– El no puede amarte como lo haría yo -reprochó con amargura.

La joven se volvió. Su cara irradiaba tanta felicidad que él se quedó estupefacto.

– Logan, no tienes idea de cuánto me ama, ni de cómo me complace el ser tan amada.

– Algún día te llegará el turno de hacer comparaciones, Rosamund. Y entonces veremos lo que opinas al respecto.

Rosamund se tragó la sarcástica réplica que estaba a punto de salir de sus labios y prefirió sonreír.

– ¿Hasta cuándo seguirás siendo tan orgulloso, Logan Hepburn?

– Un hombre joven ama a una mujer de otra manera que un anciano. Tu marido era un anciano y tu amante también lo es. Pienso que temes a los hombres jóvenes.

– No le temo a ningún hombre, Logan Hepburn. Y a ti menos que a nadie -respondió y salió de la habitación, no sin antes hacerle una profunda e irónica reverencia.

– Querida prima, ¿lo aniquilaste? -le preguntó Tom en tono jocoso, mientras ella entraba en la sala del conde de Bothwell. Era evidente que el buen whisky de su anfitrión lo había encendido.

– Salió bastante indemne. Sólo su orgullo está herido.

– ¿Se convenció de que usted no se casará con él? -inquirió Bothwell.

– Para mí, Logan es un enigma, milord. No pude ser más clara y, sin embargo, creo que aún alberga la esperanza de casarse conmigo. Mi consejo es que le consiga lo antes posible una joven bella y complaciente a quien desposar de inmediato. Si se le permite insistir en esta inútil persecución de mi persona, algún día los hijos de sus hermanos se convertirán en los herederos de Claven's Carn. Pero ese es un asunto que solo les incumbe a los Hepburn. Por cierto, le agradezco su intervención, milord -Rosamund le hizo una reverencia y luego de desearle un buen día y de indicarle a su primo que la siguiera, se retiró de la sala de Bothwell.

Lord Cambridge se levantó rápidamente.

– Muchas gracias por el whisky, milord -se despidió y partió detrás de Rosamund.

Cuando salieron, Logan salió del pequeño cuarto donde se había reunido con Rosamund y se sentó en la silla que había dejado vacía Thomas Bolton.

– ¿Y bien? -Preguntó el conde de Bothwell-. ¿Estás convencido ahora de que la dama de Friarsgate es una causa perdida?

– Según ella, no se casará con el conde, de modo que todavía no pierdo las esperanzas. Pronto se cansará de este amorío y volverá nuevamente a su tierra.

– ¿Has perdido el orgullo, primo?

– La amo. Y debo reconocer que cometí un grave error, Patrick. Nunca se lo dije ni la convencí de que así era. Di por sentado que Rosamund era consciente de mi devoción por ella. Pero nunca logré convencerla. Y, según parece, las mujeres deben oír esas palabras para darse por enteradas. ¿Cómo pude ser tan tonto?

– Logan, ¿ella te dijo que te amaba?

– No, pero cuando se extinga la pasión que siente por el conde de Glenkirk, Rosamund volverá a Friarsgate. Entonces, la cortejaré como corresponde, Patrick. Ella me amará, te lo aseguro.

– No hay tiempo que perder, primo. Tienes más de treinta años y debes procrear un heredero legítimo. Ya te conseguí una novia y te casarás con ella antes de partir de Stirling. Se trata de una prima lejana, emparentada con tu madre. Su nombre es Jean Logan. Tiene dieciséis años. Su madre también dio a luz a cinco varones y Jean es la única hija de la familia. Es un buen partido. La joven posee una generosa dote en oro y un portentoso baúl colmado de ropa blanca, platería y el ajuar nupcial. Por otra parte, el rey ya dio su aprobación para la boda.

– ¿Fuiste a ver al rey sin mi consentimiento? -Logan estaba indignado.

– No tienes derecho, Patrick. No desposaré a esa joven. No. Mil veces no.

– Primo, como jefe del clan cuento con todo el derecho de hacerlo. Como tal, hoy mismo firmaré los papeles de los esponsales. No tienes excusas para no casarte. Rosamund Bolton no te aceptará nunca y tu corazón no está comprometido con ninguna otra mujer. Debes casarte por el bien de Claven's Carn. Jeannie Logan es una buena niña. Y, además, es bella. Será una esposa ejemplar y una buena madre para tus hijos.

Logan se inclinó hacia adelante y se tomó la cabeza entre las manos.

– No la perderé -sollozó.

– Ya las has perdido. Ahora le pertenece a Glenkirk, primo. Cásate con la pequeña Jeannie Logan y lleva a tu flamante esposa a tu hogar. El año próximo, para esta misma época, ya tendrán un hijo si cumples con tus deberes maritales y yo sé que lo harás.

– Pero no puedo amar a esa muchacha -protestó Logan.

– Aprenderás a amarla y si no lo consigues, no serás muy distinto de la mayoría de los hombres. Los hombres se casan para tener hijos. Intenta congeniar con la joven, trátala con cariño y todo saldrá bien.

– Primero, déjame ver a Rosamund junto a Glenkirk. Debo estar convencido antes de casarme con otra, Patrick.

– Entonces, que sea esta misma noche. El rey y la reina ofrecen un baile de disfraces y toda la corte está invitada. Allí verás lo que todos ya advertimos. La pasión entre Rosamund Bolton y Patrick Leslie es única e insólita. Yo nunca vi algo semejante ni los demás tampoco.

– Quiero verlo con mis propios ojos -repitió Logan.

El primo asintió.

– Y, cuando los hayas visto, ¿me permitirás fijar la fecha de tu boda? El señor de Claven's Carn se quedó callado durante un largo rato. Luego suspiró y dijo: -Sí, Patrick.

– Bien, bien -murmuró el conde complacido-. Tu familia estará contenta y dejarán de importunarme con este asunto. Te juro que no te desagradará para nada mi elección, Logan. La niña tiene un espíritu noble y es virgen. Su padre planeaba enviarla a una orden religiosa cuando yo le pedí su mano en tu nombre. La muchacha fue criada en un convento. Posee buenos modales y sabe todo cuanto debe saber un ama de casa. Será una esposa obediente y, dado que es devota, pondrá orden en tu familia y educará a tus hijos de manera piadosa. Eres muy afortunado al poder casarte con ella.

Logan estaba abatido. Una virgen beata. ¿Qué más podía pedirle un hombre a una mujer? Volvió a suspirar.

– ¿Es bella, Patrick?

El conde se rió disimuladamente porque consideró que la pregunta mostraba que iban por buen camino.

– Sí, es bastante bonita. Sus ojos azules son tan hermosos como los tuyos. Su cabello es del color de la miel de las flores salvajes. No es claro, pero tampoco es oscuro. Su piel es lozana y tiene la dentadura completa. Sus formas son armoniosamente redondeadas donde corresponde, aunque sus senos son algo pequeños. Pero todavía es joven y las caricias maritales lograrán agrandarlos, no lo dudo. Tus hijos podrán nutrirse en abundancia.

– ¿Cuándo me propones que conozca a esta piadosa virgen de senos diminutos?

– Te la mostraré esta noche. Es una de las damas de honor de la reina. Sus padres consideran que es el lugar más seguro para una jovencita. Aunque no te puedo garantizar cuan segura ha de estar. Fijemos la fecha de la boda para la Noche de Epifanía. Sólo cuando yo compruebe que has cumplido con tus deberes conyugales, podrás llevártela a tu tierra.

– Veo que no confías en mí.

– El padre de la novia exige que la boda se realice inmediatamente. Robert Logan es un hombre anticuado. Quiere ver la sábana manchada de sangre la mañana siguiente a la noche de bodas. Está en su derecho y con eso le da a Jeannie la protección que merece. Estoy seguro de que no pondrás ninguna objeción, dado que tus intenciones son honestas, jovenzuelo.

– Si finalmente acepto tu elección, mis intenciones serán honorables -corroboró Logan.

– Entonces, dentro de unas pocas horas, verás a Rosamund Bolton y a Patrick Leslie juntos. Luego conocerás a Jeannie Logan y la suerte estará echada. Te juro que si te casas con esa joven, no te arrepentirás. Es una excelente decisión.

– Tú y mi familia me han forzado a tomarla, Patrick. No es una decisión libre.

– No puedes esperar eternamente que la encantadora dama de Friarsgate se decida a ser tu esposa, Logan. Ella fue franca contigo y te dijo que jamás lo sería.

– No. Lo único que me quedó claro es que piensa que soy un tonto arrogante y que debo atenerme a las consecuencias -respondió angustiado.

– Acepta lo que el destino te ofrece, Logan -le aconsejó el conde-, y trata de vivirlo de la mejor manera posible. De lo contrario, serás un hombre infeliz.

Logan se rió con amargura.

– Hace un rato Rosamund me dio el mismo consejo.

– Yo también empiezo a admirar a esa dama, primo. Es muy sabia para su edad. Entonces, si no piensas hacerme caso a mí, hazle caso a ella.

– No tengo otra opción. No temas, Patrick. No convertiré a Jeannie en una criatura desdichada. Si la tomo por esposa, la trataré con ternura y respeto. No es su culpa que yo sea un tonto ni que la dama de Friarsgate no me ame.

– Bien, bien -dijo el conde aliviado.

Le había pintado a Robert Logan un cuadro idílico de la vida de su única hija como dama de Claven's Carn, y no quería que fuera de otra manera. La muchacha era perfecta para su primo.

Cuando llegó la noche, el conde de Bothwell y Logan Hepburn se dirigieron al gran salón. La galería del juglar estaba colmada de invitados y la música inundaba el lugar, atestado de gente. Sirvientes y doncellas iban y venían con bandejas, fuentes con manjares y cántaros de vino y cerveza. El vestíbulo estaba decorado con acebo y pino. Velas de cera de abeja y candelabros ardían por todas partes. Los hogares, provistos de enormes leños, brillaban en todo su esplendor. El conde y su primo encontraron su mesa y se sentaron. Los comensales saludaron al conde, que les presentó a su acompañante. Las copas de vino estaban sobre la mesa, junto con la vajilla de plata que pronto se colmaría de exquisita comida y de un delicioso pan especiado y caliente.

– Mira, Logan; la mesa de al lado…

El señor de Claven's Carn se volvió y contuvo la respiración mientras contemplaba a Rosamund Bolton y a su amante. Estaban totalmente absortos. Logan nunca la había visto tan bella como en ese momento. Su rostro resplandecía de amor por el hombre que tenía a su lado y la expresión de su amante era también de absoluta adoración.

– ¡Por el amor de Dios! -dijo Logan sin aliento. Luego se dirigió a su Primo-. Arregla la cita con Jean Logan.

Ahora, mira hacia el final de la mesa. ¿Ves a la joven de vestido azul? Esa es Jean Logan. ¿Qué te parece?

Logan se dio vuelta y miró rápidamente porque no quería dar la impresión de que la estaba estudiando. La muchacha tenía un rostro dulce y escuchaba sonriente las palabras del joven caballero sentado a su lado.

– Tiene un admirador -notó Logan-, o sea que es bella. O podrá serlo. Dime, Patrick, que su tierno corazón no pertenece a otro. No quisiera arrebatarla de alguien que la ama.

– Pasó su vida internada en un convento desde los ocho años. Hace muy poco tiempo apareció en el palacio bajo la protección de la reina. Primo, no conozco a nadie que la ame, te lo juro.

– ¿La conoces, Patrick?

– Sí, su padre y yo somos viejos amigos.

– ¿La joven ya sabe de tus planes?

– Le hemos dado algunos indicios. Por ejemplo, que esta noche conocería a un caballero en el palacio que podría resultar un buen candidato.

– ¿Qué habría pasado si Rosamund no se hubiese enamorado de otro y hubiese aceptado casarse conmigo?

– Le habría conseguido otro esposo a la bella Jean. Pero ya no tengo que hacerlo, ¿no es así, primo?

– No, ya no. Es bella, joven y se crió en un convento. Si no puedo poseer a Rosamund, esta muchacha es la mejor opción -se resignó.

– No parece un destino nada desdeñable, primo -insistió el conde.

– Vamos, entonces. Preséntame a mi futura esposa lo antes posible. Si es que nos quieren casados y en la cama para la Noche de Epifanía, debemos darle a la niña un poco de tiempo para que conozca al hombre que la importunará por el resto de sus días.

Los dos hombres se encaminaron hacia el final del salón y Patrick Hepburn se detuvo frente a la joven. Ella lo miró, se levantó inmediatamente y le hizo una reverencia.

– Milord Bothwell -saludó mientras miraba con curiosidad al acompañante del conde. Sus mejillas estaban arreboladas y su corazón latía con rapidez.

– ¿Qué dices, mi pequeña Jean? ¿No me llamabas tío Patrick la última vez que nos vimos? ¿Te tratan bien en la corte de la reina?

– Sí, tío Patrick.

– Bueno, jovencita, no permanecerás aquí mucho más tiempo ya que ha llegado el momento de desposarte. Tu padre ya te lo habrá anunciado, ¿verdad?

– Sí -respondió suavemente y se sonrojó aún más.

– Entonces, permíteme que te presente a mi primo, cuya madre, a quien Dios tiene en su santa gloria, formaba parte de tu clan. Él es Logan Hepburn, el señor de Claven's Carn, Jean. Te casarás con él durante la Noche de Epifanía, en Stirling.