A última hora de la tarde, los móviles de todo el mundo y las PDA se estaban quedando sin batería. Sólo el móvil de Rory, quien, entre otras cosas, había encargado que le dejaran junto a la puerta del jardín un cargador y un móvil de repuesto, seguía funcionando. Laura anunció que estar sin teléfono le hacía hiperventilar y le pidió a Georgie que cantara algo, pero en la casa no había ningún piano y la anfitriona se negó. A pesar de tomarle el pelo acerca de su interpretación en el musical Annie, Bram tenía que reconocer que resultaba agradable escucharla cantar, con su potente voz y su inagotable energía. Quizá comprara un piano para sorprenderla.
Jade se sentó en la biblioteca con un libro sobre economía internacional, Georgie desapareció con Aaron y el resto de invitados se desplazaron a la sala de proyecciones. Bram fue a su despacho con un vaso de té helado extra fuerte; una adicción menos dañina que las anteriores.
Cogió el guión que le había enviado su agente. Con toda la publicidad de la que era objeto a causa de su matrimonio, estaba recibiendo más guiones de lo habitual, pero los papeles eran los mismos de siempre: playboys, gigolós y, de vez en cuando, un traficante de drogas. Bram no se acordaba de la última vez que le había llegado algo que no fuera pura basura. Tras haber leído unas páginas, se dio cuenta de que aquel guión no era distinto de los demás. Tenía ganas de fumar un cigarrillo, pero en su lugar bebió un trago de té helado, examinó su correo electrónico y, a continuación, regresó a la casa para dedicarse al verdadero trabajo que tenía pendiente.
Rory había trasladado su centro de operaciones a un rincón del porche. A pesar de que era domingo, había estado al teléfono toda la tarde, creando y destruyendo carreras, pero en aquel momento estaba inclinada sobre su ordenador portátil. Bram se acercó a la mesa donde ella estaba trabajando con paso relajado y, sin esperar una invitación que nunca llegaría, se sentó frente a ella.
– Aunque agradezco de veras tu hospitalidad -dijo Rory sin levantar la vista-, a menos que quieras hablar acerca del clima, vas a perder el tiempo.
– Supongo que eso es mejor que perder el dinero de Vortex.
Rory levantó la cabeza.
Bram extendió las piernas y se acomodó en el asiento con aires de autosuficiencia, aunque tenía el estómago encogido.
– Eres una de las mujeres más inteligentes de la ciudad, pero en estos momentos estás actuando como una estúpida.
– En general, resulta mejor persuadir a alguien mediante halagos.
– Tú no necesitas halagos. Sabes lo buena que eres, pero el rencor que sientes hacia mí se está interponiendo en tu buen juicio, el cual, en general, es excelente.
– Ésa es tu opinión.
– Caitlin Carter se ha vuelto codiciosa. Si esperas hasta que mi opción expire, te gastarás mucho más dinero en La casa del árbol del que te gastarías ahora. ¿Cómo explicarás eso a tu junta directiva?
– Me arriesgaré. Y eres tú el que está actuando como un estúpido. Si me cedes La casa del árbol ahora, sin ningún tipo de restricciones, te garantizo que aparecerás en los créditos como productor asociado…
– Eso no tiene ningún valor para mí.
– Sólo con eso ya estarías ganando dinero respecto a tu inversión inicial. Pero, si persistes en tu idea, acabarás con nada. Yo puedo conseguir que se haga esa película. ¿Qué más quieres?
– Quiero que se haga la película que está en mi cabeza. -Bram se esforzó en mantenerse sereno, pero aquel asunto significaba mucho para él y notó que estaba perdiendo la calma-. Quiero interpretar a Danny Grimes. Quiero que se me garantice que Hank Peters será el director. -Se levantó de la silla-. Quiero estar en el plató todos los días para asegurarme de que el guión que he entregado es el que se rueda realmente y no que un imbécil del estudio vaya y decida que quiere introducir una persecución de coches.
– Yo no permitiría que eso sucediera.
– Tú tienes que dirigir el estudio, ni siquiera te darías cuenta.
Rory se frotó los ojos.
– Me estás pidiendo demasiado, Bram. Te lo diré sin rodeos. Sólo se te conoce por tres cosas: Skip y Scooter, una cinta de sexo y por ser un juerguista impresentable. Estoy empezando a creer a Georgie cuando dice que has superado la última, pero no has hecho nada serio desde que acabó la serie. ¿De verdad me imaginas diciéndole a la junta directiva que te he confiado un proyecto como La casa del árbol?
– ¡Tengo una jodida intuición! ¿Puedes entenderlo? -Las venas del cuello de Bram palpitaron-. Sé exactamente cómo debería hacerse esa película. Cómo debería ser. Qué debería transmitir. Soy el único que puede realizar la película que tú quieres. ¿Tanto te cuesta entenderlo?
Rory lo miró larga y serenamente.
– Lo siento -dijo con suavidad-. No puedo hacerlo.
La lástima genuina que reflejaba su voz le indicó a Bram que habían llegado al final del camino. Había hecho todo lo que había podido para convencerla y había perdido. Se sorprendió al ver que sus manos temblaban, pero, aun así, consiguió encogerse de hombros. De ningún modo le suplicaría.
Su despacho constituía el único refugio del que disponía en aquella superpoblada casa. Al darse la vuelta, un movimiento cerca de la puerta llamó su atención. Se trataba de Georgie. Aunque estaba a unos tres metros de distancia, Bram percibió preocupación en su entrecejo fruncido y lástima en sus ojos verdes.
Georgie había oído toda la conversación con Rory, y eso a Bram le dolió tanto como haber perdido su sueño.
La cena constituyó una auténtica tortura. Lance no paró de intentar recuperar la simpatía de Paul, quien no respondió a sus intentos. Jade les dio un apasionado sermón sobre la industria sexual infantil que los dejó a todos deprimidos y con un sentimiento de culpabilidad. Georgie apenas habló, Rory parecía preocupada, y Laura estuvo todo el tiempo lanzándole miradas ansiosas a Paul y Georgie. Bram no pensaba permitir que Rory viera que lo había vencido, así que se obligó a bromear con Meg, la única persona en la mesa que no parecía desear estar en cualquier otro lugar.
Los helicópteros por fin terminaron su jornada.
Chaz les sirvió un empalagoso postre de caramelo. Era tan sustancioso que sólo Georgie se acabó su ración tragándosela con una obstinada determinación que Bram no comprendió. Jade, a quien no parecía importarle mucho la comida, se dejó su ración sin siquiera tocarla y, cuando Chaz reapareció, le pidió un cuarto de manzana. Su petición debió de cabrear a Georgie, porque se levantó de la mesa de golpe y se metió de lleno en su papel de Scooter Brown.
– Ni siquiera son las ocho. Vayamos al salón, tengo un entretenimiento especial para todos.
La sugerencia constituyó una sorpresa para Bram. Malas noticias. Él lo único que quería era desaparecer.
– Yo no pienso jugar a las adivinanzas -advirtió Meg-, ni a ningún otro juego al que juguéis los actores.
Laura y Rory parecían horrorizadas, pero Georgie no cedió.
– Tengo en mente algo ligeramente más interesante que esos juegos.
– Espera un momento -intervino Bram, decidido a demostrarle a Rory que no lo había dejado hecho polvo-, me prometiste que no dejarías que nadie te viera bailar desnuda salvo yo.
– Nada de bailes -replicó ella sin perder la calma-. La última vez que me deslicé por la barra me luxé un tendón.
Incluso Paul sonrió, y todas las mujeres salvo Jade se echaron a reír. Sin embargo, Bram tuvo la impresión de que la vida le resultaba demasiado pesada para tomarse nada a la ligera y Lance enseguida se puso serio para apoyar a su mujer. ¡Qué imbécil!
Mientras los demás recogían la mesa, Jade le pidió a Chaz que le preparara otro poleo menta porque el primero no estaba lo bastante caliente. Bram tuvo la impresión de que Jade dirigía sus instintos humanitarios al mundo en general mientras ignoraba a la gente que la atendía en el día a día. Al final, Georgie, quien seguía simulando estar muy alegre, los condujo al salón y asignó los asientos. A Bram le hizo sentarse en el sillón que había junto a la chimenea. A Rory, en el sofá que había al lado del sillón de Bram, y a los demás los colocó de una forma que podía tener sentido para ella, pero para nadie más. Bram deseó que su mujer le hubiera consultado antes de proponer su jueguecito de salón.
Entonces entró Aaron cargado con un montón de guiones y Bram lo entendió todo.
Georgie le entregó a él el primero.
– ¡Sorpresa, cariño!
Bram examinó la cubierta. Se trataba del guión de La casa del árbol. ¿Qué creía Georgie que estaba haciendo?
– Quizás alguno de vosotros ya hayáis oído que Bram tiene la opción para la realización de La casa del árbol de Sarah Carter.
Más de una cabeza se levantó de golpe para mirarla.
Georgie apoyó la mano en el hombro de su esposo.
– Sin embargo, por lo que sé, a Bram nunca le han leído el guión, así que le pedí a Aaron que hiciera copias para todos. Con tanto talento junto en la casa, creo que podríamos darle ese gusto al anfitrión, ¿no creéis?
Con tanto talento junto… y Rory Keene sentada a su lado. Georgie había lanzado los dados. No quería que él se rindiera, ni siquiera después de oír la conversación con Rory. Georgie había preparado una audición especialmente para él.
Entonces se despertó.
Georgie no lo estaba haciendo por él, sino para ella misma.
Bram se imaginó qué esperaba Georgie conseguir con aquello. Ella sabía que, en cuanto expirara la opción de Bram, Rory no dejaría escapar La casa del árbol, y pretendía utilizar aquella noche como audición privada para abrirse camino hacia el papel de Helene.
Un plan agresivo, pensó Bram con amargura, pero que no funcionaría. Georgie no era capaz de interpretar aquel personaje. Georgie le hincó los dedos en el hombro.
– Si no te importa, cariño, yo haré de directora de reparto.
Bram tenía que reconocerlo: Georgie estaba haciendo exactamente lo que él habría hecho en aquellas circunstancias. Entonces ¿por qué se sentía tan decepcionado?
Porque el estúpido egoísta era él, no ella.
Georgie empezó a repartir los guiones.
– Bram, como es lógico, tú leerás el personaje de Danny Grimes. Papá, ¿qué te parece si interpretas a Frank, el padre moribundo de Danny? Lance, tú harás de Ken, el vecino que abusa de su hija; interpretar al malo constituirá un bonito cambio para ti. Jade, tú leerás el texto de Marcie, la esposa servil de Ken.
El papel más ingrato de todos.
A continuación, Georgie le tendió a Laura un ejemplar del guión.
– Laura, saca a tu niña interior e interpreta a Izzy, su hija de cinco años. Y tú, Meg, leerás el papel de Natalie, la enfermera a domicilio de quien Danny está enamorado, pero no te hagas ilusiones.
– Yo no soy actriz.
– Pues finge serlo.
Bram no podía culpar a Georgie por intentar conseguir el papel de Helene. Era el tipo de personaje que podía dar un vuelco a la carrera de cualquiera, pero Helene necesitaba una actriz como Jade, quien ya tenía experiencia en personajes de carácter fuerte. Incluso realizando una lectura en frío, Jade estaría fantástica, Georgie lo sabía tan bien como él y por eso le había asignado el papel de Marcie.
Georgie se sentó en una silla en el otro extremo del salón.
– Aaron ha accedido a leer el resto de los personajes masculinos. Yo seré la narradora y me encargaré de los personajes femeninos que sobren.
No se podía decir que el personaje de Helene sobrara. La confusión de Bram se convirtió en un auténtico choque emocional cuando Georgie entregó uno de los guiones a Rory.
– Tú nunca puedes divertirte, así que hoy interpretarás a Helene.
– ¿Yo?
– Saca tus dotes artísticas -la animó Georgie con una sonrisa radiante.
– No creo que las tenga.
– ¿Qué más da? Esto es sólo por diversión.
Bram no lograba entenderlo. ¿Por qué se había rajado Georgie? Sólo se le ocurría una explicación, y algo parecido al pánico lo invadió: Georgie había preparado la audición para él en lugar de para sí misma.
¡Mierda! Él no le había pedido que lo hiciera. Seguramente ella había decidido que Rory se sentiría más implicada en el proyecto si le tocaba leer un papel clave como el de Helene. O, aún más inquietante, quizá quería que él y no ella fuera el centro de la atención. Fuera lo que fuese lo que rondaba por la cabeza de Georgie, estaba claro que la pequeña Scooter Brown estaba otra vez revoloteando por ahí y rociando a todos con su maldito polvo de hada.
Bram empezó a sudar. Su mujer era una condenada estúpida. ¿Cuándo se daría cuenta de que tenía que cuidar de sí misma? Si quería cambiar el curso de su carrera debía ir en busca de lo que quería y dejar de lado a todos los demás. Él nunca habría hecho un sacrificio así por ella. Pero a ella no le importaba, porque Georgie York era una maldita jugadora de equipo.
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