Rory Keene, disfrazada con un sencillo traje de doncella, se dirigió, como Jack y April, a la entrada de servicio con su cita para aquella noche, un inversor de riesgo bien plantado que iba disfrazado de mayordomo. Era el acompañante habitual de Rory para las ocasiones especiales, un amigo, pero sin derecho a roce.
Los padres de Meg utilizaron la entrada principal. El actor y dramaturgo Jake Koranda lucía un traje blanco que acentuaba su tez morena, y su esposa, la famosa Fleur Savagar Koranda, vestía un vaporoso vestido de chiffon con un estampado floreado. Meg, que iba vestida de Zoey, la hippy y mejor amiga de Scooter, decidió utilizar la entrada de servicio con su cita para la fiesta, un músico sin trabajo que era el doble del John Lennon de los años setenta.
Chaz estaba en el salón de baile, preguntándose por qué había dejado que Georgie eligiera su disfraz. Allí estaba ella, vestida como un puto ángel, con un destellante vestido plateado y una aureola sujeta a una voluminosa peluca naranja. Si levantaba los ojos, incluso podía ver unos cuantos tirabuzones de ese color cayendo sobre sus cejas. La inspiración para el disfraz procedía del episodio trece, «Skip tiene un sueño». Cuando Chaz se quejó a Georgie sobre el disfraz, ésta esbozó una extraña sonrisa y dijo que Chaz era un ángel disfrazado. ¿Qué demonios significaba eso?
Se suponía que ella tenía que ayudar a Poppy, la organizadora de la fiesta, asegurándose de que todo iba bien, pero Chaz se había pasado la mayor parte del tiempo mirando boquiabierta a los famosos que iban llegando. Según Poppy, aquella era la fiesta más importante del verano y un montón de celebridades que Bram y Georgie ni siquiera conocían habían pedido ser invitados. Georgie le dijo a Poppy, una y otra vez, que «Nada de diseñadoras de bolsos». Chaz no lo entendió hasta que Georgie se lo explicó, y entonces estuvo de acuerdo con ella.
Las pulidas molduras de color nogal de la sala de baile y el techo de paneles de madera resplandecían a la luz de las arañas. Las mesas redondas estaban cubiertas con unos manteles de color mostaza y unos salvamanteles de cuadros lavanda y azul. Unos ramos de hortensias azules, inspiradas en los créditos de la serie, colocados en unos jarrones amarillos servían de centro de mesa. Delante de cada cubierto había una maqueta de la mansión Scofield y un marco de plata con el menú, el escudo de la familia Scofield y la impresión grabada de la pezuña de Butterscotch, el gato de Scooter. Cuatro pantallas panorámicas de televisión situadas en otros tantos puntos de la sala pasaban, sin sonido, episodios de la serie.
Chaz vio acercarse a Aaron con una chica guapa, morena y de aspecto aburrido, que sólo podía ser Becky. Aaron no habría tenido las narices de pedirle que saliera con él si Chaz no se hubiera puesto pesada. Gracias a Chaz, él nunca había tenido mejor aspecto. «Lo único que tienes que hacer es ponerte un traje de primera calidad -le dijo ella mientras lo convencía para que fuera disfrazado de abogado de los Scofield-. Un traje que te caiga bien. Y haz que Georgie lo pague.» Una cosa tenía que reconocerle a Georgie, y es que no era tacaña. Incluso envió a Aaron al sastre de su padre.
Con aquel estupendo corte de pelo, las lentes de contacto, su cuerpo, cada día más delgado, y aquella ropa de verdad en lugar de sus absurdas camisetas estampadas con chorradas de videojuegos, Aaron parecía una persona distinta.
– Chaz, ésta es Becky.
Becky era un poco gordita, con la cara redonda, el pelo negro y brillante y una sonrisa tímida y amistosa. A Chaz le gustó lo mucho que se esforzaba para no quedarse embobada mirando a los famosos.
– Hola, Chaz, me encanta tu disfraz.
– Es bastante patético, pero gracias.
– Becky trabaja en el departamento de relaciones públicas de una compañía de seguros médicos -explicó Aaron, como si Chaz no lo supiera, igual que sabía que los padres de Becky eran de Vietnam, pero que ella había nacido en Long Beach.
Chaz se fijó en la camisa blanca de Becky, en su falda negra y corta, en sus mallas negras y en sus zapatos de tacón alto de ocho centímetros.
– Estás fantástica disfrazada de chófer.
– Aaron me sugirió lo del disfraz.
De hecho, había sido Chaz quien le había sugerido a Aaron que Becky se disfrazara de Lulu, la sexy chófer del abogado Scofield. Chaz pensó que Becky estaría muy nerviosa aquella noche y que llevar un disfraz sencillo sería algo menos de lo que preocuparse.
– En realidad, la idea fue de Chaz -explicó Aaron, aunque Chaz no lo habría culpado si hubiera fingido que era suya.
– Gracias -contestó Becky-. La verdad es que estaba un poco nerviosa por lo de esta noche.
– Es una primera cita cojonuda, ¿no?
– Increíble. Todavía no me creo que Aaron me pidiera que lo acompañara.
Becky lo miró y esbozó una ancha sonrisa, como si él fuera el no va más, lo que no era cierto, aunque sí tenía mucho mejor aspecto que antes. Él le devolvió la sonrisa y Chaz sintió una punzada de celos. No porque deseara que Aaron fuera su novio, sino porque se había acostumbrado a cuidar de él. Y también le gustaba hablar con él. Incluso le había contado todo el infierno por el que había pasado. Pero si él y Becky iban en serio, quizás él quisiera hablar sólo con ella. Quizá también se sentía un poco celosa porque le gustaría que un chico muy, muy, pero que muy bueno y que no fuera un indeseable la mirara como Aaron estaba mirando a Becky. No en aquel mismo momento, pero sí algún día.
– Aquella de allá es Sasha Holiday -explicó Aaron señalando a una mujer alta y esbelta de pelo largo y oscuro.
Unas gafas de media lente colgaban de una cadena sobre su sofisticado vestido de tubo negro. Era igual que la secretaria de la señora Scofield, pero mucho más sexy.
– Sasha es una de las mejores amigas de Georgie -le explicó Aaron a Becky.
– La reconozco de los anuncios de Comida Sana Holiday -dijo Becky-. Es preciosa, e incluso más delgada que en las fotografías.
Chaz pensó que Sasha estaba demasiado delgada y que se percibía mucha tensión alrededor de sus ojos, pero no dijo nada.
Chaz, Aaron y Becky se quedaron allí, intentando no mirar fijamente a los famosos que iban llegando: Jake Koranda, Jack Patriot y todos los actores de Skip y Scooter, más un puñado de compañeros de reparto de las películas de Georgie. Meg saludó a Chaz con la mano desde lejos y ella le devolvió el saludo. El acompañante de Meg parecía un perdedor, y Chaz pensó que ella se merecía alguien mucho mejor. Por la expresión de su padre, él también pensaba lo mismo.
Chaz se sorprendió al ver a Laura Moody, la antigua agente de Georgie, pero no tanto como Poppy, quien parecía que iba a sufrir un infarto. Habían invitado a Laura antes de que Georgie la despidiera y nadie se esperaba que apareciera.
– ¿Dónde están la señorita York y el señor Shepard? -le susurró Becky a Aaron.
Sonaba extraño oír a alguien llamarlos de aquella manera. Aaron dio una ojeada a su reloj.
– Harán una gran entrada. Fue idea de Poppy. -Aaron enrojeció. Entonces miró a Chaz con el ceño fruncido-. Deja de reírte. Eres una cría… y muy poco profesional.
Pero, entonces, también él se echó a reír y le explicó a Becky que la organizadora de fiestas se lo tomaba todo muy en serio y que él y Chaz no la tragaban.
Mientras tomaban el aperitivo, Rory Keene se acercó a charlar con ellos, lo que fue increíble, porque todo el mundo creyó que eran personas importantes. Laura también se acercó para saludarles. No actuó como si se sintiera violenta por estar allí, aunque todo el mundo sabía que Georgie la había despedido, y no parecía que hubiera acudido con ningún acompañante.
Poppy y los camareros dirigieron a los invitados al vestíbulo principal para la entrada de los novios. Chaz empezó a ponerse nerviosa. Georgie estaba acostumbrada a estar encima de un escenario, pero aquello era diferente, y Chaz no quería que tropezara ni hiciera nada ridículo delante de todas aquellas personas. Los músicos empezaron a tocar una obertura de Mozart o algo por el estilo. Bram apareció por una puerta de la primera planta. Era la primera vez que Chaz lo veía vestido con esmoquin, pero él se movía como si llevara uno todos los días, como James Bond o George Clooney o Patrick Dempsey, pero con el pelo claro. Parecía rico y famoso, y Chaz se sintió orgullosa por ser ella quien lo cuidaba.
Bram bajó por las imponentes escaleras y se volvió hacia arriba. La música sonó más fuerte. Entonces apareció Georgie, y Chaz volvió a experimentar una sensación de orgullo. Se la veía esplendorosa y saludable en lugar de hambrienta y con los ojos hundidos. Chaz se había asegurado de que así fuera. Miró a Bram y se dio cuenta de que él también creía que Georgie era guapa.
Georgie había insistido en que acudieran a la fiesta por separado, así que era la primera vez que Bram la veía. Hasta cierto punto, él esperaba que Georgie se presentara con el disfraz de mofeta de Scooter, como le había amenazado hacer, pero debería haber supuesto que no lo haría.
Georgie resplandecía como si estuviera corriendo desnuda a través de una lámpara de araña. Su vestido formaba una estrecha columna de tejido brillante que se ajustaba maravillosamente a su cuerpo alto y esbelto hasta las rodillas, donde se ensanchaba suavemente hasta llegar al suelo. Un delicado broche de pedrería remataba el tirante de uno de sus hombros dejando el otro desnudo, y una pieza de fino encaje cruzaba su cuerpo en diagonal dejando sutil y elegantemente a la vista parte de su piel.
La audiencia había esperado ocho temporadas para ver aquello, la visión de la que se habían visto privados por el comportamiento destructivo de Bram, la transformación de Scooter Brown de una huérfana sin hogar en una mujer elegante, de carácter generoso y gran espontaneidad, cualidades que ninguno de los Scofield había poseído nunca. Bram estaba impresionado. Podía manejar a Scooter, pero aquella criatura inteligente y sofisticada le parecía casi… peligrosa.
El pelo de Georgie estaba perfecto. Sus oscuros y esponjosos tirabuzones estaban sujetos detrás de su cabeza y unos cuantos colgaban sueltos dándole un aire de elegante informalidad. Aunque Georgie insistía en que confiaba en April en todo lo relacionado con su aspecto, ella tenía muy claro lo que le iba o no le iba bien, y no cometió el error de dejar que nadie retocara su pálida piel natural con maquillaje de color. Y tampoco se había puesto excesivas joyas. Unos espectaculares pendientes largos de diamantes colgaban de sus lóbulos, pero había dejado su esbelto cuello desnudo para que destacara por sí mismo.
Paul iba a su lado y ella apoyaba levemente la mano en la manga de su esmoquin. El hecho de que su padre la escoltara mientras descendía por las escaleras no formaba parte del plan y la expresión de ambos cuando se miraron y sonrieron desconcertó a Bram. Él sabía que Paul se había dejado ver mucho por su casa últimamente, pero Bram había estado tan ocupado que no tenía ni idea de qué había pasado para que su relación mejorara.
Paul y Georgie empezaron a bajar las escaleras. Bram no podía apartar los ojos de ella. Según los cánones de Hollywood, Georgie no podía considerarse guapa, pero el problema estaba en los cánones, no en ella. Georgie era más interesante que cualquier falsa belleza californiana liposuccionada, siliconada, hinchada a Botox y con boca de trucha.
Cuando Georgie se detuvo en el rellano, Bram se acordó, con retraso, de que tenía que haber subido las escaleras para encontrarse con ella, pero Georgie estaba acostumbrada a que él se olvidara de sus entradas. Bram despegó sus pies del suelo y subió las escaleras deteniéndose tres escalones por debajo de Georgie. Se volvió un cuarto de vuelta hacia la multitud y extendió la mano con la palma hacia arriba. Todo muy cursi, pero ella se merecía la imagen más romántica posible. Paul besó a su hija en la mejilla y asintió con la cabeza en dirección a Bram. A continuación, les dejó el escenario a los novios. Georgie deslizó con calidez su mano encima de la de Bram. Los invitados prorrumpieron en un fuerte aplauso mientras ella bajaba los tres escalones que la separaban de él.
Los dos se giraron enfrentándose a un salón rebosante de sonrisas y buen humor, aunque, sin duda, la mitad de invitados estaba realizando apuestas acerca de cuánto duraría su matrimonio. Georgie levantó la mirada hacia Bram con expresión tierna. Él se llevó la mano de ella a los labios y la besó con suavidad. Él podía representar el jodido papel de Príncipe Azul tan bien como Lance el Perdedor.
Pero Bram tenía que esforzarse en ser cínico. Aquella noche podía no ser más que otro cuento de hadas de Hollywood, aunque la ilusión le parecía real.
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