– Georgie, esto es un poco delicado… -Su mirada firme indicaba que la delicadeza no le preocupaba mucho-. Desde que salieron aquellas horribles fotografías, me he estado diciendo que debo ocuparme de mis asuntos, pero no puedo. Si te ocurriera algo, nunca me lo perdonaría.
Georgie no se esperaba aquello y se sintió incómoda. Aunque los cotilleos de la prensa se estaban apaciguando, era evidente que a Rory no se la convencía tan fácilmente.
– No le des más vueltas. En serio. Todo va bien. Ahora háblame de la casa. Me sorprendió saber que estabas de alquiler.
Rory bebió un sorbo de champán y dejó la copa en la mesa que tenía al lado.
– La alquila el estudio. Es nuestra versión de la Casa Blanca. Yo tengo mi zona privada, pero reservamos un ala aparte para los invitados especiales: VIP de la empresa, directores, productores, personas a las que queremos agasajar… Ahora mismo, estamos hospedando a unos directores de cine extranjeros realmente increíbles. Forman parte de un proyecto que estoy promoviendo.
– Estoy segura de que se sentirán halagados de hospedarse aquí.
– Un equipo de empleados se encarga de atenderlos. Yo no tengo que entretener a nadie si no lo deseo. -Rory desplegó las piernas y volvió a dirigir la imponente fuerza de sus ojos de hielo hacia Georgie-. Si alguna vez te sientes… incómoda, como si necesitaras marcharte a toda prisa, puedes venir a mi casa. A cualquier hora del día o la noche.
Georgie no sabía qué odiaba más, si la idea de que Rory creyera que Bram era un maltratador o la de que ella tenía tan poca autoestima que permitiría que alguien abusara de ella.
– Aquellas fotos eran engañosas, Rory. Sé que parecía que estuviéramos peleándonos, pero no es cierto. Sinceramente, Bram nunca me haría daño. Volverme loca, sí, pero hacerme daño físicamente, nunca.
– Las mujeres no siempre piensan razonablemente cuando hay un hombre como Bram Shepard por medio -declaró Rory-. Y después de lo que pasaste con Lance…
– Me emociona que te preocupes por mí, de verdad, pero no es necesario. -Georgie no quiso dejar escapar la ocasión-. Ya has intentado cuidarme antes. Te lo agradezco, pero no puedo evitar preguntarme por qué.
– No te acuerdas de lo que hiciste por mí, ¿no?
– Espero que te prestara unos pendientes preciosos de diamantes y que estés pensando en devolvérmelos.
Rory esbozó su sonrisa de diosa de las nieves.
– No tienes esa suerte. -Cogió su copa de champán y la hizo girar con los dedos-. Cuando trabajé en Skip y Scooter siempre te mostraste amable con los miembros del equipo.
Georgie nunca había entendido la lógica de las estrellas que les hacían la vida imposible a las personas cuyo trabajo consistía en que tuvieran mejor aspecto. Además, su padre nunca le habría permitido comportarse como una diva. Aun así, ser amable con el equipo no le parecía una razón suficiente para que Rory se preocupara por ella.
– También me gusta ver que la gente decente alcanza el éxito.
Rory bebió otro sorbo de champán.
En aquellos momentos, Georgie no se sentía precisamente como una persona de éxito.
– Tú fuiste la mejor asistente de producción que trabajó en la serie. Lamenté que sólo te quedaras una temporada.
– Trabajar en aquel programa era duro. Demasiada testosterona.
Georgie se acordó de cuando se burló de Bram por habérselo hecho pasar mal a Rory, pero ahora no le pareció tan divertido.
– Bram intentó ligar contigo, ¿no?
– Continuamente. -Rory tiró, distraída, del diamante de su pendiente-. Pero el verdadero problema fueron sus amigos.
– Eran unos imbéciles. Un puñado de parásitos que vivían de él. Me alegra decirte que ya se los ha sacado de encima.
Bram se había sacado de encima a todo el mundo, lo que resultaba extraño para alguien que siempre había procurado estar rodeado de gente.
– Introducían imágenes pornográficas en mi carpeta de trabajo -explicó Rory con calma-. Tiraban del cierre de mi sujetador cuando pasaba por su lado. Y cosas peores.
– ¿Y Bram no lo impidió?
– No creo que se enterara de lo peor. Pero ellos eran sus amigos e insistía en que se les permitiera estar en el plató. Cuando intenté hablar con él sobre ellos, me dijo que lo dejara en paz. -Se rodeó una muñeca con la otra mano-. Una tarde, dos de ellos me acorralaron.
Georgie se enderezó en el sillón.
– ¡Ahora me acuerdo! Aquel día ya habíamos acabado de rodar, pero yo me había dejado un libro o algo en el plató. Regresé para cogerlo y vi que te habían inmovilizado contra la pared. Me había olvidado de que aquélla eras tú.
– Sí, era yo. Tú te pusiste a gritarles, e incluso les propinaste un par de puñetazos. Puede que sólo fueras una adolescente, pero tenías mucho más poder que una simple ayudante de producción y ellos se largaron. Después fuiste a hablar con los productores. Les prohibieron volver al plató y Bram no pudo hacer nada para evitarlo. -Rory ladeó la cabeza ligeramente-. Nunca olvidaré que salieras en mi defensa.
– Cualquiera habría hecho lo mismo.
– Quién sabe. La cuestión es que no olvido a mis amigos.
Georgie se acordó de Bram.
– Supongo que tampoco olvidas a tus enemigos.
Rory arqueó una ceja.
– No, a menos que mi pérdida de memoria haga que el estudio gane mucho dinero.
Georgie sonrió y después se puso seria.
– Si entre tú y Bram no hubiera esa historia del pasado, ¿te sentirías distinta respecto a La casa del árbol?
– Los estudios invierten en algo más que en el simple guión. Se trata de todo el conjunto.
– Y en este caso Bram es el eje.
– Pero no tiene experiencia en proyectos como éste.
Bram llevaba en el negocio desde que era un adolescente. Era su carácter, no su falta de experiencia lo que le producía rechazo a Rory, quien no se anduvo con miramientos.
– Bram se ha ganado su mala reputación a pulso, Georgie. Ha decepcionado a muchas personas.
– Lo sé, pero… la gente cambia. Nunca lo he visto tan entusiasmado por nada.
Rory esbozó una sonrisa distante tipo hollywoodiense que significaba que la decisión estaba tomada. Al tener a Paul como padre, Georgie nunca había necesitado presionar a los demás, pero nadie más que ella podía librar aquella batalla. Ella ansiaba desesperadamente interpretar a Helene, y el éxito de Bram ponía a su alcance esa oportunidad.
– Creo que el entusiasmo es muy importante a la hora de realizar una gran película -declaró-. Toda la experiencia del mundo no significa nada si el realizador no está enamorado del proyecto.
La pasión genuina que Bram experimentaba hacia La casa del árbol le obligó a plantearse cuánto tiempo hacía que ella no experimentaba aquel tipo de sentimiento. Interpretar a Helene se lo permitiría de nuevo.
Rory se inclinó y miró a Georgie con firmeza e intensidad.
– Si de verdad quieres ayudar a Bram, convéncelo para que se retire y me deje a mí llevar adelante el proyecto.
– En cuyo caso él no sería el productor ni el protagonista…
– Él es un buen actor, pero esta película necesita uno de primera categoría y Bram es demasiado limitado.
Limitado. Justo lo que se suponía que ella era también.
– Ya está bien de hablar de trabajo. -Rory había dicho lo que tenía que decir y cambió de tema-. He oído decir que la hija de Jake y Fleur ya ha regresado a Los Ángeles.
Georgie no podía presionarla más, así que dejó que la conversación derivara a las amistades.
– Las buenas amigas requieren tiempo, algo que yo nunca he tenido -declaró Rory con su calma habitual-. Pero todo tiene un precio y a mí me encanta mi trabajo, así que no me quejo.
Quizá no se quejara, pero Georgie creyó percibir arrepentimiento en su voz. Ella no podía imaginarse la vida sin el apoyo de sus amigas y, justo antes de irse, no pudo evitar invitar a Rory a la cena del día siguiente.
Para su sorpresa, Rory aceptó.
Bram la estaba esperando al otro lado de la puerta del jardín.
– ¿Cómo ha ido?
– Bien.
Ya le contaría al día siguiente que había invitado a Rory. Si se lo contaba en ese momento, Bram correría a contratar a un chef francés y una orquesta. Con el dinero de ella.
– ¿Cómo de bien?
– Te dije que no te sabotearía y no lo he hecho.
– ¿De verdad?
– Le he dicho que has madurado y que sientes verdadera pasión por el proyecto.
– ¿Se lo has dicho con la cara sería?
– ¡Sí, con la cara sería! ¡Joder!
Bram la estrechó entre sus brazos y le dio un largo beso. El beso fue sensual, porque él daba unos besos muy sensuales, pero sobre todo fue un beso entusiasta, como un Doberman que encuentra un jugoso hueso en su camino. Así, sin más, Georgie sintió que se derretía. ¿Y por qué no? Después de lo que había pasado, se merecía todo el placer frívolo que pudiera conseguir.
Bram le cogió el trasero con ambas manos.
– ¿Dónde está Meg?
– En un concierto. ¿Quieres hacer un trío?
– Esta noche no.
La besó otra vez. Y otra. Al poco rato se estaban tocando irrefrenablemente. Él la soltó de una forma tan abrupta que Georgie casi se cayó al suelo.
– ¡Chaz! ¡Aaron! -Bram salió disparado hacia el porche-. ¡Venid aquí!
Tuvo que llamarlos dos veces para que acudieran. Aaron estaba trabajando horas extra para rediseñar la página Web de Georgie y unos auriculares Bose colgaban de su cuello. Chaz apareció empuñando un cuchillo de cocina de aspecto intimidante. Bram les tendió un par de billetes de cincuenta dólares que acababa de sacar de su billetero.
– Ya habéis acabado por hoy. Aquí tenéis un extra por ser unos empleados tan fieles. Ahora largaos. Nos vemos mañana por la mañana.
Aaron contempló los billetes como si fuera la primera vez en su vida que veía dinero. Chaz distendió su ceño semipermanentemente fruncido.
– Estoy a mitad de preparar la cena.
– Seguro que mañana estará deliciosa para comer.
Bram los cogió por un brazo y los empujó hacia la puerta que comunicaba con el garaje mientras Chaz no dejaba de protestar.
– ¡Al menos deja que apague el puto horno antes de que incendies toda la casa!
– Ya me encargaré del horno.
Cuando Chaz y Aaron se fueron, Bram regresó en busca de Georgie. En cuestión de segundos estaban en la casa con todas las puertas cerradas. Después de un corto rodeo para apagar el horno, llegaron al dormitorio. Las prisas de Bram emocionaron a Georgie, quien lo miró ceñuda.
– ¿No crees que ha sido un poco… precipitado?
– No. -Bram cerró la puerta del dormitorio con llave-. Quítate la ropa.
Capítulo 15
– No me hagas pedírtelo dos veces -declaró cuando vio que Georgie no reaccionaba de inmediato.
Su actitud amenazante y seductora envió una nueva oleada de deseo al cuerpo de Georgie. ¡Aquello era tan maravillosamente poco complicado! Lo único que le interesaba a él era echar un polvo, y lo mismo le ocurría a ella. Georgie por fin tenía las ideas tan claras como para disfrutar de aquellos momentos de placer irresponsable.
– Tú todavía estás vestido -dijo mientras se quitaba la camiseta-. ¡Desnúdate!
Bram contempló sus pechos cubiertos con encaje amarillo claro y su forma de mirarla llenó a Georgie de placer. Le encantaba sentirse deseada, y no le importaba que fuera por simple conveniencia.
Él la agarró de la muñeca.
– Esta vez quiero una cama para poder verte centímetro a centímetro.
Ella casi se derritió allí mismo, en medio del dormitorio. Mientras contemplaba sus turbios ojos lavanda, se recordó que él no le importaba tanto como para que la hiciera sufrir. Entonces Bram la besó y ella dejó de pensar.
En aquella ocasión no hubo ningún striptease lento. Echaron la ropa a un lado y se lanzaron el uno sobre el otro. Hasta el día anterior, Georgie nunca se había entregado sin amor, pero en aquel momento ofreció su cuerpo con abandono. Bram lo exploró palmo a palmo, separándole las piernas, subiendo uno de sus tobillos a su hombro. Ella jugó con él y lo torturó, no para excitarlo sino porque le apetecía hacerlo, porque el objetivo de aquella aventura era obtener el propio placer y no intentar retener a un hombre que no la quería.
Bram se mostró tan esmerado como exigente. Utilizó los dedos, la boca, el pene. Georgie experimentó una libertad gozosa, como si tuviera alas. La explosión final fue un auténtico cataclismo.
Después, ella se tumbó sin fuerzas al lado de Bram. Tan agotada que apenas podía hablar.
– Bueno… Seguro que la próxima vez será mejor.
Él se tumbó boca arriba. Su piel estaba tan sudada como la de ella. Esbozó una sonrisa perezosa.
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