– Dicen que un hombre puede sentirse de esa manera con una facilidad pasmosa.

Emily lo apretó de nuevo y él se arqueó en respuesta. Abrió los ojos y observó a través de los pesados párpados entrecerrados cómo su esposa le acariciaba con los dedos y jugueteaba con él, haciendo que apretara los dientes ante aquel intenso placer. La dejó continuar hasta que ya no pudo soportarlo más.

Incorporándose, cogió las manos de Emily y la puso bruscamente en pie, alzándola entre sus brazos.

– Ya no aguanto más -dijo con voz ronca. Sin prestar atención al charco de agua que iban dejando a su paso, se acercó a la chaise donde la tumbó con suavidad antes de colocarse entre los muslos separados de la joven. Apoyándose en los codos, Logan bajó la mirada a la hermosa cara ruborizada de su esposa. Quería decir algo, asegurarle que no le haría daño, pero era incapaz de articular palabra. Frotó el sexo de Emily con el glande y entró lentamente en ella. Se detuvo cuando alcanzó la barrera del himen y luego, sin dejar de mirarla a los ojos, empujó bruscamente y se hundió por completo en la apretada calidez de su esposa. Emily abrió mucho los ojos y soltó un jadeo.

– Lo siento -dijo él, obligándose a permanecer quieto. -No quería hacerte daño.

Emily negó con la cabeza.

– No me lo has hecho. Sólo me ha sorprendido. -Le recorrió el pecho con las manos. -Me siento… deliciosamente llena. De ti. Me gusta muchísimo.

La capacidad de hablar de Logan iba desapareciendo con rapidez.

– Rodéame con las piernas.

Después de que ella lo hiciera, él se retiró casi por completo, luego volvió a deslizarse profundamente en su interior.

– Oh, Dios mío -susurró ella, cerrando los ojos. -Vuelve a hacerlo.

Él volvió a retirarse muy despacio y luego se hundió de nuevo, apretando los dientes ante la cálida y suave fricción. Siguió embistiéndola con mayor rapidez, con mayor intensidad, y con cada envite sentía que estaba más cerca del clímax. Emily se aferró a sus hombros y, con un jadeo, se arqueó bajo él. Su funda apretada comenzó a palpitar en torno a su miembro y, con un gemido angustiado, Logan volvió a penetrarla profundamente antes de alcanzar la liberación que parecía llevar toda la vida esperando.

Cuando los estremecimientos que le atormentaban se fueron apaciguando, apoyó la frente en la de ella y luchó por recuperar el aliento. Cuando por fin se le normalizó la respiración, levantó la cabeza, y se la encontró mirándole con los ojos entrecerrados y nublados, y los labios, hinchados por sus besos, curvados en una sonrisa.

A Logan le inundó una sensación diferente a cualquier otra cosa que hubiera experimentado antes. Se sentía más feliz de lo que había estado nunca. Saciado de una manera diferente. Satisfecho de una manera completa. Era una combinación de las tres cosas, y aun así le resultaba imposible describir la sensación de satisfacción y bienestar que lo inundaba. Era una sensación de profunda calma y… justicia. Como si hubiera llegado a casa tras una amarga y dura batalla. Bajando la mirada a la cara de Emily, supo que nunca había visto nada tan hermoso como ella. Como su esposa.

Sin querer aplastar a aquella bella mujer que acababa de proporcionarle más placer del que había experimentado nunca, se movió para deslizarse fuera de ella, pero Emily apretó sus brazos y sus piernas con más fuerza para retenerlo y negó con la cabeza.

– No te muevas -murmuró ella. -Me encanta tenerte encima. Dentro de mí.

Él le rozó los labios con los suyos.

– Me alegra oírlo, pues puedo decir con toda sinceridad que éste es mi lugar favorito. Ella suspiró.

– Ahora lo entiendo.

– ¿El qué?

– Todo el revuelo que existe con respecto a esto. A pesar de todo lo que he leído, ahora me doy cuenta de que no tenía ni la menor idea del intenso placer que proporciona hacer el amor. -Emily levantó una mano y le apartó el pelo de la frente. -La unión de tu cuerpo y el mío es algo impresionante. Pensé que sería mágico, pero ni siquiera en sueños había imaginado que podría ser así.

– Me alegro de que te haya gustado.

– Sí-dijo, pero en sus ojos apareció una mirada de incertidumbre. -¿Y a ti?

Él soltó una carcajada de incredulidad.

– Me asombra que tengas que preguntarlo, pero ya que lo has hecho, déjame asegurarte que me ha gustado muchísimo.

A pesar de las palabras de Logan, la incertidumbre en la mirada de Emily no desapareció.

– Estoy segura de que no soy la única mujer con la que has hecho el…

Logan interrumpió sus palabras con un suave beso antes de levantar la cabeza para mirarla directamente a los ojos. Y ahogarse en ellos.

– Emily. Nadie me ha complacido tanto como acabas de hacerlo tú. Nunca.

– ¿Cuántas mujeres has traído a esta habitación?

– Ninguna -respondió él sin titubear, ahuecándole suavemente la mejilla con la mano. -Sólo a ti.

La expresión de Emily se relajó.

– Me alegro. Pero, aun así, estoy celosa de todas las mujeres que te han tocado. De todas las que han compartido esto contigo.

– No tienes motivos para estar celosa. -Y no los tenía… porque lo que él acababa de compartir con ella hacía que todos los encuentros sexuales de su pasado palidecieran en comparación. Se dio cuenta de que era así porque eso era lo que habían sido, encuentros sexuales, mientras que con Emily había hecho el amor. Sintió como si le hubieran dado un golpe en la cabeza. Y en el corazón. Acababa de hacer el amor… por primera vez en su vida.

Y, de repente, pudo darle nombre a la extraña sensación que le inundaba. Era… Amor.

Amaba a Emily. Santo Dios, se había enamorado. De su esposa.

Esta vez ni su corazón ni su mente trataron siquiera de negar la evidencia. Las palabras «te amo» -palabras que nunca le había dicho a nadie -se agolparon en su garganta, exigiendo ser dichas, pero él apretó los labios con fuerza para contenerlas. Algo le dijo que ése no era el momento de decírselas. Era demasiado pronto. Sus emociones estaban a flor de piel. Emily podía pensar que se las decía bajo los efectos de la pasión.

¿Y qué le diría ella a cambio? ¿Se sentiría obligada a decirle que también lo amaba sin importar si era cierto o no? O peor aún, ¿y si no decía nada? Se le encogió el corazón ante tales posibilidades, y el instinto de conservación hizo que apretara todavía más los labios.

Maldición, ¿por qué tenía que ser tan complicado enamorarse? ¿Por qué lo dejaba tan desconcertado?

– Logan, ¿te encuentras bien?

Aquella pregunta lo arrancó bruscamente de sus pensamientos.

– Sí -contestó él, aunque no estaba seguro de que fuera verdad.

– Bien. Porque… bueno… esperaba que quizá pudiéramos, eh… -La voz de Emily se desvaneció y un profundo rubor le cubrió las mejillas.

– ¿Pudiéramos qué?

– Bueno… hacerlo otra vez. -Emily bajó la vista al punto donde sus cuerpos todavía estaban unidos, mirándolo luego con una expresión tímida. -Si no te supone demasiado esfuerzo, claro.

Logan soltó un suspiro.

– No, supongo que no me supondrá demasiado esfuerzo. -Le lanzó una mirada aguda. -Empiezo a darme cuenta de que vas a ser una esposa muy exigente.

Ella arqueó las cejas.

– Recuerda lo que hablamos sobre los gruñones.

– Oh, si no me quejo. De hecho, exigente, mojada y desnuda son las tres cualidades más importantes en una esposa.

Ella le lanzó una sonrisa descarada.

– Eres un hombre afortunado, porque yo tengo las tres.

Logan los hizo rodar hasta que ella acabó sentada a horcajadas sobre él.

– Sí, sin duda alguna soy un hombre muy afortunado -le respondió sonriendo ampliamente.

Y en cuanto pillaran al bastardo que estaba tratando de hacerles daño, todo sería perfecto.

CAPÍTULO 22

Ser inmortal significaba que, finalmente,

con el transcurrir del tiempo, el pasado acabaría por desvanecerse.

Pero, para mi horror, descubrí que a veces el pasado

puede atraparte sin importar lo lejos que parezca estar.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


Emily se levantó de la enorme cama de Logan y metió los brazos en la bata de seda, ajustándose el cinturón en torno a la cintura. Cruzó la habitación hasta la jarra de agua, hundiendo los pies en la gruesa alfombra, y se sirvió un vaso que se tomó con rapidez. Curvó los labios en una sonrisa mientras se servía otro. Desde luego, hacer el amor todo el día provocaba mucha sed. Apretó los muslos y su sonrisa se hizo más amplia. Y también provocaba ternura… una ternura deliciosa.

Mientas se tomaba el segundo vaso de agua, clavó la mirada en el hombre con el que se había casado esa misma mañana. El hombre que durante las pasadas… -miró al reloj de la repisa de la chimenea y se dio cuenta de que apenas era medianoche -catorce horas, la había hecho sentir cosas que jamás hubiera creído posibles. Que la había hecho reírse y la había tratado como si fuera la cosa más preciosa del mundo para él. Que le había hecho el amor de una manera exquisita hasta tres veces seguidas, explorando cada centímetro de su cuerpo con las manos, los labios y la lengua, y luego la había alentado a que se tomara las mismas libertades con él.

Ahora estaba tumbado sobre la espalda, con los fuertes brazos estirados por encima de la cabeza que apoyaba en una enorme almohada, y con los dedos entrelazados flojamente. Lo recorrió con la mirada, empezando por el magnífico pero imperfecto rostro masculino, por culpa de la nariz que debió de romperse en algún momento. Respiraba profundamente, con los rasgos completamente relajados.

Emily continuó bajando la mirada, memorizando la poderosa anchura de su pecho que, aunque parecía duro, era una confortable almohada para su cabeza, una que le permitía escuchar el constante latido de su corazón. Su mirada siguió descendiendo por el abdomen tenso, dividido por aquella fascinante flecha de vello oscuro que ahora sabía que se extendía como un rastro sedoso hasta acunar su impresionante virilidad, oculta de su vista por culpa de la sábana que le cubría las caderas.

Lo miró con el corazón desbordando amor. En ese momento le parecía imposible creer que hubiera habido un tiempo en el que él le disgustara. ¿Cómo había podido juzgarlo tan mal? Parte de su animosidad provenía de la lealtad que le debía a su padre y del hecho de que Logan fuera uno de sus muchos acreedores. Pero después de considerarlo detenidamente, había llegado a la conclusión de que el resto de aquel sentimiento de rencor se debía a que ella, a pesar de desear lo contrario, se había sentido muy atraída por él. De una manera que la había confundido e irritado a la vez. No había reconocido aquella atracción como tal porque él no era el tipo de hombre por el que había imaginado sentirse atraída. Siempre había pensado que se enamoraría de un británico, no de un grosero americano.

Pero él no era grosero. De eso nada. Era… descarado. De una manera apasionante. Excitante. Y tierno. Y maravilloso. Ocurrente, inteligente y divertido. Y cada segundo que pasaba lo quería más.

Aun así, había más cosas en él que ella desconocía, pero que se moría por saber. De hecho, quería saberlo todo de su esposo. Incapaz de permanecer más tiempo alejada de él, se terminó el vaso de agua con rapidez y regresó a su lado, sentándose en el borde de la cama para poder continuar observándole dormir.

– Te he echado de menos.

La suave voz de Logan la sobresaltó.

– ¿Cómo es posible que seas capaz de pillarme desprevenida incluso cuando duermes? -le preguntó ella.

El se puso de costado y apoyó la cabeza en una mano. El resplandor del fuego provocaba sombras intrigantes en su rostro, resaltadas por la barba de un día que le cubría y oscurecía la mandíbula.

– No te he pillado desprevenida. Pero te he echado de menos. -Sólo me he levantado un momento. -Dos minutos y catorce segundos. Los he contado. -Te habría traído un vaso de agua, pero pensaba que estabas dormido.

– No tengo sed. -Logan alargó la mano y enroscó un mechón del pelo de Emily en el dedo. -Has estado observándome durante un buen rato.

Un intenso rubor subió lentamente por el cuello de Emily.

– Sí. Parece que no puedo evitarlo. Espero que no te importe.

– No, para nada. -Le pasó la yema del pulgar por la mejilla sonrojada. -¿En qué pensabas?

– ¿Por qué crees que pensaba en algo? Quizá sólo te estaba admirando.

Logan curvó la boca.

– Gracias, pero casi podía oír tus pensamientos.

– Me preguntaba acerca de ti. Por tu vida. -Emitió un profundo suspiro. -Me muero de curiosidad por conocer hasta el más mínimo detalle de ti.

Cualquier rastro de diversión desapareció de los ojos de Logan, que adquirieron una expresión cautelosa.