– Pero si estamos en mitad de…
– ¡Fuera! -Bram la empujó hacia la puerta.
Rory cogió la manga y presionó la punta contra el papel encerado. Ella y Bram no habían hablado desde la reunión inicial celebrada en las lujosas oficinas de Vortex. Sin embargo, la fría rubia vestida con un traje de seda gris y sentada frente al escritorio que tenía encima una enorme pintura abstracta de Richard Diebenkorn, no se parecía mucho a aquella mujer descalza, con vaqueros, el pelo recogido en una cola de caballo y los dedos manchados de rosa. Bram se rascó la espalda y se dirigió a la nevera.
– Siento lo de Chaz. Lo mejor es no hacerle caso.
Rory se concentró en garabatear una C.
– ¿Qué pasa con Georgie?
– ¿Con Georgie? Nada. -Cogió la jarra de té helado con suma calma.
Rory formó otro garabato al lado del primero.
– Chaz me ha contado que ha desaparecido.
– Chaz sólo cree que lo sabe todo.
Bram deseó no haber dejado de fumar. Era mucho más fácil parecer tranquilo con un cigarrillo en la mano que con un vaso de té helado.
– Hemos decidido pasar el verano en la casa de la playa de Trev. En la nueva. La antigua la vendió el mes pasado. Como yo estaré trabajando, sólo podré ir los fines de semana, pero Georgie ya está allí.
Al menos esto era lo que decía Aaron en su último comunicado a la prensa del corazón. Y también había incluido una descripción de un inexistente encuentro entre Bram y Georgie, además de mencionar sus planes de pasar románticos fines de semana veraniegos en la casa de la playa. Aaron se estaba volviendo muy bueno mintiendo.
Rory meneó el bultito rosa con la punta de la manga de cocina.
– ¡Maldita sea! Esto es más difícil de lo que parece. -Al final, levantó la vista-. Puedes contármelo todo ahora o luego en mi oficina, con Lou Jansen y Jane Clemati, de Siracca.
Una reunión que Bram quería evitar a toda costa.
– ¿Todo de qué?
Rory se centró en crear una serie de pétalos de rosa. Estaba claro que no pensaba irse, así que al final Bram cedió.
– Ya debes de haber oído hablar de la cinta de la prueba.
– La he visto. Georgie está fantástica. La necesitas.
Él intentó adoptar la pose autosuficiente de Johnny Depp, pero lo mejor que podía hacer sin un cigarrillo era apoyarse en la encimera con su vaso de té helado y cruzar los tobillos.
– Mi mujer sufre una leve crisis de cobardía, eso es todo. Lo estoy solucionando.
– ¿Y qué es lo que le ha provocado esa repentina cobardía?
La jefa de Vortex no debería involucrarse en las decisiones para elegir el reparto de una película de poca monta de Siracca, y Bram ya estaba más que harto del autoimpuesto papel de Rory como protectora de Georgie.
– Mi esposa ha pasado por muchas cosas estos últimos años, y en este momento no se siente con ánimos de asumir más riesgos. -Se esforzó en contener su malhumor-. Estoy intentando que cambie de opinión y agradecería que dejarais de presionarme mientras lo hago.
– ¿De verdad? -La ceja arqueada de Rory indicaba que no se creía ni una palabra-. Te diré lo que creo que ha sucedido. Creo que la has cagado. Otra vez.
Depp no se inmutaría, y él tampoco.
– No la he cagado.
– Según todas las personas con las que he hablado, incluida Chaz, Georgie quería participar en la película hasta el día antes de la audición. -Dejó la manga en la encimera-. Georgie es una profesional y no he oído que se haya acobardado nunca, lo que me lleva a creer que se ha retirado porque no quiere trabajar contigo.
Bram destensó la mandíbula.
– Eres tú quien no quiere trabajar conmigo, no Georgie.
– Yo aposté por ti, Bram. No sólo porque me gusta el guión o porque realizaras una lectura estupenda. Si aposté por ti fue porque Georgie cree en ti. Al menos, antes creía en ti. -Rory cogió el trapo de cocina de la encimera y se secó las manos-. No te engañes. Mucha gente espera que metas la pata, y éste es el escenario que estaban esperando. Si no quieres acabar tu carrera presentando concursos televisivos, te sugiero encarecidamente que soluciones tus problemas con tu mujer y consigas que vuelva a ponerse frente a las cámaras, que ése es su sitio.
– ¿Eso es todo?
– Y dile a Chaz que espero recibir otra clase de cocina pronto.
Rory pasó junto a él con paso decidido y salió por la puerta trasera.
Bram cerró los ojos y cogió el frío vaso con ambas manos. La inoportuna visita de Rory había alimentado el sentimiento de culpa que lo acosaba desde su regreso de México, aunque la mentira que le había contado a Georgie era por su propio bien. Gracias a ella, su sueño iba a convertirse en realidad y, en cuanto superara el drama que ella misma había creado, le agradecería que no le hubiera permitido echar por la borda aquella oportunidad de oro.
Pero una mentira era una mentira y él no podía retractarse, por mucho que lo deseara.
A la mañana siguiente, se puso unos pantalones cortos y una camiseta y se dirigió a Malibú. Sólo lo siguieron dos todoterrenos negros. A pesar de las predicciones de tormenta, el tráfico de aquel viernes por la mañana era muy denso, así que tuvo más tiempo del que deseaba para pensar. Después de aparcar en la casa de Trev, saludó a los paparazzi, quienes empezaron a buscar un aparcamiento, algo que les costaría encontrar.
Georgie no respondió al timbre, así que Bram utilizó la llave que Trev le había dado. La casa estaba silenciosa, pero a través de las puertas abiertas que comunicaban con la terraza, Bram vio una esterilla de yoga vacía. Trev vivía en una de las playas más exclusivas de Malibú, pero aquel día, la inminente tormenta había reducido el número de adoradores del sol. Bram se quitó los zapatos y entró en la playa. La estrella de una serie policíaca de la televisión holgazaneaba junto a su tercera esposa en la arena mientras sus hijos cavaban una zanja. Un carguero soltaba bocanadas de humo en el horizonte y una bandada de gaviotas graznaba en el cielo.
Georgie estaba de pie cerca de donde rompían las olas y el viento sacudía su pelo negro. Llevaba puesta la misma parte baja del bikini morado que en México y su diminuta camiseta blanca terminaba bastante más arriba de su cintura. ¿Cuándo se había puesto tan guapa? Bram deseó arrastrarla al interior de la casa, arrancarle la pequeña braguita del bikini y hundirse en ella.
Georgie lo vio, pero no se lanzó exactamente a sus brazos cuando él se acercó. Bram echaba de menos su exagerado entusiasmo mucho más de lo que habría imaginado nunca.
– ¿Tu corazón da brincos al verme o ya has recobrado el sentido común? -preguntó.
– Sólo me ha dado un pequeño tembleque. Nada que no pueda controlar.
– Me alegra oírlo. -Pero Bram no estaba alegre. Quería que Georgie riera y lo besara-. Demos un paseo.
Antes de que ella pudiera protestar, la agarró de la mano.
Los famosos eran muy comunes en aquel trozo de playa y nadie hizo más que saludarlos con la cabeza cuando pasaban por su lado. Uno de los mejores aspectos de su relación con Georgie era que nunca sentía que tuviera que darle conversación, pero aquel día aquella comodidad había desaparecido.
– Adivina quién está tomando clases de decoración de pasteles.
– Ni idea.
Bram le contó lo de Chaz y Rory, pero no mencionó la verdadera razón de la visita de Rory. A continuación, se entretuvo corriendo detrás de un Frisbee que se les había escapado a unos niños. Cuando regresó, Georgie estaba sentada en la arena, con los brazos alrededor de las rodillas.
Él se dejó caer a su lado y contempló las olas coronadas de espuma blanca que rugían camino de la orilla.
– Va a llover. Vayamos a comer al Chart House.
Ella se abrazó con más fuerza las rodillas.
– No creo que pueda soportar una agradable comida con el hombre que me lanzó a los lobos.
Bram hundió los talones en la arena.
– Lo consideraré como un indicio de que has recuperado la cordura respecto a mí y de que la locura ya es pasado.
Ella se apartó de la cara un mechón de cabello.
– Por desgracia, lo que dicen es verdad. Entre el amor y el odio hay una línea muy fina.
Una sensación desagradable bloqueó la boca del estómago de Bram.
– Tú no me odias, Scoot, sólo has perdido el poco respeto que habías empezado a sentir por mí. -Bram apoyó el codo en una de sus rodillas y examinó las oscuras nubes que se deslizaban por el cielo-. Cuando no me soportabas, creamos magia en la pantalla. No hay ninguna razón para que no podamos hacer lo mismo con la pantalla grande.
Georgie inclinó la cabeza hacia él. Sus alegres ojos verdes tenían una expresión sombría.
– El plazo ya ha expirado. El papel de Helene ya es de Jade.
Bram cogió una piedra y la frotó entre sus dedos.
– Ella no va a interpretar ese papel.
– ¡Vaya! ¿Y por qué razón?
Él no podía retrasarlo más.
– Porque nunca la tuvimos en cuenta.
Georgie se enderezó. Él lanzó la piedra contra las olas.
– Te mentí.
Ella apretó los puños.
Bram no podía mirarla.
– En aquel momento, tenía muy buenas razones para mentirte.
Georgie torció la boca con amargura.
– Realmente eres un cabrón, ¿no?
– ¡Exacto! ¡Ya te dije que lo era!
Ella se levantó de repente y un montón de granos de arena salió disparado contra las pantorrillas de Bram. Él se puso de pie y la siguió.
– Piensa en ello, Georgie. Ahora que te he enseñado mi verdadera cara nada se interpone entre nosotros. El papel es tuyo y, después de lo que te he hecho, puedes aceptarlo sin preocuparte por que ninguna mierda emocional se cruce en tu camino. Deberías alegrarte de que te mintiera.
Incluso mientras hablaba, Bram no creía en lo que decía. Y ella tampoco.
– Me voy adentro.
Georgie aceleró el paso y él acomodó su ritmo al de ella.
– Estoy… bastante seguro de que aquel tío de allí tiene una cámara. Primero tenemos que besarnos.
– Bésate tú solo.
Los talones de Georgie despidieron remolinos de arena. Bram le rodeó los hombros con un brazo obligándola a aminorar la marcha, pero, si hubiera abrazado a un cactus, habría sentido lo mismo.
La película se haría sin ella. Encontrarían a otra actriz. Quizá no tan buena como Georgie, pero correcta. Sin embargo, todos querían que fuera Georgie quien interpretara a Helene y su trabajo como productor era hacer que lo imposible se hiciera realidad. No podía permitir que ninguno de ellos, ni Rory, ni Hank, ni el miembro más humilde del equipo, viera que no estaba a la altura de su trabajo.
Llegaron a la casa justo cuando un relámpago rompía sobre el oleaje. Bram la cogió por la muñeca y la obligó a detenerse cuando estaba a punto de subir las escaleras que conducían a la terraza.
– Georgie… -Le costó llenar los pulmones de aire-. No sé bien cómo decírtelo…
El viento lanzó otro mechón de pelo sobre la cara de ella, que lo apartó y ladeó la cabeza. Bram le soltó la muñeca.
– Te he… echado de menos durante estas semanas. Más de lo que habría imaginado nunca.
El ácido le corroía el estómago mientras Georgie permanecía allí de pie, esperando pacientemente.
– Ayúdame.
– No sé qué intentas decirme.
– Que… no me había dado cuenta de lo mucho que me había acostumbrado a estar contigo hasta que te fuiste. Nosotros… Creí que sólo era una gran amistad, pero… No sé cómo decírtelo… -Un toldo se rasgó debido al viento-. Creo que… me estoy enamorando de ti.
Georgie lo contempló fijamente.
– Resulta irónico, ¿no? -continuó Bram-. Justo cuando tú lo has superado, aquí estoy yo… deseando que no lo hubieras logrado.
– No te creo.
– Aquella mentira respecto a Jade… Había algo desesperado en ella, ¿sabes? Supongo que no quería admitir lo que en realidad sentía.
– ¿Y qué es lo que sientes en realidad, Bram? Tendrás que deletreármelo, porque no lo capto.
– Ya sabes lo que quiero decir.
Por lo visto, Georgie ya tenía bastante de sus rodeos, porque se volvió en dirección a la corta escalera.
– Todo empezó aquí, ¿sabes? -Bram la siguió-. No durante el rodaje de Skip y Scooter, hace quince o dieciséis años, sino justo aquí, en la terraza de Trev, hace tres meses. Tú y yo. -Georgie se detuvo al final de las escaleras y se volvió para mirarlo. Bram subió los escalones de dos en dos hasta llegar junto a ella-. Desde que nos despertamos en aquella habitación del hotel de Las Vegas, hemos estado en una montaña rusa. -Una ráfaga de viento hizo volar un periódico por la terraza-. Yo estaba empeñado en que tú eras la mejor amiga que había tenido nunca, pero ahora sé que lo que siento es más que amistad.
– Sí, es sexo.
Él experimentó una oleada de rabia.
– Sí, claro, es sexo, pero eso no es todo. Nosotros no tenemos que fingir el uno con el otro. Nosotros… nos comprendemos. -Siguió hablando con rapidez, obligándose a soltar la segunda parte, aunque se odiaba por lo que iba a decir-. Incluso he estado pensando… sólo pensando, acerca de tu idea… -Un puño gigante le atenazó la garganta-. La idea de tener un hijo.
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