– Sí, claro, y Elvis nos sacará de cualquier apuro -replicó Josh, irónico-. ¿Hay salvavidas para todos?
– No vamos a necesitar salvavidas con este sol -protestó Bryn.
– Sí, por favor Josh, deja de protestar -intervino Aisling.
Los demás se quejaron también y, a regañadientes, Josh tuvo que subir al barco. Bella, que estaba charlando con una chica y no se había enterado de la discusión, ya estaba a bordo.
Josh miró el horizonte de nuevo. Quizá estaba equivocado.
Y durante casi todo el día creyó que lo estaba. La gente iba muy alegre, como si quisieran disfrutar de lo poco que les quedaba en aquellas islas paradisíacas. Sólo él miraba el cielo de vez en cuando.
Por fin, echaron el ancla en un atolón de coral.
– ¿Lo ves? Si le hubiéramos hecho caso a Josh no estaríamos aquí, disfrutando de este paisaje -dijo Bryn.
– ¿Dónde están las gafas y las aletas? -preguntó Bella para cambiar de tema-. Quiero bucear un rato.
Josh deseaba poder quitarse de encima la sensación de que iba a pasar algo. Pero tenía que tirarse al agua con Bella. A pesar de lo que dijera Bryn las corrientes podían ser peligrosas y en aquella zona había tiburones, aunque no solían cruzar la barrera de coral.
Unos minutos después estaban en el agua y Bella señaló una tortuga que nadaba entre ellos.
– ¡Qué bonita! -sonrió, sacando la cabeza.
En fin, Bella estaba contenta y eso era lo único importante, se dijo Josh.
Poco después volvió a subir al barco y esperó charlando con Elvis hasta que volvieron los demás. Bella fue una de las últimas. Cuando se quitó las gafas tenía una marca roja en la cara, pero estaba preciosa, como siempre.
– Ha sido fabuloso. Qué colores tan increíbles. ¿Habéis visto la tortuga? Parece mentira que naden tan bien, con lo mal que andan sobre la arena…
Todos hablaban sobre lo que habían visto y sobre el almuerzo, que les había organizado el hotel.
– Estoy muerta de hambre -dijo Bella-. Vamos a comer ahora para poder bucear más tarde.
Iba caminando por encima de la montaña de aletas para buscar su pareo, pero perdió el equilibrio y tuvo que agarrarse a Josh.
Estaba empapada y caliente. Sin poder evitarlo, él la abrazó, con el corazón acelerado.
– ¿Estás bien?
Bella asintió con la cabeza, pero se apartó enseguida, antes de hacer una tontería como echarle los brazos al cuello, por ejemplo. Se había quedado impactada por el roce de su piel desnuda. Y eso fue suficiente para hacerle olvidar sus nobles propósitos de alegrarse si volvía con Aisling.
¿A quién intentaba engañar? Ella quería mucho más que ser su amiga. Quería cubrirlo de besos, quería sentir sus manos por todas partes, quería tumbarlo en el suelo del barco y hacerle el amor.
Tragando saliva, Bella se concentró en ponerse el pareo.
Mientras tanto, Josh intentaba no preguntarse por qué se había apartado tan rápido. ¿Habría visto el deseo en sus ojos?
Para olvidarse del asunto, miró el cielo de nuevo y se puso tenso. Había una fea línea negra avanzando inexorablemente hacia ellos.
– Creo que deberíamos volver a puerto.
Inmediatamente hubo un coro de protestas.
– ¡Pero si hace un día estupendo!
– Mirad -dijo él entonces señalando el cielo.
– ¡Está a muchos kilómetros!
– Aquí se está de maravilla.
– Tenemos que irnos -insistió Josh. La autoridad que había en su voz hizo que el coro se quedara en silencio-. ¿Falta alguien?
– Bryn -contestó Aisling-. Ha dicho que quería bucear en una zona más profunda.
– ¿Sabes hacia dónde ha ido?
– Al otro lado de la barrera de coral.
Elvis puso el motor en marcha mientras Josh levantaba el ancla. Recorrieron el atolón de coral buscando a Bryn y, unos minutos después, Aisling señaló con la mano:
– ¡Ya lo veo!
Pero Bryn estaba buceando y no se percató de su presencia.
– Voy a buscarlo -suspiró Josh.
Ninguno de los que estaban a bordo del barco, incluida Bella, podía oír la conversación, pero estaba claro que Bryn no quería subir.
– ¿Puedes hacer algo, Aisling? -preguntó, nerviosa.
– Si cree que quiero convencerlo para que obedezca a Josh, será imposible -suspiró ella-. Bryn está celoso porque… bueno, ya sabes.
Sí, Bella lo sabía muy bien.
Afortunadamente alguien gritó entonces que los dos hombres volvían al barco. No estaba claro qué le había dicho Josh pero a juzgar por la expresión de Bryn no debía haber sido nada agradable.
– No sé por qué tenemos que volver. Esas nubes están muy lejos de aquí. Además, a mí no me da miedo una tormenta tropical.
– Aquí no tenemos refugio, Bryn.
– Puede que nos mojemos un poco, pero no pasa nada. Las tormentas tropicales duran sólo unos minutos -insistió él.
– Esto va a ser algo más que una tormenta tropical -dijo Josh entonces-. Tenemos que poner rumbo a la isla más cercana. Este barco no está hecho para soportar una tormenta fuerte con doce personas a bordo.
– Yo digo que nos quedemos aquí -insistió Bryn-. ¿Quién está conmigo?
– No habrá votación -dijo Josh, encarándose con él. Bella sintió un escalofrío. Nunca lo había visto así y se alegraba de que la furia no fuese dirigida a ella-. Se acerca una tormenta y no estoy dispuesto a arriesgar la vida de Bella ni la de los demás en mar abierto. Vamos a volver ahora mismo, así que sugiero que te sientes y te calles.
Bryn se sentó. Josh se acercó a Elvis, que no parecía saber qué hacer.
– Muy bien, chico. A toda vela.
– ¿Por qué le da órdenes a todo el mundo? -protestó Bryn-. Si me hubieran dicho que iba a entrar en el ejército, no me habría apuntado a este viaje.
– Una pena que lo hayas hecho -murmuró Cassandra.
– Josh sabe lo que está haciendo -dijo Bella, nerviosa.
– Sí, es verdad. Cállate, Bryn -le espetó Aisling entonces.
Hacía mucho calor. El agua era tan clara que podían ver a los peces que nadaban cerca del barco. Pero había algo raro en aquella idílica escena. Por delante todo parecía perfecto, pero si miraban hacia atrás, la nube negra parecía perseguirlos de forma inexorable, acercándose cada vez más.
– ¿No puede ir más rápido, Elvis? -preguntó Josh.
– No, señor. Ya va a toda velocidad.
– Bueno, no pasa nada.
Todos empezaron a parecer más positivos, pero Bella sospechaba que era por la actitud de Josh.
– ¿Crees que nos pillará la tormenta? -preguntó Cassandra.
– Es posible que nos mojemos un poco, pero cuando lleguemos a la isla estaremos a salvo. Tenemos comida y agua, no pasará nada.
Había algo muy tranquilizador en él. No era el hombre más guapo del barco y, desde luego, no era el mejor vestido, pero era la persona con la que uno querría estar en una situación de peligro. Tan tranquilo, tan seguro. Josh no dejaría que les ocurriera algo malo.
– Lo estás haciendo muy bien, Elvis -lo animó, al ver que el chico parecía nervioso.
– ¡Sí, genial! -dijo Bryn, sarcástico-. Personalmente, yo me guardaría los halagos para alguien que hubiese comprobado el informe del tiempo antes de salir. Pienso exigir en el hotel que contraten gente más profesional…
– Si volvemos al hotel será gracias a Elvis no a ti -lo interrumpió Bella-. Y cállate de una vez. Es un crío y está asustado.
– No es el único -murmuró Cassandra.
Todos estaban tensos. Era increíble que unos minutos antes hubieran estado riendo y buceando en el mar. Pero cuando alguien vio una isla a lo lejos, todos se animaron de nuevo.
– Vamos hacia allí.
– Pero habrá tormenta y en este barco no podemos cobijarnos -protestó Bryn de nuevo.
– Permanecer secos sería el menor de nuestros problemas si seguimos en el barco -dijo Josh.
La brisa se había convertido en viento y la tela que cubría una parte del barco se movía violentamente.
Era increíble cómo había cambiado el tiempo. Un segundo después el sol desapareció tragado por la gran nube gris y la lluvia los golpeó con la fuerza de un camión de diez toneladas.
– ¡Bella! -Josh tenía que gritar para hacerse oír-. Organiza a todo el mundo para achicar agua.
Desgraciadamente, la lluvia estaba llenando la cubierta de agua y muchos de los pasajeros empezaban a marearse.
– Tengo ganas de vomitar -dijo Cassandra.
– Ayúdame a achicar agua. Si tienes algo que hacer se te pasará el mareo.
Sacudido por las olas, que cada vez eran más altas, el pequeño barco parecía una cáscara de nuez en medio del mar. Era como estar en otro océano, como una pesadilla.
Mientras achicaba agua, Bella se preguntó qué hacía allí. Ella, una chica de ciudad, achicando agua en medio de una tormenta en el océano índico. Alguien a su lado estaba llorando, pero no podía ver quién era. A pesar de su aparente calma estaba asustada. Pero sólo tenía que mirar a Josh para seguir trabajando. Josh estaba allí, controlando la situación y no dejaría que le pasara nada.
Era como estar atrapada en un mal sueño, un sueño con consecuencias imprevisibles. Unos minutos después, afortunadamente, se acercaron a las rocas que bordeaban la isla. Josh se subió entonces a la barandilla.
– ¿Qué haces? -gritó Bella para hacerse oír.
– No podemos echar el ancla junto a las rocas. Elvis se acercará todo lo que pueda y entonces yo podré tirarme al agua.
– ¿Vas a tirarte al agua? ¿Para qué?
– Para tirar del cable, pero no te preocupes. No me pasará nada.
Bella no podía creerlo. Las olas eran altísimas y el mar, antes de un azul transparente, parecía casi negro. Observó angustiada toda la operación, rezando para que no le pasara nada, y afortunadamente así fue. Cuando estaban cerca de las rocas, Josh se lanzó al agua y tiró del cable del barco para llevarlos hasta la playa.
Después, dio órdenes para que sacasen las neveras y las bolsas de comida. La tormenta había empeorado, como enfadada porque hubiesen escapado de sus garras. El viento doblaba las palmeras casi hasta partirlas por la mitad mientras la lluvia caía en un torrente ensordecedor.
– ¡Bienvenidos al paraíso! -gritó Bella. Y todos rieron histéricamente.
En esas condiciones era difícil saber qué condiciones ofrecía la isla, pero al final decidieron explorar un poco para ver si encontraban algún refugio.
Josh se quedó atrás con Elvis para intentar asegurar el barco a las rocas, pero observó a Bella llevando una pesada nevera con Cassandra. Sonreía animosamente e incluso se permitía hacer bromas a pesar de la situación. No tardaron mucho en explorar la isla, que no era más que un grupo de rocas y arena cubierta de vegetación. Al final, encontraron una cala rodeada de palmeras y colocaron entre dos de ellas un plástico que habían sacado del barco para refugiarse, aunque el refugio era más psicológico que real.
Para entonces estaban todos agotados y se dejaron caer sobre la arena, suspirando de alivio.
Capítulo 9
SÓLO Josh resistió la tentación de sentarse con los demás.
– Creo que sería buena idea traer el barco hasta esta cala. Aquí estaría más protegido.
Bryn dejó escapar un exagerado suspiro.
– Vaya por Dios, ahora se cree Robinson Crusoe. ¿Eso no puede esperar? Acabamos de sentarnos -protestó de nuevo.
– Sería más seguro hacerlo ahora -contestó Josh-. Sé que estamos todos muy cansados, pero no sabemos cuándo podremos salir de aquí. No quiero hacer de Robinson Crusoe, pero me vendría bien que alguien me echara una mano.
– Llévate a Elvis. Es su responsabilidad.
– Elvis es un crío y está agotado…
– ¡Estamos todos agotados!
– ¿Por qué no descansamos un rato? -sugirió Aisling-. Luego podríamos intentar traer el barco hasta aquí.
Josh vaciló un momento. Bella vio que parecía realmente preocupado y decidió levantarse.
– Yo iré contigo -dijo, aunque le pesaban las piernas y no estaba segura de poder meterse en el agua para tirar de un barco.
Estaba empapada. Josh la recordó entonces en la boda de Kate, impecable con aquel vestido y el pelo brillante. Siempre había pensado que era una princesa, pero no había duda: era una princesa con arrestos.
Su oferta avergonzó a uno de los hombres, que se apresuró a ofrecer su ayuda también. Afortunadamente, porque el barco se balanceaba sacudido por las olas y podrían haberlo perdido.
Bella sabía que iba a ser un trabajo duro, pero fue mucho más difícil de lo que esperaba. Hubo momentos en los que pensó que iba a caer desmayada. El agua les llegaba por la cintura, pero era difícil manejar el barco con aquella tormenta. Llovía con tanta fuerza que apenas podían abrir los ojos y las olas los lanzaban contra las rocas.
Se sumergió varias veces y en una ocasión desapareció por completo bajo el barco hasta que Josh, frenético, la sacó del agua.
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