– Hubiera sido un error casarme contigo. Bella siempre habría estado entre los dos -dijo Aisling entonces.

– Ella no es así -replicó Josh, indignado.

– Quizá no lo sea, pero habría estado entre nosotros de todas formas. No me sorprendió nada saber que vendría en mi lugar. Siempre pensé que estabas enamorado de ella.

Josh sintió como si acabara de entrar en un túnel oscuro.

– Eso es una bobada. Bella y yo sólo somos buenos amigos. Nos has visto juntos, Aisling. No estamos enamorados.

Aisling sonrió.

– ¿De verdad?

¿Enamorado de Bella? No podía ser. ¿De qué estaba hablando? La quería, por supuesto, como se quiere a una hermana.

Aunque él no sabía qué perfume usaba su hermana. No podía cerrar los ojos y recordar cada rasgo del rostro de su hermana, incluso las pestañas. Y, aunque la quería mucho, no se sentía mejor sólo por estar a su lado.

Como le pasaba con Bella.

Estaba enamorado de ella.

Era como si el mundo se hubiera puesto patas arriba. ¿Cuándo había ocurrido? ¿Cómo había ocurrido?

– ¿Qué quería Aisling? -preguntó Bella entonces, acercándose.

– No, nada…

Sólo quería hacerlo dudar, pensó. Sólo quería que se volviera loco.

– Quería darme las gracias -dijo por fin, intentando recuperar la calma.

– ¿Por qué?

– Por ser tan comprensivo.

– Ya podía serlo ella -replicó Bella-. ¿Te ha dicho algo más?

– Que hubiera sido un error casarse conmigo.

– Pues no es la única que lo piensa. He estado hablando con Sally y me ha dicho que se alegra de que hayas cortado con ella.

Josh la miró, pensativo.

– ¿Te pasa algo?

– No, nada. Es que Aisling ha dicho una cosa…

Bella se sintió culpable. A pesar de todo, Josh había estado enamorado de Aisling y ella no dejaba de hacer comentarios desagradables sobre su ex prometida.

– Lo siento, perdóname.

– No es culpa tuya -murmuró él, como si estuviera pensando en otra cosa.

¿Qué le habría dicho Aisling? Fuera lo que fuera, le había dolido.

– Todo saldrá bien, Josh.

– ¿Tú crees?


El hotel estaba situado bajo una colina cubierta de exuberante vegetación, frente a una playa de arena blanca en medio del océano Índico. Todo era de un verde imposible y el mar de un azul casi transparente. En contraste con la grisura de Londres, aquello parecía casi irreal.

El autobús los dejó en el bar del hotel y allí fueron recibidos por la representante de C.B.C., una joven rubia que se presentó como Cassandra, que iba de grupo en grupo con un cuaderno en la mano.

– ¿Josh Kingston? Ah, aquí está -sonrió, mirando a Bella-. Su mujer, supongo.

– Mi prometida. Bella Stevenson.

– ¿Ah, sí? Yo me caso el año que viene -sonrió Cassandra, mostrando su anillo-. Deberíamos intercambiar impresiones.

Bella sonrió también.

– Aún no hemos pensado en la boda. Acabamos de comprometernos.

– Puedo prestarte revistas de novia. Así podrás leerlas en la playa.

¿Qué podía decir, que ella no iba a necesitar revistas?

– Muchas gracias.

– Os va a encantar la habitación. Es muy romántica -sonrió Cassandra.

Sería romántico si las circunstancias fueran diferentes. Si Josh no estuviera enamorado de Aisling, por ejemplo, pensó Bella.

La habitación era maravillosa, con un balcón que daba al mar… pero lo primero que vio fue la cama de matrimonio, una cama enorme con sábanas de lino y pétalos de flores sobre las almohadas.

– Muy romántico -le dijo a Josh. Intentaba fingir que la situación le parecía divertida, pero no era así-. Cassandra tenía razón. Una pena que no hayan dejado una botella de champán. Si vamos a fingir que estamos prometidos, por lo menos disfrutemos del asunto.

Josh no contestó y Bella se dio cuenta de que parecía preocupado. La charla con Cassandra debía haberle recordado su fracaso con Aisling.

Pensó que después del largo viaje todo sería más fácil, pero… Durante las largas horas en el avión había tenido que hacer un esfuerzo para concentrarse en el libro que estaba leyendo, pero no fue capaz. Porque no podía dejar de mirarlo de reojo. Habría sido tan fácil apoyar la cabeza en su hombro, echarle los brazos al cuello…

Pero tendría que darle tiempo. Y espacio. Mejor guardar las distancias que recordarle continuamente que estaba con la mujer equivocada.

Bella miró la cama de nuevo. Aunque iba a ser difícil mantener las distancias por la noche.

Era absurdo soñar que ocurriese algo, era absurdo soñar que caerían sobre esa cama riendo y besándose, quitándose la ropa para hacer el amor arrullados por el sonido del mar.

No, lo que debería hacer era dejar en paz a Josh.

Capítulo 7

JOSH apenas se había fijado en la cama. Estaba en el balcón, en silencio, mirando el mar. A Bella le dio un vuelco el corazón. No podía soportar verlo tan triste.

– Es un paisaje precioso, ¿verdad? ¿Te apetece que vayamos a nadar?

– Ahora mismo, no. Voy a ducharme.

– Ah, muy bien. Bueno… yo voy a nadar un rato.

Era como si estuviese intentando evitarla deliberadamente.

Mientras se ponía el biquini, Bella se dijo a sí misma que era una estupidez sentirse ofendida, que era normal que Josh estuviera triste.

Pero, por primera vez, le dio vergüenza estar en biquini delante de él. La había visto miles de veces así, pero las circunstancias habían cambiado y decidió cubrirse con un pareo.

– Nos vemos más tarde.

– Muy bien -dijo Josh, sin mirarla.

Pero la miró cuando paseaba por la playa, su pelo rubio iluminado por la luz del sol.

Cuando se miró las manos, le temblaban. ¿Cómo iba a soportar aquella semana?

Todo era culpa de Aisling. Si no hubiera dicho nada, él habría seguido como hasta entonces, confuso por la atracción que sentía por Bella, pero capaz de echarle la culpa al rechazo de Aisling, capaz de decirse a sí mismo que no pensaba con claridad.

Pero ya no podía hacerlo. Todo estaba demasiado claro. Hasta que Aisling lo dijo, él no había considerado la profundidad de sus sentimientos por Bella, pero tenía razón. Claro que estaba enamorado de ella y seguramente siempre lo había estado.

Mientras podía decirse a sí mismo que la quería como amigo todo iba bien, pero ya no podía decirse eso. No sólo quería a Bella, la necesitaba y la deseaba tanto que le temblaban las manos sólo con mirarla. Estaba deseando acariciarla, explorar su cuerpo, hacerla suya…

Pero no podía ni pensar en ello. Bella había dejado claro que sólo estaba allí como amiga y no podía aprovecharse de ella, especialmente en aquel momento, cuando era tan vulnerable por su ruptura con Will.


Y aunque pudiese decirle que la quería, ¿por qué iba ella a creerlo? No podía estar prometido con una mujer y unos días más tarde estar enamorado de otra, se recordó Josh a sí mismo. Si Aisling no hubiera decidido que su amor por Bryn era más fuerte, se habría casado con ella.

¿O no? Su compromiso siempre había tenido un aire de irrealidad para Josh. La sugerencia del compromiso partió de Aisling y él aceptó porque le parecía lo más lógico.

Ahora entendía que sólo había querido olvidarse de Bryn, pero no estaba resentido. Todo lo contrario; se alegraba infinitamente de que le hubiese dicho la verdad antes de que fuera demasiado tarde.

Y no podía pensar en nada más que en Bella. En su piel, en el brillo de su pelo, en su forma de caminar, en su risa, en el perfume que iba con ella a todas partes.

Había tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abrazarla en el avión. Y aquella noche tendrían que dormir juntos… ¿cómo iban a hacerlo?

El contrato, se recordó a sí mismo. Si se concentraba en eso, quizá podría controlar un poco la situación.

Cuando se cansó de estar en el balcón, Josh decidió bajar a tomar algo al bar y se encontró con su ex prometida. Y, para aprovechar el tiempo, decidieron estudiar la estrategia de la semana, qué querían contar y qué ejecutivos debían ser su objetivo.

Se sentía un poco mejor. Ducharse y ponerse a trabajar era justo lo que necesitaba. Afortunadamente, Aisling también estaba deseando aprovechar el tiempo y así se sentían cómodos. De hecho, era difícil recordar que hubieran tenido otro tipo de relación.

Josh estaba felicitándose a sí mismo cuando Bella entró en el bar, descalza. Llevaba el pareo atado a la cintura y tenía el pelo mojado todavía. Estaba guapísima.

Inevitablemente, había hecho un montón de amigas en la playa y entraban riendo, sin fijarse en ellos.

Josh no reconoció a ninguna de las mujeres, pero sí reconoció las expresiones lujuriosas de los hombres que miraban a Bella. Debería ponerse algo de ropa, pensó, irritado.

– Perdona -le dijo a Aisling-. ¿Qué estabas diciendo?

Intentó seguir trabajando, pero era difícil concentrarse. Y mucho más cuando Bella se acercó a la mesa.

– Hola. ¿Dónde está Bryn?

– Durmiendo -contestó Aisling-. Está acostumbrado a viajar en business y no ha podido pegar ojo en esos asientos tan pequeños.

– Ah, qué pena. Podríais haber cambiado los billetes, si los asientos os parecían tan incómodos.

– Uno de los propósitos de esta semana es crear espíritu de equipo- replicó Aisling, con igualmente «sincera» amabilidad-. No viajar con el resto del grupo no habría quedado como un gesto muy solidario.

– Bueno, veo que estáis trabajando, así que no os molesto más. Nos vemos más tarde.

Josh la siguió con la mirada. Dos hombres se habían unido al grupo… y seguramente no podían creer su suerte. Uno de ellos era calvo, el otro tenía barriga. ¿Dónde estaban sus mujeres?

– ¿Por qué no le dices lo que sientes? -le preguntó Aisling entonces.

– ¿Cómo?

– No puedes dejar de mirarla, Josh. ¿Por qué no le dices que estás enamorado de ella?

– No puedo -contestó él-. Bella está enamorada de otro hombre y aunque no lo estuviera, no quiero arruinar nuestra amistad.

Aisling lo miró con curiosidad.

– Qué raro. Llevas toda tu vida arriesgándote… no habría pensado que fueras un cobarde. Te arriesgaste conmigo, ¿no?

– No es lo mismo.

– ¿No merece la pena arriesgarse por Bella?

– Es demasiado importante como para eso -murmuró Josh entonces-. No quiero perderla.

– Quizá a ella le pasa lo mismo. ¿Lo has pensado? Desde luego, no le caigo nada bien. Está celosa, Josh.

– No, lo que pasa es que Bella es muy protectora. Ella cree que me has hecho daño. Además, acaba de cortar con Will y sé que estaba enamorada de él.

– Pero…

– Vamos a dejarlo, Aisling -la interrumpió Josh-. Quiero que repasemos esto de nuevo…

Pero era imposible concentrarse oyendo la risa de Bella a su espalda.

– ¿Quieres que lo dejemos? -preguntó Aisling.

– Tienes razón -suspiró él-. Lo mejor será que nos reunamos con ellos.

Después de invitarla a una copa en la barra, se acercaron a la mesa y Josh miró al hombre que estaba sentado al lado de Bella en el sofá… demasiado cerca en su opinión.

– ¿Le importa?

– No, no, en absoluto.

Estaba preciosa con aquel biquini rojo. Y, a pesar de la crema protectora, su piel había empezado a adquirir un tono tostado…

Josh tuvo que tragar saliva. Cuánto le hubiese gustado que desapareciera todo el mundo para poder tocarla, para poder tumbarla en aquel sofá con estampado de flores tropicales y…

– Hola a todo el mundo. Perdona, Josh, te he asustado -sonrió Cassandra al ver que daba un respingo-. ¿Lo estáis pasando bien? Necesito saber quién quiere apuntarse al curso de esquí acuático. ¿Quién se apunta?

– Yo no quiero hacer esquí acuático -dijo Bella-. Prefiero quedarme en la playa con un buen libro.

– ¿Y los demás, alguien se apunta al curso?

– Bryn quiere ir de pesca, pero a mí me gustaría aprender a hacer esquí acuático -dijo Aisling.

– Estupendo. ¿Alguien más?

Josh vaciló, pero la piel desnuda de Bella lo estaba poniendo tan nervioso que tomó una decisión.

– Yo también quiero hacer el curso.

– ¡Pero si ya sabes hacer esquí acuático! -exclamó Bella-. No tienes que hacer un curso.

– No hay nada malo en refrescar viejas nociones.

– ¿Alguien más se apunta? -preguntó Cassandra.

– Yo no, ya tengo suficientes emociones en casa, con los niños -rió una mujer.

– Entonces, sólo Josh y Aisling para el curso -anotó Cassandra en su cuaderno-. Bueno, voy a buscar a alguien que haga de carabina para que Bryn y Bella no tengan que preocuparse -añadió, con una irritante risita.

– Yo no estoy preocupada -dijo Bella.

Pero estaba furiosa con Josh. ¿Por qué no se alejaba de la tentación? Si estaba dispuesto a hacer el ridículo yendo tras Aisling con la lengua fuera, era su problema. Pero podía pensar en cómo la hacía quedar a ella.