Bram le dio un repaso con la mirada a una rubia de piernas largas que lo observaba sin recato.

– Entonces dime… ¿la cacería sigue en activo o ya has encontrado a un tío lo bastante estúpido como para casarse contigo?

– He encontrado docenas de tíos. Por suerte, recuperé el juicio a tiempo. Es increíble lo que una pequeña terapia de electroshock puede hacer por ti. Deberías probarlo.

Bram le pasó la mano por los omóplatos.

– Debo reconocer una cosa, Scoot. Sigues siendo única meciéndote en situaciones embarazosas. Tropezarme con tu tierna escena con Trev ha sido lo mejor que me ha pasado en meses.

– Lo cual demuestra lo triste y limitada que es tu pobre vida.

Habían llegado al abarrotado vestíbulo. El llamativo y alegre techo de flores de vidrio diseñado por Dale Chihuly no combinaba bien con el resto de la decoración, pero, aun así, era bonito. La gente enseguida empezó a murmurar y clavó los ojos en ellos. Georgie esbozó su mejor sonrisa. Una mujer levantó su móvil para sacarles una fotografía. Estupendo. Aquello era estupendo.

– Salgamos de aquí.

Bram la cogió del brazo y la condujo a través de la multitud. Lo siguiente que ella supo es que estaban en un ascensor que olía al perfume con aroma a nardo de Jo Malone. Él introdujo una tarjeta en una rendija del panel de mandos y pulsó el botón de una planta. Las imágenes de ambos se reflejaban en las paredes de espejo. Skip y Scooter ya crecidos. Durante una décima de segundo, Georgie se preguntó quién estaba cuidando de los gemelos mientras mamá y papá habían salido a pasar la noche fuera.

El ascensor empezó a moverse. Georgie alargó el brazo más allá de Bram y pulsó el botón de la planta 30.

– Ni siquiera son las once -declaró él-. Divirtámonos un poco antes de ir a dormir.

– Buena idea, iré a buscar mi pistola de descarga eléctrica.

– Tú, tan arisca como siempre. El envoltorio es resplandeciente, Georgie, pero no hay ningún regalo en el interior. Me apuesto cualquier cosa a que ni siquiera dejaste que Lance el Perdedor te viera nunca desnuda.

Ella se llevó las manos a las mejillas.

– ¿Se suponía que tenía que desnudarme? ¿Por qué nadie me lo dijo?

Bram apoyó el hombro contra la pared del ascensor, cruzó los tobillos y le lanzó su experta mirada de seductor.

– ¿Sabes lo que me gustaría? Me gustaría haber follado con Jade cuando tuve la oportunidad. Esa mujer es puro sexo.

Su comentario debería haberla destrozado, pero se trataba de Bram, así que sus instintos de pelea se impusieron.

– Tú nunca tuviste una oportunidad con Santa Jade. Ella elige a sus parejas de la lista de actores más cotizados y la última película de Lance obtuvo unos beneficios brutos de ochenta y siete millones.

– ¡Afortunado bastardo! Pero es un actor de mierda.

– ¡A diferencia de ti y tu increíble récord de taquilla! Aunque tengo que admitir que… tienes buen aspecto. -Dio unas palmaditas a su bolso-. No dejes que me vaya sin darme el nombre de tu fabuloso cirujano plástico.

Bram descruzó los tobillos.

– Jade me telefoneó hace unos años, pero yo estaba tan colocado que no le devolví la llamada. Ésa es la verdadera forma en que las drogas te joden el cerebro, pero nadie advierte a los jóvenes sobre esa mierda.

Las puertas se abrieron en la planta 28. Bram cogió a Georgie por el codo.

– Hora de divertirse. Vamos.

– No vamos.

Él la arrastró fuera del ascensor.

– Vamos, me estoy aburriendo.

– No es mi problema.

Georgie intentó clavar los tacones en la gruesa alfombra que se extendía a lo largo del amplio pasillo, pero Bram la agarró con más fuerza.

– Debes de haber olvidado lo que por casualidad oí en la casa de Trev, si no, te habrías dado cuenta de que, básicamente, eres mi esclava.

Él había jugado demasiadas veces al ratón y al gato con ella para que Georgie no se diera cuenta de adónde llevaba aquello, y no le gustaba.

Bram tiró de ella y doblaron un recodo del pasillo.

– ¿Tienes idea de cuánta pasta conseguiría si vendiera la historia de la triste y desesperada Georgie York suplicándole a un hombre que se casara con ella?

– Ni siquiera tú eres capaz de hacer algo así.

Aunque lo cierto es que sí lo era.

– Supongo que dependerá de lo buena esclava que seas. Espero que lleves puesta una ropa interior sexy, porque tengo ganas de ver un striptease.

– Te haré el favor de realizar algunas llamadas. Hay muchas chicas desesperadas en Las Vegas.

Bram llamó a una puerta con los nudillos.

– Sólo lo reconoceré ante ti, Scoot, pero estoy bastante borracho por todos los martinis que he tenido que beber y, como quiero estar sobrio para tu striptease, durante el resto de la noche sólo beberé tónica.

No parecía borracho pero, por experiencia, ella sabía que Bram podía consumir grandes cantidades de alcohol sin arrastrar una sola sílaba. Probablemente le estaba tomando el pelo con lo del striptease, pero eso no significaba que no hubiera tramado algo igual de malévolo para sacar provecho de su chantaje. Georgie podía tener en sus manos un gran problema y tenía que averiguar cómo solucionarlo lo más rápido posible.

La puerta se abrió y Bram la empujó al interior de una espaciosa suite toda de mármol, tonos dorados y flores naturales, y en la que había varias mujeres muy guapas y muy jóvenes apenas superadas en número por algunos hombres. A juzgar por su estatura, la mayoría de ellos debían de ser jugadores de baloncesto, salvo un par de aspecto baboso que, vestidos con trajes caros y relojes de lujo, estaban en un rincón con expresión ansiosa.

– ¡Es Scooter! -Uno de los jugadores de baloncesto se levantó y sonrió ampliamente mostrando un par de dientes de oro-. ¡Maldita sea, chica, qué guapa estás! Ven a tomar una copa con nosotros.

– Tu amantísimo público. -Bram describió un arco con la mano y, a continuación, se dirigió al bar de la suite, que era donde estaban sentadas las mujeres.

Como Georgie sólo tenía una habitación de hotel vacía esperándola y allí había un montón de mujeres que mantendrían ocupado a Bram, decidió que podía quedarse un rato tranquilamente. Además, de ningún modo permitiría que Bram la viera salir huyendo. Pronto se enteró de que la mayoría de los hombres de la habitación eran jugadores de los Knicks. El que la había reconocido resultó ser un memo, pero uno de sus compañeros de equipo era encantador. Kerry Cleveland llevaba unas rastas muy sexys, tenía unas pestañas negras y largas y un entusiasmo contagioso. A mitad de su primer martini, Georgie empezó a divertirse. No tenía que preocuparse por cámaras que la fotografiaran y Bram estaba demasiado entretenido con las jovencitas que lo rodeaban como para molestarla.

Cerca de las dos de la madrugada, el grupo se trasladó a una sala de juego privada, donde Kerry le enseñó a jugar a los dados. Por primera vez en meses se estaba divirtiendo. Acababa de realizar una apuesta cuando Bram apareció a su lado.

– ¿Eres consciente de que esas fichas son de quinientos dólares?

– Sí, y no me importa. Eres un neurótico.

– Yo no creo que seas un neurótico, Bram.

Una pelirroja de aspecto explosivo y voz de fumadora intentó rodearlo con los brazos, pero Bram se desembarazó de ella y anunció que él también iba a jugar.

Cuando a Georgie le llegó el turno de tirar los dados, Bram colocó sus fichas en la Línea de No Pase. Georgie lanzó los dados. Obtuvo una puntuación ganadora de seis y cinco y se oyó una ovación. Sólo Bram había apostado en contra de ella.

– Lástima -murmuró Georgie-. Sé que andas justo de dinero, pero he oído decir que los hombres que se prostituyen pueden ganar una fortuna… si consiguen los clientes adecuados.

– Tú siempre preocupándote por mí.

– Para eso están los amigos.

La pelirroja seguía intentando captar la atención de Bram y él seguía ignorándola. Al final, ella desapareció, pero regresó enseguida con dos martinis. Puso uno en la mano de Bram y, cuando se estaba llevando el otro a los labios, él se lo quitó y se lo tendió a Georgie.

– Quizás esto te suelte un poco.

La pelirroja parecía tan deshecha por su rechazo que, si no hubiera sido tan pesada, Georgie la habría compadecido. Bram lanzó los dados y sacó un siete. De momento, ni ganaba ni perdía dinero, mientras que Georgie iba perdiendo unos miles de dólares, pero a ella no le importaba. Aquello era divertido. Bebió un sorbo de martini y animó a Kerry cuando le llegó el turno de jugar.

El tiempo pasó y el mundo empezó a girar en un calidoscopio de colores. Los dados chocaban contra el borde de la mesa. La raqueta barría el fieltro verde. Las fichas entrechocaban. De repente, todo era hermoso, incluso Bram Shepard. Hubo un tiempo en el que juntos crearon magia en la pequeña pantalla. Eso tenía que contar para algo. Georgie apoyó la mejilla en el hombro de Bram.

– Ya no te odio.

Él le rodeó los hombros con un brazo y su voz sonó tan feliz como ella se sentía.

– Yo tampoco te odio.

Transcurrió otro hermoso minuto y, entonces, sin razón aparente, Bram se separó de ella y se alejó. Georgie quiso protestar, pero se sentía demasiado bien para hacerlo.

Con el rabillo del ojo vio que Bram se acercaba a la pelirroja. Parecía enfadado. ¿Cómo podía estar de mal humor en una noche tan hermosa como aquella?

Los dados rodaron una y otra vez. Bram volvió a aparecer al lado de Georgie.

– Tenemos que salir de aquí.

Eso era lo último que ella recordaba. Hasta la tarde del día siguiente, cuando cometió el error de despertarse.

Capítulo 4

Georgie soltó un gemido. La cabeza le martilleaba, la boca le sabía a ácido de batería y, en lugar de estómago, tenía una fosa séptica. Cuando flexionó las rodillas, su trasero rozó el costado de Lance. Su piel era cálida y…

«¡Nooooooo!»

Abrió de golpe el ojo que no tenía hundido en la almohada.

Un cruel rayo de luz se filtraba entre las cortinas e iluminaba su sujetador blanco de encaje, que estaba sobre la alfombra de su suite del Bellagio. Uno de los zapatos de tacón que llevaba puestos la noche anterior sobresalía por debajo de unos vaqueros de hombre.

«¡Por favor, por favor, que pertenezcan al adorable jugador de baloncesto!»

Hundió la cara en la almohada. ¿Y si no eran de él? ¿Y si pertenecían a…?

No, no podía ser. Ella y el jugador de baloncesto… Kerry, se llamaba Kerry… Habían coqueteado como locos en la mesa de los dados. Coquetear había sido fantástico. ¿Qué importaba que fuera más joven que ella?

Muy bien, estaba desnuda y se encontraba en una situación embarazosa, pero ahora Lance ya no era el último hombre con el que se había acostado y eso era una señal de progreso, ¿no? El estómago le crujió de forma desagradable. Volvió a abrir un ojo. Ya había experimentado alguna que otra resaca, pero nada parecido a aquello. Nada que le hubiera borrado la memoria por completo.

Un muslo le rozó el trasero. Parecía sumamente musculoso. Sin duda se trataba del muslo de un deportista. Sin embargo, por mucho que se concentrara, lo último que recordaba era que Bram la había arrastrado fuera de la sala de juegos.

Kerry debió de seguirla. Sí, estaba segura de acordarse de que él la había separado de Bram. Habían subido juntos a su suite y habían charlado hasta el amanecer. Él le había hecho reír y le había dicho que tenía más fortaleza que cualquier otra mujer que conociera. Y que era inteligente, que tenía talento y que era mucho más guapa de lo que la mayoría de la gente creía. También le dijo que Lance había quedado como un idiota separándose de una mujer como ella. Empezaron a hablar de tener hijos comunes, preciosos bebés birraciales, no como el futuro y paliducho bebé de Lance. Acordaron vender las fotografías de su precioso bebé al mejor postor y donar los ingresos a la beneficencia. Ese acto resultaría especialmente conmovedor después de que el sitio de Internet Drudge Report informara de que Jade Gentry había utilizado todo el dinero supuestamente recaudado para beneficencia en comprarse un yate. Entonces Georgie ganaría un Oscar y Kerry la Super Bowl.

De acuerdo, se había equivocado de deporte, pero la cabeza le daba martillazos, tenía el estómago revuelto y una rodilla dura intentaba meterse entre sus nalgas.

Tenía que dejar de torturarse, pero eso implicaría darse la vuelta y enfrentarse a las consecuencias de lo que viera. Necesitaba agua. Y Tylenol. Un frasco entero.

Entonces empezó a darse cuenta de que el alcohol no producía en las personas una amnesia total. Aquélla no era una resaca normal. La habían drogado. Y sólo conocía a una persona que fuera tan corrupta como para drogar a una mujer.