– Indudablemente es una medida acertada, Edmund Bolton. Pero permítame hacerle otra sugerencia. Las hijas menores de Rosamund estarían más seguras si se alejaran de Friarsgate. Para mí será un placer albergarlas en Claven's Carn. Al joven Henry jamás se le ocurrirá que las niñas están tan cerca, justo del otro lado de la frontera. Además, les prestaré media docena de hombres como custodios armados. Eso bastará para disuadir al primo de Rosamund de poner en práctica sus aviesas intenciones.
– ¡Es una brillante sugerencia, querido muchacho! -intervino Tom entusiasmado-. Y, ciertamente, acompañarán a las niñas una o dos criadas para que las atiendan.
– No será necesario, pues Jeannie, que Dios tenga su alma en la gloria, entrenó a una excelente ama de llaves que maneja la servidumbre mejor que un general a su tropa. La señora Elton tiene nietas que se ocupan de los quehaceres domésticos. Por otra parte, mi casa está bien fortificada y nunca ha sufrido ningún asedio. Pienso que las niñas de Rosamund y mi hijito Johnnie lo pasarán muy bien juntos.
– Pero primero debemos consultar a Rosamund -agregó Edmund.
– No la he visto desde que llegué -comentó Logan con aire displicente, aunque el tono de su voz lo delataba-. Le traigo noticias de la reina Margarita.
– No te apresures, muchacho -le aconsejó Tom en voz baja.
– De seguro Rosamund cenará con nosotros -replicó Edmund-. Volveremos a hablar del tema más adelante. Su ofrecimiento es generoso e inteligente, Logan Hepburn. Al joven Henry jamás se le ocurrirá buscar a las niñas en Claven's Carn.
– No sé si pueda sentarme a la mesa con él -dijo Rosamund cuando su tío le comunicó que Logan estaba con ellos.
– Pero debes hacerlo. Ha aceptado prestarnos a sus hombres por un precio muy razonable, y su ofrecimiento de albergar a Banon y a Bessie me ha conmovido profundamente. En Claven's Carn estarán más protegidas que aquí de los oscuros designios de mi sobrino Henry. En Friarsgate podrían secuestrarlas cuando van a la iglesia o cuando juegan en la pradera o junto al lago. El hecho de estar siempre custodiadas por hombres armados las asustará, no te quepa duda. Ahora dime por qué no quieres ver a Logan Hepburn.
Edmund le tomó la mano y escrutó el adorable rostro de Rosamund, que no pudo evitar ruborizarse.
– Ahora que ha enviudado, me temo que comenzará otra vez a importunarme con la idea del matrimonio. Pero si lo ofendo, no nos dará su apoyo.
Edmund sonrió.
– ¿Es tan terrible, sobrina, que un hombre apuesto y en la flor de la edad te corteje? Perdóname si mis palabras te hieren, pero Patrick Leslie está tan muerto como Owein Meredith. Guardas de él recuerdos maravillosos, lo sé, pero aún eres joven. Dentro de unos pocos o, mejor dicho, poquísimos años, Philippa estará en condiciones de contraer matrimonio. Si estabas dispuesta a pasar varios meses en Glenkirk como esposa del conde, ¿por qué no pasar varios meses en Claven's Carn como esposa de Logan Hepburn? No digo ahora, sino algún día.
Rosamund guardó silencio durante un buen rato y luego dijo:
– Cenaré con ustedes, tío, es lo único que puedo prometerte.
– Trata de no pelear con él -le suplicó en un tono humorístico.
– Sí, tío, te lo prometo -respondió y se echó a reír, incapaz de contenerse.
Logan procuró no mirarla cuando la joven entró en el salón. Llevaba un vestido sencillo, que caía en graciosos pliegues y hacía juego con sus ojos color ámbar. Debajo del escote, muy bajo y cuadrado, se veía una suave tela de lino plisada. Las ajustadas mangas remataban en pequeños puños de piel y el corpiño se adhería a su cuerpo, moldeándolo. Una faja bordada, de la cual pendía una borla, rodeaba la cintura.
– Buenas noches, Logan Hepburn. Gracias por acudir en nuestra ayuda una vez más.
– El joven Henry se ha convertido en un verdadero problema para Friarsgate, ¿no?
– Espero no pasarme la vida batallando con él como lo hice con su padre. Por favor, siéntate aquí, a mi derecha.
Él aguardó a que ella se sentara antes de ocupar su sitio.
– Siento mucho lo de tu esposa. Y también lo del niño. De haber sabido que estaba sola hubiera corrido en su ayuda. Jeannie me agradaba muchísimo. ¿Cómo está el pequeño Johnnie?
– Cada vez más grande. Jeannie era una buena esposa y yo la respetaba. -Hizo una pausa y luego dijo-: También lamento lo que te ocurrió, muchacha.
El bello rostro de Rosamund se contrajo en un espasmo de dolor, pero se recobró al instante.
– Gracias, Logan.
– Te traigo buenas noticias. El 30 de abril la reina Margarita dio a luz a una criatura de lo más saludable: Alexander, duque de Ross.
– Cuan maravilloso para ella y, sin embargo, qué triste -replicó Rosamund, pensando en el difunto rey Jacobo.
– El 30 de abril fue el día de tu cumpleaños, ¿verdad?
– Sí -contestó con voz suave, y se preguntó cómo diablos se habría enterado.
Sirvieron la comida. De las tres hijas de Rosamund, solo Philippa estaba sentada a la mesa.
– Iré a la corte a conocer a la reina -anunció la niña-. Ya tengo diez años.
– Una edad perfecta para conocer a una reina -replicó él con una sonrisa. Era una encantadora miniatura de Rosamund.
– Tenía nueve cuando visité a la reina Margarita y al rey Jacobo, a quien asesinaron en Flodden. Mi madre dice que era un buen rey.
– ¡Por Dios! -Exclamó Tom-. No se te ocurra decir algo semejante cuando visites la corte inglesa. Si quieres, habla de la hermana del rey, la regente de Escocia, pero no menciones al rey Jacobo.
– ¿Por qué no?
– Porque los dos reyes eran enemigos -le explicó su madre-. Y no es correcto alabar a un hombre delante de su enemigo, Philippa ¿Comprendes?
– ¿Y por qué eran enemigos?
– Inglaterra y Escocia han sido enemigas desde tiempos inmemoriales.
– ¿Por qué? -insistió Philippa.
– No lo sé a ciencia cierta -replicó honestamente su madre.
– Pero tú visitaste la corte del rey Jacobo y jamás pensaste que fuese tu enemigo. Y si los escoceses son nuestros enemigos, ¿por qué está el señor de Claven's Carn sentado a nuestra mesa? ¿Y por qué se ofreció a cuidar a Banon y a Bessie cuando vayamos a Londres si es nuestro enemigo?
Tom se rió entre dientes.
– Tu hija no es tonta, señora -comentó el señor de Claven's Carn.
– A veces pienso que Philippa es demasiado sabia, y ser demasiado sabia puede acarrear algunos inconvenientes -Rosamund dijo con franqueza. Luego se dirigió a su hija-: Los ingleses y los escoceses que viven en las fronteras suelen entablar relaciones diferentes de las del resto de los pobladores. En realidad, no puedo darte una buena explicación. En mi infancia, me hice amiga de Margarita cuando estuve en la corte de su padre, Enrique VII Luego se casó con Jacobo Estuardo y me pidió que la visitara, y como no había guerra entre ambos países, fui. Iría de nuevo si me lo pidiera. En cuanto a los Hepburn de Claven's Carn, han sido nuestros vecinos desde siempre y, según creo, jamás nos hemos peleado. Lord Hepburn se ha ofrecido a proteger a tus hermanas y le agradezco y acepto su generosidad. Lo único que separa a Inglaterra de Escocia, en este caso en particular, es una frontera invisible. Y si es invisible, no podemos verla y, por lo tanto, no está allí. Los Hepburn son nuestros vecinos. Son buenos vecinos, Philippa.
– Gracias, señora -dijo Logan.
Ella asintió y por un instante se quedó sin aliento. Había olvidado que sus ojos eran tan increíblemente azules.
– ¿Entonces debo entender que tus niñas vendrán conmigo?
– ¿No he sido acaso lo suficientemente clara, milord? -le respondió con una pizca de irritación.
– Si te lo pregunto es porque no lo sé con seguridad, no estoy fingiendo ni dando rodeos.
Rosamund sintió que las mejillas se le arrebolaban, pensando en las ocasiones en que lo había acusado de fingir cuando, en realidad le estaba diciendo la verdad, aunque la expresara de un modo bastante enrevesado y confuso.
Lo miró a los ojos y, ante su sorpresa, su corazón comenzó a latir a un ritmo alocado. ¿Qué demonios le estaba pasando?
– Sí. Me gustaría que las niñas estuvieran contigo en Claven's Carn Gracias por protegerlas, Logan. Gracias por tu bondad.
A pesar de estar sentado, se las ingenió para hacerle una reverencia.
– Me alegra serte útil, Rosamund -su voz era suave, pero su rostro se mostraba impasible-. Será mejor que las niñas vengan conmigo mañana mismo. Pienso que tu execrable primo aún no ha concebido ningún plan ni reunido a sus rufianes. Es una pena tener que actuar de urgencia, pero la seguridad de tus hijas es de capital importancia. Además de la custodia armada, te enviaré también a mis hombres para que los escolten hasta el sur. Con Henry escondido en los alrededores, no podrás estar segura de que los ingleses que contrates no se subleven, engatusados por las falsas promesas de tu primo. Mis hombres no usarán el tartán escocés y dirán que pertenecen a Friarsgate. Para un oído poco entrenado, los fronterizos ingleses y los fronterizos escoceses hablan con el mismo acento.
– Es muy generoso de tu parte, Logan Hepburn -agradeció Rosamund.
– ¡Es brillante! -apoyó Thomas con entusiasmo.
– En efecto -admitió Edmund.
– Si me das tu permiso, te enviaré la escolta.
La joven escudriñó al escocés. Ni en su tono ni en su actitud había el menor atisbo de burla.
– Sí, me sentiré más segura protegida por tus hombres. Y les pagaré el salario habitual, desde luego.
– Estarán más que agradecidos, señora, pues rara vez tienen ocasión de hacerse de algunas monedas extra.
Una vez terminada la cena, Rosamund se levantó de la mesa.
– Ahora, debo ocuparme de las pertenencias de Banon y Bessie y de preparar su equipaje.
Cuando se fue, Philippa no vaciló en preguntar:
– Le gusta mi madre, ¿no es cierto, Logan Hepburn?
– Sí, siempre me agradó tu madre, muchacha.
– ¿Cuándo la conoció? -inquirió ella, sin disimular la curiosidad.
– La vi por primera vez cuando ella tenía la edad de Bessie.
– Entonces ya estaba casada con Hugh Cabot ¿no?
– No, con Hugh Cabot se casó poco después -respondió, mirando interrogativamente a Tom y a Edmund, pues no estaba seguro de si convenía seguir con la historia y esperaba que le dieran alguna señal al respecto. Pero ellos permanecieron en silencio-. Luego, cuando tu madre enviudó, me dispuse a cortejarla, mas ella se había ido a la corte. Cuando regresó, estaba comprometida y a punto de casarse con tu padre, el bueno de Owein Meredith. Pero lamentablemente, enviudó otra vez.
– ¿Y por qué no volvió a cortejarla, milord?
– Lo hice, pero no de la manera apropiada. Ella no cedió a mis requerimientos y se fue a Edimburgo.
– Y se enamoró de Patrick Leslie, aunque él perdió después la memoria y se olvidó de ella. Mamá siempre está triste, milord. ¿No le gustaría cortejarla de nuevo?
Logan escuchó la risa de sus dos compañeros y tragó saliva. Le resultaba difícil mantener esa conversación, pero Philippa no aceptaría que le negaran una respuesta. Le había clavado la vista y lo miraba inquisitivamente con la cabeza ladeada, como si fuera un pájaro.
– Desde luego, me encantaría cortejarla y casarme con ella. Aunque tu madre es una mujer en extremo susceptible y esta vez debo ser muy cuidadoso, pues no quiero perderla nuevamente. No le digas una palabra de cuánto hemos hablado, Philippa. ¿Comprendes por qué?
Philippa asintió en silencio y añadió:
– Trataré de evitar que se involucre con algún caballero cuando visitemos la corte del rey Enrique. Mis hermanas y yo coincidimos en que mamá es más feliz con un buen marido que sola. Pensamos que debería ser nuestro padrastro, milord… si usted está de acuerdo, por supuesto.
– Sí -respondió Logan, estupefacto.
– Entonces, asunto arreglado -concluyó Philippa y se levantó de la mesa-. Mamá necesitará de mi ayuda. Y ahora los dejo, caballeros
La niña atravesó el salón con mucha más elegancia que la mayoría de las niñas de su edad.
Tom y Edmund soltaron la carcajada y no pararon de reír hasta que los ojos se les llenaron de lágrimas y les dolieron las mandíbulas.
– Tiene más presencia a los diez años que mi pobre Jeannie a los dieciocho -comentó Logan cuando sus compañeros dejaron de reír-Espero que no le comente nada de esto a Rosamund.
– No lo hará -le aseguró Edmund-. Se parece mucho a su bisabuela. La esposa de mi padre era una mujer muy sensata y disciplinada a quien solo le interesaba el bienestar de su familia. Philippa es igual. Físicamente, se parece a su madre, pero su carácter es muy diferente. Y con respecto a esta conversación, no dirá una palabra hasta que lo juzgue conveniente.
– Es una niña de lo más insólita.
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