Al final, la puerta se abrió y apareció Paul, fulminándola con la mirada.

– ¿Qué demonios quieres?

Su normalmente impecable pelo gris había perdido la compostura. Estaba descalzo y lucía barba de una semana. Unos pantalones cortos y arrugados y una camiseta desteñida habían reemplazado a sus habituales trajes de Hugo Boss. Laura nunca lo había visto así y algo inoportuno se agitó en su interior.

Ella empujó la puerta con ímpetu.

– Pareces el cadáver de Richard Gere.

Él se apartó a un lado de una forma automática y Laura entró en la fresca casa de suelos de bambú, techos altos y amplias claraboyas.

– Tenemos que hablar -dijo.

– No.

– Sólo unos minutos -insistió ella.

– Como ya no tenemos negocios juntos, no tiene sentido que hablemos.

– Deja de actuar como un crío.

Él la observó y Laura se dio cuenta de que, incluso vestido con unos pantalones arrugados y una camiseta desteñida, Paul tenía mejor aspecto que ella con su vestido de Escada y sus manoletinas con tiras rojas de Taryn Rose. Otra vez aquel inoportuno estremecimiento…

Esbozó una amplia sonrisa.

– Ya no tengo que volver a hacerte la pelota. Es lo único bueno de que mi carrera se haya ido al carajo.

– Sí, bueno, lo siento.

Paul se dirigió al salón, una estancia agradablemente decorada pero sin mucha personalidad. Los muebles se veían confortables, el suelo era de tono claro y las persianas de estilo colonial. Por lo visto, no había permitido que ninguna de las sofisticadas mujeres con las que había salido a lo largo de los años dejara su sello en la casa.

Laura se dirigió al equipo de música y lo apagó.

– Apostaría algo a que no has hablado con ella desde que todo se derrumbó.

– Tú no lo sabes.

– ¿De verdad? Llevo viendo cómo funcionas desde hace años. Si Georgie no hace lo que papá quiere, papá la castiga dejándola de lado.

– Yo nunca he hecho eso. Disfrutas pintándome como el malo de la película, ¿verdad?

– No requiere mucho esfuerzo.

– Será mejor que te vayas, Laura. Podemos resolver lo que queda de nuestra relación laboral por correo electrónico. No tenemos nada más que decirnos.

– Eso no es cierto del todo. -Hurgó en su bolso de gran tamaño y le entregó un guión-. Quiero que te presentes a una audición para el papel de Howie. No te lo darán, pero tenemos que empezar por algún lado.

– ¿Una audición? ¿De qué me estás hablando?

– He decidido representarte. En tu vida privada eres un gilipollas insensible, pero también eres un actor de talento y ya va siendo hora de que dejes de molestar a Georgie y te centres en tu propia carrera.

– Olvídalo. Ya lo hice una vez y no me llevó a ningún lado.

– Ahora eres una persona diferente. Sé que estás un poco oxidado, así que te he programado un par de clases con Leah Caldwell, la antigua profesora de interpretación de Georgie.

– Estás loca.

– Tu primera clase es mañana a las diez. Leah te va a dar caña, así que será mejor que hoy te acuestes temprano. -Laura sacó un montón de papeles de su bolso-. Éste es mi contrato de representación estándar. Léelo mientras hago unas llamadas. -Laura sacó su móvil-. ¡Ah, y que quede claro desde el principio! Tu trabajo es actuar. El mío es dirigir tu carrera. Tú haces tu trabajo, yo hago el mío. Y ya veremos lo que pasa.

Paul dejó el guión sobre la mesita auxiliar.

– No pienso presentarme a ninguna audición.

– ¿Estás demasiado ocupado recordando todos los momentos Kodak con tu hija?

– Vete a la mierda.

Palabras fuertes, pero pronunciadas con poco énfasis. Paul se dejó caer en un sillón tapizado con unos sosos cuadros tipo escocés.

– ¿De verdad crees que soy un gilipollas insensible?

– Sólo puedo juzgar por lo que he observado. Si no lo eres, entonces eres un actor cojonudo.

Eso le hizo pensar. Paul era un buen actor. Ella se había quedado pasmada cuando él leyó el papel del padre de La casa del árbol. Laura no recordaba la última vez que una actuación la hubiera emocionado tanto. ¿Y no era una de las grandes ironías de la vida que aquella actuación la hubiera realizado Paul York?

Él siempre le había parecido tan invencible que verlo con sus defensas por los suelos la desconcertaba.

– Por cierto, ¿qué te ocurre?

Paul dejó la mirada perdida.

– Es curioso cómo la vida nunca es como uno espera.

– ¿Y tú qué esperabas?

Paul le tendió el contrato.

– Leeré el guión y me lo pensaré. Entonces hablaremos del contrato.

– No hay trato. Sin el contrato, el guión y yo nos vamos.

– ¿Crees que voy a firmar así, sin más?

– Sí, ¿y sabes por qué? Porque yo soy la única que está interesada en ti.

– ¿Y quién dice que eso me importa? -Paul dejó el contrato encima del guión-. Si quisiera volver a actuar, me representaría yo mismo.

– El actor que se representa a sí mismo tiene a un loco como cliente.

– Creo que el dicho se refería a un abogado.

– La idea es la misma. Ningún actor puede alabar sus propias virtudes sin parecer un imbécil.

Laura tenía razón, y Paul lo sabía, pero todavía no estaba dispuesto a ceder.

– Tienes respuesta para todo.

– Eso es porque los buenos agentes sabemos lo que hacemos, y yo pretendo ser para ti una agente mucho mejor de lo que lo fui para Georgie.

Él se frotó los nudillos de una mano con el pulgar de la otra.

– Deberías haber hecho valer tu opinión.

– Lo hice, y más de una vez, pero entonces tú me mirabas con ceño y… Bueno, yo me acordaba de mi hipoteca y adiós a mi valentía.

– La gente debería luchar por lo que cree.

– Tienes toda la razón. -Laura agitó el dedo índice sobre el contrato-. Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Te quedarás sentado autocompadeciéndote o tendrás el valor de iniciar un nuevo juego?

– No he actuado desde hace casi treinta años. Ni siquiera había considerado esa posibilidad.

– A Hollywood le encantan las caras nuevas con talento.

– No tan nuevas.

– Créeme, tus arrugas están en los lugares perfectos. -Le lanzó su mirada de chica dura para que él no considerara su comentario como una chorrada de una menopáusica que no recordaba la última vez que había tenido una verdadera cita-. Me resulta difícil creer que un actor con tu talento nunca haya pensado en volver al trabajo.

– La carrera de Georgie era lo primero.

Laura sintió una ráfaga de simpatía hacia él. ¿Cómo debía de haberse sentido poseyendo tanto talento y sin utilizarlo?

– Ahora Georgie no te necesita -declaró con tono más amable-. Al menos para que dirijas su carrera.

Paul volvió a coger el contrato.

– ¡Ve a hacer tus malditas llamadas! Echaré una ojeada al contrato.

– Buena idea.

Laura salió a la terraza. Era un lugar recogido y sombreado, un rincón estupendo para disfrutarlo, pero allí sólo había un par de sillas metálicas que ni siquiera eran del mismo juego. Le pareció extraño que alguien tan refinado como Paul tuviera tan poca vida social. Abrió su móvil, escuchó el contestador de su oficina y después mantuvo una larga conversación con su padre, quien se había retirado en Phoenix. Mientras hablaban, ella se esforzó en no espiar a Paul a través de las vidrieras. Después telefoneó a su hermana, quien vivía en Milwaukee, pero su sobrina de seis años respondió a la llamada y se lanzó a contarle una historia acerca de su nuevo gatito.

Paul salió a la terraza y Laura interrumpió el monólogo de su sobrina.

– Es un actor increíble. Casi nadie sabe que se formó en Juilliard Drama. También actuó en unas cuantas obras en los círculos alternativos de Broadway, y después dejó en suspenso su carrera para criar a Georgie.

– ¿Quién es Julie Yard, tía Laura?

Laura se tocó el pelo.

– No tienes ni idea de lo que me ha costado convencerlo de que tiene que volver a pensar en sí mismo. En cuanto lo veas leyendo un guión, comprenderás por qué me entusiasma tanto ser su representante.

– Estás rara -contestó la vocecita de su sobrina-. Voy a buscar a mamá. ¡Mamá!

– Estupendo. Te llamo la semana que viene. -Laura cortó la comunicación-. Esto ha ido mejor de lo que esperaba. -El sudor se deslizó entre sus pechos.

– ¡Tonterías! Estabas hablando con tu buzón de voz.

– ¡Sí, o con mi sobrina, en Milwaukee! -contestó ella con toda su chulería-. O con la oficina de Brian Glazer. La forma en que hago mi trabajo no es asunto tuyo. Sólo los resultados que obtenga.

Paul agitó el contrato.

– El hecho de que haya firmado este maldito documento no significa que vaya a acudir a las audiciones, sólo que leeré el guión.

¿De verdad lo había convencido? Laura no podía creérselo.

– Significa que irás a donde yo te diga. -Le arrancó el contrato de las manos y se dirigió al interior de la casa esperando que él la siguiera-. Esto no resultará fácil, así que ya puedes empezar a soltarte a ti mismo uno de esos sermones que le soltabas a Georgie, esos sobre que el rechazo forma parte del trabajo y que uno no debe tomárselo como algo personal. Resultará interesante ver si eres tan duro como ella.

– Te lo estás pasando bien con esto, ¿no?

– Más de lo que imaginas. -Laura recogió sus cosas-. Llámame en cuanto hayas terminado de leer el guión. ¡Ah, y tengo la intención de promover tu carrera utilizando el buen nombre de Georgie!

Paul enrojeció con enojo.

– No puedes hacer eso.

– Claro que sí. Ella nos despidió, ¿recuerdas? -Cuando llegó a la puerta principal, Laura se detuvo y se volvió-. Yo de ti la llamaría hoy mismo en lugar de dejarla de lado.

– Sí, como si tus ideas hubieran funcionado tan bien en el pasado.

– Es sólo una sugerencia.

Laura salió de la casa y se dirigió a su coche. Tenía ganas de dar saltos de alegría. Había sorteado el primer obstáculo y ahora todo lo que tenía que hacer era encontrarle trabajo a Paul.

Mientras salía marcha atrás de la entrada de la casa, se recordó a sí misma que conseguirle un papel a Paul no era la única tarea difícil a la que se enfrentaba. También tenía que vender su piso, cambiar su Benz por un coche más barato, cancelar sus vacaciones a Maui y mantenerse alejada de Barneys. Todas esas cosas eran potencialmente depresivas.

Pero en aquel momento encendió la radio, levantó la barbilla y cantó a pleno pulmón.

Capítulo 21

Cuando Bram salió del lavabo después de darse su ducha matutina, Georgie se incorporó en la cama. Dos semanas y media antes, cuando la cuarentena se levantó, se enfrentó al dilema de volver a trasladarse a la habitación de invitados o quedarse donde estaba. Al final, le dijo a Bram que en la otra habitación había tantos microbios de Lance y Jade que no podía dormir allí. Él estuvo de acuerdo en que algunos microbios eran tan contagiosos que no merecía la pena arriesgarse.

Georgie lo admiró unos instantes. La toalla negra que tenía enrollada alrededor de la cintura hacía que sus ojos lavanda adquirieran una tonalidad índigo. Su pelo todavía estaba húmedo y hacía días que no se afeitaba, lo que le daba un aspecto viril y elegante al mismo tiempo. El bebé imaginario de Georgie se agitó en su útero. Parpadeó volviendo a la realidad.

– ¿Cuándo dices que Hank Peters y tú vais a empezar con las audiciones?

– El martes siguiente a nuestra fiesta de matrimonio, como bien sabes.

– ¿De verdad? Sólo falta una semana y media…

El equipo había empezado de inmediato con las tareas de preproducción porque Hank Peters tenía un compromiso para dirigir otra película en noviembre y no querían quedarse sin su colaboración. Georgie permitió que la sábana dejara al descubierto uno de sus pechos, lo que resultó inútil, porque Bram se dirigió directamente al armario para coger los vaqueros y la camiseta que se habían convertido en su uniforme de trabajo como productor.

– Yo todavía soy la primera de la lista, ¿no?

– ¿Quieres relajarte? Te prometí que serías la primera en hacer la prueba y lo serás, pero te juro que si confías mucho en ello…

– Lo que no resulta fácil contigo diciéndome continuamente lo poco que valgo.

Bram asomó la cabeza.

– No exageres. Eres una actriz buenísima con un gran talento de comediante, ya lo sabes.

– Pero no tan buena como para interpretar a Helene, ¿no? -Georgie esbozó una sonrisita de superioridad-. Recuerda este momento, Bramwell Shepard, porque te haré tragarte tus palabras.

Deseó sentirse tan confiada como aparentaba. Había leído el guión un par de veces más y había preparado un expediente del personaje donde anotaba ideas acerca del pasado de Helene y sus gestos corporales. Pero sólo faltaban diez días para la audición y aquél era el personaje más complejo que ella había interpretado nunca. Tenía mucho trabajo que hacer antes de estar realmente preparada y, encima, le costaba concentrarse.