Él levantó la cabeza de golpe.
– ¡Mierda!
Georgie tardó unos instantes en reaccionar. Cuando procesó el hecho de que la repentina luz procedía del flash de una cámara, Bram ya había entrado en acción. Pasó las piernas por encima de la barandilla del balcón y saltó al techo del porche de la planta baja. Ella dio un respingo y se inclinó por encima de la barandilla.
– ¡Para! Pero ¿qué haces?
Él no le hizo caso y avanzó como pudo por el tejado, como Lance o su doble habían hecho docenas de veces en otras tantas películas. El fogonazo del flash había surgido de un árbol de gran tamaño que alcanzaba el jardín por encima del muro medianero.
– ¡Te vas a romper el cuello! -gritó Georgie.
Bram se deslizó por el borde del tejado del porche quedando suspendido, durante un instante, de los dedos de las manos y, a continuación, se dejó caer al suelo.
Las luces de seguridad de la parte posterior de la casa se encendieron. Bram se puso de pie, atravesó el jardín a todo correr y desapareció detrás de unas cañas de bambú. Segundos después, su cabeza y sus hombros aparecieron mientras escalaba el alto muro de piedra que separaba su propiedad de la de su vecino.
¡Menuda estupidez! Georgie bajó las escaleras a toda velocidad y salió corriendo al jardín, que estaba iluminado como si fuera mediodía. La idea de que un instante tan íntimo fuera expuesto al mundo le producía náuseas. Corrió por el sendero hasta el muro mientras sus Crocs le raspaban los talones. El muro se elevaba más de medio metro por encima de su cabeza, pero encontró puntos de apoyo en las piedras y empezó a escalarlo. Un borde afilado le hizo un rasguño en la espinilla. Al final, subió lo suficiente para apoyar los brazos en el borde y ver lo que ocurría al otro lado.
El jardín del vecino era más grande y despejado que el de Bram. Tenía los arbustos bien podados, una piscina rectangular y una pista de tenis. Las luces de seguridad de aquel jardín también se habían encendido, y Georgie vio a Bram corriendo por el césped, persiguiendo a un hombre que sujetaba algo que sólo podía ser una cámara fotográfica. Seguramente, había subido al árbol para fotografiarlos con una película de alta velocidad y el flash debía haberse dispararado por accidente. ¿Cuántas fotografías debía de haber tomado antes de delatarse a sí mismo?
El paparazzi le llevaba mucha ventaja, pero Bram no se rendía. Saltó por encima de una hilera de arbustos. El fotógrafo llegó a un espacio abierto cubierto de césped. Era bajo y enjuto y Georgie no lo reconoció. Entonces desapareció detrás de una caseta.
Una mujer salió de la casa principal. Gracias a las luces del jardín, Georgie vio que tenía el pelo largo y claro e iba vestida con un camisón de seda melocotón. La mujer bajó a toda prisa los escalones de contorno semicircular que conducían al jardín, lo que no parecía el acto más inteligente con un intruso merodeando por allí. Cuando entró en un círculo de luz, Georgie se dio cuenta de dos cosas a la vez.
La mujer era Rory Keene… y llevaba un arma.
Capítulo 11
Georgie gritó con tanta suavidad como pudo, y con su voz más amigable y tranquilizante.
– Mmm… ¿Rory? Por favor, no dispares.
Rory se volvió hacia el muro y su pelo rubio ondeó a su alrededor.
– ¿Quién hay ahí?
– Soy Georgie York. Y el hombre que acabas de ver corriendo por tu jardín es Bram. Mi… esto… marido. Creo que tampoco deberías dispararle a él.
– ¿Georgie?
A Georgie, los dedos de los pies se le estaban volviendo insensibles en el interior de las Crocs y empezaba a resbalar del muro.
– Un fotógrafo se había subido a tu árbol para sacarnos unas fotos. Bram lo está persiguiendo. -Intentó aferrarse al borde del muro, pero los brazos le dolían-. Estoy… resbalando. Tengo que bajar.
– Creo que hay una puerta al final del muro.
Georgie bajó al suelo, haciéndose un rasguño en la otra espinilla.
– ¡Está por aquí, en algún lugar! -gritó Rory desde el otro lado del muro mientras Georgie tanteaba la pared de piedra-. La casa es propiedad del estudio y no hace mucho que vivo aquí.
Georgie encontró la puerta de madera, parcialmente escondida detrás de unos matorrales.
– ¡Ya la he encontrado, pero está atrancada!
– Yo empujaré desde este lado.
La puerta estaba atascada, pero al final cedió lo bastante para que Georgie se deslizara al otro lado. Rory la esperaba con el arma colgando entre los pliegues de su camisón. A pesar de que su pelo rubio y largo estaba enmarañado por el hecho de que acababa de despertarse, se la veía tranquila y calmada, como si enfrentarse a unos intrusos nocturnos fuera una cosa de cada día.
– ¿Qué ha pasado?
Georgie miró alrededor en busca de Bram, pero no estaba a la vista.
– Lo siento muchísimo. Bram y yo estábamos en el balcón cuando se ha disparado un flash. Un fotógrafo estaba escondido en ese árbol tan grande de tu jardín. Bram ha ido tras él. ¡Todo ha pasado tan deprisa!
– ¿Un fotógrafo se ha colado en mi casa para espiaros?
– Eso parece.
– ¿Quieres que llame a la policía?
Si Georgie fuera una ciudadana común, eso era exactamente lo que haría, pero ella no era una ciudadana común y la policía no era una opción para ella. Rory llegó a la misma conclusión.
– Estúpida pregunta.
– Tengo que… Será mejor que me asegure de que Bram no ha matado a nadie.
Georgie echó a caminar en la dirección en que Bram había desaparecido. Justo cuando llegaba a la piscina, lo vio aparecer por el otro extremo de la casa. Aparte de una ligera cojera y una expresión asesina, no parecía herido.
– El muy hijoputa se ha escapado.
– Podrías haberte matado saltando del tejado.
– No me importa. Esa cucaracha se ha pasado de la raya.
Justo entonces vio que Rory se acercaba a ellos, con el arma colgando de su costado como si fuera un bolso de Prada. Georgie no pudo evitar sentir envidia. Una mujer con la sangre fría de Rory Keene nunca se despertaría en un hotel de Las Vegas casada con su peor enemigo. Claro que las mujeres como Rory Keene controlaban sus vidas y no al contrario.
Bram se quedó helado. Rory no le hizo el menor caso.
– Mañana a primera hora telefonearé a mi agencia de seguridad, Georgie. Está claro que las luces no son suficientes para desanimar a los visitantes indeseados.
Bram fijó la mirada en la pistola.
– ¿Esa cosa está cargada?
– Pues claro.
Georgie se tragó un chiste acerca de los peligros de ser rubia e ir armada. Ni en broma parecía adecuado soltar un chiste a costa de una mujer tan expeditiva como Rory, sobre todo si acababan de despertarla a las tres de la madrugada.
– Parece una Glock -comentó él.
– Una treinta y uno.
El interés que Bram mostraba por la pistola produjo un escalofrío en Georgie.
– Tú no puedes tener una -terció-. Te exaltas con demasiada facilidad para ir armado.
Bram le dio una palmadita en la barbilla y ella sintió deseos de abofetearlo. Él le dio un beso rápido y formal que no podía ser más diferente del que se habían dado minutos antes.
– Me cuesta acostumbrarme a la idea de que te preocupes tanto por mí, cariño -declaró Bram-. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
– Hay una puerta.
Bram asintió con la cabeza.
– Casi lo había olvidado. Por lo visto, los propietarios originales de las fincas eran amigos.
Georgie se preguntó por qué Rory vivía en una casa alquilada por el estudio en lugar de una propia.
– Bram se olvidó de comentarme que vivías aquí.
Georgie deslizó la mano por la espalda de su marido. Un gesto que parecía afectuoso, salvo por el pellizco que le dio como represalia por la palmadita en la barbilla.
Él hizo una mueca.
– Sí que te lo mencioné, cariño. Supongo que con todo lo que nos ha ocurrido últimamente se te borró de la memoria. Además, éste no es el tipo de vecindario que predisponga a relacionarse con los vecinos.
Eso era cierto. Aquellas fincas caras y separadas por altos muros y puertas cerradas a cal y canto no creaban el ambiente ideal para celebrar fiestas de vecinos. Cuando vivía con Lance en el barrio de Brentwood, Georgie no había llegado a conocer a la estrella pop de los años noventa que vivía en la casa contigua.
Georgie deslizó la mirada hacia la Glock de Rory.
– Será mejor que te dejemos volver a la cama.
Rory se subió el tirante del camisón.
– Dudo que ninguno de nosotros consiga dormir mucho después de lo ocurrido.
– Tienes razón -comentó Bram-. ¿Por qué no vienes a casa? Prepararé café y calentaré unas galletas de canela caseras. Serás nuestra primera invitada oficial.
Georgie se lo quedó mirando. Era medianoche. ¿Había perdido la cabeza?
– Mejor en otra ocasión. Tengo que leer unas cosas. -Rory lo miró con frialdad y sorprendió a Georgie dándole un rápido abrazo-. Te telefonearé en cuanto haya hablado con la empresa de seguridad. -Se volvió de nuevo hacia Bram-. Sé bueno con ella. Y tú, Georgie, si necesitas ayuda, dímelo.
El falso buen humor de Bram desapareció.
– Si Georgie necesita ayuda, yo se la daré.
– Sí, claro, seguro -contestó Rory con tono irónico.
Y se alejó en dirección a la casa mientras los pliegues de su camisón ocultaban la pistola.
Bram esperó hasta estar en su lado del muro para hablar.
– Si la prensa amarilla publica alguna de esas imágenes, iremos contra ellos.
– Probablemente no las publicarán -contestó Georgie-. Al menos aquí no. Pero en Europa hay un gran mercado, y después aparecerán en Internet. No podremos hacer nada al respecto.
– Los demandaremos.
– Nuestro matrimonio se habrá acabado mucho antes de que el juicio se celebre.
– Entonces, ¿qué sugieres? ¿Que nos olvidemos del asunto? ¿Lo que ha ocurrido no te preocupa?
La verdad era que estaba como atontada.
– Me revienta -contestó.
Cruzaron el jardín posterior de la casa en silencio. Georgie pensó que no tenía por qué sentirse alterada. Las fotografías aportarían autenticidad a su falso matrimonio. Sin embargo, en el fondo se sentía casi tan violentada como el día en que los paparazzi la fotografiaron mirando la ecografía de Jade.
– Me voy a la cama -declaró cuando llegaron a la casa-. Sola.
– Tú te lo pierdes.
Estaba subiendo las escaleras cuando una interesante pieza del rompecabezas que constituía Bram Shepard encajó en su lugar.
– Rory tiene algo que ver con tu proyecto del espectáculo de reencuentro, ¿no? Por eso le hacías la pelota en el Ivy hace quince días. Y la embarazosa invitación a tomar galletas de canela…
– Tía, yo le hago la pelota a todo el que pueda proporcionarme un papel decente.
– Es patético, pero debo reconocer que resulta altamente gratificante verte de rodillas.
– Cualquier cosa con tal de progresar -declaró él restándole importancia.
Bram no podía dormir, así que se dirigió a la piscina. Su vida se había vuelto muy complicada, pensó mientras se desnudaba y se sumergía en el agua. Esperaba que aquel estúpido matrimonio le facilitara las cosas, pero no había tenido en cuenta la actitud protectora de Rory respecto a Georgie.
Se volvió cara arriba y flotó en el agua. Cada vez que intentaba salir del pozo en que había caído, otro hundimiento amenazaba con volver a enterrarlo. Georgie creía que se trataba sólo de una cuestión de dinero, pero ella no sabía que lo que más necesitaba Bram era respetabilidad. Y él no quería que ella lo supiera. Quería que Georgie siguiera viéndolo como el cabrón que siempre había sido. Su vida era sólo suya y no dejaría que ella entrara en ninguna área realmente importante.
No siempre había sido un solitario. Crecer sin una familia de verdad lo había empujado a crear para sí mismo una familia artificial con los colegas que, a la larga, lo habían dejado de lado. Bram creía que eran amigos suyos, pero ellos lo habían utilizado. Se habían gastado su dinero, habían explotado sus contactos y después le habían tendido una trampa con la maldita cinta erótica. Lección aprendida. Intentar ser el mejor implicaba ir solo.
Georgie no utilizaba a las personas, pero aun así no quería que ella hurgara en su psique intentando averiguar hasta qué punto necesitaba crear una vida nueva para sí mismo. Georgie lo conocía desde hacía mucho tiempo y veía demasiado. Además, resultaba peligrosamente fácil hablar con ella. Pero Bram no soportaba la idea de que lo viera fracasar, algo que cada día era más probable.
Georgie le resultaba útil para mejorar su reputación y tener sexo. Y, aunque se moría de ganas de acelerar este segundo aspecto, su desagradable comportamiento de la noche del yate implicaba que tenía que concederle todo el tiempo que ella necesitara… y después atraerla hacia él.
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