Su captor se la cargó sobre un hombro. Emily continuó gruñendo y retorciéndose, pero el enorme brazo con el que el hombre le rodeaba los muslos frustró todos sus movimientos. Cogió algo de la mesilla de noche, y ella se retorció para ver qué era. La lámpara de queroseno.
El intruso la puso sobre la cama, arrancó la pantalla de cristal de un tirón y volcó el contenido, rociando la colcha, la alfombra y las cortinas con el queroseno inflamable. Luego, para horror de Emily, prendió una cerilla y la lanzó sobre la cama. Las llamas que surgieron se extendieron de inmediato. El terror y la furia atravesaron a la joven que siguió forcejeando sin conseguir nada. El hombre corrió hacia el balcón y salió.
– Despídete de tu marido muerto -dijo su captor con un ronco gruñido. -Será la última vez que lo veas.
Emily bajó la mirada y se le detuvo el corazón. Logan estaba tendido boca abajo en el balcón. El fuego se extendía rápidamente por la habitación e iluminaba el charco de sangre que le rodeaba la cabeza. Un grito surgió de la garganta de Emily, pero sólo pudo emitir un gemido ronco y ahogado. El captor saltó sobre la barandilla de hierro forjado del balcón y bajó con destreza por la escalera de mano que había colocado allí previamente. Cuando llegaron al suelo arrojó la escalera a los arbustos. Presa del pánico, la joven vio a otra figura tendida en el suelo. Agrandó los ojos, y redobló sus esfuerzos para soltarse e intentar gritar con todas sus fuerzas, pero parecía que Gideon había seguido el mismo destino que Logan. Inspiró profundamente y se quedó paralizada ante el olor a humo… Un humo que era demasiado espeso y cercano para provenir del fuego que su captor había provocado arriba.
Giró la cabeza y la sangre se le heló en las venas. Las llamas lamían las paredes de la planta baja. Aquel monstruo había prendido fuego a toda la casa.
Emily intentó gritar de nuevo, pero se quedó sin aliento al rebotar contra el hombro musculoso del hombre cuando éste echó a correr a través del jardín hacia las cuadras. Santo Dios, nadie sabría lo que le había sucedido, ni siquiera la buscarían. Supondrían que había muerto en el incendio. Tenía que hacer algo… pero ¿qué?
Luchó contra las cuerdas que le ataban las manos, pero estaban tan apretadas que le cortaron las muñecas. El anillo se le clavó en el dedo.
El anillo. Concentrándose en él, retorció la joya, moviéndola poco a poco hasta que pudo sacársela del dedo. La dejó caer en el suelo, rezando para que alguien la encontrara y se diera cuenta de que estaba viva. Al menos por ahora.
Emily alzó la cabeza y vio que el humo y las llamas rodeaban la casa. Se le llenaron los ojos de lágrimas, difuminando la horrible imagen de Logan tendido boca abajo en aquel charco de sangre. Sintió un dolor tan intenso que no pudo respirar. Había muerto. Nunca le había dicho cuánto le amaba y ahora no tendría oportunidad de hacerlo. El dolor que sentía en el pecho no podía ser otra cosa que su corazón haciéndose pedazos.
Un instante después entraron en las cuadras y Emily fue arrojada bruscamente en el interior de un carruaje. Luego oyó que la puerta se cerraba y que el vehículo se ponía en marcha con rapidez.
CAPÍTULO 23
Al ser un vampiro me curaba con extraordinaria rapidez.
Los cortes y las magulladuras cicatrizaban casi al instante y,
dado que no tenía sangre, no podía desangrarme.
Pero, por desgracia, eso no quería decir que no sintiera
dolor ni que no pudiera resultar herida, aunque cómo podía
rompérseme el corazón cuando ni siquiera tenía uno,
era todo un misterio para mí.
El beso de lady Vampiro,
Anónimo
Logan se despertó lentamente. Poco a poco fue consciente de que tenía frío. Mucho frío. Y, maldita sea, ¿por qué sentía como si alguien le estuviera martilleando la cabeza? Oyó un gemido a lo lejos y se dio cuenta de que era él quien lo emitía, y de que sonaba como si se hubiera tragado un trozo de cristal. Intentó levantarse, pero el dolor palpitante que tenía en la cabeza lo hacía sentirse mareado y con náuseas. Logró ponerse de rodillas y cerró los ojos, respirando profundamente. Se llevó una mano temblorosa a la cabeza y la sintió mojada y caliente, un extraño contraste con el aire frío que le envolvía.
Respiró hondo otra vez y reconoció el olor metálico de la sangre mezclado con el aroma acre del humo. Se obligó a abrir los ojos y se dio cuenta de que estaba fuera, en el balcón del dormitorio. Sintió que lo atravesaba una oleada de confusión y dolor. ¿Qué diablos…?
Se giró hacia el dormitorio y se le heló la sangre al ver las llamas que lamían las paredes y las cortinas. Recuperó la memoria de golpe. Había oído un ruido en el balcón. Había salido. Y había visto, a pesar de que era imposible, a Thomas Heller. El había matado a ese bastardo hacía mucho tiempo, había enterrado su cuerpo y, sin embargo, estaba allí de pie. Luego, todo se volvió negro. Emily…
«Emily.»
Con un fiero gruñido se puso en pie y entró tambaleándose en el dormitorio. El calor le hizo retroceder varios pasos y el espeso humo le hizo arder los ojos.
– ¡Emily! -gritó, buscándola frenéticamente con la mirada por la habitación. El terror le atenazó la garganta al ver la cama, donde estaba ella la última vez que él la había visto, consumida por las llamas. Luchando contra el mareo, atravesó la estancia con rapidez y miró en el cuarto de baño. Estaba vacío. El pánico se apoderó de él. Cogió una toalla de manos y se la puso sobre la nariz y la boca antes de regresar corriendo al dormitorio, donde rebuscó entre el espeso y ardiente humo, sintiéndose más aterrorizado a cada segundo que pasaba. ¿Estaba allí Emily? ¿La había dejado morir Heller entre las llamas? ¿Aquel bastardo se la habría llevado con él? Se abrió paso por la habitación, entrecerrando los ojos para protegerlos del humo, tosiendo y gritando el nombre de su esposa. Había llegado a la conclusión de que no estaba en la estancia cuando se abrió la puerta del pasillo de golpe. La ráfaga de aire que entró avivó las llamas.
– ¡Logan! -Un Gideon cubierto de hollín se dirigió rápido hacia él. -Tenemos que salir de aquí. La casa está en llamas.
Logan negó con la cabeza.
– Emily -dijo sin aliento. -Tengo que encontrar a Emily. -Alargó la mano para abrir la puerta que conducía al dormitorio contiguo, pero Gideon lo agarró por los hombros y lo sacudió con fuerza.
– No está aquí. He revisado toda la casa y no he podido encontrarla. Creí que todos estabais fuera hasta que te oí llamarla.
– Maldita sea, no puedo irme sin ella. No saldré de aquí sin ella.
– Te he dicho que no está en la casa -gritó Gideon por encima del rugido de las voraces llamas. -Sin duda se la ha llevado el bastardo que provocó el incendio y, si morimos aquí dentro, jamás la recuperaremos. Tenemos que salir ahora, o será demasiado tarde.
Logan no pudo moverse, se sentía destrozado y aterrorizado. Recorrió la estancia con la mirada una vez más. ¿Cómo iba a marcharse si existía la posibilidad de que ella siguiera todavía allí? Pero ¿y si en realidad su esposa estaba en algún lugar con Heller y necesitaba que la rescataran? Aunque se le rompiera el corazón, tendría que confiar en que Gideon tenía razón.
– Vámonos -gritó, sosteniendo la toalla sobre la cara.
Salieron precipitadamente por la puerta y corrieron por el pasillo. Logan se vio envuelto por el sofocante calor que le quemaba los pies desnudos mientras el humo le escocía los ojos, que no dejaban de lagrimear. Contuvo el aliento como mejor pudo y bajaron por la escalera curva a toda velocidad, saltando sobre las vigas caídas. Cuando atravesaron las puertas dobles de roble que conducían al exterior, Logan oyó que la araña de cristal caía justo detrás de ellos, haciéndose pedazos contra el suelo.
Cuando estuvieron a una distancia prudencial del fuego, Logan se detuvo y se inclinó, colocando las manos en las rodillas y aspirando grandes bocanadas de aire. Sus sirvientes estaban apiñados a unos metros delante de él, con la mirada clavada en el fuego. Algunos lloraban, otros sólo parecían aturdidos. Según le había dicho Gideon, dentro de la casa no quedaba nadie, por lo cual sólo podía darle gracias a Dios.
Ignorando el escozor de los ojos, los pulmones ardientes y los pies llenos de ampollas, se giró hacia Gideon. El hollín manchaba la cara y la ropa de su amigo, que también respiraba entrecortadamente.
– ¿Qué diablos ha ocurrido? -preguntó Logan, las ásperas palabras se entremezclaban con sus toses secas.
– Hacía guardia en el jardín cuando ese bastardo me cogió desprevenido y me dejó sin sentido. Cuando recobré el conocimiento, la planta baja de la casa estaba en llamas y el fuego se extendía con rapidez. Corrí a la parte delantera donde Eversham y varios de los lacayos estaban ayudando a salir al resto de los sirvientes. Subí corriendo las escaleras hasta tu dormitorio. La habitación estaba en llamas pero vacía, así que continué buscando en el resto de la casa. Al no encontraros ni a Emily ni a ti, supe que o bien habíais salido por vuestros propios medios o el pirómano os había raptado de alguna manera. Para entonces, el humo y las llamas eran tan intensos que supe que tenía que salir sin más dilación. Estaba recorriendo el pasillo cuando te oí llamar a Emily. ¿Dónde demonios te habías metido?
– En el balcón -repuso Logan y apresuró a contarle a Gideon lo que había ocurrido, concluyendo con: -Vi al hombre. Le conozco. Se llama Thomas Heller. Creí que estaba muerto, pero no es así. Tiene motivos de sobra para querer vengarse de mí, pero ahora no tengo tiempo para contártelo todo. No cuando tiene a Emily consigo. -Cerró los ojos. Por mucho que odiara que fuera así, rezaba para no haberse equivocado, pues al menos le daba la esperanza de que Emily siguiera con vida y que no se había visto atrapada por el fuego.
No podía pensar lo contrario. Simplemente, no podía.
– La tiene Heller -dijo sombríamente. -Y tenemos que rescatarla. -«Y entontes volveré a matarte, bastardo. Y esta vez me aseguraré de que estés bien muerto». -¿Pero por dónde diablos empezamos a buscar?
– Por aquí mismo -dijo Gideon. -Vamos.
Logan le siguió hasta donde estaban los criados, intentando aclararse las ideas y pensar con lógica y serenidad en cómo encontrar a Emily. Ahora. Porque cada segundo que pasaba, contaba.
– Vuestra señora ha desaparecido -gritó Gideon a los sirvientes para que le oyeran por encima del rugido del fuego. -Tenemos motivos para pensar que ha sido secuestrada por el hombre que provocó el incendio. ¿Alguno de ustedes vio u oyó algo?
Los sirvientes le dirigieron unas miradas horrorizadas en medio de murmullos y sacudidas de cabeza.
A Logan se le ocurrió una idea.
– El hombre estaba en el balcón de mi dormitorio -gritó, -por lo tanto es muy probable que haya escapado a través del jardín en dirección a las cuadras. Mi esposa es una mujer inteligente e ingeniosa que no permitiría que se la llevaran sin oponer resistencia. Puede que haya intentado dejar atrás una pista.
– ¿Qué tipo de pista? -gritó John, uno de los lacayos.
– Quizás un escarpín. Un trozo roto de bata. Algo. No lo sé. -Santo Dios, ¿y si ni siquiera llevaba zapatillas? No lo sabía. Pero estaba seguro que Emily dejaría atrás algún rastro que pudiera ayudar a encontrarla. -Quiero que os disperséis y busquéis por todas partes -gritó. -Habrá una generosa recompensa para quien encuentre algo que pueda ayudar a rescatar a mi esposa.
El grupo se diseminó de inmediato, dirigiéndose hacia los jardines y evitando acercarse a la casa ardiente. Logan se volvió hacia Gideon.
– Ha debido de escapar por ahí. ¿Has visto alguna escalera de mano?
– No, pero podría haberla lanzado a los arbustos.
– Vamos -urgió Logan. Cada segundo que se retrasaban podría significar la muerte de Emily a manos del bastardo de Heller.
Sin embargo, antes de que pudiera moverse, el lacayo John se acercó a él.
– Me he dado cuenta de que no lleva zapatos, señor -dijo John. -Ni pantalones ni camisa. Sólo la bata. Necesitará ropa adecuada para ir a rescatar a la señora de manos del bastardo que la secuestró y traerla de vuelta. -Le tendió unos pantalones negros, una camisa y un par de zapatos. -Tome mi ropa.
Gideon se fijó en el abrigo que llevaba el joven.
– ¿Y qué te pondrás tú?
– Tengo el abrigo, la ropa interior y un par de gruesos calcetines de lana, señor. Para mí es suficiente. Ahora si me disculpan, iré a buscar alguna pista de por dónde han podido llevarse a la señora. Rezo para que esté en lo cierto, señor -dijo dirigiéndose a Logan, luego se volvió para irse.
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