantuvo tan firme el agarre como el agua helada que goteaba por la parte de atrás de su cuello. -Todo este tiempo. Fuiste quién hizo los destrozos en la iglesia. Quién envió la carta y me tiró la roca contra el coche. Todo este tiempo, fuiste tú.

El pecho de Haley se hinchó. -No… no sé de que me estás hablando.

La camiseta húmeda de Meg se aferró a su piel y los brazos se le pusieron de carne de gallina. Se sintió enferma. -Pensaba que éramos amigas.

Sus palabras hicieron estallar algo dentro de Haley. Consiguió soltar su brazo y una mueca distorsionó su boca. -¡Amigas! Sí, también eras una amiga.

El viento se levantó. Un animal se escabulló entre la maleza. Meg finalmente lo entendió. -Es por Ted…

La cara de Haley se transformó por la furia. -Me dijiste que no estabas enamorada de él. Me dijiste que sólo lo decías para mantener alejado a Spence. Y te creía. Fui tan estúpida. Te creí hasta la noche que os vi juntos.

La noche que Meg y Ted habían hecho el amor en la iglesia, y que Meg había visto los faros de coches. Su estómago se revolvió. -Tú nos espiaste.

– ¡No espié! -Lloró Haley. -¡No fue así! Estaba conduciendo por la zona y vi pasar la camioneta de Ted. Había estado fuera del pueblo y quería hablar con él.

– Así que lo seguiste.

Ella movió la cabeza con movimientos espasmódicos. -No sabía a dónde se dirigía. Sólo quería hablar con él.

– Y así terminaste espiándonos por la ventana.

Lágrimas de rabia salían de sus párpados. -¡Me mentiste! Me dijiste que todo era mentira.

– No te mentí. Así fue como empezó. Pero las cosas cambiaron y te aseguro que no iba a publicarlo a los cuatro vientos -. Meg la miró con disgusto. -No puedo creer que me hicieras esas cosas. ¿Tienes idea de cómo me sentí?

Haley se limpió la nariz con el dorso de la mano. -No te hice daño. Sólo quería que te fueras.

– ¿Qué hay de Kyle? Eso es lo que no entiendo. Pensaba que estabas loca por él. Os he visto juntos.

– Le dije que me dejaras en paz pero sigue apareciendo por el trabajo -. Lágrimas teñidas de negro se esparcían por sus mejillas. -El año pasado, cuando me gustaba, ni siquiera me hablaba. Luego, cuando dejó de gustarme, de repente, quería salir conmigo.

Todo encajó. -No cambiaste de idea sobre ir a la U.T. por Kyle. Desde el principio fue por Ted. Porque él y Lucy no llegaron a casarse.

– ¿Y qué? -Su nariz estaba roja y su piel con ronchas.

– ¿Le hiciste estas cosas a ella? ¿La acosaste a ella como a mí?

– Lucy era diferente.

– ¡Se iba a casar con él! Pero a ella la dejaste en paz y fuiste detrás de mí. ¿Por qué? No lo entiendo.

– Entonces no lo amaba -, dijo ferozmente. -No de la forma que lo hago ahora. Todo cambió después de que ella huyera. Antes… estaba enamorada de él como todas las demás, pero era algo de niños. Después de que ella se fuera, fue como si yo pudiera ver todo el dolor de su corazón y quería hacer que ese dolor desapareciera. Como si yo lo comprendiera como nadie más podía hacerlo.

Otra mujer que pensaba que comprendía a Ted Beaudine.

Los ojos de Haley eran feroces. -Supe entonces que nunca amaría a nadie como lo amo a él. Y si tú amas tanto a alguien, ellos tienen que amarte a ti igual, ¿no? Yo tenía que hacer que él viera quién soy. Eso también estaba marchando bien. Sólo necesitaba algo más de tiempo. Entonces tú fuiste tras él.

A Haley le llevaría mucho tiempo descubrir la verdad y Meg estaba lo suficientemente enfadada como para decírsela. -Sólo funcionaría en tus fantasías. Ted nunca se iba a enamorar de ti. Eres demasiado joven y él es demasiado complicado.

– ¡Él no es complicado! ¿Cómo puedes decir eso de él?

– Porque es verdad -. Meg se alejó de ella con disgusto. -Eres una cría. Dieciocho años que resultan ser doce. El verdadero amor te hace mejor persona. No te convierte una furtiva y una vándala. ¿Realmente te crees que Ted podría enamorarse de alguien que ha estado dañando a otra persona como tú lo has hecho?

Sus palabras dieron en el blanco y la cara de Haley se arrugó. -No quería hacerte daño. Sólo quería que te fueras.

– Obviamente. ¿Qué estabas planeando hacerme hoy?

– Nada.

– ¡No me mientas!

– ¡No lo sé! -lloró. -Yo… cuando te vi nadando, supongo que pensé en quitarte la ropa. Quizás para quemarla.

– Muy maduro -. Meg hizo una pausa y se frotó la muñeca donde Spence la había agarrado. -En lugar de eso, saliste de tu escondite para protegerme.

– ¡Quería que te fueras, no que te violaran!

Meg no creía que Spence la hubiera violado, pero tendía a ser optimista. El sonido de ruedas en la grava interrumpió el drama. Se giraron a la vez y vieron una camioneta azul llegando por el camino.

CAPÍTULO 19

Meg se había olvidado de la cámara de seguridad y Haley no sabía que existiera. En su cabeza estalló el pánico. -Vas a decirle lo que he hecho, ¿verdad?

– No. Vas a decírselo tú -. Hayle se había comportado de una forma rencorosa y destructiva, pero hoy también había protegido a Meg de Spence y Meg le debía algo por eso. La agarró por los hombros. -Escúchame, Haley. Ahora mismo tienes la oportunidad de cambiar el curso de tu vida. Para dejar de ser una niña furtiva, destructiva y resentida para comenzar a ser una mujer con un poco de carácter -. Haley hizo una mueca cuando Meg le apretó los dedos en sus brazos, pero Meg no la soltó. -Si no te plantas y afrontas las consecuencias de lo que has hecho, vas a estar viviendo tu vida en las sombras, siempre avergonzada, siempre sabiendo que no eres más que una rata que traicionó a una amiga.

Haley arrugó la cara. -No puedo hacerlo.

– Puedes hacer todo lo que te propongas. La vida no te da muchas oportunidades como ésta y, ¿sabes lo qué pienso? Pienso que según actúes en los próximos minutos definirás la persona que vas a ser de ahora en adelante.

– No, yo…

Ted saltó de su camioneta y fue hacia Meg. -La gente de seguridad llamó. Dijeron que Spence apareció por aquí. Vine tan rápido como pude.

– Spence se fue -, dijo Meg. -Se fue cuando vio a Haley.

Con un solo vistazo, se fijó en las piernas apenas cubiertas de Meg y la camiseta empapada que no terminaba de cubrir sus bragas mojadas. -¿Qué pasó? Te dio problemas, ¿no?

– Diremos que no está contento. Pero no he estropeado tu gran trato, si es lo que quieres saber -. Por supuesto que era lo que él quería saber. -Al menos no creo haberlo hecho -, añadió.

El alivio que vio reflejado en su cara, ¿era por ella o por el pueblo? Quería decirle por encima de cualquier otra cosa lo que había ocurrido, pero lo pondría en una situación imposible. No importaba lo difícil que fuera, iba a esperar algo de tiempo, sólo unos días.

Él finalmente se dio cuenta de los ojos rojos de Haley y su cara congestionada. -¿Qué te pasó?

Haley miró a Meg, esperando que Meg la acusara, pero Meg sólo la miraba. Haley bajó la cabeza. -Me… me picó una abeja.

– ¿Una picadura de abeja? -dijo Ted.

Haley volvió a mirar a Meg, desafiándola para que dijera algo. O quizás pidiéndole que hiciera lo que ella no podía hacer. Los segundos pasaron y, cuando Meg no dijo nada, Haley comenzó a morderse su labio inferior. -Tengo que irme -, murmuró en voz baja de cobarde.

Ted sabía que había ocurrido algo más que una picadura de abeja. Miró a Meg en busca de una explicación, pero Meg mantuvo su atención en Haley.

Haley buscó en el bolsillo de sus diminutos shorts las llaves del coche. Había aparcado su Focus en dirección a la salida, presumiblemente para escapar rápidamente después de quemar la ropa de Meg. Sacó sus llaves y las estudió durante un momento, todavía esperando que Meg la delatara. Cuando eso no ocurrió, comenzó a dar pequeños pasos tentativos hacia su coche.

– Bienvenida al resto de tu vida -, dijo Meg.

Ted la miró curioso. Haley dudó y luego se paró. Cuando finalmente se giró, sus ojos eran sombríos y suplicantes.

Meg negó con la cabeza.

Haley tragó saliva. Meg contuvo la respiración.

Haley se volvió hacia el coche. Dio otro paso. Se paró y encaró a Ted. -Fui yo -, dijo de forma apurada. -Fui yo quién hizo todas esas cosas a Meg.

Ted la miró. -¿Dé que estás hablando?

– Yo… yo fui quién destrozó la iglesia.

Pocas veces Ted Beaudine se quedaba sin palabras, pero esta fue una de esas veces. Haley jugaba con las llaves es sus manos. -Envié la carta. Puse las pegatinas en su coche, intenté romper los limpiaparabrisas y le tiré la roca a la luna del coche.

Él sacudió la cabeza, intentando asimilarlo. Luego se volvió hacia Meg. -Me dijiste que la roca salió disparada de un camión.

– No quería preocuparte -, dijo Meg. O darte la oportunidad de sustituir mi Rustmobile por un Humvee, algo que eres perfectamente capaz de hacer.

Él se dio la vuelta para enfrentarse a Haley. -¿Por qué? ¿Por qué hiciste algo así?

– Para que se fuera. Lo… lo siento.

Para ser un genio, a veces era lento pillando las cosas. -¿Qué te hizo ella a ti?

Una vez más Haley vaciló. Ésta sería la peor parte para ella, y miró a Meg en busca de ayuda. Pero Meg no se la iba a dar. Haley enrolló sus dedos alrededor de las llaves. -Estaba celosa de ella.

– ¿Celosa de qué?

Meg deseaba que no sonara tan incrédulo.

La voz de Haley se redujo a un susurro. -Por ti.

– ¿Por mí? -más incrédulo.

– Porque estoy enamorada de ti -, dijo Haley, cada palabra sonando miserable.

– Eso es lo más estúpido que he oído nunca -. El disgusto de Ted era tan palpable que Meg casi sintió pena por Haley. -¿Cómo pudiste atormentar a Meg de esa manera por eso que tú llamas amor? -Las palabras fueron un gruñido que destruyeron el mundo de fantasía que Haley había creado.

Ella presionó sus manos contra su estómago. -Lo siento -. Empezó a llorar. -Yo… nunca quise llegar tan lejos. Lo… siento mucho.

– Sentirlo no es suficiente -, soltó de nuevo. Y luego le entregó la prueba final que demostraba lo no correspondidos que eras sus sentimientos. -Entra en tu coche. Vamos a ir a la comisaría. Y será mejor que llames a tu madre de camino porque vas a necesitar todo el apoyo que puedas conseguir.

Las lágrimas rodaban por las mejillas de Haley y pequeños sollozos ahogados se atrapaban en su garganta, pero mantuvo la cabeza alta. Había aceptado su destino y no discutió con él.

– Espera -. Meg cogió aire y luego lo soltó. -Voto que no a lo de la policía.

Haley la miró fijamente. Ted la desechó. -No voy a discutir esto contigo.

– Como yo soy la víctima, tengo la última palabra.

– Y una mierda -, dijo él. -Te aterrorizó y ahora va a pagar por ello.

– Por lo que pagará mi nuevo parabrisas, eso seguro.

Él estaba tan furioso que su piel se puso pálida debajo de su bronceado. -Es mucho más que eso. Ha quebrantado por lo menos doce leyes. Allanamiento, acoso, vandalismo…

– ¿Cuántas leyes quebrantaste -, dijo Meg, -cuándo vandalizaste la Estatua de la Libertad?

– Tenía nueve años.

– Y eres un genio -, ella señaló mientras Haley los miraba sin estar segura de lo que estaba ocurriendo o de cómo la afectaba. -Eso significa que tenías al menos diecinueve años en coeficiente de inteligencia. Lo que hace que fueras mayor de lo que es ella.

– Meg, piensa en todo lo que te hizo.

– No tengo que hacerlo. Haley es la única que tiene que pensar en eso, podría estar equivocada pero tengo el presentimiento que va a pensar un montón en ello. Por favor, Ted. Todo el mundo se merece una segunda oportunidad.

El futuro de Haley dependía de Ted, pero miraba a Meg con una expresión entre avergonzada y asombrada.

Ted fulminó a Haley con la mirada. -No te lo mereces.