Y empezó a besarla.

Capítulo 18

Georgie odiaba las películas en las que lo único que tenía que hacer el héroe para que la heroína se olvidara de que estaba enfadada con él era besarla hasta hacerle perder el sentido. Ella no tenía intención de dejar a un lado sus quejas con tanta facilidad. De la misma manera que tampoco tenía la intención de renunciar a aquel agradable entretenimiento. Así que descargó su frustración en el beso. Hincó las uñas en la espalda desnuda de Bram y le clavó los dientes en el labio. A continuación, empujó su rodilla contra…

– ¡Eh, cuidado! -murmuró él.

– Cállate y gánate el sustento.

A Bram no le gustó aquel comentario y lo siguiente que supo Georgie era que tenía los pantalones del pijama en los tobillos. Volvió a levantar la rodilla, pero él se la cogió y, en un rápido movimiento, la separó de la otra y la sentó en la larga encimera de granito.

Para eso Bram sí era bueno. Georgie cogió la cinturilla de sus bóxers, pero no pudo quitárselos. Él la soltó para ayudarla y ella resbaló de la encimera. Bram se libró de los calzoncillos de una patada y volvió a subirla a la encimera. Georgie se desembarazó de él y se dirigió a la ducha de chorros múltiples y paredes de granito de color cobre. Convertir la práctica sexual en una lucha de poder no era la forma más madura de manejar una relación difícil, pero era lo único que tenía a mano en aquel momento.

– Pensándolo bien…

Bram entró en la ducha con ella.

Georgie se quitó la camiseta del pijama.

– Abre el grifo a tope.

No tuvo que pedírselo dos veces y, en cuestión de segundos, el agua caliente golpeaba sus cuerpos.

Dos personas. Una ducha. Quería que Lance se enterara.

Entonces él empezó a enjabonarle el cuerpo y Georgie se olvidó de Lance. Pechos, nalgas, muslos… Bram prestó atención a todas sus partes. Georgie le quitó el jabón y le correspondió.

– Me estás matando -gruñó él.

– Ojalá. -Georgie desplazó la mano al lugar donde produciría mayor efecto.

El agua resbaló por sus cuerpos. Bram se arrodilló y la tomó con su boca. Cuando ella estaba a punto de estallar, él se levantó, la apoyó en la mojada pared y la montó sobre él. Georgie se agarró a sus hombros y hundió la cara en su cuello. Juntos jadearon y se contorsionaron cabalgando en la riada hasta el clímax.

– No me hables -dijo Georgie después-. He pagado una buena cantidad de dinero por esto y no quiero que lo estropees.

Bram le mordió el lateral del cuello.

– Lo que tú digas, mami.

A pesar de su anterior decisión, ella acabó durmiendo en la cama de su marido, dando vueltas y más vueltas mientras él dormía tranquilamente, salvo durante otro combate de sexo que posiblemente inició ella, pero sólo para remediar su insomnio. Cuando terminaron, a Bram no le costó volver a dormirse, pero ella no tuvo tanta suerte. Bajó de la cama y se llevó el inacabado vaso de whisky de él a la torrecita. Se sentó en uno de los mullidos y cómodos sillones y contempló las sombras en las paredes. Los licores no le gustaban, pero el hielo hacía rato que debía de haber licuado el whisky, así que bebió un trago largo y se preparó para recibirlo en el estómago.

Y recibió algo… que no era whisky.

Georgie olisqueó el vaso y lo agitó a la luz de la lámpara de la mesa. El resto del líquido tenía el suave color meloso del alcohol diluido, pero el sabor era distinto. Poco a poco, la explicación acudió a su mente… Bram y sus interminables vasos de whisky… No le extrañaba que nunca pareciera borracho. ¡Durante todo aquel tiempo había estado tomando té helado! Él ya se lo había dicho, pero a ella no le había pasado por la cabeza creerlo.

Apoyó la barbilla en las manos. Otro vicio que se iba por el retrete. Y no le gustó. Se suponía que Bram era un hombre de excesos. Sin sus vicios, ¿quién era él? La respuesta tardó en llegar: una versión sutilmente más peligrosa del hombre que siempre había sido. Un hombre que seguía demostrándole que no podía confiar en nada de lo que decía ni hacía.


Chaz no podía dormir. ¡Tenía tanto que hacer! ¡Tantas personas de las que ocuparse! Las mujeres de la limpieza no podían ir a causa de la cuarentena, así que ella tenía que hacerlo todo. Preparar comidas, hacer camas, lavar toallas… Georgie intentaría ayudarla, pero Chaz dudaba que supiera el aspecto que tenía una lavadora y, mucho menos, cómo funcionaba.

Se levantó para hacer pipí. Solía dormir vestida con una camiseta y unas bragas, pero aquella noche también se había puesto unos pantalones de deporte. Cuando acabó en el váter, fue a ver cómo estaba Aaron. Normalmente, tener a un tío durmiendo en su apartamento la habría sacado de quicio, pero con Aaron era distinto. A Chaz le gustaba que él le tuviera un poco de miedo, sobre todo porque era mayor que ella y muy inteligente. La vida le habría resultado más fácil si hubiera tenido un hermano como Aaron. Ella siempre había querido tener un hermano mayor, alguien que se preocupara por ella.

Últimamente, Chaz había estado demasiado ocupada para pensar en todo lo que le había contado a Georgie, pero mientras estaba en el umbral de la puerta rodeada de un silencio absoluto, se dio cuenta de que no se sentía tan alterada como era de esperar. Consideraba a Georgie su peor enemigo, pero Georgie no la había considerado una persona horrible. Y si su peor enemigo no la había mirado como si estuviera sucia, quizás ella misma no debería mirarse de ese modo. Una cosa estaba clara: Chaz ya no podía mentir acerca de su pasado o fingir que no había ocurrido, pues había soltado la verdad frente a la cámara. Además, por lo que ella sabía de Georgie, seguro que lo colgaría en YouTube.

Pero ¿y qué si lo hacía?

Se quedó junto a la puerta un buen rato, pensando en todas las cosas por las que había pasado. Había sobrevivido, ¿no? Todavía estaba viva y tenía un trabajo estupendo. Si alguien la miraba por encima del hombro, ése era su problema, no el de ella. Durante todo aquel tiempo había intentado fingir que su pasado no había ocurrido, pero sí que había ocurrido, y ya debía de estar preparada para dejar de ocultarlo, si no, no se lo habría contado a Georgie.

Contempló la librería donde guardaba los cuadernos de preparación para los exámenes de graduado escolar que Bram le había comprado. Él le había contado que mucha gente conseguía acceder a la universidad gracias a esos exámenes. Él mismo lo había hecho, aunque casi nadie sabía que había asistido a clases durante los últimos años. A Chaz no le interesaba la universidad, pero sí la escuela de cocina, y necesitaba pasar los exámenes GED de graduado escolar para que la admitieran.

Debió de hacer más ruido del que creía, porque Aaron se agitó. Chaz deseó que dejara de ser tan tozudo. Si al menos la escuchara, seguro que ella podría conseguir que le gustara a Becky.

– ¿Qué quieres? -gruñó él.

Ella se dirigió a la biblioteca.

– No puedo dormir. Necesito algo para leer.

– Cógelo y lárgate.

A Chaz le gustaba que Aaron hubiera empezado a hablar como una persona de verdad en lugar de un tío raro.

– Ésta es mi casa.

– Anda, vete a dormir, ¿quieres?

En lugar de coger un libro, Chaz se sentó en el sillón que había delante de Aaron y apoyó sus desnudos pies en el borde del asiento.

– ¿Y si cogemos el SARS?

– Es muy improbable. -Se sentó, bostezó y se frotó un ojo. Estaba totalmente vestido; sólo se había quitado los zapatos-. Supongo que no estaría de más que esterilizaras los platos que utilicen Jade y Lance.

Chaz se rodeó las rodillas con los brazos.

– No puedo creer que Lance Marks y Jade Gentry estén en esta casa.

Aaron se puso las gafas y se dirigió a la cocina. Chaz lo siguió.

– El único famoso al que Bram invita con regularidad es Trevor, que es fantástico y todo lo que quieras, pero yo quiero conocer a otros famosos aparte de él. Ojalá el padre de Meg viniera algún día.

Él se sirvió un vaso de agua.

– ¿Y qué me dices de Georgie?

– ¡Sí, como si ella me importara!

– Estás celosa.

– ¡Yo no soy celosa! -Chaz se volvió hacia la puerta-. Sólo creo que debería mostrarse más amable con Bram.

– Es él quien tiene que mostrarse más amable con ella. Georgie es fantástica y él no la valora.

– Me voy a la cama. No te comas mi comida.

– ¿Crees que puedo volver a dormirme, ahora que me has despertado?

– Es tu problema.

Al final, acabaron viendo una de las películas de Trevor. Chaz ya la había visto tres veces, así que se durmió apoyada en uno de los brazos del sofá.

Por la mañana, cuando se despertó, vio que Aaron se había dormido en el otro extremo del sofá. Durante unos instantes, permaneció inmóvil pensando en lo agradable que era sentirse segura.


Georgie no se sentía capaz de enfrentarse a aquel día, así que cuando Bram, su marido no alcohólico, se levantó, ella siguió con la cara hundida en la almohada. Él abrió uno de los ventanales para que entrara el aire matutino y luego le dio unas palmaditas en el trasero, pero aun así ella no se movió. ¿Por qué apresurarse a iniciar un día que prometía ser espantosamente memorable?

Bram salió del dormitorio y Georgie volvió a quedarse dormida, pero no le pareció que hubiera pasado mucho tiempo cuando él regresó.

– ¿Tienes que hacer tanto ruido? -refunfuñó con la cara pegada a la almohada-. Me gusta que mis hombres sean sexys y silenciosos, ¿recuerdas?

– ¿Georgie?

Aquella voz titubeante no era la de Bram. No pertenecía a ningún hombre. Ella abrió los ojos de golpe. Se volvió y vio a Jade Gentry en el dormitorio, junto a la puerta del balcón. Iba vestida con la misma camiseta negra sin mangas y los mismos pantalones del día anterior, pero su aspecto seguía siendo fresco, incluso elegante. Había recogido su pelo liso y suave en un nudo informal en su nuca y se había aplicado una sombra de ojos oscura y un pintalabios color café claro. Sus sencillas joyas consistían en unos pendientes de aro de plata y un discreto anillo de boda también de plata.

– Son las ocho y media -dijo Jade-. Creía que ya te habrías levantado.

Georgie parpadeó en dirección al sol y sacó su mano izquierda con su imponente anillo de diamante de debajo de la sábana.

– No quisiera ser descortés, Jade, pero sal de mi habitación.

– Esta conversación será buena para ti.

– No estoy de acuerdo. -Soltó la sábana de la parte inferior de la cama con los pies y la enrolló alrededor de su cuerpo desnudo-. No quiero mantener una conversación con ninguno de vosotros dos.

Jade fijó la mirada en su cuello.

– Estaremos atrapados en esta casa durante los próximos dos días. Todo resultará más cómodo si tú y yo aclaramos las cosas en privado antes de bajar.

– La comodidad no me importa en absoluto. -Georgie arrugó la sábana entre sus pechos y, en aquel momento, Lance entró por la puerta del balcón.

– Jade, ¿qué estás haciendo? -preguntó.

– Esperaba hablar con Georgie a solas -contestó con calma-, pero ella tiene otras ideas.

– ¡Como enviar vuestros dos culos por encima del balcón!

Lance entrelazó su brazo con el de su esposa.

– Georgie, dale una oportunidad a Jade.

Georgie cogió otro puñado de sábana y se acercó a ellos indignada, intentando no tropezar.

– Ya le he dado a Jade un marido, por lo que, por cierto, me disculpo.

– ¡Qué reunión más pervertida! -exclamó Bram desde la puerta que comunicaba con el pasillo-. ¿Puedo participar yo también?

– ¡Échalos de aquí! -le ordenó Georgie sujetando la sábana con más fuerza-. Lo haría yo, pero sólo tengo una mano libre.

Él se encogió de hombros.

– De acuerdo.

– Espera. -Jade alargó el brazo-. En estos momentos tú y yo tenemos que ser los más razonables, Bram. Lo único que yo quería era hablar con Georgie sin que todo el mundo estuviera escuchándonos. Es una buena persona y yo quiero disculparme por haberla herido. Sé que esto le ayudará a dejar de lado la hostilidad que siente hacia nosotros y así podrá sanar su herida.

– ¡Qué generosa! -exclamó Bram-. Seguro que si Georgie sana su herida vosotros os sentiréis mucho mejor.

– No te metas con Jade. -Lance tensó los músculos-. Georgie, siempre has sido una persona razonable. Jade necesita hacer esto, y yo también, para que todos podamos seguir adelante.

Lance fijó la mirada en el cuello de Georgie.

Bram arqueó una ceja.

– Debo admitir que vosotros, que sois un par de payasos, habéis despertado mi curiosidad. Georgie, ¿no te interesa oír lo que quieren decirte?

– Ayer por la noche ya oí lo que uno de ellos quería decirme, pero resulta que no quiero dar por terminado nuestro matrimonio y largarme a Tailandia con ellos para participar en una monumental operación fotográfica.