– Tengo que contestar. Dos miembros de nuestro equipo se han puesto muy enfermos en el avión.
Sacó el móvil del bolso en forma de saco y se apartó del grupo. Laura se sirvió una taza de café y Meg cogió una trufa. Bram se acercó a Georgie. Ella deseó que no se acercara mucho porque no podría resistir la tentación de darle una patada.
Rory hizo lo que pudo para aliviar la tensión.
– Laura, he oído decir que estás intentando que Georgie protagonice la nueva película de Rich Greenberg. Es un buen guión. Ojalá hubiera caído en nuestras manos.
– ¿La película de la vampiro bombón? -Meg arrugó la nariz-. Mi madre hablaba de ella el otro día.
– Georgie es perfecta para el papel -dijo Paul.
– Georgie no está interesada en esa película -intervino Bram-. Está cansada de hacer comedias.
Él tenía razón, pero Georgie estaba enfadada y ella no era la única persona inmadura del matrimonio.
– Laura me ha conseguido una cita con Greenberg.
Jade se estaba poniendo nerviosa, aunque ninguno de ellos consiguió oír más que una o dos palabras sueltas. Al final, Jade cerró el móvil y regresó al lado de Lance con su perfecto entrecejo fruncido por la tensión.
– Malas noticias acerca de Dari y Ellen. ¿Te acuerdas del brote de SARS que se produjo en Filipinas? Los médicos temen que lo hayan cogido.
– ¿SARS? Dios mío… -Lance la cogió de la mano, los dos frente al mundo-. ¿Se pondrán bien?
– No lo sé. Ahora mismo los tienen en aislamiento administrándoles antibióticos.
– Será mejor que vayamos ahora mismo al hospital.
– No podemos.
– Claro que sí. Entraremos por la parte de atrás.
– Ése no es el problema. -Jade volvió a meter el móvil en el bolso y se echó el pelo hacia atrás con una sacudida de la cabeza-. No podemos ir a ninguna parte.
Lance le acarició los dedos de la mano.
– ¿Qué quieres decir?
– Quien me ha telefoneado era el jefe del Departamento de Salud Pública del condado. El hospital les ha alertado. Los resultados de las pruebas de Ellen y Dari tardarán cuarenta y ocho horas y hasta que estén seguros de si es o no SARS, todos los que viajaban en el avión están en cuarentena. -Jade miró a los que estaban alrededor-. Y también todas las personas con las que hayamos estado en contacto desde entonces.
Se produjo un silencio mortal. Georgie se sintió mareada y Bram se quedó paralizado.
– No te referirás a nosotros -dijo Paul por fin.
– Me temo que sí.
Bram siguió sin moverse.
– ¿Estás diciendo que todos debemos quedarnos aquí, en mi casa, durante los próximos dos días? ¡Pero si apenas hemos tenido ningún contacto con vosotros!
– Hasta el martes por la mañana -precisó Jade con voz tensa-. Irónico, ¿no? -Y deslizó la mirada hacia Georgie.
– Imposible -declaró Laura-. El lunes tengo reuniones. Una detrás de otra.
Meg frunció el ceño.
– Mi madre y yo hemos quedado mañana para ir a montar.
– Si tengo que estar en cuarentena, la haré en mi propia casa. -Rory buscó su bolso con la mirada-. Me iré por la puerta del jardín.
– Será mejor que antes lo consultes con Salud Pública -comentó Jade-. Esos tíos no están para bromas. Seguro que primero tendrás que enviar a casa al servicio.
Rory dejó de buscar el bolso, seguramente al acordarse de los directores de cine que alojaba en su casa.
Chaz había cogido la jarra de café que llevaba Aaron y se volvió hacia Bram.
– ¿Qué es el SARS?
Aaron contestó en lugar de Bram:
– Síndrome respiratorio agudo y severo, una enfermedad grave y muy contagiosa. Hace unos años se produjo una pandemia. Murieron cientos de personas y miles cayeron enfermas. Una pandemia es como una epidemia pero mucho más extendida.
– Ya sé lo que es una pandemia -replicó Chaz tan a la defensiva que Georgie dedujo que mentía.
– Menuda tontería -dijo Bram-. Lance ni siquiera lleva en la casa quince minutos y nadie lo ha besado.
Jade sacudió la cabeza para echar su melena hacia atrás.
– Eso ya se lo he explicado a Salud Pública, pero aun así no han cambiado de opinión.
Laura sacó su móvil.
– Dame el número. Yo haré que cambien de opinión.
Pero ella no era la única fiera alfa de la habitación y las demás, Bram, Paul y Rory, ya tenían sus móviles en la mano. Aaron le lanzó una mirada a Georgie y también sacó el suyo. Lance miró alrededor.
– No podéis llamar todos a la vez.
– Yo llamo -dijo Rory-. Tengo contactos.
Durante la media hora siguiente, mientras Georgie permanecía sentada y en silencio, los demás escucharon las conversaciones que mantuvo Rory con los funcionarios del Departamento de Salud Pública del condado y con el alcalde en persona. Al final, reconoció su derrota.
– Lo de los contactos no va a funcionar. Se trata de una cuestión política. Como hay famosos involucrados en el asunto, nadie quiere asumir la responsabilidad. Por si el tema se les va de las manos. Es una exageración, pero por lo visto estamos atrapados.
Uno tras otro, todos miraron a Georgie para ver su reacción al verse encerrada con su ex y su nueva esposa. Scooter Brown habría sabido manejar aquella situación. Scooter siempre salía airosa de las situaciones comprometidas. Muy bien, pues que la encantadora hechicera resolviera aquel asunto.
Georgie obligó a Scooter a levantarse del sofá.
– Le sacaremos el mejor partido a la situación. Como si estuviéramos en una gran fiesta de pijamas. Será divertido.
Chaz se metió de lleno en el berenjenal.
– Tengo toneladas de comida en la nevera, así que eso no es problema.
– Necesito una copa -dijo Bram.
– ¡Exacto! -soltó Georgie sin poder contenerse, lo que significaba que Scooter tenía que intervenir y rescatarla-. ¡Es una gran idea, cariño! Abre un par de botellas.
Chaz se volvió hacia Bram.
– ¿Dónde dormirá todo el mundo?
Georgie estuvo tentada de sugerir que Paul compartiera habitación con Lance. Seguro que a su padre le encantaría dormir acurrucado junto a su persona preferida.
Al final, lo organizaron. Meg insistió en dormir en el sofá del despacho de Bram, dejando la cama de la casa de invitados para Rory y Laura. Paul dormiría en el despacho de Georgie. La habitación en que había dormido Georgie hasta entonces fue adjudicada a Lance y Jade, por lo que Georgie se vio obligada a explicar que la había estado utilizando como vestidor y que tenía que recoger algunas cosas. Chaz, después de discutirlo en voz baja, aceptó a regañadientes que Aaron durmiera en su sala. Eso dejaba a Georgie sin más opción que dormir en la cama de su marido. La situación era tan desagradable que, una vez más, Scooter tuvo que acudir en ayuda de Georgie.
– Creo que el viento está amainando -dijo alegremente-. ¿Qué tal si encendemos la barbacoa del porche? Incluso podríamos asar hamburguesas.
– O no -replicó Skip.
Rory telefoneó a su ama de llaves para que le dejara algunos objetos personales envueltos en una bolsa impermeable junto a la puerta que comunicaba los jardines de ambas casas. Meg le prestó a Laura una camiseta amplia para dormir. Jade anunció que ella dormía desnuda, así que Georgie no tuvo que molestarse en buscar nada para ella. Chaz y Aaron distribuyeron toallas, manoplas de baño, sábanas y cepillos de dientes. Georgie, mientras tanto, luchaba contra una sensación de irrealidad.
Cuando lo peor de la tormenta hubo pasado, Meg acompañó a Rory y Laura a la casa de invitados mientras Bram se dirigía, bajo los últimos restos de lluvia, a recoger las cosas de Rory. El padre de Georgie se sirvió un coñac y se sentó en el porche. Lance y Jade se retiraron a lavarse y arreglarse después del largo viaje y Aaron los condujo a la planta superior.
Georgie se puso a ayudar a una desagradecida Chaz a recoger la mesa. Poco después oyó que la ducha de su lavabo se ponía en marcha y, veinte minutos más tarde, se apagaba.
Sólo una ducha. ¡Qué bonito!
El estómago se le encogió. Que Lance estuviera allí ya era bastante horrible, pero que también estuviera Jade hacía que la situación resultara insoportable. Y todo por culpa de Bram.
Georgie subió al dormitorio de su marido. Convertiría la torrecilla del extremo de la habitación en su santuario. Había una mesa de marquetería situada entre dos sillones y una lámpara con una pesada base de bronce cerca de un diván tapizado con una tela de felpa marrón que hacía juego con las paredes trigo-miel. El diván era sólo para una persona y Georgie decidió que dormiría en él. La cama de Bram era para el sexo, no para la intimidad de toda una noche.
Se dirigió a la ventana y deslizó la vista por el mojado camino de la entrada hasta la valla de la finca. Aunque era más de medianoche, vio al menos dos coches aparcados en la calle. Los paparazzi mantenían su abnegada vigilancia esperando conseguir la mágica imagen que los haría ricos.
Ahora, Salud Pública tenía los nombres de todos los que estaban en cuarentena, así que la historia pronto se filtraría a la prensa. Tendrían que hacer las correspondientes declaraciones. «Los viejos problemas han quedado atrás. Ahora somos una gran y feliz familia.» Lance por fin conseguiría lo que deseaba, la apariencia de su perdón y su absolución final a los ojos del público.
Georgie apoyó la mejilla en el marco de la ventana y se preguntó cómo sería la vida contando siempre la verdad. Pero, para lograr eso, ella vivía en la ciudad equivocada. Los Ángeles era una ciudad construida a partir de la ilusión, con fachadas falsas y calles que no conducían a ningún lugar.
La puerta del dormitorio se abrió. Georgie oyó el inevitable tintineo de los cubitos de hielo y percibió el olor a lluvia conforme Bram se acercaba a ella.
– Cuando he invitado a entrar a Jade no pretendía que la cosa terminara así. Lo siento.
Su disculpa no solicitada calmó un poco el enfado de Georgie.
– ¿Y cómo pretendías que terminara?
– Mira, estaba cabreado. -Bram mantuvo la voz baja en consideración a la única pared que los separaba de sus indeseados visitantes-. ¿A qué viene que ese tío se presente aquí por las buenas? Y después la imagen de Jade sentada en el coche y sintiendo lástima porque se imagina que estás tan destrozada por su gran amor con Lance que ni siquiera tienes el coraje suficiente para mirarla a su jodida cara. Ha sido superior a mí.
«Visto de esa manera…»
Aun así, su prepotencia le recordaba demasiado a su padre.
– No te correspondía a ti tomar la decisión.
– Pero tú no ibas a tomarla. -Bram se desabotonó la camisa blanca y húmeda-. Estoy harto de ver cómo te encoges cada vez que oyes su nombre. ¿Dónde está tu orgullo? Deja de pensar que ella es mejor que tú.
– Yo no…
– Sí, tú sí. Puede que Jade sea mejor que tú en algunas cosas. Sin duda es mejor atrayendo a los maridos de otras mujeres, pero lo que Jade sea o deje de ser no tiene nada que ver contigo. Madura de una vez y sé feliz viviendo en tu propia piel.
– ¿Tú me hablas de madurar?
Bram no había acabado de vapulearla.
– Jade y Lance están hechos el uno para el otro. Él no era el hombre adecuado para ti, igual que…
– ¿Igual que tú?
– Exacto.
Bram bebió un trago largo de su copa.
– Gracias por tu percepción.
Georgie agarró el pijama y la bata que había cogido antes de su dormitorio y entró furiosa en el lavabo. Sin embargo, mientras se lavaba la cara, tuvo que admitir que la intención de Bram había sido buena. Invitar a Jade a entrar en la casa había sido su retorcida versión de mostrarse protector con ella. Además, no podía haber previsto las consecuencias.
Cuando salió del lavabo, Georgie vio que estaba reclinado en los almohadones, vestido sólo con sus calzoncillos bóxer, cuya blancura resaltaba contra su morena piel. Había apartado las sábanas y tenía un libro abierto sobre el pecho. Ver a Bram Shepard leyendo un libro ya era suficientemente raro, pero no tanto como las gafas de montura metálica que reposaban en el puente de su nariz. Ella se quedó de una pieza.
– ¿Qué es eso?
– ¿El qué?
– ¿Usas gafas?
– Sólo para leer.
– ¿Usas gafas para leer?
– ¿Qué hay de malo en eso?
– La gente que está tatuada no debería usar gafas para leer.
– Cuando me hice el tatuaje, no las usaba. -Se quitó las gafas y contempló el pijama azul de Georgie-. Esperaba que te pusieras uno de esos conjuntos de Provocativa.
– Aunque estuviera de humor para eso, que no lo estoy, no lo haría con ellos al otro lado de esa pared.
– Comprendo.
Se levantó de la cama y tiró de Georgie hacia el lavabo. Una vez dentro, cerró la puerta.
– Se acabó el problema.
– Sigo estando enfadada contigo.
– Lo comprendo. Lo estás porque no me he disculpado con la suficiente sinceridad.
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