– El club de campo no ha sido lo mismo desde que se fue -, dijo efusivamente Shelby. -No sabrías lo difícil que es para algunas personas distinguir entre té helado Arizona normal y Light.

Era el turno de Kayla, pero Birdie tuvo que darle en las costillas para que alejara su atención de los guapos hermanos Koranda. Kayla parpadeó y obedientemente hizo su parte para mejorar la reputación de Meg. -Juró que gane tres kilos cuando se fue, estaba tan deprimida. Sus joyas prácticamente mantenían mi tienda a flote. Además, es la única mujer, a parte de Torie y de mí, que aprecia la moda vanguardista.

– Sois todas tan adorables -, dijo Meg arrastrando las palabras. Y luego, en voz alta, a sus padres. -Van a terapia de electroshock juntas. Así les hacen descuento.

– No hay gratitud en esta chica -, le dijo Shelby a Lady Emma.

Torie tomó una cucharada de cangrejo. -Siempre podríamos ponerla a cargo del comité de juegos para niños. Eso le enseñaría a respetarnos.

Meg gruñó, Lady Emma sonrió y Lucy estaba confundida. -¿Qué ocurre? -le dijo cuando pilló a Meg a solas. -Encajas totalmente aquí. Y no es un cumplido.

– Lo sé -, respondió Meg. -Es algo que simplemente pasa.

Pero Lucy estaba un poco molesta. -Ellos nunca fueron otra cosa que educados conmigo, así que claramente, no era lo suficientemente buena para ellos. Yo, la hija de la presidenta de Estados Unidos. Tú, por otro lado, la Señorita Embrollos, te adoran.

Meg sonrió y levanto su vaso hacia las locas de Wynette. -Nos comprendemos unas a otras.

Fleur se llevó a Lucy, Ted se unió a Meg y, juntos, vieron a Kayla y Zoey moverse hacia los hermanos de Meg. Ted tomó un sorbo de su copa de vino. -Shelby les ha dicho a tus padres que está bastante segura de que estás embarazada.

– No todavía.

– Suponía que me lo dirías primero -. Miró hacia las mujeres. -O quizás no. ¿Estás completamente segura de que quieres vivir aquí?

Meg sonrió. -No podría vivir en otro sitio.

Él entrelazó sus dedos con los de ella. -Una noche más y luego esa estúpida moratoria se habrá acabado. Nunca comprenderé cómo te las apañaste para que aceptara.

– No se cómo puedes llamar a cuatro días una moratoria.

– Estate segura como el infierno que se siente como una.

Meg se rió y lo beso.


A la tarde siguiente, sin embargo, era un manojo de nervios, y ni Lucy ni sus otras cinco damas de honor pudieron calmarla. Georgie y April, junto con sus famosos maridos, había volado desde Los Ángeles, mientras que Sasha había llegado desde Chicago. No le parecía correcto casarse sin tener al lado a Torie y Lady Emma, y todas se veían espectaculares con los vestidos rectos sin mangas de seda gris, cada uno con un conjunto ligeramente diferente de botones de imitación a diamantes por la parte de detrás.

– Kayla los va a poner a la venta por eBay cuando esto acabe -, anunció Torie a Meg cuando estaban reunidas en la antesala de iglesia antes de la ceremonia.

– Dinero que daremos a la caridad -, dijo firmemente Lady Emma.

En los ojos de Fleur aparecieron predecibles lágrimas cuando vio a Meg con el traje de novia. Lo mismo hicieron Torie y Lady Emma, pero por diferente razones. -¿Estás segura de esto? -Torie le susurró a Meg mientras el séquito nupcial se trasladó al atrio para la procesión.

– Hay cosas que están destinadas a ser así -. Meg agarró con más fuerza su ramo mientras Lucy organizaba la salida. El vestido, con un corsé estructurado en la parte superior, con frágiles mangas y una silueta estilizada, delicadamente adornada, formaba una V a su espalda. Lo llevaba con el velo de su madre y una tiara de cristales austriacos.

Las trompetas sonaron, una señal para la entrada de Ted por la frontal de la iglesia, junto con Kenny, su padrino. Aunque Meg no podía ver a su novio, sospechaba que un conveniente haz de luz habría elegido ese momento para atravesar el cristal de las vidrieras y poner uno de esos ridículos halos sobre él.

Estaba poniéndose histérica por momentos.

Lady Emma había alineado a las damas de honor. Con un sentido creciente de pánico, Meg miró a April salir primero, seguida por Torie y luego Sasha. Las manos de Meg estaban pegajosas, su corazón empezó a ir demasiado rápido. Georgie desapareció. Sólo Lady Emma y Lucy se quedaron.

Lucy susurró. -Estás guapísima. Gracias por ser mi amiga.

Meg intentó sonreír. Realmente lo hizo. Pero Lady Emma estaba dirijiéndose al pasillo y sólo Lucy estaba allí, Meg estaba helada.

Lucy se movió.

La mano de Meg salió disparada y la agarró por el brazo. -¡Espera!

Lucy miró por encima de su hombro.

– Tráelo -, dijo Meg con pánico.

Lucy la miró boquiabierta. -Estás bromeando, ¿no?

– No -. Meg tragó saliva. -Tengo que verle. Ahora mismo.

– Meg, no puedes hacer esto.

– Lo sé. Es horrible. Pero… Sólo tráelo, por favor.

– Sabía que venir era una mala idea -, murmuró Lucy. Luego respiró profundamente, puso la sonrisa de la Casa Blanca en su cara, y se dirigió al pasillo.

Mantuvo esa sonrisa firmemente en su cara hasta el momento que se detuvo ante Ted.

Él la estudió. Ella lo estudió a él.

– Uh, oh -, dijo Kenny.

Ella se lamió los labios. -Uhm… Lo siento Ted. Otra vez. Lo siento. Pero… Meg quiere verte.

– Te recomiendo no ir -, susurró Kenny.

Ted se giró hacia el Reverendo Harris Smithwell. -Perdóneme un minuto.

La multitud estalló en alboroto cuando él caminó por el pasillo, sin mirar a la derecha o la izquierda, sólo centrado en ir hacia la mujer que lo esperaba en la parte trasera del santuario.

Primero, se limitó a mirar a aquel rostro amado enmarcado en espuma de color blanco. Tenía las mejillas pálidas y los nudillos blancos alrededor de su ramo de novia. Se detuvo delante de ella.

– ¿Un día duro? -le preguntó.

Ella apoyó su frente contra su mandíbula, poniéndole a la altura de los ojos la tiara que le sujetaba el velo. -¿Sabes cuánto te amo? -le dijo ella.

– Casi tanto como yo te amo a ti -, respondió él, besándola gentilmente en la nariz, así no arruinaría su maquillaje. -Estás guapísimas, por cierto. Aunque… Juraría que he visto este vestido de novia antes.

– Es el de Torie.

– ¿El de Torie?

– Es de su ropa desechada. Era de esperar, ¿no?

Él sonrió. -Espero que fuera el de la boda con Dex y no el de sus matrimonios fallidos.

– Uh, huh -. Ella asintió y suspiró. -¿Estás… estás completamente seguro de esto? Soy una persona muy desordenada.

Sus ojos la atravesaron. -No hay tal cosa como ser demasiado ordenado, cariño.

– Excepto… Afrontémoslo. Soy lista, pero no tan lista como tú. Quiero decir… difícilmente alguien lo es, pero incluso así… es posible que tengamos niños tontos. No realmente tontos, pero… relativamente hablando.

– Lo entiendo, cariño. Casarse por primera vez puede ser estresante para cualquiera, incluso para alguien tan valiente como tú. Afortunadamente, tengo experiencia en esto de las bodas, así que puedo ayudarte -. Esta vez corrió el riesgo de estropearle el maquillaje dándole un tierno beso en los labios. -Cuanto antes terminemos con esto, antes te podré desnudar, perder mi autocontrol y humillarme a mí mismo de nuevo.

– Eso es verdad -. Finalmente el color comenzó a volver a sus mejillas. -Estoy siendo estúpida. Pero estoy bajo mucho estrés. Y cuando estoy estresado, algunas veces olvido que soy lo suficientemente buena para ti. Demasiado buena para ti. Tú todavía sigues cagándola, ya sabes, con eso de agradar a todo el mundo.

– Tú me protegerás de mí mismo -. Y de todos los demás, pensó él.

– Va a ser un trabajo de tiempo completo

– ¿Estás dispuesto a aceptarlo?

Ella finalmente sonrió. -Lo estoy.

Él le robó otro beso. -Sabes cuanto te quiero, ¿verdad?

– SÍ.

– Bien. Recuérdalo -. La envolvió entre sus brazos y antes de que ella pudiera decirle que era innecesario, que podía recomponerse y que tenía que soltarla en ese preciso momento. Antes de que pudiera decir nada de eso, empezó a caminar por el pasillo.

– Ésta -, anunció a todo el mundo, -no se va escapar.

FIN


Susan Elizabeth Phillips

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