Bram tenía razón, y ella estaba harta de aquella farsa.
Realizaron el resto del trayecto en silencio, pero, después de aparcar en el garaje, Bram no bajó inmediatamente del coche sino que permaneció sentado, se quitó las gafas de sol y jugueteó con las patillas.
– Caitlin es la hija de Sarah Carter.
– ¿La novelista?
Georgie soltó la manecilla de la puerta.
– Murió hace tres años.
– Ya me acuerdo.
Teniendo en cuenta el pasado de Bram, Georgie creyó que Caitlin era una joven guapa y tonta, pero con una escritora del calibre de Sarah Carter como madre, eso era poco probable. Carter había escrito varias novelas de intriga y ninguna de ellas había tenido éxito. Después de su muerte, una editorial pequeña publicó La casa del árbol, una novela suya inédita. La novela fue dejando huella en el público y, a la larga, se había convertido en la obra estrella de los círculos literarios. A Georgie, como al resto del mundo, le encantó.
– Cuando la novela se publicó por primera vez, antes de que entrara en las listas de éxitos, Caitlin y yo estábamos saliendo -explicó Bram-. Caitlin me comentó que lo último que había escrito su madre antes de morir era el guión para la versión cinematográfica de La casa del árbol, y me dejó leerlo.
– ¿Sarah Carter en persona escribió el guión de la película?
– Y es jodidamente bueno. Dos horas después de haberlo leído, yo ya había conseguido la opción de la versión cinematográfica.
Georgie casi se atragantó.
– ¿Tú tienes la opción de realización del guión de La casa del árbol? ¿Tú?
– Estaba borracho y no me paré a pensar en qué me estaba metiendo.
Bram salió del coche con el mismo aspecto de tío bueno e inútil de siempre.
Georgie atravesó corriendo el garaje tras él.
– ¡Espera un segundo! ¿Me estás diciendo que conseguiste los derechos antes de que el libro se convirtiera en un superventas?
Él se dirigió hacia la casa.
– Estaba borracho y tuve suerte.
– Pues sí. ¿Y de cuánta suerte estamos hablando?
– De mucha. En estos momentos, Caitlin podría vender los derechos de realización por veinte veces más de lo que yo le pagué. Algo que no deja de recordarme continuamente.
Georgie se llevó la mano al pecho.
– Dame un minuto. No sé qué me cuesta más imaginarme, si a ti como productor o el hecho de que leyeras todo un guión de principio a fin.
Bram fue a la cocina.
– He madurado desde los días de Skip y Scooter.
– Eso lo dirás tú.
– No tuve que consultar casi ninguna de las palabras importantes en el diccionario.
Ella no esperaba que añadiera nada más y se sorprendió cuando él continuó:
– Por desgracia, estoy teniendo problemas para conseguir la financiación.
Georgie se detuvo de golpe.
– ¿Me estás diciendo que estás intentando en serio llevar adelante el proyecto?
– No tengo nada mejor que hacer.
Eso explicaba las misteriosas llamadas telefónicas, pero no por qué lo había mantenido tan en secreto. Él dejó las llaves del coche sobre la encimera de la cocina.
– La mala noticia es que mi opción expira antes de tres semanas y, si no consigo el dinero para entonces, Caitlin recuperará los derechos.
– Y será considerablemente más rica.
– A ella lo único que le importa es el dinero. Odiaba a su madre. Vendería los derechos de La casa del árbol a una productora de dibujos animados si le hicieran la mejor oferta.
Georgie nunca había comprado la opción de realización de una novela o un guión ya escrito, pero sabía cómo funcionaba el proceso. El titular de la opción, en aquel caso Bram, sólo disponía de cierto período de tiempo a fin de conseguir un respaldo financiero sólido para el proyecto antes de que su opción expirara, momento en el que los derechos revertirían en el propietario original. Si eso ocurría, lo único que le quedaría a Bram sería un enorme agujero en su cuenta bancaria, y eso explicaba su actitud aduladora hacia Rory Keene.
– ¿Estás cerca de conseguir que alguien te respalde en el proyecto? -preguntó Georgie, aunque ya tenía una idea de la respuesta.
Bram sacó una botella de agua de la nevera.
– Bastante cerca. A Hank Peters le encanta el guión y está interesado en dirigir la película, lo que ha llamado la atención del gremio. Con el reparto adecuado, podríamos rodarla con un presupuesto muy reducido, lo que sería otra ventaja.
Peters era un gran director, pero Georgie no se lo imaginaba queriendo trabajar con el impresentable de Bram Shepard.
– ¿Hank está interesado o se ha comprometido?
– Está interesado en comprometerse. Y yo ya dispongo de un actor para el personaje de Danny Grimes. Eso forma parte del trato.
Grimes era un personaje polifacético y a Georgie no le sorprendía que muchos actores quisieran interpretarlo.
– ¿A quién has conseguido?
Bram giró el tapón de la botella.
– ¿A quién crees?
Ella lo miró fijamente y soltó un gemido.
– ¡Oh, no…! ¡Tú no!
– Un par de clases de interpretación y seré capaz de hacerlo.
– No puedes interpretar un personaje como ése. Grimes tiene un carácter muy complejo. Es contradictorio, está torturado… Todos se reirían de ti. No me extraña que no consigas que nadie te financie.
– Gracias por tu voto de confianza. -Bebió un trago de agua.
– ¿Has reflexionado a fondo sobre este asunto? Las grandes productoras buscan algo más que una reputación de severa informalidad. Y tu insistencia en interpretar el papel protagonista… no es muy inteligente por tu parte.
– Puedo hacerlo.
Su entusiasmo inquietó a Georgie. El Bram que ella conocía sólo se preocupaba por el placer. Consideró la posibilidad de que no lo conociera tan bien como creía, y no sólo por el interés que mostraba en La casa del árbol… Georgie no había percibido ningún signo de drogadicción en Bram, quien, además, se pasaba horas en su despacho todos los días. Se había deshecho de sus viejos y desalmados amigos, lo que resultaba extraño en un tío que odiaba estar solo. El alcohol y una arrogancia patológica parecían ser sus únicos vicios.
– Me voy a nadar. -Y se marchó a la piscina.
Georgie subió a su habitación y se puso unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Si el guión era tan bueno como Bram decía, todos los productores de la ciudad debían de estar esperando a que su opción expirara para abalanzarse sobre el proyecto. El papel protagonista caería en manos del guaperas del mes en lugar del actor mejor preparado para interpretarlo, que, en cualquier caso, no era Bram. Éste había interpretado brillantemente a Skip Scofield, pero no tenía las dotes ni la profundidad para abordar un papel emocionalmente complejo, como demostraban los superficiales personajes que había interpretado desde entonces.
Georgie se estaba poniendo sus sandalias más cómodas cuando, de repente, levantó la cabeza.
– ¡Cabrón!
Bajó las escaleras con furia y cruzó el porche hasta la piscina, donde Bram estaba dando brazadas.
– ¡Tú, imbécil! ¡No existe ningún guión sobre el reencuentro de Skip y Scooter! Era una pantalla de humo que has utilizado para ocultar lo que estabas haciendo realmente.
– Ya te dije que no había ningún espectáculo de reencuentro. -Se sumergió en el agua.
– Pero me hiciste creer que lo había -declaró ella en cuanto el otro emergió a la superficie-. Este estúpido matrimonio de pacotilla… Mi dinero sólo era un extra, ¿no? La casa del árbol es la verdadera razón de que accedieras a cooperar. No podías permitirte ser el segundo hombre en la historia reciente que rompiera el corazón de la querida Georgie York. No podías porque necesitabas que los mandamases creyeran que te habías convertido en un ciudadano decente y te tomaran en serio.
– ¿Tienes algún problema con eso?
– ¡Tengo un problema con que me engañen!
– Estás tratando conmigo. ¿Qué esperabas?
Georgie avanzó enojada por el bordillo de la piscina mientras él nadaba hacia la cascada.
– Si la gente cree que mi respetabilidad se te ha contagiado mejorará tu posibilidad de conseguir que se haga la película, ¿no es eso lo que pretendías?
– No deberías menospreciar así el vínculo sagrado del matrimonio.
– ¿Qué vínculo sagrado? La única razón de que me hayas contado la verdad es que quieres acostarte conmigo.
– Soy un tío. Denúnciame.
– ¡No vuelvas a dirigirme la palabra nunca más! Durante lo que te queda de vida.
Georgie se alejó hecha una furia.
– ¡Por mí, de acuerdo! -gritó él-. A menos que quieras decirme palabras guarras, no me gustan las mujeres que hablan demasiado en la cama.
El teléfono que Bram había dejado junto a la piscina sonó. Él nadó hasta el bordillo y lo cogió. Georgie se detuvo para escuchar.
– Scott… ¿Cómo va todo? Sí, ha sido de locos… -Se cambió el teléfono de oreja y subió la escalerilla-. No quiero explicártelo por teléfono, pero tengo algo que te interesará. Podríamos quedar mañana por la tarde en el Mandarin para tomar una copa y hablar sobre ello. -Frunció el ceño-. ¿El viernes por la mañana? De acuerdo. Cambiaré un par de citas. Ahora tengo que dejarte, llego tarde a una reunión.
Cerró el móvil y cogió una toalla. Georgie tamborileó con el pie en el suelo.
– ¿Tarde para una reunión?
– Esto es Los Ángeles. Sé siempre la primera en terminar una conversación.
– Lo tendré en cuenta. Y no conseguirás de mí ni un pavo más.
En lugar de regresar a la casa, se dirigió con determinación al despacho de Bram. La idea de que él quisiera trabajar le inquietaba. Al menos, su revelación acerca de aquel guión le había dado algo en lo que pensar, distrayéndola del posible papel metafísico que había representado en la pérdida del bebé de Lance.
Arrancó la cinta adhesiva que cerraba la caja que supuestamente contenía el guión del reencuentro de Skip y Scooter y sacó del interior un montón de revistas pornográficas con una nota en un post-it azul que decía: «La realidad es mucho mejor.»
Mientras se dirigía al gimnasio, Bram se preguntó qué estúpida debilidad lo había empujado a contarle a Georgie lo de La casa del árbol. Claro que, cuando ella se había enterado de lo del bebé de Lance y Jade había puesto una expresión tan jodidamente melodramática (otra vez aquel exagerado sentido de la responsabilidad suyo) que, por lo que fuera, a él se le había escapado la verdad, aunque enseguida se había arrepentido de habérsela contado. El fracaso flotaba sobre él como un nubarrón. Con unas probabilidades tan elevadas en su contra, cuanta menos gente supiera lo mucho que La casa del árbol significaba para él, mejor. Sobre todo Georgie, quien estaba deseando verlo fracasar.
No se molestó en cambiarse el bañador húmedo y entró directamente en el gimnasio. Un par de días antes había aparecido una barra de ballet. Otra invasión de su espacio íntimo. ¿Qué haría con su vida si La casa del árbol se le escapaba de las manos? ¿Volver a actuar como artista invitado o como seductor insulso? La idea le revolvió el estómago.
Puso un CD de Usher y contempló con desagrado la cinta de correr. Quería estar al aire libre y correr libremente kilómetros y kilómetros por las colinas, como solía hacer, pero gracias al percance de Las Vegas estaba atrapado.
Al menos ahora tenía el gimnasio para él solo. Ver a Georgie realizar su rutina de estiramientos se había convertido en una tortura. Ella se recogía el pelo para hacer ejercicio y hasta su nuca le resultaba erótica. Y después realizaba aquellos sexys movimientos con sus largas piernas. El hecho de que la huerfanita Annie fuera la primera de su lista de mujeres excitantes decía mucho sobre su vida.
Pero no podía infravalorarla con tanta facilidad como ella se infravaloraba a sí misma. Georgie tenía un atractivo sexual inconsciente que daba cien vueltas a las tetas voluminosas y las poses afectadas. Nadie pillaría a Georgie York haciendo alarde de sus cualidades de fémina en público.
Ni en privado… Algo que él estaba cada día más empeñado en cambiar. Georgie podía odiar las entrañas de Bram, pero estaba claro que le encantaba el envoltorio. Ella todavía no lo sabía, pero sus días de consumirse por culpa del Perdedor estaban llegando a su fin.
¿Quién había dicho que sólo se preocupaba de sí mismo? Liberar a Georgie York se había convertido en su deber cívico.
Capítulo 12
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