– Ha sido duro, pero ocurrió muy al inicio y Jade se quedó embarazada con tanta facilidad que no hemos permitido que eso nos deprima. Todo ocurre por alguna razón.

Georgie no estaba de acuerdo. Ella creía que a veces las cosas ocurrían simplemente porque la vida podía ser una mierda.

– Aun así, lo siento.

Lance se encogió de hombros y ella tuvo la impresión de que, en el fondo, se sentía aliviado. Oyó el estruendo lejano de un trueno y se preguntó cómo podía haber amado a aquel hombre de emociones superficiales y pasiones variables. Ella había llorado y le había suplicado, pero nunca había expresado libremente su rabia. Nada como el presente para solucionarlo.

Se acercó a Lance.

– Nunca te perdonaré que contaras por ahí la mentira de que yo no quería tener hijos. ¿Cómo pudiste hacer algo tan cobarde?

Él se quedó desconcertado y jugueteó con su desgastada pulsera.

– Fue cosa de… un publicista demasiado meticuloso.

– ¡Mentira! -La rabia de Georgie explotó como un relámpago-. Eres un mentiroso y un falso. Tuviste decenas de oportunidades para corregir esa historia y nunca lo hiciste.

– ¿Por qué estás tan arisca? ¿Qué querías que dijera?

– La verdad. -Georgie acabó de recorrer la distancia que los separaba. Eran casi de la misma estatura y ella lo miró fijamente a los ojos-. Claro que ser sincero habría hecho que parecieras todavía más capullo a los ojos del público y eso no podías permitirlo, ¿verdad?

Él empezó a tartamudear.

– No me hables de capullos. ¿Cómo has podido casarte con ese gilipollas?

– Fácil. Está buenísimo y me adora.

La verdad y la mentira se entremezclaron.

– Tú siempre lo has odiado. No entiendo cómo ha podido suceder.

– Entre odiar a alguien y encontrar la gran pasión de tu vida hay una línea muy fina.

– ¿De eso se trata? ¿De sexo?

– El sexo es algo realmente grande en nuestra relación. Y lo de «grande» lo digo en serio.

Ahora estaba siendo realmente mezquina. El hecho de que Lance no estuviera muy bien dotado nunca la había preocupado, pero a él sí, y ella debería sentirse avergonzada de sí misma. Pero no lo estaba.

– Bram es insaciable. Últimamente he pasado tanto tiempo desnuda que es un milagro que todavía me acuerde de cómo vestirme.

Lance siempre se había negado a reconocer que tenía problemas en su vida sexual. Se volvió de espaldas a ella para examinar la talla árabe de la repisa.

– No quiero pelearme contigo, Georgie. No somos enemigos.

– Recapacita.

– Si me hubieras devuelto las llamadas… Ya me siento bastante culpable. No sé cómo lo hizo Bram, pero estoy seguro de que te coaccionó y quiero ayudarte. Tengo que ayudarte a salir de esto.

– Fascinante. Salvo que yo no necesito ayuda.

– El hecho de que te casaras con él… -Se volvió de nuevo hacia ella-. ¿No lo ves? No sólo es malo para ti, sino que degrada lo que tú y yo tuvimos.

Georgie se sintió demasiado sorprendida para responder, pero al punto se echó a reír.

Lance hinchó el pecho. Todo en él reflejaba su dignidad herida.

– No es divertido. Si se hubiera tratado de alguien decente… Nuestra relación era sincera y auténtica. Sólo porque no durara no significa que, en su momento, no fuera buena. -Se alejó de la chimenea-. Si te has casado con Bram por propia voluntad (y me cuesta mucho creerlo) has manchado nuestra relación y te has rebajado a ti misma.

– Muy bien, oficialmente, has sobrepasado tu tiempo.

Él insistió.

– Bram es un jugador. Es perezoso y no tiene ningún objetivo en la vida. ¡Es alcohólico y drogadicto, por el amor de Dios! ¡No es más que un vago!

– Sal de aquí.

– No me vas a contar la verdad, ¿no? Sigues demasiado enfadada. Entonces dime… ¿qué habrías hecho si hubieras estado en mi lugar? ¿Qué habrías hecho si hubieras conocido al amor de tu vida mientras estabas casada con otra persona? Dímelo.

– Fácil. Para empezar, yo nunca me habría casado con nadie que no fuera el amor de mi vida.

Lance torció el gesto.

– Sé que crees que lo que hice es imperdonable, pero te pido que lo mires de una forma distinta. Intenta entender que lo que ocurrió entre Jade y yo no podría haber ocurrido si tú no me hubieras enseñado lo que significa amar de verdad a alguien. Amar a alguien con todo tu corazón.

Su descaro hizo que Georgie sintiera deseos de reír o gritar. Lance tiró de su desaliñada barba.

– Resulta difícil de comprender, lo sé, pero, sin ti, yo no habría sabido de lo que es capaz el corazón. -Alargó el brazo hacia ella, pero debió de ver algo en sus ojos que lo detuvo-. Georgie, tú me diste el valor para amar a Jade como ella merece que la amen. Como yo merezco amar a alguien.

Una extraña fascinación se había apoderado de Georgie.

– ¿Hablas en serio?

– Ya te he dicho lo mal que me siento por haberte hecho daño. Nunca quise causarte tanto dolor.

Georgie había visto aquella misma expresión de angustia en la cara de Lance cuando veía las noticias en la televisión, leía un libro especialmente emocionante o visitaba un centro de acogida para animales abandonados. Lance siempre había sentido las cosas profundamente. En cierta ocasión, ella lo vio llorar mientras contemplaba el anuncio de una cerveza.

– No puedes imaginarte lo que me costó dejarte -declaró él-. Pero lo que siento por Jade… lo que ella siente por mí… es mayor que nosotros dos.

– ¿Has dicho «mayor que nosotros dos»?

– No encuentro otra forma de explicarlo. Tú me enseñaste el camino hacia el amor y te lo debo todo en ese sentido. Veo que no piensas contarme cómo te viste atrapada en esta situación con Bram. Es tu elección, pero de todas maneras te ayudaré. Déjame hacer esto por ti. Por favor, Georgie. Déjame ayudarte a salir de esto.

– No quiero salir de esto.

Un nuevo relámpago, esta vez más cercano, sacudió los cristales.

– Jade y yo hemos hablado sobre esto. Ella tiene una casa en Lanai. Es totalmente privada. Deja a Bram, Georgie. Ve a relajarte allí unas semanas y después… -Levantó la mano a pesar de que ella no había dicho nada-. Escúchame, ¿quieres? Sé que, al principio, te parecerá raro, pero prométeme que me escucharás hasta el final.

Ella lo miró con fijeza.

– No me lo perdería por nada del mundo.

– Creo que hemos encontrado la manera de transformar lo que sucedió entre nosotros tres en algo bueno. Algo realmente extraordinario que volverá a sacar brillo a tu reputación.

– No sabía que mi reputación necesitara brillo.

– Digamos que hará que la gente olvide que una vez estuviste casada con Bram Shepard. -Lance volvió a juguetear con su pulsera-. Tú, Jade y yo… tenemos la oportunidad de hacer algo bueno. Algo que… será un ejemplo para el mundo entero. Prométeme que no te negarás hasta que hayas reflexionado sobre ello en serio. Es lo único que pido.

– El suspense me está matando.

– Nosotros, Jade y yo, queremos que vengas con nosotros cuando volvamos a Tailandia.

Un trueno sacudió la casa. La tormenta estaba cerca.

– ¿Que vaya con vosotros?

– Sé que parece una locura. Al principio, a mí también me lo pareció, pero, cuanto más hablábamos de ello, más comprendimos que se nos ha concedido una oportunidad de oro. Tenemos la posibilidad de enseñarle al mundo, de una forma realmente generosa, que las personas supuestamente enemigas pueden vivir juntas en paz y armonía.

Georgie no sabía si vomitar o tomarse una Coca-Cola.

La lluvia golpeó los cristales.

– La prensa enloquecerá -continuó él-. Tú parecerás una santa. Todo el mundo se olvidará de tu absurdo matrimonio. Las causas por las que Jade y yo estamos luchando, que son buenas causas, recibirán más atención. Pero, lo mejor es que todo el mundo se verá obligado a examinar sus peleas personales y las guerras religiosas. Puede que no consigamos cambiar el mundo, pero podemos darle un empujón.

– Me has dejado… sin palabras.

Las puertas ventana que comunicaban con el porche se abrieron de golpe y todos los invitados entraron. Era evidente que Bram y Meg no les habían contado que Lance se había presentado en la casa, porque uno tras otro se quedaron mirándolo fijamente. Al final, Rory rompió el silencio.

– Tenéis una forma muy original de celebrar fiestas, tíos.

– Lo mismo digo -declaró Laura, quien no podía apartar los ojos de Lance.

Al ver a Paul, Lance sonrió.

– ¡Paul, es un placer volver a verte! -Cruzó la habitación a zancadas con la mano tendida-. Te he echado de menos.

– Lance.

A Georgie le sorprendió que su padre sólo le estrechara la mano en lugar de caer de rodillas y suplicarle que volviera con ella. Claro que probablemente eso ya lo había hecho.

Una acalorada Chaz llegó de la cocina con una bandeja con tazas y una fuente con lo que parecían ser trufas de chocolate caseras. Aaron la seguía con una jarra de café. Chaz se quedó mirando a Lance y casi tropezó con la alfombra antes de dejar la bandeja sobre la mesa.

– Ha-hay alguien en el coche -anunció.

– Es Jade -contestó Lance-. Será mejor que me vaya.

– ¿Has traído a Jade aquí? -A Georgie le dio vueltas la cabeza.

– Ya te lo he dicho, hemos venido directamente del aeropuerto. Pero descuida, los cristales del coche están tintados. Nadie puede ver el interior.

Un tenso silencio se extendió por la habitación, hasta que Bram avanzó unos pasos con total tranquilidad.

– ¡Qué vergüenza, Lancelot, mira que dejar a tu esposa esperando en el coche! -Sus ojos se entornaron peligrosamente-. Tráeme un paraguas, Chaz, la invitaré a entrar.

Georgie se quedó helada. Seguro que lo había entendido mal. Pero no. Bram estaba enfadado y reaccionaba en su típica forma impulsiva y estúpida.

Paul dio un paso adelante.

– ¡Detente!

La mandíbula de Bram se tensó.

– Esto es una fiesta. Cuantos más seamos, mejor.

Georgie lo odiaba, pero se suponía que lo amaba y, con tantos testigos, no podía permitir que se notara lo que sentía en realidad. Al contrario, tenía que demostrarles cómo actuaba una chica alegre y felizmente casada en segundas nupcias al conocer a la mujer que le había robado al idiota de su ex marido.

– Chaz, ya que vas a buscar un paraguas para Bram, de paso trae una pistola para que pueda pegarme un tiro.

Dijo lo adecuado, porque Rory sonrió con amplitud.

– Es la mejor fiesta a la que he asistido en años.

– ¡Y la mejor a la que yo he asistido nunca! -exclamó Laura.

– Arréglate el pelo -le dijo Meg a Georgie mientras Bram y Chaz desaparecían con Lance siguiéndoles los pasos-. Y ponte más pintalabios. Deprisa.

– ¡No te atrevas a hacerlo! -dijo Rory levantando la mano-. Estás bien tal como estás.

– Rory tiene razón -dijo su pelotillera agente-. Jade Gentry no tiene nada que tú no tengas.

Meg miró hacia el techo.

– Salvo la cara más bonita del universo, un cuerpo para morirse y el ex marido de Georgie.

– No, de verdad -replicó Georgie mientras se dejaba caer en el sofá-, lo único que necesito es una pistola.

Su padre se acercó a ella.

– Ven conmigo. No vas a pasar por esto.

La intempestiva orden la decidió a hacer exactamente lo contrario.

– Claro que sí. Jade no es importante para mí.

Mentira. El hecho de que hubiera dejado de amar a Lance no implicaba que lo hubiera perdonado a él y Jade. Quería venganza.

Minutos después, Jade entró en el salón. Un foco invisible parecía iluminar su deslumbrante presencia. ¿Por qué tenía que ser tan perfecta? Resultaba irónico… La mayor parte de los actores tenían mejor aspecto en persona, mientras que las actrices solían parecer un poco encefalíticas, con la cabeza demasiado grande para sus esqueléticos cuerpos. Pero Jade no. Ella todavía era más impresionante en persona; un exquisito icono del viejo Hollywood, con los ojazos de Audrey Hepburn, los pómulos de Katherine Hepburn y la piel cremosa de Grace Kelly. Una melena brillante de pelo liso y negro enmarcaba una perfecta y encantadora cara carente del menor rastro de maquillaje. Sus pechos eran generosos, pero no vulgares. Su cintura era estrecha y sus piernas largas. Jade no era tan alta como Georgie, pero se movía con una seguridad tan imponente que ésta tenía que esforzarse para no sentirse como si se hubiera encogido.

Lance estaba a la izquierda de Jade y Bram a su derecha. Paul avanzó para darle la bienvenida interponiéndose entre ella y su hija, a saber si a propósito o de forma accidental.

– Hola, soy Paul York. Según me han dicho, acabas de llegar del aeropuerto.

– Tengo la impresión de que el viaje ha durado un siglo.

Su ropa, como la de Lance, estaba arrugada, pero aun así sus pantalones pitillo negros y su camiseta negra sin mangas se veían elegantes. Nada en ella indicaba que hubiera sufrido un aborto hacía menos de un mes. Jade cambió el peso de pierna intentando ver más allá de Paul. Sin duda, quería encontrarse con Georgie para darle un abrazo. Por suerte, su móvil sonó antes de que pudiera hacerlo.