– La iglesia.
– ¿Estás planeando volver a vivir allí?
– Tal vez.
– Entonces, no, no puedes tenerla.
Parecía estar pensando en ello. Él esperó, el sonido de su sangre le llegaba a los oídos.
– ¿Qué hay del resto de tus posesiones? -dijo ella.
– Tuyas.
– No las quiero.
– Lo sé -. Algo floreció en su pecho, algo cálido y lleno de esperanza.
Ella lo miró, la lluvia le caía de la punta de la nariz. -Sólo quiero ver a tu madre una vez al año. En Halloween.
– Podrías querer repensártelo. Ella fue quién secretamente pagó el dinero para que tú ganaras la subasta.
Finalmente había conseguido sorprenderla. -¿Tu madre? -dijo ella. -¿No tú?
Tuvo que bloquear los codos para no abrazarla. -Yo todavía estaba en mi fase de enfado. Ella cree que eres, voy a citarla, cree que eres "magnífica".
– Interesante. Vale, ¿qué hay de un trato de cosas que no podamos hacer?
– No habrá tratos sobre cosas que no podemos hacer.
– Eso es lo que tú te crees -. Por primera vez se veía segura. -¿Estás… dispuesto a vivir en otro sitio que no sea Wynette?
Debería haberlo visto venir, pero no lo había hecho. Por supuesto que no querría volver a Wynette después de todo lo que le pasó allí. Pero ¿qué pasaba con su familia, sus amigos, sus raíces que se habían extendido tanto en el suelo rocoso que ya casi era parte de él?
Miró a la cara a la mujer que había sido reclamada por su alma. -Está bien -, dijo él. -Renunciaré a Wynette. Podemos trasladarnos a donde quieras.
Ella frunció el ceño. -¿De qué estás hablando? No quiero decir para siempre. Jesús, ¿estás loco? Pero voy en serio con lo de mi titulo, así que necesitaremos una casa en Austin, asumiendo que entre en la U.T.
– Oh, Dios, entrarás -. Su voz volvió a quebrarse. -Te construiré un palacio. Donde tú quieras.
Al final ella tan bien parecía a punto de llorar. -¿En serio renunciarías a Wynette por mí?
– Daría mi vida por ti.
– Vale, estas empezando a asustarme -. Pero no lo dijo como si estuviera asustada. Lo dijo como si estuviese realmente feliz.
Él la miró fijamente a los ojos, queriendo que ella supiese lo en serio que se lo estaba diciendo. -Para mí, no hay nada más importante que tú.
– Te amo, Teddy Beaudine -. Finalmente dijo las palabras que había estado esperando escuchar. Y luego, con un grito de alegría, se arrojó a su pecho, presionándolo con su cuerpo frío y mojado; escondiendo su rostro frío y mojado en su cuello; tocando con sus labios calientes y mojados su oreja. -Luego trabajaremos sobre nuestros problemas a la hora de hacer el amor -, le susurró.
Oh, no. No iba a tomar el mando tan fácilmente. -Al demonio, lo haremos ahora.
– De acuerdo.
Esta vez fue ella quién lo arrastró a él. Corrieron de vuelta a la limusina. Él le dio al chofer unas rápidas indicaciones, luego la besó a Meg hasta dejarla sin aliento mientras recorrían la poca distancia hasta el Battery Park Ritz. Entraron en el vestíbulo sin maletas y agua cayendo de la ropa. Pronto estuvieron cerrando la puerta de la cálida y seca habitación que daba al oscuro y lluvioso puerto.
– ¿Te casarías conmigo, Meg Koranda? -dijo él mientras la metía en el baño.
– Definitivamente. Pero mantendré mi apellido sólo para molestar a tu madre.
– Excelente. Ahora quítate la ropa.
Ella lo hizo, y él también lo hizo, manteniéndose a la pata coja, sujetándose el uno al otro, enredándose con las mangas de las camisas y los vaqueros húmedos. Él se dio la vuelta hacia el agua de la ducha espaciosa. Ella se le adelantó, se subió a la losa de mármol y abrió las piernas. -Vamos a ver si puedes usar tus poderes para el mal en lugar de para el bien.
Él empezó a reír y ella se unió. La cogió entre sus brazos, besándola, amándola, queriéndola como nunca había querido a nadie. Después de lo que ocurrió aquel horrible día en el vertedero, se prometió a sí mismo que nunca volvería a perder el control con ella, la sensación de ella contra él, le hizo olvidarse de todo lo que sabía sobre la forma correcta de hacerle el amor a una mujer. Esta no era cualquier mujer. Esta era Meg. Su divertido, bello e irresistible amor. Y, oh Dios, estuvo a punto de ahogarse.
Su cerebro finalmente se aclaró. Todavía estaba dentro de ella, y ella lo miraba desde el suelo de la ducha con una sonrisa radiante en su boca. -Adelante, pide disculpas -, dijo ella. -Sé que quieres hacerlo.
Le llevaría unos cien años comprender a esta mujer.
Ella lo empujó, extendió la mano para golpear el agua con la palma de la mano, y le dirigió una mirada que estaba llena de pecado. -Ahora es mi turno.
Él no tenía fuerzas para resistirse.
Cuando finalmente salieron de la ducha, se pusieron unos albornoces, se secaron uno al otro el pelo y corrieron hacia la cama. Justo antes de llegar a la cama, él fue hacia la ventana y cerró las cortinas.
Había dejado de llover y, a lo lejos, la Dama del Puerto lo miraba. Pudo sentir como ella sonreía.
EPÍLOGO
Meg se negó a casarse con Ted hasta tener su título. -Un genio merece casarse con una graduada en la universidad -, le dijo.
– Este genio merece casarse con la mujer que ama ahora mismo en lugar de esperar a que ella consiga un diploma -. Pero a pesar de sus protestas, él comprendía lo importante que era eso para ella, aunque no lo admitiese.
La vida en Wynette era completamente aburrida sin Meg, y todo el mundo quería que ella volviera, pero a pesar de las llamadas perdidas de números desconocidos y ocasionales visitas de varios residentes de Wynette a su pequeño apartamento en Austin, no pondría un pie en los límites del pueblo hasta su boda. -Estaría tentando a la suerte si vuelvo antes de eso -, le dijo a las miembro del comité de reconstrucción de la librería cuando aparecieron en su puerta con una jarra de mojitos y media bolsa de patatas fritas. -Sabéis que me meteré en problemas en cuanto pise el pueblo.
Kayla, quién reducía caloría comiendo sólo las patatas partidas, metió la mano en la bolsa. -No sé de lo que estás hablando. La gente se preocupa, igual que antes, para hacerte sentir bienvenida.
Lady Emma suspiró.
Shelby señaló a Zoey. -Es porque Meg es una yankee. Los yankees no aprecian la hospitalidad sureña.
– Seguro -. Torie lamió la sal de sus dedos. -Además, nos roban a nuestros hombres cuando nos damos la vuelta.
Meg rodó los ojos, bebió de su mojito y luego las despidió a todas para poder terminar su trabajo de eutrifazión. Después de eso, salió para supervisar a la estudiante de arte que había contratado para ayudarle a completar los pedidos que le continuaban llegando desde Nueva York. Pese a las protestas indignadas de Ted, los padres de él, los de ella, sus hermanos, el comité de la librería y el resto de Wynette, todavía seguía pagando sus gastos, aunque había dejado pasar por alto un poco sus principios con el regalo de compromiso de Ted, un Prius de un rojo brillante.
– Me das un coche -, le dijo ella, -y todo lo que tengo para ti es este clip para el los billetes.
Pero a Ted le encantaba el clip, el cuál había diseñado a partir de un medallón griego raro de Gaia, la diosa de la tierra.
Ted no pudo pasar tanto tiempo en Austin como habían planeado, y aunque hablaban mucho tiempo todos los días, echaban mucho de menos estar juntos. Pero él necesitaba estar cerca de Wynette. El grupo de inversores, seleccionados cuidadosamente, con los que había estado contactando para construir el resort de golf, por fin se habían juntado. El grupo estaba formado por el padre de Ted, Kenny, Skeet, Dex O'Connor, un par de reconocidos profesionales del turismo y unos cuantos hombres de negocios de Texas, ninguno relacionado con la fontanería. Sorprendentemente, Spence Skipjacks había resurgido amenazando con hacer público el "malentendido". Ted le dijo que no había ningún malentendido, y que debería seguir dedicándose a los aseos.
Ted se había mantenido interesado en lo del resort para así poder construirlo exactamente cómo él lo había previsto. Estaba feliz por el proyecto, pero con el exceso de trabajo y la construcción programada para poco después de la boda, estaba frenético. Aunque frecuentemente hablaba sobre que necesitaba a alguien que compartiese su mismo punto de vista y de su confianza para trabajar a su lado, no fue hasta que Kenny fue hasta Austin y acorraló a Meg para que tuvieran una conversación privada, que se dio cuenta que la persona con la que Ted quería trabajar era con ella.
– Sabe lo mucho que querías regresar a la universidad para conseguir tu título -, dijo Kenny. -Por eso no te lo preguntará.
A Meg no le llevó ni cinco segundos decidir que su título podía esperar. Trabajar con el hombre que amaba en un proyecto como este era su trabajo ideal.
Ted se mostró feliz cuando ella le preguntó si podía trabajar con él. Hablaron durante horas sobre su futuro y el legado que intentaban construir juntos. En lugar de tierra contaminada, ellos crearían lugares donde todas las familias, no sólo los ricos, pudieran reunirse para hacer un picnic o jugar al balón, lugares donde los niños pudieran atrapar luciérnagas, escuchar el canto de los pájaros y pescar en aguas limpias y sin contaminar.
Programó la fecha de la boda para exactamente un año después, menos un día, de la fecha de la boda de Ted con Lucy, una decisión contra la que Francesca protestó con vehemencia. Todavía estaba quejándose cuando Meg, con el diploma finalmente en su posesión, regresó a Wynette tres días antes de la ceremonia.
Mientras Ted recorría el pueblo para dar a conocer la reapertura de la librería, Meg se sentó en un taburete de la cocina de su futura suegra para desayunar. Francesca le pasó un bagel tostado por la encimera. -No es como si no tuvieras fechas para elegir -, dijo. -Honestamente, Meg, si no lo supiera, juraría que estabas intentando gafar todo el asunto.
– Justo lo contrario -. Meg untó mermelada de fresa en su bagel. -Me gusta el simbolismo de una nueva y brillante vida surgiendo de las cenizas del pasado.
– Eres tan rara como Teddy -, dijo Francesca exasperada. -No puedo creerme que tardara tanto tiempo en darme cuenta de lo perfectos que sois el uno para el otro.
Meg sonrió.
Dallie levantó la vista de su taza de café. -La gente de por aquí es como ella, un poco extraña, Francie. Eso la hace encajar mejor.
– Es un poco más que extraña -, dijo Skeet desde detrás del periódico. -Me abrazó ayer sin ninguna razón. Casi me da un ataque al corazón.
Dallie asintió. -Es extraña de esa forma.
– Estoy sentada aquí -, les recordó Meg.
Pero Skeet y Dallie se habían metido en una discusión sobe cuál de los dos era mejor dándole clases de golf, sin tener en cuenta que ya había elegido a Torie.
Francesca intentó otra vez sonsacarle detalles de su vestido de novia, pero Meg se negó a hablar. -Lo verás cuando los demás.
– No entiendo por qué dejaste que Kayla lo viera, y yo no.
– Porque es mi asesora de moda, y tú ya estás en mi futuro como mi futura molesta suegra.
Francesca no se molestó en discutir el segundo punto, sólo el primero. -Sé tanto de moda como Kayla Garvin.
– Estoy segura que más. Pero incluso así no lo vas a ver hasta que camine por el pasillo hacua el altar -. Le dio un pegajoso beso en la mejilla a Francesca y luego salió corriendo para reunirse con su familia en el hotel. No mucho después de eso, llegó Lucy.
– ¿Estás segura que quieres que esté allí? -le dijo Lucy por teléfono cuando Meg le pidió que fuera parte del cortejo nupcial.
– No podría casarme sin ti.
Tenían mucho sobre lo que hablar, y condujeron hasta la iglesia donde podían ponerse al día sin que nadie las escuchara. Ted las encontró descansando junto a la piscina natural. La tensión inicial entre los dos ex amantes había desaparecido hace mucho tiempo, y charlaron como los buenos amigos que siempre debían haber sido.
La cena de ensayo fue en el club de campo, como había sido la primera vez. -Me siento como si hubiera viajado hacia atrás en el tiempo -, le susurró Lucy a Meg no mucho después de llegar.
– Excepto que esta vez tú puedes relajarte y disfrutar -, le dijo Meg. -Va a ser entretenido, te lo prometo.
Y entretenido fue, cuando los lugareños acorralaron a Jake y Fleur para decirles cosas buenas sobre Meg. -Su hija es la mejor empleada que he tenido en el hotel -, les dijo Birdie con total seriedad. -Prácticamente se encargaba de todo. Difícilmente tenía algo que hacer.
– Es muy brillante -, dijo su madre con cara seria.
Zoey tiró de un par de exquisitos pendientes egipcios. -No tenéis ni idea de cuanto ha mejorado mi guardarropa -. Ella se metió la mano en el bolsillo, donde Meg pasó a descubrir que tenía un collar de chapas brillantes, que se puso en cuanto la madre de Hunter Gray apareció.
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