– Habías cometido bastantes. Merecías ser castigado.
– Tú mataste a mi hermano y jamás fuiste castigado. De hecho, amasaste una fortuna y llevaste una vida de lujos mientras mi hermano se descomponía donde fuera que lo enterraras y yo me pudría en una maldita prisión. -Inspiró bruscamente. -Pero por fin logré escaparme. Y luego averigüé dónde estabas. Y cuando llegué aquí descubrí qué era lo más importante para ti. -Miró a Emily. Logan agarró a Heller del cuello, y se movió para bloquearle la vista de su esposa.
Heller miró a Logan con el odio y la locura ardiendo en sus ojos.
– Mataste al hombre equivocado, Jennsen. Y te he hecho pagar por ello. No tanto como quería, dado que tú y tu esposa estáis todavía vivos, pero incendié tu barco y tu casa, y eso es suficiente, al menos por ahora.
A Logan le hormiguearon las manos por el deseo de cerrarlas sobre el cuello de Heller y apretar hasta que éste exhalara el último aliento. Pero había mejores formas de castigarlo.
– Cuando incendiaste mi barco, mataste a dos buenos hombres. En lo que respecta al cargamento y a mi casa, serán reemplazados sin ningún problema. El daño que has causado no es suficiente «por ahora». Es el fin. Jamás volverás a tener la oportunidad de hacerme daño ni a mí ni a ninguna otra persona.
Cogió a Heller por el cuello y lo acercó bruscamente.
– Jamás volverás a salir de una celda -dijo en voz tan baja que sólo él pudo oírle, -salvo el día en que te lleven a la horca. Estoy seguro de que pensarás en mí en ese momento, bastardo, aunque te aseguro que yo no pensaré en ti. Disfrutaré de mi vida con la familia que intentaste arrebatarme. Y mientras, tú arderás en el infierno.
Soltó a Heller y miró a Gideon. -¿Lo llevarás ante el magistrado?
– Con sumo gusto. -Gideon agarró a Heller por la nuca y lo hizo dirigirse hacia la puerta rota. -¿Dónde te hallaré luego?
Logan se volvió hacia Emily. La joven había hecho lo que le había pedido y seguía sentada en el camastro, pero en el momento en el que sus miradas se encontraron, se levantó y se acercó a él corriendo. El la rodeó con un brazo y la estrechó contra su cuerpo.
– Creo que deberíamos volver a casa y ver dónde podemos alojar a los sirvientes -dijo ella. -Después podemos pasar el resto de la noche en casa de mis padres.
Logan asintió con la cabeza, no le había sorprendido que ella estuviera preocupada por los criados y sabía que sus suegros se sentirían aliviados al saber que su hija estaba bien.
– Ya te diré dónde estaremos luego -le dijo a Gideon.
– Gracias por haber ayudado a rescatarme, Gideon -dijo Emily. -Te debo mucho.
Logan asintió con la cabeza.
– Los dos lo hacemos.
Gideon inclinó la cabeza.
– De nada. -Con el puñal en la mano y agarrando a Heller por la nuca, lo condujo a través de la puerta. El prisionero caminaba a trompicones debido a las cuerdas que le ataban los tobillos.
Logan cogió a Emily en brazos y se dirigió a la ventana que había destrozado.
– Salgamos de aquí.
– Puedo caminar -dijo ella mientras le rodeaba el cuello con los brazos.
– Claro que puedes, pero hay cristales rotos por el suelo y no llevas zapatos.
Logan salió al exterior, donde los recibió el aire frío, y caminó a paso vivo hacia la esquina. Tuvo suerte, porque había un carruaje de alquiler bajo la pálida luz de una farola. Logan dio un silbido y el cochero puso los caballos en marcha, dirigiéndose hacia ellos.
Tras darle al conductor la dirección de Berkeley Square, dejó a Emily en el interior del carruaje y subió tras ella. En cuanto cerró la puerta y se sentó, se puso a su esposa en el regazo y la abrazó con todas sus fuerzas.
– Emily -susurró, pronunciando su nombre como si fuera una oración. Le retiró el pelo enredado de la cara y clavó la mirada en aquellos hermosos ojos. -Jamás había estado tan asustado en mi vida como cuando recuperé el conocimiento en el balcón y no te vi.
– Y yo jamás había estado tan asustada en mi vida como cuando te vi tirado en el balcón. -Emily le agarró la mano y le dio un beso en la palma. -No quiero volver a sentirme así.
– Ni yo. -Y luego, las palabras que él casi no había tenido oportunidad de decir se le agolparon en la garganta: -Emily, te amo. -Respiró hondo. -Dios mío, cómo te amo. Te amo tanto… Me aterraba no tener oportunidad de decírtelo. Estaba a punto de hacerlo cuando oímos el ruido en el balcón, y entonces… -Un nuevo estremecimiento la sacudió. -No importa si tú no me amas, pero te lo advierto, voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que me ames. No he podido pensar en nada más que en ti desde el momento en que te besé en la biblioteca de Matthew y Sarah hace tres meses. Ya me sentía atraído por ti antes, pero después de ese beso… He sido tuyo desde ese día.
– Logan… -Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero Logan se quedó sin respiración al ver la ardiente emoción que brillaba entre ellas. -Yo también te amo tanto que… me duele. Siempre había soñado con casarme por amor y tú, mi valiente, atrevido y maravilloso marido, que lo has arriesgado todo por salvarme, tú has conseguido que mis sueños se hagan realidad. No he podido dejar de pensar en ti desde mucho antes de ese día en que te besé. -Curvó los labios en una sonrisa temblorosa. -Y ahora conseguiré robarte besos todos los días durante el resto de mi vida.
– Emily… -Logan le cubrió los labios con los suyos y la besó con toda la alegría, el amor y la pasión que inundaban su ser. Tomó nota mental de pagarle a Daniel las doscientas libras que le debía.
– Sí, besos como éste -murmuró ella cuando él finalmente levantó la cabeza.
Logan le acarició la suave piel de detrás de la oreja con la nariz.
– ¿Sabes en qué te convierte eso?
– ¿En qué?
– En una ladrona de besos. Mi ladrona favorita. Ella le enmarcó la cara con las manos y negó con la cabeza.
– No. Me convierte en la mujer más afortunada del mundo. Y él -ahora portador del título «El hombre más afortunado del mundo»-selló aquella declaración con otro beso robado.
EPÍLOGO
Aunque mi amante vampiro y yo tuvimos que vivir en la oscuridad,
nuestra existencia estuvo llena del dorado brillo del amor
y las ardientes llamas de la pasión.
Cada noche era una nueva aventura, y sabía que teníamos toda la eternidad para amarnos.
El beso de lady Vampiro,
Anónimo
Dos años después…
Sentada en una de las ocho bibliotecas que había en la reconstruida mansión que Logan y ella poseían en Berkeley Square, Emily levantó la copa de champán y sonrió. Su anillo, que el lacayo John le había devuelto tan pronto como lo encontró, captó un rayo de sol y salpicó de reflejos brillantes toda la estancia.
– Por la Sociedad Literaria de Damas Londinenses.
Carolyn, Sarah y Julianne levantaron sus copas, y el tintineo del delicado cristal resonó en la estancia.
– Por el segundo relato de vampiros de Emily -añadió Carolyn.
– Para que tenga tanto éxito como el primero -dijo Julianne con una sonrisa.
Un rubor de felicidad cubrió las mejillas de Emily.
– Gracias. Apenas puedo esperar a escribir el tercero.
– Nosotras tampoco podemos esperar a leerlo -dijo Carolyn con una amplia sonrisa. -Quiero saber qué nueva diablura se le ocurrirá a esa picara lady Vampiro.
– También tenemos que decidir cuál será nuestra siguiente lectura -dijo Sarah, subiéndose las gafas por la nariz. -Tengo varias sugerencias…
Sus palabras fueron interrumpidas cuando se abrió la puerta de golpe. Un grupo de niñas de corta edad se dirigieron hacia ellas seguidas por cuatro hombres sonrientes. La primera en cruzar la biblioteca fue Daphne, la hija de dos años de Sarah, que se lanzó contra las rodillas de su madre y le brindó una radiante sonrisa. Luego la siguieron las hijas de Julianne y Carolyn, Francés y Beatrice, que se arrojaron a los brazos abiertos de sus madres, donde fueron recibidas con besos y sonrisas. La última en acercarse fue Amanda, que se parecía tanto a Logan que, con sólo verla, a Emily se le ponía un nudo de emoción en la garganta. La regordeta manita de Amanda se aferraba al dedo índice de su padre y caminaba a trompicones hacia Emily que la miraba con una sonrisa babeante y el corazón derretido.
– Mamá.
Emily buscó a su marido con la mirada, y el corazón se le derritió de nuevo, como siempre que lo veía. Intercambiaron una cálida e íntima mirada, luego Logan se volvió hacia Matthew, Daniel y Gideon y, señalando con la cabeza a las cuatro niñas que había en la habitación, dijo:
– ¿Os dais cuenta de lo que tenemos aquí? Son la siguiente generación de la Sociedad Literaria de Damas.
Daniel se estremeció de manera exagerada.
– Que el cielo nos ayude. Preveo un caos total en Mayfair en los próximos años.
Logan cogió a Amanda en brazos, que lanzó un gritito de deleite antes de tirar bruscamente del cabello de su padre.
– ¿Os habéis dado cuenta de que nos ganan en número?
– Sí, Dios mío -dijo Matthew. -No veo más que mujeres por todas partes.
– Y aquí están, dispuestas a elegir otro libro que leer. -Gideon chasqueó la lengua. -Y ya sabemos lo que eso significa.
Los cuatro hombres intercambiaron una mirada y asintieron con la cabeza.
– Problemas -dijeron todos al unísono.
– Pero algunas veces son problemas buenos -señaló Gideon.
– Algunas veces -dijo Matthew, -son muy buenos.
– Y algunas veces -añadió Logan -son extremadamente buenos. Por eso hemos decidido formar nuestro propio club.
Emily arqueó las cejas.
– ¿Qué clase de club?
– Ya que no nos habéis permitido unirnos a la Sociedad Literaria de Damas, hemos decidido fundar nuestra propia sociedad de caballeros.
Emily y sus amigas intercambiaron miradas divertidas.
– ¿Ah, sí? ¿Y cuál es la finalidad de ese club? -preguntó ella.
– Es alentar a nuestras esposas a que lean sus libros escandalosos lo más deprisa posible.
– Y que luego compartan los detalles más licenciosos con sus maridos -dijo Daniel con voz muy seria.
– Hasta el último detalle -añadió Gideon, mientras Matthew asentía con la cabeza.
– ¿Y si nos negamos a satisfacer esas ignominiosas demandas? -preguntó Emily.
– Entonces nos veremos obligados a tomar cartas en el asunto en nombre de nuestro club y haceros desaparecer a cada una de vosotras en un lugar privado hasta que estéis dispuestas a colaborar.
– Y en mi caso, voy a tener que hacerlo de inmediato -dijo Daniel. Con los ojos brillando por el amor y la promesa de la pasión, le tendió la mano a Carolyn. Ella lanzó una mirada de fingida consternación a sus amigas, y Emily contuvo una risita ahogada. Carolyn seguía siendo una pésima actriz.
– Al parecer debo irme -dijo ella, deslizando su mano en la de su marido y levantándose. Daniel cogió a su hija en brazos y abandonaron la habitación en un abrir y cerrar de ojos.
– No sé de qué te ríes -dijo Matthew, dirigiéndose a Sarah mientras fruncía el ceño de una manera exagerada. -Tú eres la siguiente.
Sarah se puso en pie, apoyó a Daphne en la cadera y alzó la nariz con desdén.
– Bueno, si insistes… -Salieron de la habitación como un barco a toda vela.
Julianne se puso en pie, cogió a Frances en brazos y miró a Gideon.
– Supongo que crees que voy a aceptar tranquilamente ese plan tuyo de hacerme desaparecer en sólo Dios sabe dónde.
– Supongo que sí.
– ¿Y qué ocurrirá si me pongo a gritar? Gideon sonrió ampliamente.
– Por mí vale. Me encanta cuando no paras de gemir y…
– ¡Vámonos! -dijo ella, agarrándole de la mano con la cara totalmente ruborizada. Salieron de la estancia y cerraron la puerta tras ellos.
– Por fin solos -dijo Logan con una lenta sonrisa.
Emily se levantó y lo observó acercarse a ella. Amanda tenía los ojos medio cerrados y apoyaba la cabeza, de pelo oscuro y rizado, contra su ancho hombro.
Logan se detuvo ante ella y la atrajo contra su cuerpo con el brazo libre. Sus labios se encontraron en un cálido y apasionado beso que la dejó sin aliento. Cuando él levantó la cabeza, un estremecimiento atravesó a Emily al ver el deseo ardiente en los ojos de su marido.
– Supongo que también tienes planes para mí-dijo ella.
– Los tengo. ¿Es eso un… problema?
– No, pero conozco esa mirada en tus ojos, lo que quiere decir que esos planes tuyos tienen como finalidad hacer que me tumbe de espaldas.
Él se acercó para acariciarle el cuello con sus cálidos labios.
– Vuelvo a preguntar… ¿supone eso un problema?
– No. De hecho, tengo curiosidad por saber qué tienes en mente en esta ocasión.
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