– ¿Qué haces aquí?

Georgie se dejó caer en una de las sillas tulipán.

– Había empezado a contártelo -respondió Trev-. A veces, Bram utiliza la otra casa que tengo un poco más abajo en la playa, la que estoy intentando vender. Como ha conseguido que nadie quiera darle trabajo, no tiene nada mejor que hacer que holgazanear por aquí y molestarme.

– No es que nadie quiera darme trabajo. -Bram cruzó sus tobillos cubiertos de arena. Incluso los arcos de sus pies tenían una curvatura tan perfecta como la hoja de una cimitarra-. Justo la semana pasada me ofrecieron humillarme a mí mismo en un nuevo reality show televisivo. Si no hubiera estado tan colocado cuando me llamaron, es probable que hubiera aceptado. Pero ya está bien así. -Sacudió una de sus elegantes manos-. Demasiado trabajo.

– Sí, lo que tú digas -contestó Trev.

Georgie escudriñó con nerviosismo la playa en busca de fotógrafos. Aquélla era una playa privada, pero la prensa haría cualquier cosa con tal de conseguir una fotografía actual de ella y Bram juntos. ¡Skip y Scooter juntos en público después de tanto tiempo! Se le revolvió el estómago al pensar en la posibilidad de que alguien tan predeciblemente malvado como Bram Shepard formara parte de su pesadilla pública.

Bram se reclinó en la tumbona y volvió a cerrar los ojos. Parecía un aristócrata aburrido tomando el sol. Una imagen engañosa, pues Bram no había terminado el instituto y fue criado en el South Side de Chicago por un padre que era un auténtico gorrón.

– Espero que hayas escondido las cuchillas de afeitar, Trev. Según se rumorea, después del duro golpe que le ha dado la vida, nuestra Scooter ha desarrollado instintos suicidas. Personalmente, creo que debería celebrar haberse librado por fin del tarado con el que se casó. Jade Gentry debe de haberse vuelto loca al dejarse embaucar por Míster América. Dime la verdad, Scoot. A Lance Marks no se le levanta, ¿no?

– Veo que sigues siendo un perfecto caballero. ¡Qué tranquilizador!

Tenía que escapar de allí sin que pareciera que salía corriendo. Intentó levantarse despacio de la tumbona y coger sus sandalias como si tal cosa, pero se dio cuenta, demasiado tarde, de que no recordaba dónde las había dejado.

Bram abrió los ojos y obsequió a Georgie con aquella sonrisa suya, despreocupada y socarrona, que había desarmado a tantas mujeres que, por lo demás, tenían buen criterio.

– Por lo que he leído, la feliz pareja ha regresado al extranjero para continuar con sus bien publicitadas obras benéficas.

Durante su luna de miel, Lance y Jade realizaron un viaje humanitario a Tailandia. Georgie nunca olvidaría su comunicado de prensa. «Queremos utilizar nuestra fama para dar a conocer la causa humanitaria preferida de Jade, la lucha contra la explotación de los niños por parte de la industria del sexo.»

Georgie no tenía ninguna causa humanitaria, al menos nada que lucra más allá de firmar algunos sustanciosos cheques. Buscó desesperadamente sus sandalias con la mirada.

Bram señaló con su estilizado dedo debajo de la tumbona en la que Georgie se había sentado antes.

– Su campaña para reforzar las leyes contra el turismo sexual con niños es enternecedora. Y, mientras ellos batallan en el Congreso, he oído decir que tú has estado dedicando tus energías a comprar en los almacenes Fred Segal.

Georgie no aguantó más y perdió su autodominio.

– De verdad te odio.

– Imposible. Scooter nunca podría odiar a su querido Skip. No después de que él dedicara ocho años de su vida a sacarla de sus locos apuros.

Georgie cogió sus sandalias y se puso una.

– Para ya, Bram -dijo Trev.

Pero Bram no había terminado.

– ¿Te acuerdas de cuando te caíste en el lago vestida con el abrigo de piel de mamá Scofield? ¿Y qué me dices de cuando abriste la jaula de aquellos ratones en su fiesta de Navidad?

Si no respondía a sus provocaciones, Bram dejaría de pincharla.

Pero a Bram siempre le había encantado la tortura lenta.

– Incluso el día de nuestra boda te metiste en problemas. Fue una suerte que no llegáramos a rodar aquel capítulo. Por lo que tengo entendido, yo iba a dejarte embarazada durante la luna de miel. Si la cadena no hubiera cortado el suministro, yo habría sido el padre de un pequeño Skip.

La rabia de Georgie explotó.

– ¡No era un pequeño Skip, sino unos gemelos! Se suponía que íbamos a tener gemelos, una niña y un niño. Es obvio que estabas demasiado colocado para recordar ese pequeño detalle.

– Sería por inmaculada concepción, seguro. ¿Te imaginas a Scooter desnuda y…?

Georgie no pudo aguantarlo más y se dirigió a la casa, con una sandalia calzada y la otra en la mano.

– Yo de ti no me iría -declaró Bram con parsimonia-. Hace diez minutos vi a un fotógrafo esconderse en los arbustos del otro lado de la carretera. Alguien debe de haber visto tu coche.

Estaba atrapada.

Él la miró de arriba abajo, uno de sus numerosos hábitos desagradables.

– Por casualidad no habrás vuelto a fumar, ¿no, Scoot? Necesito un cigarrillo y Trev se niega a tener en su casa un cartón para los invitados. Es un auténtico boy-scout. -Bram arqueó una de sus perfectas cejas-. Salvo por sus vicios con miembros de su mismo género.

Trevor intentó aliviar la tensión.

– Sabes que sólo lo soporto porque deseo su bonito cuerpo. ¡Lástima que sea hetero! -le dijo a Georgie.

– Eres demasiado exigente para desearlo -replicó ella.

– Vuelve a mirarlo -contestó Trev con sequedad.

No era justo. Bram debería estar muerto por sus excesos, pero el escuálido cuerpo que ella recordaba de Skip y Scooter se había robustecido y sus formas elegantes pero desperdiciadas se habían convertido en fuertes músculos y largos tendones. Por debajo de la manga de su camiseta blanca asomaba un tatuaje tribal que rodeaba su formidable bíceps y su bañador azul marino dejaba a la vista unas piernas con los tendones tensos y alargados de un corredor de largas distancias. Su pelo rubio y espeso estaba alborotado y su pálida piel, tan característica en él como una resaca, había desaparecido. Salvo por el aire de decadencia que, como una mala reputación, lo impregnaba, Bram Shepard tenía un aspecto sorprendentemente saludable.

– Ahora hace ejercicio -intervino Trev con un susurro exagerado, como si estuviera divulgando un jugoso escándalo.

– Bram no ha hecho ejercicio ni un solo día de su vida -replicó Georgie-. Consiguió sus músculos vendiendo lo que le quedaba de su alma.

Bram sonrió y volvió su cara de ángel malo hacia Georgie.

– Cuéntame algo más sobre ese plan tuyo de recuperar tu orgullo casándote con Trev. No es tan interesante como la conversación del vello púbico, pero…

Georgie apretó las mandíbulas.

– Te juro por Dios que si le cuentas algo de esto a alguien…

– No lo hará -contestó Trevor-. Nuestro Bramwell nunca se ha interesado por nadie que no sea él mismo.

Eso era cierto. Aun así, Georgie no soportaba saber que él había oído algo tan sumamente humillante para ella. Bram y Georgie habían trabajado juntos desde que él tenía diecisiete años hasta que cumplió veinticinco. A los diecisiete, su egocentrismo era inconsciente, pero conforme su fama crecía, Bram se volvió más y más irresponsable de una forma deliberada. No costaba mucho darse cuenta de que, con el tiempo, se había vuelto todavía más cínico y egocéntrico.

Bram flexionó una rodilla.

– ¿No eres un poco joven para haber renunciado al amor verdadero?

Georgie se sentía como si tuviera cien años. Su matrimonio de cuento de hadas había fracasado poniendo punto final a sus sueños de tener una familia propia y un hombre que la quisiera por sí misma y no por lo que pudiera hacer por la carrera de él. Georgie volvió a ponerse las gafas de sol mientras sopesaba el peligro que suponían los chacales que merodeaban en el exterior frente al peligro de la bestia que tenía delante.

– No pienso hablar contigo de este tema.

– Déjalo ya, Bram -intervino Trevor-. Ha tenido un año muy duro.

– Las desventajas de ser adorada -replicó Bram.

Trev resopló.

– Nada de lo que tú tendrás que preocuparte nunca.

Bram cogió el cóctel abandonado de Georgie, bebió un sorbo y se estremeció al notar su sabor.

– Nunca he visto al público tomarse de una forma tan personal el divorcio de una celebridad. Me sorprende que ninguno de tus enloquecidos fans se haya autoinmolado a lo bonzo.

– La gente se siente como si fuera familia de Georgie -comentó Trevor-. Crecieron con Scooter Brown.

Bram dejó el vaso.

– También crecieron conmigo.

– Pero Georgie y Scooter son básicamente la misma persona, mientras que tú y Skip no lo sois.

– ¡Gracias a Dios! -Bram se levantó de la tumbona-. Todavía odio a aquel niño pijo y gilipollas.

Sin embargo, Georgie quería a Skip Scofield. Todo en él le encantaba. Su gran corazón, su lealtad, la forma en que intentaba proteger a Scooter de la familia Scofield. La forma en que, al final, se enamoró de su ridícula cara redonda y su boca de goma elástica. Le gustaba todo salvo el hombre en que Skip se convertía cuando las cámaras dejaban de rodar.

Los tres habían vuelto a caer en sus viejos patrones de conducta: Bram atacándola y Trevor defendiéndola. Pero ella ya no era una niña y tenía que defenderse a sí misma.

– Yo no creo que odies a Skip. Creo que siempre quisiste ser Skip, pero estabas tan lejos de conseguirlo que fingías despreciarlo.

Bram bostezó.

– Quizá tengas razón. Trev, ¿estás seguro de que nadie se ha dejado algo de hierba por aquí? ¿Ni siquiera un cigarrillo?

– Estoy seguro -contestó Trevor al mismo tiempo que sonaba el teléfono-. No os matéis mientras lo cojo.

Trevor entró en la casa.

Georgie quería castigar a Bram precisamente por ser quien era.

– Hoy podría haber muerto arrollada. Gracias por nada.

– Estabas manejando la situación tú solita. Y sin papaíto. ¡Eso sí que ha sido una sorpresa!

Georgie lo miró con desprecio.

– ¿Qué quieres, Bram? Los dos sabemos que no has aparecido por accidente.

Él se levantó, se acercó a la barandilla y miró hacia la playa.

– Si Trev hubiera sido tan estúpido como para aceptar tu estrafalaria oferta, ¿qué habrías hecho con tu vida sexual?

– Como que eso es algo que voy a discutir contigo.

– ¿Quién mejor que yo para contárselo? -contestó él-. Yo estuve allí en el primer momento, ¿te acuerdas?

Georgie no podía soportarlo ni un segundo más, así que se volvió hacia los ventanales.

– Sólo por curiosidad, Scoot… -dijo él a su espalda-. Ahora que Trev te ha rechazado, ¿quién es el siguiente candidato para ser el señor de Georgie York?

Ella estampó en su cara una sonrisa burlona y se volvió hacia Bram.

– ¡Qué amable eres al preocupar a esa demoníaca cabezota tuya por mi futuro cuando tu propia vida es un auténtico desastre!

La mano le temblaba, pero la sacudió esperando que resultara un gesto gracioso y desenfadado, y entró en la casa. Trev acababa de colgar el auricular, pero ella estaba demasiado agotada para hacer otra cosa salvo pedirle que, al menos, considerara su propuesta.


Cuando llegó a Pacific Palisades, estaba tan tensa que le dolía todo. Ignoró al fotógrafo que había aparcado en la entrada de su jardín y tomó el estrecho camino que serpenteaba hasta una sencilla casa de estilo mediterráneo que podía haber cabido en la piscina de su anterior vivienda. No se había sentido capaz de quedarse en la casa que Lance y ella habían compartido. Ésta la alquilaba con muebles demasiado voluminosos para lo pequeñas que eran las habitaciones y techos demasiado bajos para lo gruesas que eran las vigas de madera, pero a ella todo eso no le importaba tanto como para buscar otra casa.

Abrió la ventana del dormitorio y fue a escuchar el contestador del teléfono.

«Georgie, he visto el estúpido artículo y…»

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«Georgie, lo siento muchísimo…»

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«Él es un gilipollas, cariño, y tú eres…»

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Sus amigas tenían buenas intenciones, al menos la mayoría, pero su interminable compasión la asfixiaba. Para variar, desearía ser ella quien ofreciera consuelo en lugar de tener que recibirlo siempre.

«Georgie, llámame enseguida. -La voz seca de su padre llenó la habitación-. En el último ejemplar de Flash sale una fotografía que podría alterarte. No quiero que te coja desprevenida.»

«Demasiado tarde, papá.»

«Es importante que estés a la altura de las circunstancias. Le he enviado a Aaron un comunicado por correo electrónico para que lo publique en tu página Web contándole al mundo lo feliz que te sientes por Lance. Ya sabes que…»