Sunny representaba la eficiencia en persona con su pelo oscuro brillante y sus joyas de plata. Meg nunca se había sentido más vulnerable. -Me temo que no es un buen momento -, dijo. -Tengo millones de cosas que hacer -. Como montarme en mi coche y dar la espalda al hombre del que estoy tan enamorada.

– Cancélalas. Esto es importante.

– ¿Se trata de tu padre?

Sunny la miró sin comprender. -¿Qué pasa con mi padre?

– Nada.

Algunas personas en la acera se pararon para mirar, ninguna intentó ser discreta. Sunny, la ocupada ejecutiva, golpeaba sus dedos contra el volante impacientemente. -¿Estás segura que no puedes buscar un par de minutos en tu apretada agenda para hablar de un posible negocio?

– ¿Negocio?

– He visto tus joyas. Quiero hablar de ellas. Entra.

Los planes de futuro de Meg estaban un las nubes como mucho. Sopesó el riesgo de posponer su partida en una hora contra el beneficio de escuchar lo que Sunny le quería decir. Sunny podría ser un dolor en el culo, pero también era una inteligente mujer de negocios. Meg dejó a un lado sus reticencias de entrar en un espacio cerrado con otro Skipjack y se montó en el coche.

– ¿Has oído hablar del artículo en el Wall Street Journal sobre la subasta de Ted? -dijo Sunny mientras se incorporaban a la carretera. -Parte de una serie de eventos creativos para recaudar fondos para caridad.

– No, no sé nada.

Ella conducía con una mano en el volante. -Cada vez que sale una de esas historias, la subasta sube. Toda esa atención nacional la está encareciendo, pero no he perdido en nada desde hace mucho tiempo -. El teléfono de Sunny sonó. Se lo colocó bajo el pelo oscuro brillante que le rodeaba la oreja. -Hola, papá.

Meg se puso rígida.

– Sí, leí la nota y hable con Wolfsburgo -, dijo Sunny. -Llamaré a Ferry esta noche.

Hablaron durante otro par de minutos sobre abogados y el contrato. Los pensamientos de Meg volvieron a Ted, sólo para ser llevada de nuevo a la realidad cuando Sunny dijo, -lo comprobaré más adelante. Meg y yo estamos saliendo ahora -. Miró a Meg y rodó los ojos. -No, no estás invitado a unirte a nosotras. Te llamo después -. Ella escuchó durante un momento, frunció el ceño y luego colgó. -Parecía enfadado. ¿Qué paso entre vosotros?

Meg le dio la bienvenida a la ola de furia. -Tu padre no es bueno recibiendo un no por respuesta.

– Esa es porque es un hombre exitoso. Listo y centrado. No entiendo por qué se lo estás poniendo difícil. O quizás sí.

Meg no quería tener esta conversación y lamentó haber subido al coche. -Querías hablar sobre mis joyas -, dijo mientras giraban hacia la carretera.

– Las estás vendiendo por debajo de su precio. Tus piezas son únicas y tienen mucho atractivo. Necesitas entrar en el mercado de alta gama. Ve a Nueva York. Usa tus contactos para conocer a los buenos compradores. Y deja de malgastar tu mercancía con los de aquí. No puedes conseguir una buena reputación de diseño al Este de quien sabe donde, Texas.

– Gracias por el consejo -, respondió Meg mientras pasaban por el Roustabout. -Pensé que íbamos a tomar algo.

– Un pequeño desvío al vertedero.

– Ya lo he visto y no quiero volver.

– Necesito hacer algunas fotos. No estaremos mucho tiempo. Además, allí podemos hablar en privado.

– No estoy segura de que necesitemos tener una charla privada.

– Te aseguro que sí -. Sunny entró en el camino que llevaba al vertedero. Había recibido una nueva capa de grava desde que Meg había estado allí, esa vez Ted y ella habían hecho el amor contra el lateral de la camioneta. Otra ola de dolor le golpeó en el pecho.

Sunny aparcó al lado de la señal oxidada, cogió la cámara de su bolso y salió, cada gesto, cada movimiento hecho con determinación. Meg nunca había conocido a alguien con tanta auto confianza.

No iba a quedarse en el coche como una cobarde y también salió. Sunny se puso la cámara contra su ojo y enfocó el vertedero. -Esto es el futuro de Wynette -. La cámara hizo clic. -Al principio me oponía a construir aquí, pero después de conocer mejor al pueblo y a la gente, cambié de opinión.

Hizo más fotos, cambiando el ángulo. -En realidad es un sitio único. La base de América y todo eso. Generalmente, papá no se vuelve loco con las ciudades pequeñas, pero todo el mundo ha sido genial con él aquí, y le encanta jugar con los tipos como Dallie, Ted y Kenny -. Ella bajó la cámara. -En cuanto a mí… No es un secreto que estoy interesada en Ted.

– Tú y el resto del universo femenino.

Sunny sonrió. -Pero, a diferencia del resto, yo también soy ingeniera. Puedo conectar con él a nivel intelectual y, ¿cuántas mujeres pueden decir lo mismo?

Yo no, pensó Meg.

Ella caminó hasta detrás de la señal el vertedero y apuntó la cámara hacia las tuberías de metano. -Entiendo la tecnología en la que está interesado -. Hizo clic. -Aprecio su pasión por la ecología tanto a nivel científico como práctico. Tiene una mente increíble y no mucha gente puede seguir el ritmo de ese tipo de inteligencia.

Otra mujer que pensaba que sabía lo él necesitaba. Meg no pudo resistirse. -

¿Y Ted corresponde tus sentimientos?

– Estamos en ello -. Ella volvió a bajar la cámara. -Al menos eso espero. Soy realista. Tal vez no suceda como quiero, pero soy como mi padre. No me retiro ante un desafío. Creo que Ted y yo tenemos futuro juntos e intentaré hacer todo lo posible para conseguirlo -. Ella miró directamente a Meg a los ojos. -Las cartas están en la mesa. Quiero que te vayas de Wynette.

– ¿Ahora? -No veía razón para decirle a Sunny ella estaría de camino si no la hubiera detenido. -¿Por qué?

– No es algo personal. Creo que eres buena para mi padre. Ha estado deprimido últimamente. Por hacerse mayor y todo eso. Has hecho que se olvidara de eso. El problema es que mantienes a Ted alejado de mí. Él nunca admitirá que se apoya en ti, pero es obvio.

– ¿Crees que Ted se apoya en mí?

– He visto la forma en que te mira, la forma en que habla de ti. Sé que tú y Lucy Jorik son muy amigas. Tú le recuerdas a ella y mientras estés alrededor, va a ser muy difícil para él seguir adelante.

Muy lista y aún así tonta.

– Yo también soy creyente de lo que mujeres mirando por el beneficio de mujeres -, dio Sunny. -Estar tanto alrededor de él tampoco es bueno para ti. He escuchado decir a más gente de la que puedo contar que lo tienes embobado, pero las dos sabemos que eso no es del todo cierto. Afrontémoslo, Meg. Ted nunca va a estar contigo. No tenéis nada en común.

Excepto padres famosos, una educación privilegiada, pasión por la ecología y una alta tolerancia por lo absurdo, algo que Sunny nunca comprendería.

– Ted está cómodo contigo porque le recuerdas a Lucy -, saltó Sunny. -Pero eso a todo lo que llegará. Estando aquí te está cortando las alas y haciendo más complicada mi relación con él.

– Tú realmente eres contundente.

Se encogió de hombros. -Creo en ser honesta.

Pero a lo que Sunny llamaba honestidad no era más que cruel desprecio por cualquier sentimiento u opinión que no fuera la suya.

– La sutileza nunca ha sido mi fuerte -, dijo con el orgullo que enarbolaba su propia importancia. -Si estás dispuesta a desaparecer, yo estoy dispuesta a ayudarte a empezar con tu negocio de joyería.

– ¿Dinero de sangre?

– ¿Por qué no? No eres una mala inversión. Incorporando reliquias auténticas a tus piezas, has tropezado con un bonito y pequeño mercado que podría ser muy rentable.

– Excepto por el detallo de que no estoy segura de querer estar en el negocio de la joyería.

Sunny no podía comprender que alguien rechazara un negocio viable y apenas pudo ocultar una mueca de desprecio. -¿Y qué vas a hacer?

Estaba a punto de decirle que se ocuparía ella misma de su futuro cuando escuchó unas ruedas en la grava. Ambas se giraron cuando un coche extraño frenó detrás de ellas. El sol le daba en los ojos, así que no pudo ver quién estaba conduciendo, pero la interrupción no la sorprendía. Los buenos ciudadanos de Wynette no la dejarían a solas con un Skipjack mucho tiempo.

Pero cuando la puerta se abrió, su estómago se revolvió. La persona que salió del sedán oscuro fue Spence. Ella se giró hacia Sunny. -Llévame de vuelta al pueblo.

Pero los ojos de Sunny estaban puestos en su padre mientras él se acercaba, su sombrero Panama ocultando la mitad de su rostro. -Papá, ¿qué estás haciendo aquí?

– Me dijiste que ibas a hacer las fotos hoy.

A Meg no le quedaban fuerzas para hacer frente a esto. -Quiero volver al pueblo ahora.

– Déjanos a solas -, le dijo Spence a su hija. -Tengo unas cuantos cosas que necesito decirle a Meg en privado.

– ¡No! No te vayas.

La alarma de Meg confundió a Sunny, cuya sonrisa de bienvenida a su padre desapareció. -¿Qué está pasando?

Spence inclinó su cabeza hacia el coche de su hija. -Nos veremos de vuelta en el pueblo. Vete.

– Voy donde tú vayas, Sunny -, dijo Meg. -No quiero quedarme a solas con él.

Sunny la miró como si estuviera llena de gusanos. -¿Qué te pasa?

– Meg es una cobarde -, dijo él. -Eso es lo que le pasa.

Meg no volvería a ser su víctima indefensa. -Sunny, tu padre me atacó ayer.

CAPÍTULO 20

– ¿Atacó? -Spence se rió groseramente. -Esa sí que es buena. Muéstrame alguna marca que tengas y te daré un millón de dólares.

La compostura habitual de Sunny había desaparecido y se dirigió a Meg con repugnancia. -¿Cómo puedes decir algo tan vil?

Más coches estaban llegando por el camino de grava, no sólo uno, sino toda una caravana, todos percibieron problemas. -Mierda -, exclamó Spence. -Un hombre no puede cagar en este pueblo sin que todo el mundo se entere.

Kayla salió por la puerta del pasajero del Kia rojo que conducía una de las camareras del Roustabout. -¿Qué estáis haciendo todos vosotros aquí? -gorgojeó yendo hacia ellos como si acabara de toparse con un picnic.

Antes de que nadie pudiera responderle, Torie, Dexter y Kenny salieron de un Range Rover plateado. El pareo hawaiano de Torie no pegaba con la parte superior de su biquini de cuadros. Tenía el pelo mojado y estaba sin maquillar. Su marido llevaba un traje azul oscuro y Kenny llevaba la mano decorada con una tirita de Spiderman. -Buenas tardes, Spence. Sunny. Hace buen tiempo después de lo de ayer. Lo que no quiere decir que no necesitáramos la lluvia.

Zoey salió de un Carey azul marino. -Estaba de camino a la reunión para el plan de estudios de ciencias -, dijo a nadie en particular.

Más coches llegaron detrás del suyo. Parecía que todo el pueblo había presentido la catástrofe en ciernes y todos habían decidido ir a evitarlo.

Dexter O'Connor gesticuló hacia el vertedero. -Eres un hombre afortunado, Spence. Tiene muchas posibilidades.

En lugar de mirarlo, Spence mantuvo su furiosa mirada en Meg, y el alivio que ella había sentido con la aparición de toda esta gente comenzó a esfumarse. Intentó convencerse de que estaba equivocada. Seguramente él lo dejaría pasar. Seguramente no insistiría en eso delante de toda esta gente. Pero había sabido desde el principio que él no toleraría que nadie quedara por encima de él.

– El contrato todavía no se ha firmado -, dijo ominosamente.

Una colectiva expresión de pánico cubrió las caras de todos los presentes. -Papá… -Sunny puso su mano sobre el brazo de su padre.

Torie se hizo cargo de la situación. Apretó el nudo de su pareo y fue hacia Spence. -Dex y yo estábamos planeando hacer una parrillada esta noche. ¿Por qué no os unís Sunny y tú? Si no os importa que estén los niños o podríamos enviarlos a casa de papá. Sunny, ¿has visto alguna vez emús de cerca? Dex y yo tenemos un rebaño completo. Básicamente me casé con él para poder alimentarlos. Él no está tan loco por ellos como yo, pero son las criaturas más dulces que nunca hayas visto -. Torie suspiró deliberadamente y con un largo monólogo describió los cuidados y la alimentación de los emús y sus beneficios para la humanidad. Estaba tratando de ganar tiempo, y como todo el mundo estaba mirando al camino, Meg no tuvo problemas para imaginarse por qué. Estaban esperando a que el caballero de la camioneta azul apareciera y salvara al pueblo del desastre.

Más vehículos llegaban por el camino. Torie se estaba quedando sin material sobre los emús y echó una mirada implorante a los demás. Su hermano fue el primero en reaccionar, pasando un brazo por los hombres de Spence y gesticulando hacia el vertedero con el otro. -He estado dándole muchas vueltas a la cabeza al circuito.

Pero Spence se alejó de él y estudió a la creciente multitud. Su mirada regresó a Meg, y la forma en que sus ojos se estrecharon le dijo a Meg que había llegado la hora. -Resulta que eso, podría ser un poco prematuro, Kenny. Tengo una reputación que considerar y, aquí Meg, acaba de decirle a mi hija algo muy impactante.