Hacía tiempo que habían recogido la cosecha y comido el ganso de San Martín. A principios de mes, llegó un mensajero de parte de Margarita Tudor. No era una invitación como la que había recibido dos años atrás. En esta oportunidad, la reina le contaba a su vieja amiga cómo había sido la batalla del Flodden donde había muerto su marido, que el pequeño Jacobo era el nuevo soberano, que su próximo hijo nacería en primavera y que, por voluntad del extinto rey, había asumido la regencia de Escocia.


Me agotan todas las tareas que debo hacer, pero los lores que no fueron asesinados en Flodden junto con mi esposo se han mostrado solícitos y comprensivos conmigo. Sobreviviremos. Mi hermano Enrique, la causa de todos mis infortunios, anda pregonando a los cuatro vientos que él debería ser el guardián de mis hijos. Por supuesto, jamás permitiré tal cosa, pero aun cuando considerara esa posibilidad, los fantasmas de todos los reyes Estuardo se levantarían de sus tumbas y me acecharían de por vida con total justicia.


– ¡Ah, cómo le gustaría a Enrique ser el custodio de Escocia! -exclamó Tom al enterarse de las noticias. Y agregó riendo con malevolencia-A falta de un hijo propio, podría hacer de padre del pequeño Jacobo.

Rosamund no pudo evitar reír.

– Te has vuelto más lenguaraz desde que vives en Edimburgo. No te atreverías a decir esas cosas en Londres.

– Al final no respondiste la carta del rey, ¿verdad?

– Edmund la contestó por mí. De todos modos, Enrique Tudor tiene que ocuparse de asuntos más importantes que una viuda de Cumbria que conoció alguna vez. Ahora es uno de los principales actores del escenario mundial, Tom. Sus temores o sospechas respecto de mi relación con el conde de Glenkirk habrán mermado luego de la extraordinaria y terrible victoria de Flodden.

– ¿Qué novedades tienes de Claven's Carn? ¿La dulce Jeannie dio a luz un niño o una niña?

– No tengo la menor idea. No he recibido ninguna noticia, pero, en esta época, es perfectamente comprensible. Además, dudo que Logan me haya aceptado como madrina de la criatura. ¿Qué opinas?

– Tal vez cruce la frontera con algunos de mis hombres para averiguar lo que ocurrió. Estoy intrigado y, digas lo que digas, tú también lo estás.

– Entonces ve y averigua, Tom. El tiempo seguirá agradable por unos días más. Pero evita que el invierno te sorprenda en Claven's Carn. Pese a los esfuerzos de Jeannie, el castillo es de lo más inhóspito.

– Recuerdo cuando decías que jamás tendrías oportunidad de usar tus finos vestidos si vivieras en ese lugar.

– Y lo seguiría diciendo -replicó Rosamund.


Lord Cambridge y seis guardias armados que lo acompañaban desde Otterly partieron de Friarsgate a la mañana siguiente. Pese a ser un día de diciembre, el clima era seco y agradable. Llegaron a Claven's Carn a la tarde; los hombres del clan que custodiaban el pequeño castillo los reconocieron de inmediato y abrieron los portones para que ingresaran. Tom desmontó del caballo y se dirigió directamente al salón, donde solo vio a una joven criada meciendo la cuna junto al fuego. Lord Cambridge se acercó a ver al niño pensando que se trataba del recién nacido, pero, Para su asombro se encontró con el heredero de catorce meses.

– ¿Dónde está tu ama?

Los ojos de la muchacha se abrieron de par en par. Asustada y nerviosa, se levantó de la silla y respondió:

– El ama está muerta, señor.

– ¿Y la criatura? -preguntó, sorprendido y apenado por la noticia

– Enterrada con su mamá.

– Por favor, ve a buscar al amo, pequeña. El niño está dormido y no necesitará de tus servicios por un buen rato.

La joven se retiró deprisa y Tom se quedó reflexionando sobre la información que acababa de recibir. Era una tragedia que Jeannie y el bebé hubiesen muerto, pero al menos, pensó, Logan ya tenía un hijo que lo sucediera. Ahora que era viudo, ¿volvería a cortejar a Rosamund? ¿Y ella lo aceptaría pese al dolor por Patrick? El invierno sería tedioso, pero la primavera y el verano traerían entretenimiento. Una sonrisa iluminó su rostro. El viaje le había procurado material suficiente para provocar a su prima durante varios meses.

– ¡Tom! -exclamó Logan al entrar al salón-. ¿Qué te trae a Claven's Carn? Se supone que ingleses y escoceses hemos vuelto a ser enemigos -acotó con una sonrisa.

– No suelo hacer caso de las decisiones políticas de reyes y reinas, querido, sobre todo cuando en el medio está metida la Iglesia. La niñera acaba de contarme la terrible tragedia. ¿Qué ocurrió?

El bello rostro de Logan se ensombreció.

– Siéntate, Tom. Sé que te gusta mi whisky. Te serviré un trago y te diré lo que le ha pasado a mi pobre esposa.

Tomó del armario una botella con un líquido ambarino, llenó dos copas de peltre, se acercó al huésped y le tendió una de ellas. Luego se sentaron frente al fuego, con la cuna donde dormía Johnnie Logan entre los dos.

– Cuando me convocaron a la guerra, Jeannie reaccionó muy mal y quería que me quedara en casa. Mandé primero a mis hermanos y la mayoría de mis hombres para que se adelantaran mientras yo trataba de calmar a mi esposa. Finalmente logré llegar al campo de batalla, pero el combate casi había concluido y el rey había sido asesinado. Al regresar a Claven's Carn, me enteré de que Jeannie y el niño habían muerto en el parto. Ya los habían enterrado, por supuesto. Luego supe que su padre y sus hermanos habían perdido la vida en la batalla. La madre ingresó al convento donde se educó mi esposa para dedicarse a rezar y a llorar a sus muertos por el resto de su vida. Le envié una carta contándole acerca del fallecimiento de su hija.

Tom manifestaba su compasión asintiendo con la cabeza.

– Fue una tragedia terrible para Escocia, pero recuerda que la paz entre nuestros países nunca ha durado mucho tiempo.

Tras una larga pausa, Logan inquirió:

– ¿Cómo está Rosamund?

Lord Cambridge mantenía un semblante impasible, pero para sus adentros pensaba: "Aja, todavía la ama".

– Sigue de duelo por su tragedia personal, Logan.

– ¿Los Leslie fueron a Flodden?

– No lo sé. Sólo sé que Adam, el hijo de Patrick, no permitió que su padre fuera a la guerra. Sospecho que incluso le ocultó la citación del rey. Adam mismo tomó la sabia decisión de permanecer en Glenkirk. Tal vez envió una tropa, no estoy seguro. Según le escribió a Rosamund, parece que nadie advirtió su ausencia, lo que es harto probable, pues no son gente muy conocida. El primer conde de Glenkirk era solamente el señor de su pueblo antes de convertirse en embajador de Jacobo IV.

– ¿Te agradaba lord Leslie?

– Oh, sí. Era un buen hombre y amaba a Rosamund con toda el alma. Lo que le ocurrió la primavera pasada fue una verdadera tragedia, aunque él no lo sepa, ya que sus recuerdos de los dos últimos años se han borrado para siempre.

– ¿Rosamund tiene el corazón destrozado?

– Sí. Pero los corazones pueden arreglarse, o al menos eso me han dicho.

– Entonces quizá me quede alguna esperanza.

– Quizá. Pero no te apresures, Logan Hepburn. No la abrumes con exigencias en estos momentos. Necesita un hombre fuerte que la respete y reconozca que ella también es una mujer fuerte. Bajo ningún concepto intentes doblegar su voluntad.

– ¿Le informarás sobre la muerte de mi esposa?

Por supuesto. Pero te aconsejo esperar hasta mediados del verano para cortejarla. Ella sentía gran afecto por Jeannie y no tolerará que le faltes el respeto. Y, por el amor de Dios, Logan, ¡no se te ocurra hablar de hijos con ella! Si logras conducirla al altar, los niños vendrán como consecuencia natural del mutuo amor que se profesen. ¿Entendido? Ahora dime qué hay de cenar, querido amigo. ¡Desfallezco de hambre!

Logan lanzó una sincera y estrepitosa carcajada. Había olvidado que Tom era un personaje muy divertido y, de alguna manera, la risa le devolvió el alma al cuerpo. Hacía demasiado tiempo que no se reía.

Un ruido proveniente de la cuna le indicó que su hijo había despertado. Lo alzó con sumo cuidado y se lo mostró a su huésped:

– ¿No es hermoso mi hijito, Tom?

– ¡Claro que sí!

Ansioso por bajar, el niño forcejeaba en los brazos de su padre. Logan lo paró en el piso y el muchachito caminó a los tumbos hacia uno de los mastines que había en el salón, se subió al lomo y aulló de placer. Los dos hombres se desternillaron de risa cuando vieron que el perro giraba su enorme cabeza y, mimoso, le lamía la carita.

– Le regalaré un poni en primavera -alardeó Logan-. Es un niño muy valiente.

– Sí, veo que es muy valiente -acordó Tom, y pensó: "Y veo que tú eres un padre bueno y abnegado, cualidades nada despreciables a los ojos de mi prima".

– ¿Pasarás la noche aquí?

– Sí. ¿Tus hermanos cenarán con nosotros?

– Murieron en el campo de Flodden.

– ¡Oh, has sufrido demasiadas pérdidas, milord! Llorar a tus muertos durante el invierno mitigará las penas, querido amigo, estoy seguro.


Al día siguiente Tom regresó a Friarsgate, impaciente por contarle a Rosamund todo lo que sabía.

La joven estalló en lágrimas cuando se enteró de la muerte de Jeannie y su bebé.

– Y dejó huérfano a su hijito. ¡Ay, primo, estos son tiempos difíciles para todos!

– Es cierto.

Cuando Rosamund se retiró del salón, Edmund preguntó:

– ¿Crees que Logan Hepburn intentará cortejarla?

– Tal vez, pero lo aconsejé que no apareciera por aquí hasta mediados del verano. A ella le agradaba Jeannie.

– Lo sé.

– Debes decirle a Maybel que contenga la lengua.

– Sí. Recordaré a mi bienintencionada esposa que si trata de convencer a Rosamund de que se fije en Logan, lo único que conseguirá será espantar a tu prima. Aunque él mismo la ahuyentará si empieza de nuevo a hablar de los hijos -acotó Edmund riendo con malicia.

– También le prohibí tocar ese tema -replicó Tom, jocoso.


Celebraron la temporada navideña que concluía con la Noche de Epifanía. Tom, como siempre, se mostró muy generoso con las hijas de Rosamund, quien, dadas las circunstancias, se sorprendió de que se las hubiese ingeniado para encontrarles regalos a todas.

– Tal vez viaje a Escocia en primavera -le dijo su primo-y me ocupe del barco que planeamos construir el año pasado.

– No perdimos el tiempo. Los rebaños que compramos el último verano tendrán cría el mes que viene.

– Nunca entenderé por qué las ovejas insisten en parir en febrero, cuando el tiempo es horrible y los lobos acechan por todas partes.

– Nadie ha entendido jamás a las ovejas -replicó Rosamund, riendo-. Es su modo de ser y me temo que nunca cambiarán. Al menos he logrado proteger los rebaños ahora que la nieve está cubriendo las pasturas en las laderas de las colinas.

El invierno se había instalado definitivamente. Tom regresó a Otterly para administrar su propiedad y ocuparse de sus asuntos comerciales. Para la festividad de la Purificación de la Virgen, el 2 de febrero, los días habían empezado a alargarse ostensiblemente. El padre Mata impartía lecciones a las hijas de Rosamund seis mañanas por semana. Las tres niñas se, sentaban a la gran mesa del salón y estudiaban aplicadamente, pues su madre y sus tíos consideraban que la educación era muy importante. Todas sabían leer y escribir. El joven pastor les enseñaba latín, no solo el clerical que se usaba en la misa, sino también el que se hablaba en las naciones civilizadas. Rosamund les daba clases de francés, del mismo modo que el padre de las niñas se lo había enseñado a ella. Sabían contar y hacer las operaciones básicas de aritmética. Rosamund y Edmund instruyeron a Philippa sobre cómo llevar las cuentas de la propiedad, ya que algún día la responsabilidad de Friarsgate recaería en ella.

– Los grandes señores suelen contratar a otras personas para que hagan ese trabajo, pero una dama inteligente tiene que saber administrar su propio dinero. De ese modo, evitará que los demás se equivoquen o incluso la engañen por ser mujer. No es fácil manejar Friarsgate, pero, si quieres conservarlo, tendrás que aprender. ¿Comprendes, mi ángel?

– Sí, mamá, entiendo perfectamente. Y si algún día me caso, ¿no debería ocuparse mi marido de todos esos asuntos?

– Friarsgate te pertenecerá a ti, Philippa, no a tu esposo. Tú eres la heredera y será tuyo hasta que lo legues a tu hijo o hija. Nunca será propiedad de tu esposo. Soy la última de los Bolton de Friarsgate y tú serás la primera Meredith de Friarsgate, pero tu heredero, que espero sea varón, será el próximo lord o lady de la finca. El desgraciado tío Henry nunca lo comprendió; para él, los dueños de Friarsgate deben ser los Bolton, pero nuestros hijos varones han muerto.

– ¿Cómo? ¿Y el hijo del tío Henry, mamá? -preguntó Philippa con aire inocente.