– Quizá deberíamos leer libros menos explícitos -dijo Emily con un suspiro frustrado.

– ¡No! -La palabra sonó por triplicado y cargada de consternación.

– Daniel está muy satisfecho con los libros que escogemos -dijo Carolyn.

Sarah le brindó a su hermana una sonrisa engreída. -Matthew está sumamente satisfecho.

– Gideon está…

– Requetesumamente satisfecho -la interrumpió Emily. -Sí, sí, ya veo por dónde van los tiros. Más comentarios sobre vuestros maravillosos maridos, una conversación en la que yo no puedo participar. -La joven no tuvo intención de sonar malhumorada, pero se dio cuenta de que sí lo hizo cuando sus amigas intercambiaron unas significativas miradas. Luego, Sarah alargó el brazo y le cogió la mano.

– ¿Quieres hablar de eso? -le preguntó quedamente.

– ¿De qué?

Carolyn se inclinó hacia ella con los ojos llenos de preocupación.

– De lo que te molesta tanto.

El corazón de Emily se ablandó ante la evidente preocupación de Carolyn por ella, sobre todo, cuando su amiga tenía sus propias preocupaciones. Estaba claro que había llegado el momento de revelar sus secretos. Sabiendo que no había manera de andarse con rodeos con las tres personas que mejor la conocían del mundo, preguntó con timidez: -¿Es tan evidente?

– Sí -dijo Sarah. -Al menos para nosotras que te queremos tanto. Las cartas que nos has enviado durante estos tres meses que has estado en el campo resultaban muy forzadas. Y no es propio de ti.

Ante la insistencia de Emily, toda su familia se había ido de Londres el día después de la boda de Julianne para pasar una temporada en su hacienda de Kent. La verdad era que en ese momento, Emily deseaba irse de la ciudad para escapar del recuerdo de su encuentro con Logan Jennsen. Pero después de varios días en el campo se dio cuenta de lo insensata que había sido al desear estar recluida. Encargarse de sus hermanos pequeños no era suficiente para ocupar su mente y tuvo tiempo de sobra para pensar en aquello que tan desesperadamente quería olvidar. Incluso en las pocas ocasiones en que asistió a una velada, en las que bailó con algunos caballeros muy apuestos, se encontró pensando en el señor Jennsen y comparando a sus parejas con él. Y por razones que no podía comprender, su apuesta pareja de baile siempre salía perdiendo.

Entonces leyó La amante del caballero vampiro y la historia hizo surgir una idea tan escandalosa, tan inconcebible, que no se atrevió a compartirla con nadie. Se embarcó por completo en ese proyecto, abstrayéndose de cualquier otra cosa. De hecho, su abstracción resultó obvia en las cartas que les escribió a sus amigas. Emily podría haberles contado su idea, pero decidió esperar a ver si funcionaba y, para ser sinceros, le avergonzó admitir que estaba intentando hacer algo tan contrario a su educación. Se alegró mucho de no haber confiado su secreto a nadie cuando, para su decepción, fracasó. El fracaso era algo con lo que Emily estaba poco familiarizada y ante lo que no sabía cómo reaccionar.

– No has sido tú misma esta tarde -dijo Sarah quedamente. -Echo de menos ese pícaro brillo en tus ojos, ¿no nos vas a contar lo que te pasa?

Para desazón de Emily, se le llenaron los ojos de lágrimas. ¡Cielos!, ¿qué le pasaba? Ella rara vez lloraba, pero ahora estaba a punto de hacerlo.

– Por supuesto. El hecho es que tengo dos secretos. -«Tres», corrigió la vocecilla interior con brutal honestidad.

Bien. Tres secretos. Pero sólo estaba dispuesta a compartir dos.

Tres expectantes pares de ojos centraron su atención en ella. Emily respiró hondo antes de decir atropelladamente:

– Ya os he contado los apuros económicos por los que está pasando mi familia, pero lo cierto es que ahora la situación se ha vuelto desesperada. Mi padre ha hecho una serie de malas inversiones y ha tenido una suerte espantosa en el juego, con lo que estamos al borde de la ruina.

Las palabras surgieron con la misma fuerza del vapor de un caldero hirviendo. Tomando aire, continuó:

– Durante nuestra estancia en el campo, mi padre se reunió con su administrador para intentar llegar a algún tipo de acuerdo con sus acreedores, pero no lo consiguió. Va a perderlo todo. Por lo tanto, la única manera de salvar la situación es que alguna de sus hijas se case bien. Como soy la única en edad casadera, me lo ha pedido a mí. Y tiene que ser lo más rápido posible.

Durante varios segundos, el único sonido que se oyó tras sus palabras fue el tictac del reloj de la repisa de la chimenea. Luego, Julianne se aclaró la garganta.

– Lo siento mucho, Emily. Comprendo muy bien lo que se siente al tener que aceptar un matrimonio indeseado.

Sí, Julianne lo comprendía mejor que nadie, y Emily siempre admiraría a su amiga por haber tenido el valor de buscar su propia felicidad y casarse con el hombre que amaba, a pesar de provocar la censura de la sociedad y de ser desheredada por su familia.

– ¿No puede tu padre pedir dinero prestado para pagar las deudas? -preguntó Carolyn.

Emily negó con la cabeza.

– Eso sería como desnudar a un santo para vestir otro. Sólo contraería una deuda diferente, una que no podría pagar. -Soltó un suspiro. -Como sabéis, yo siempre he esperado, planeado y deseado casarme algún día. Después de enamorarme alocada y apasionadamente como lo habéis hecho todas vosotras. Por desgracia, a pesar de todos los solteros cotizados que he conocido desde mi presentación en sociedad, eso no ha ocurrido. Así que dado que no tengo ningún deseo de casarme hasta encontrar al hombre ideal, he buscado una alternativa. Si pudiera ganar el suficiente dinero para saldar las deudas, no tendría que casarme hasta que quisiera. Y he encontrado la manera perfecta de hacerlo. -Clavó los ojos en sus amigas, que la miraban con aire inquisitivo. -Inspirándome en nuestro libro de La amante del caballero vampiro, decidí escribir mi propia historia de vampiros y venderla.

Sarah parpadeó.

– ¿Has escrito un libro?

– Es más bien una historia corta. La he titulado El beso de lady Vampiro. Mi vampiro es una mujer. Después de todo, los hombres son quienes siempre se divierten en la vida real, ¿por qué tendrían que divertirse también en la ficción? -Antes de que sus amigas pudieran responder a lo que de todos modos era una pregunta retórica, se apresuró a añadir: -Utilizando el seudónimo de Anónimo, le envié el relato a varios editores de Londres y, aunque todos alabaron el manuscrito, acabaron rechazándolo. Todos afirman que nadie estaría interesado en una historia cuya protagonista es una mujer vampiro.

Tres pares de ojos se clavaron en ella. Luego, Julianne negó con la cabeza.

– ¿Que nadie estaría interesado? Menudo disparate. A mí me interesa.

– Y a mí-dijo Carolyn mientras Sarah asentía con la cabeza. Emily les brindó una sonrisa a sus tres leales amigas.

– Gracias.

– ¿Por qué no escogemos tu historia como nuestro próximo libro de lectura? -Sugirió Sarah. -Me muero por leer tu relato. En realidad, creo que estoy un poco molesta contigo por no habérmelo dejado leer antes.

Ante la reprimenda, un ardiente rubor cubrió las mejillas de Emily.

– Lo siento. Sería un honor para mí que fuera uno de los libros seleccionados en el club de lectura… después de que lo publiquen. No es que no quiera que lo leas, es sólo que… -Emily se estrujó la cabeza buscando las palabras adecuadas para explicar los motivos de por qué quería mantener su manuscrito en privado.

Carolyn le lanzó una mirada ceñuda a su hermana.

– Tú mejor que nadie deberías saber por qué no nos ha pedido que lo leamos, Sarah. A ti no te gusta enseñar tus bosquejos hasta que los terminas.

– Pero ella ha terminado su historia -alegó Sarah.

Julianne tocó la mano de Emily con los ojos llenos de comprensión.

– Sí, pero creo que para Emily no estará realmente terminado hasta que lo vea publicado.

Emily asintió agradecida por el apoyo de su amiga.

– Exacto. Quería sorprenderos, regalaros un ejemplar como prueba de mi éxito. Por desgracia, las cosas no han resultado ser como yo esperaba. Sin embargo, se lo he enviado a otro editor esta mañana, y no tengo intención de dejar que lo rechacen otra vez. -Una sonrisita le curvó los labios. -Tengo un plan.

Sus tres amigas intercambiaron miradas de inquietud.

– Cada vez que dices esas palabras -dijo Julianne, -me baja un escalofrío por la espalda. Lo que viene a continuación suele acabar en un completo desastre. ¿Recuerdas cuando planeaste enseñarme a hacer una tarta de barro? -Julianne se estremeció. -Tengo suerte de vivir para contarlo.

– Se suponía que no tenías que comértela -dijo Emily.

– Tenía siete años y aquello era una tarta -dijo Julianne sorbiendo por la nariz.

Emily agitó la mano en un gesto despectivo.

– Eso fue hace quince años. No puedes negar que desde entonces he tenido muchos planes que han terminado bien.

– Y muchos más que han acabado como el rosario de la aurora -dijo Julianne con tono ominoso.

– No tantos. Pero éste va a ser un éxito rotundo. -Guardó silencio durante varios segundos, asegurándose de que tenía toda la atención de sus amigas. Entonces se inclinó hacia delante y susurró: -Voy a convertirme en un vampiro.

CAPÍTULO 03

El largo lametazo que le di en el cuello le provocó

un estremecimiento de placer.

La sensación de su pulso contra mi lengua

era más de lo que podía soportar. Necesitaba alimentarme.

Ya. Y aunque durante siglos no me había

importado quién satisfacía mis necesidades y mis deseos,

ahora no podía ser nadie más que él.

Abrí la boca y hundí los colmillos profundamente…

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


Tres miradas se clavaron en Emily con preocupación. Sarah arqueó las cejas y sus gafas se le deslizaron por la nariz.

– ¿Quieres convertirte en un vampiro? -Se volvió hacia Carolyn y Julianne.

– Santo Dios, pobre Emily, ha debido de darse un golpe en la cabeza.

– No me he golpe… -comenzó a decir Emily.

– Quizá deberíamos llamar a un médico -dijo Julianne, poniendo los dedos en la frente de Emily para comprobar si tenía fiebre.

Emily frunció el ceño y se apartó despacio de la mano de Julianne.

– No estoy enferma.

– Creo que deberíamos dejar de leer esos libros tan picantes que desbocan nuestra imaginación -dijo Carolyn, palmeando suavemente la mano de Emily. -Sugiero que nuestra próxima lectura sea Hamlet.

– Sí, claro, porque seguro que una historia con un montón de asesinatos, envenenamientos, apuñalamientos y caos por doquier no desbocará en absoluto nuestra imaginación -dijo Emily con sarcasmo. -Y dejad de mirarme todas como si me hubiera vuelto loca o me hubiera tomado una dosis de láudano. No he querido decir que me fuera a convertir en un vampiro de verdad…

– Menudo alivio -dijo Carolyn.

– Voy a hacerme pasar por un vampiro para despertar el interés de la gente. Mi intención es conseguir que las mujeres vampiro se pongan de moda y que se hable tanto de ellas en las reuniones sociales que el nuevo editor al que le he enviado el manuscrito no dude en publicarlo. Luego, una vez que las mujeres vampiro sean del interés general, todo el mundo saldrá corriendo a comprar mi relato. Y no sólo ganaré un montón de dinero que me permitirá salvar a mi familia de la ruina financiera, sino tiempo para encontrar a alguien con quien casarme por amor.

– Creo que sí que te has dado un porrazo en la cabeza -masculló Sarah. -El único interés que generarás haciéndote pasar por vampiro será el de adivinar cuánto tiempo pasará antes de que te envíen a un manicomio.

– Nadie sabrá que soy yo quien finge ser un vampiro -dijo Emily. -Llevaré puesto un disfraz.

Julianne parpadeó.

– No puedes hablar en serio.

– Te aseguro que sí. Llevo mucho tiempo meditándolo y planificando hasta el mínimo detalle. Si tengo éxito no tendré que casarme precipitadamente. Y créeme cuando te digo que mi plan funcionará.

– Quizá sería mejor que nos explicaras con exactitud cuál es tu plan -dijo Carolyn con voz cargada de suspicacia.

– Muy bien. Esta noche me escabulliré en la velada de lord y lady Teller, me pondré el disfraz, que consiste en una capa negra, una máscara y unos colmillos…

– ¿Dónde esconderás el disfraz? -la interrumpió Sarah.

– ¿Cómo piensas escabullirte de la velada? -Le preguntó Carolyn. -¿Cómo te desharás de tu acompañante?

– ¿Dónde demonios conseguiste los colmillos? -preguntó Julianne.

Emily fue enumerando las respuestas levantando los dedos.