– Por lo visto, últimamente tienes problemas para devolver las llamadas -declaró Paul.
– Esta semana ha sido una locura. -Laura tanteó con el pie por debajo del escritorio en busca de los zapatos de tacón de aguja que se había quitado un rato antes-. Justo ahora iba a telefonearte.
– Cinco días tarde.
– He tenido una gripe estomacal.
Mientras buscaba los zapatos, se obligó a recordar todo lo que admiraba en Paul. Podía ser el estereotipo de padre sobreprotector de niña famosa, pero había educado bien a Georgie. A diferencia de tantos otros niños famosos, Georgie nunca había necesitado pasar una temporada en un centro de rehabilitación, no había cambiado de novio todas las semanas ni se había «olvidado» de que no llevaba puestas unas bragas al salir de un coche. Paul también había sido muy escrupuloso gestionando el dinero de su hija y sólo se había reservado unos modestos honorarios que le permitían vivir de forma confortable pero no ostentosa. Lo que no había hecho era proteger a Georgie de su propia ambición.
Paul se dirigió a la pared detrás del sofá del despacho de Laura y se tomó su tiempo examinando las placas y fotografías que colgaban de ella: menciones cívicas, títulos profesionales, tomas de ella con varias celebridades a ninguna de las cuales representaba… Georgie era su único cliente de categoría y su fuente de ingresos más importante.
– Quiero a Georgie en el proyecto Greenberg -declaró Paul.
Laura consiguió mantener una sonrisa serena.
– ¿La historia de chica-vampiro sexy y tonta? Interesante idea.
«Una idea horrible.»
– El guión es fantástico -comentó Paul-. Me sorprendió lo bueno que es.
– Realmente divertido -corroboró ella-. Todo el mundo habla de él.
– Georgie aportará una nueva dimensión a la historia.
Una vez más, Paul no tenía en cuenta los deseos de su hija. La venganza de la vampiro bombón, a pesar de ser divertida y tener un diálogo ingenioso, representaba el tipo de papel que Georgie quería evitar.
Laura tamborileó con las uñas encima del escritorio.
– El papel podría haber sido escrito para ella. Lástima que Greenberg esté tan empeñado en que lo interprete una actriz dramática.
– Él sólo cree que sabe lo que quiere.
– Es probable que tengas razón. -Laura miró el techo-. Cree que contratar a una actriz seria y dramática dará más credibilidad al proyecto.
– Yo no he dicho que vaya a ser fácil. Gánate tu quince por ciento y consigue que le conceda una entrevista. Dile que a Georgie le encanta el guión y quiere hacerlo por encima de todo.
– Desde luego. Lo llamaré enseguida.
¿Cómo demonios convencería a Greenberg para que se reuniera con Georgie? Laura tenía más confianza en la habilidad de Paul para convencer a su hija para que interpretara un papel que no quería, que en la suya propia para convencer al director para que la contratara.
– Otra cosa… -Sólo había encontrado un zapato, así que no podía ponerse de pie, lo que le otorgaba a Paul la ventaja de estar por encima de ella-. Empiezan a rodar el mes que viene y Georgie ha pedido seis meses de baja.
– Yo me encargaré de Georgie.
– Prácticamente está de luna de miel y…
– He dicho que me encargaré de ella. Cuando hables con Greenberg, recuérdale la vis cómica de Georgie y lo mucho que la audiencia femenina se identifica con ella. Ya conoces el rollo. Y recuérdale también que en estos momentos es el centro de atención de la prensa. Eso vende entradas.
No necesariamente. La presencia de Georgie en la prensa del corazón nunca se había traducido en éxito de audiencia. Laura empujó a un lado el bloc que tenía encima del escritorio.
– Sí, bueno… Ya sabes que haré lo que pueda, pero no debemos olvidar que esto es Hollywood.
– Nada de excusas. No lo intentes, hazlo, Laura. Y que sea deprisa.
Paul se despidió con gesto malhumorado y salió del despacho.
Le dolía la cabeza. Seis años atrás, cuando Paul la había elegido entre todos los agentes de Starlight para representar a Georgie, Laura se había sentido entusiasmada. Lo interpretó como su gran oportunidad, como un tardío reconocimiento por una década de duro trabajo durante la cual una docena de jóvenes que frecuentaban el Ivy y que tenían la mitad de experiencia que ella la habían adelantado. Entonces no se dio cuenta de que había cerrado un trato con el demonio, un demonio llamado Paul York.
Y ahora sus sueños de convertirse en una agente influyente parecían cosa de risa. Ella no tenía ni el engreimiento ni la apariencia de los otros agentes. La única razón por la que Paul la había contratado era porque quería una portavoz que pudiera controlar, y los agentes reputados de Starlight no se prestarían a seguirle el juego. El sustento de Laura, que ahora incluía un apartamento de lujo, dependía de su habilidad para convertir en realidad los deseos de Paul.
Ella solía enorgullecerse de su integridad, pero ahora apenas recordaba el significado de esa palabra.
Durante los cuatro días siguientes, Bram se reunió con otro inversor potencial, pero no estuvo más dispuesto a apostar por él que los anteriores. Georgie asistió a dos clases más de baile, fue a que le cortaran el pelo un par de centímetros y se preocupó acerca de su futuro. Cuando eso le resultó demasiado deprimente, intentó persuadir a Meg para que fuera de compras con ella, pero su amiga conocía bien el funcionamiento de Hollywood.
– Si quisiera que mi cara apareciera en todas las páginas de US Weekly, saldría a dar una vuelta con mis padres. Sois vosotros los que habéis elegido este tipo de vida, no yo.
Así que se fue a montar a caballo y Georgie tuvo que soportar una difícil comida con su padre en el restaurante de moda más reciente, donde se sentaron en un compartimiento con asientos de piel y debajo de una lámpara de araña fabricada con metal laminado.
– La venganza de la vampiro bombón tiene un guión brillante y es muy divertida -declaró Paul clavando el tenedor en su bistec a la plancha con ensalada-. Ya sabes lo difícil que es encontrar una combinación así.
Le tendió la cesta del pan a Georgie, pero ella no tenía mucho apetito. Durante las últimas dos semanas, Chaz le había preparado montones de hamburguesas con queso y raciones de lasaña. La verdad era que las aristas de sus huesos habían empezado a perder su carácter afilado y sus mejillas habían dejado de parecer cavidades funestas, aunque estaba casi segura de que ésa no era la intención de Chaz.
– Estoy segura de que será un gran éxito, pero… -Removió el risotto al limón de su plato e intentó mantenerse firme en su resolución. Se trataba de su vida, de su carrera, y tenía que abrirse camino ella sola-. Necesito un descanso de los papeles emocionalmente insustanciales. He hecho mis deberes, papá, y no quiero actuar en otra comedia. Quiero algo que suponga un reto para mí, algo que pueda entusiasmarme.
Georgie no se molestó en sacar a colación lo de los seis meses de vacaciones por los que tanto había luchado. Tenía que volver al trabajo lo antes posible para evitar pasar tanto tiempo con Bram.
Su padre se reclinó en el asiento.
– No seas tan predecible, Georgie. ¡Otra actriz de comedia que quiere interpretar a Lady Macbeth! Haz aquello para lo que eres buena.
Ella no podía permitirse ceder.
– ¿Cómo sé que no soy buena en otro tipo de papeles si no me arriesgo a probarlos?
– ¿Tienes idea de lo que se está esforzando Laura para conseguirte una reunión con Greenberg?
– Primero tendría que haber hablado conmigo. -Como si Laura pensara alguna vez en consultarle a ella.
Paul se quitó las gafas y se frotó los ojos. Parecía cansado, lo que hizo sentirse culpable a su hija. Para él la vida no había sido fácil, pues había enviudado a los veinticinco años y había tenido que criar a una niña de cuatro. Él le había dedicado toda su vida y, en aquella etapa, lo único que ella le daba a cambio era resentimiento. Volvió a ponerse las gafas, cogió el tenedor y lo dejó de nuevo en el plato sin usarlo.
– Creo que esta dejadez tuya…
– Eso no es justo.
– Esta falta de enfoque, entonces. Creo que es influencia de Bram, y me asusta que te esté contagiando su actitud de poca profesionalidad.
– Bram no tiene nada que ver con mi actitud.
Mientras hurgaba en su risotto, Georgie esperaba que su padre le recordara que se había mostrado más dispuesta a cooperar mientras estuvo casada con Lance. Su padre y Lance coincidían siempre en todo. Tanto que ella con frecuencia había pensado que Lance debería haber sido el hijo de Paul en lugar de ella.
Pero Paul elegía sus batallas.
– Tienen planeado estrenar La vampiro bombón el Cuatro de Julio del año que viene. Es la película de verano perfecta. Tiene la palabra «éxito» escrita por todas partes.
– No lo será si yo salgo en ella.
– No hagas eso, Georgie. Los pensamientos negativos atraen resultados negativos.
– Concurso de baile será un fracaso. Los dos lo sabemos muy bien.
– Estoy de acuerdo en que tomaron algunas malas decisiones, pero precisamente por eso tienes que vincular tu nombre a La vampiro bombón lo antes posible. Toda la publicidad de la que eres objeto ahora te abre las puertas de una oportunidad irrepetible. Si no la aprovechas, te arrepentirás el resto de tu vida.
Georgie reprimió su enfado recordándose que su padre siempre quería lo mejor para ella. Desde el comienzo, él había sido su defensor incondicional. Si ella interpretaba un papel que era un fracaso, él le decía que el director de reparto era un desastre. Eso era lo que ocurría con su padre. Él siempre había hecho lo posible para protegerla. Incluso se había negado a que actuara como protagonista en la historia de una niña prostituta cuando tenía doce años. ¡Si al menos su proteccionismo se debiera al amor en lugar de la ambición!
Una vez más, Georgie pensó en lo distinto que habría sido todo si no hubiera perdido a su madre.
– Papá… si mamá no hubiera muerto, ¿crees que habrías continuado con tu carrera de actor?
– ¿Quién sabe? Es inútil especular.
– Lo sé, pero… -El risotto estaba demasiado salado y Georgie apartó el plato-. Cuéntame otra vez cómo os conocisteis.
Paul suspiró.
– Nos conocimos el último año de la carrera. Yo interpretaba a Becket en Asesinato en la catedral y ella me entrevistó para el periódico de la universidad. Atracción entre opuestos. Tu madre era muy atolondrada.
– ¿La querías?
– Georgie, de eso hace mucho tiempo. Tenemos que centrarnos en el presente.
– ¿La querías?
– Mucho.
La impaciencia con que soltó aquella palabra le indicó a Georgie que sólo decía lo que ella quería oír.
Mientras contemplaba su risotto intacto, pensó que resultaba irónico que en aquellos momentos se sintiera más cómoda con su marido de mala reputación que con su propio padre. Claro que a ella la opinión de Bram no le importaba. Quizás uno de aquellos días dejaría de preocuparse por lo que opinaba su padre.
Antes de que terminaran de comer, su sentimiento de culpabilidad le hizo sacar lo mejor de sí misma e invitó a su padre a cenar el fin de semana siguiente. También invitaría a Trev y Meg. Quizás incluso a Laura. Su agente títere era buena dando conversación y, con Bram y su padre lanzándose dardos el uno al otro, necesitaría un mediador.
A Chaz le dio un ataque cuando Georgie le dijo que pensaba contratar un servicio de comidas a domicilio.
– Mis comidas siempre han sido lo bastante buenas para Bram y sus amigos -dijo Chaz-, pero supongo que tú eres demasiado selecta.
– ¡Muy bien! -replicó Georgie-. Si quieres cocinar, cocina. Sólo intentaba facilitarte las cosas.
– Entonces dile a Aaron que me ayude a servir.
– De acuerdo. -Tenía que preguntarlo-: ¿Para qué amigos de Bram has cocinado? No parece tener muchas visitas.
– Sí que las tiene. Yo cociné para sus amigas. Y para Trevor. Y también estaba aquel famoso director, un tal señor Peters, que vino hará un par de meses.
Así que era cierto que Hank Peters se había reunido con Bram. Interesante.
La mala publicidad de las fotografías del balcón por fin empezó a decaer, pero ellos tenían que volver a realizar una aparición pública antes de que cobrara fuerza otra vez. El jueves, dos días antes de la cena, fueron al restaurante de postres Pinkberry, en West Hollywood. Hacía días que Bram no comentaba nada acerca de su falta de vida sexual, lo que resultaba desconcertante. Se comportaba como si el sexo fuera una cuestión que no le importara en absoluto, aunque siempre parecía olvidar ponerse la camiseta y rozaba el brazo de Georgie cada vez que pasaba por su lado. Ella, por su parte, empezaba a sentirse como si estuviera ardiendo por dentro.
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