– Estoy esperando a la mujer perfecta -contestó él.
– De eso nada. Lo que pasa es que te da miedo.
– ¿Cómo puedes decir eso, Bella?
– Sí, sí, ya sé que viajas en convoyes por zonas de guerra, que rescatas gente de la montaña y todo eso.
Antes de abrir su propia empresa, Josh se dedicaba a dar apoyo logístico a las expediciones de organizaciones no gubernamentales y a otras como Cruz Roja Internacional. La mayoría tenían como objetivo ayudar en zonas en las que había ocurrido una catástrofe, pero también organizaban expediciones para personas que, sencillamente, querían vivir una aventura.
Bella no entendía por qué alguien pagara dinero para estar muerto de frío y de miedo durante un mes, pero el negocio de Josh iba viento en popa.
– Sé que has estado en muchas zonas de peligro, pero eso son riesgos físicos. ¿Te has arriesgado alguna vez de otra forma?
– Abrir mi empresa fue un riesgo -replicó Josh.
– Un riesgo económico, sí. Pero yo hablo de riesgos emocionales.
– Todos los riesgos son iguales. Tienes que mirar la situación de forma lógica, no emocional, y comprobar hasta dónde puedes llegar.
Cuando se ponía así de lógico, Bella se preguntaba cómo podían ser amigos.
– Y en cuanto a las relaciones sentimentales, nunca me ha parecido que mereciese la pena el riesgo -seguía diciendo él-. Pero no es una cuestión de tener miedo.
– ¿Ah, no?
– No todos somos como tú, Bella. No todo el mundo invierte su vida en una relación cinco minutos después de conocer a alguien. La experiencia debería haberte enseñado a ser más cauta, pero no. Apenas has salido de una relación desastrosa cuando ya te has embarcado en otra.
– Eso es mejor que no profundizar en ninguna relación y preguntarte siempre si has perdido la oportunidad de tu vida -replicó ella.
– ¿Y eso es lo que tienes con Will?
Bella levantó la barbilla, desafiante.
– Pues sí.
– Entonces, ¿por qué no vivís juntos?
– Porque nos va muy bien así. Todo el mundo necesita tener su propio espacio.
Josh no se molestó en esconder su incredulidad.
– ¿Tú? Pero si eres la persona más sociable que conozco. No creo que tú necesites tu propio espacio.
– A lo mejor no me conoces tan bien como crees -replicó ella, irritada-. De hecho, estoy deseando vivir sola. Llevo acostumbrándome desde que Kate conoció a Finn, así que ahora no me siento tan rara. Y aunque acabe compartiendo la casa con otra persona, no será lo mismo. ¿Dónde voy a encontrar a alguien con quien me lleve tan bien como con Phoebe y Kate?
– ¿Qué tal Aisling? -preguntó Josh.
Bella lo miró, sorprendida. ¿Aisling?
– ¿Yeso?
– Está buscando piso y seguro que os llevaríais bien. Yo diría que es perfecta para ti.
¿En qué planeta vivía aquel hombre? Bella lo miró, incrédula. ¿Creía que Aisling y ella podían llevarse bien? Evidentemente, Josh no la conocía tan bien como había creído.
– No creo que tengamos mucho en común.
Él pareció sorprendido.
– ¿No? Pues yo creo que os parecéis mucho. Aisling se dedica al marketing y tú a las Relaciones Públicas. No son trabajos tan diferentes, ¿no? Y también a ella le gustan las relaciones sociales.
– Creí que se pasaba el día escalando montañas y bajando ríos en canoa -replicó Bella, irónica.
– Le gusta el aire libre, pero también es una chica de ciudad, como tú.
Ya, seguro. Así que Aisling era perfecta. Podía abrirse paso a través de una jungla y, además, llevar los labios perfilados. Bella tomó otro sorbo de champán.
– Aunque no es una princesa como tú -siguió Josh, con menos tacto del habitual en él-. No necesita un secador cuando va de camping.
Ella hizo una mueca. Un par de años antes habían ido de camping a Yorkshire y se quedó helado al descubrir que llevaba un secador a pilas. Nunca lo olvidó. Bella estaba segura de que se lo había contado a Aisling y que ésta se habría reído a carcajadas.
– No creo que mi casa sea muy conveniente para Aisling. Está lejos de tu oficina.
– Aisling ha estado de excursión en el Sahara. No creo que tomar el metro sea un problema para ella.
– Sí, bueno, hablaré con Phoebe -murmure Bella, sin ningún entusiasmo-. Es su casa, así que es ella quien debe decidir.
– Estupendo -sonrió Josh-. Seguro que a Phoebe no le importará.
– ¿Dónde está Aisling, por cierto? Tenía que encontrar a Phoebe antes de que Josh lo hiciera porque no estaba dispuesta s compartir casa con su novia. Él miró alrededor.
– Ahí, hablando con la hermana de Finn. Como si los hubiera oído, Aisling se volvió y le hizo señas a Josh para que se acercara. A pesar de que quería librarse de él, Bella se quedó atónita al ver que obedecía. Podría tener un poquito más de orgullo, ¿no?
De todas formas, era su oportunidad para hablar con Phoebe.
– Así que dile que no, ¿eh? -le suplicó, después de contarle la historia.
– Pero es que… Aisling parece una chica encantadora y no sé qué excusa voy a poner.
– No me cae bien -dijo Bella.
– ¿Por qué?
– No lo sé. Demasiado encantadora, diría yo. Y no creo que sea mujer para Josh.
Phoebe la miró, sorprendida.
– ¿Seguro que no estás celosa?
– ¿Celosa? ¿Celosa yo? ¡No seas ridícula! Yo nunca he estado celosa de Josh. Siempre me he llevado muy bien con sus novias.
– Porque ninguna de ellas se parecía a ti.
– ¡Aisling no se parece a mí!
– Sí se parece. Y seguro que es por eso por lo que no te cae bien.
Bella se volvió para buscar a Aisling con la mirada. La muy pesada no podía quitarle a Josh las manos de encima. Y, conociéndolo, seguro que no le hacía ninguna gracia.
Por otro lado, tampoco estaba apartándose.
– Yo no me parezco a Aisling. ¡Para empezar, ella es pelirroja!
– Bueno, cámbiale el color del pelo y el de los ojos ¿y qué tienes? Es muy guapa, tiene unas piernas larguísimas y es la única novia sofisticada que Josh ha tenido en su vida -sonrió Phoebe-. Admítelo, Bella, es un clon tuyo.
Bella no estaba dispuesta a admitir nada.
– Además de ser completamente diferentes y tener personalidades opuestas, yo diría que lo único que tengo en común con Aisling es que las dos somos mujeres.
Phoebe se encogió de hombros.
– Lo que tú digas.
– Además, Josh y yo sólo somos amigos. ¿Por qué iba a estar celosa?
– ¿Nunca lo has encontrado atractivo?
– No es mi tipo.
– ¿Y crees que tú eres su tipo?
Bella se encontró a sí misma preguntándose aquello por primera vez.
– Nunca me lo ha dicho. Además, él siempre ha salido con chicas que no se pintan y que se pasan el día al aire libre.
– Eso no importa.
– Claro que importa. Josh y yo somos muy buenos amigos y nunca hemos querido estropearlo acostándonos juntos. Además, antes no me parecía atractivo. Era demasiado delgado y tan estudioso…
Phoebe miró hacia el otro lado del jardín.
– Ha cambiado.
– Sí -murmuró Bella.
Josh, tan seguro, tan sólido, le parecía casi un extraño. En ese momento estaba hablando con alguien y cuando lo vio soltar una carcajada se le encogió el estómago. Tenía la sensación de estar cayendo al vacío y era tan intensa que tuvo que cerrar los ojos.
– Sí, ha cambiado mucho.
Asustada, Bella tomó un sorbo de champán. Entonces se dio cuenta de que Phoebe la estaba observando.
– ¿Qué?
– No he dicho nada.
Eso era lo peor de tener amigos que te conocen demasiado bien. No tienen que decirte nada porque saben lo que estás pensando.
– No estoy celosa, ¿de acuerdo?
– De acuerdo. Entonces, ¿cuál es el problema?
– ¿Quién ha dicho que hay un problema?
Phoebe dejó escapar un suspiro.
– Por favor, Bella, es evidente. ¿Es por Will?
– No… sí, bueno…
– ¿Qué ha pasado?
– Nada -suspiró ella-. Ese es el problema, que no pasa nada. Es que últimamente me siento… inquieta. No hemos discutido ni nada, pero… fue Will quien sugirió que nos diésemos un tiempo y creo que es lo que nos hace falta. Pero es estupendo, de verdad.
– Parece buena persona -dijo Phoebe.
– Y es guapísimo, inteligente, solvente, no está mal de la cabeza… ¿qué más se puede pedir? Si le hubiera dicho que viniera a la boda, habría venido -suspiró Bella- La verdad, estoy loca por dejarlo irse a Hong Kong. ¿Qué me pasa?
– No te pasa nada. Will no es el hombre de tu vida, nada más -sonrió Phoebe.
– Pero si alguien como Will no es el hombre de mi vida, ¿quién lo es?
– No lo sé -contestó su amiga-. Pero lo sabrás cuando lo encuentres.
Capítulo 2
BELLA deseaba tener tanta confianza como Phoebe. Y empezaba a preguntarse si estaba mal de la cabeza. No era particularmente engreída aunque se sabía guapa y nunca había tenido problemas para encontrar novio. Pero nunca llegaba a ninguna parte. Se enamoraba tan fácilmente como dejaba de estarlo.
Quizá nunca encontraría al hombre de su vida, pensó tomando un canapé. Y quizá entonces ya no tendría a Josh para apoyarla. Aunque habían acordado que si llegaban a los cuarenta sin haber encontrado pareja, se casarían.
La verdad, nunca se le ocurrió pensar que Josh se casaría antes que ella. Era tan discreto, tan tímido, que le resultaba difícil imaginarlo viviendo con alguien. Nunca había vivido con ninguna de sus novias.
Pero allí estaba Aisling, agarrada de su brazo. Y aunque quería pensar que Josh parecía irritado, no era verdad.
Josh, que estaba hablando con Gib, llevaba una camisa blanca que destacaba su bronceado; un bronceado natural de pasar tanto tiempo al aire libre.
Estaba muy guapo. Incluso con chaqué, como todos los demás, tenía el aire de un hombre que debería estar abriéndose paso en la jungla o caminando por una carretera polvorienta en medio del desierto, no bebiendo champán y tomando canapés en la campiña inglesa.
La verdad, era asombroso que hubiera tardado tantos años en darse cuenta de que Josh tenía un cuerpazo. Si no lo conociese de nada, se habría fijado en él inmediatamente.
No era guapo como Will, por supuesto, pero tenía unos ojos muy bonitos que parecían siempre un poco burlones. Su boca también era bonita. No llamaba la atención de inmediato, pero si la mirabas atentamente tenía algo que te hacía estremecer. En aquel momento Bella sintió un escalofrío y tuvo que apartar la mirada.
No era normal pensar en Josh de esa manera. Era su amigo, la única persona con la que podía hablar de cualquier cosa. Excepto de aquello.
Bella se imaginó a sí misma acercándose para decirle: «Oye, Josh, estaba pensando que tienes un cuerpazo. ¿Te importa si te doy un beso?». No, no podía hacerle eso. Y, desde luego, no podía hacérselo a sí misma. Una cosa era ser sincera y otra humillarse ante él.
En ese momento, Josh se inclinó para darle un beso a Aisling. El dolor que le produjo ese gesto la pilló tan de sorpresa que casi tiró el champán.
Bella se volvió abruptamente. Ella era el alma de las fiestas, no alguien que se queda fuera. Había llegado el momento de circular… y de mostrar sus encantos.
Lo hizo tan bien que uno de los hermanos de Kate, que tenía veinte años, le pidió que se casara con él. Emocionada y divertida, Bella lo rechazó con toda amabilidad, pero no pudo evitar sentirse victoriosa. Tenía treinta y tres años y no era la reina de la montaña, pero aún había hombres interesados en ella… aunque fueran unos crios y llevasen varias horas bebiendo champán.
De repente, parecía haber desarrollado un gran atractivo para los jóvenes. Sus atenciones eran muy halagadoras, pero no estaba segura de que fuese una buena señal. ¿De verdad parecía tan mayor como para atraer a los crios?
Aun así, era agradable sentirse deseada.
Decidida a mostrarle a Josh que lo estaba pasando de maravilla, salió a bailar con uno de sus admiradores. Y bailó y bailó, moviendo la melena.
Josh la observaba desde el otro lado de la carpa. El chico que bailaba con ella no debía, tener más de dieciséis años y, aparentemente, no parecía creer la suerte que había tenido. Llevaba toda la noche observando cómo hechizaba a los hombres. Ni siquiera el famoso tío gruñón de Kate era inmune a los encantos de Bella Stevenson.
Siempre era igual con ella. Josh recordaba el día que se conocieron. Bella entró en clase, rubia, preciosa e imposiblemente sofisticada entre las demás estudiantes, y cuando se sentó a su lado Josh tragó saliva como el chico con el que estaba bailando en aquel momento.
Siempre había sido una estrella y durante las primeras semanas se conformó con mirarla a distancia. Bella no estaba a su alcance y ni se le pasó por la cabeza que podrían ser amigos, pero cuando empezó a conocerla mejor se sorprendió al descubrir lo encantadora que era. Y lo divertida. Parecía una princesa, pero tenía una risa contagiosa.
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