– Sí -respondió después de una pausa.
– Tu negocio debe de significar mucho para ti -comentó Mal casi de inmediato, lanzándole una sardónica mirada.
Por su expresión, Copper comprendió que estaba pensando en Lisa, quien siempre había antepuesto su trabajo a cualquier otra cosa. Pero ¿qué le importaba a ella que él pensara que era igual que su mujer? ¿No era eso mejor que dejarlo saber que temía más sus propias reacciones ante él que lo que pudiera hacerle?
– Así es -asintió, reuniendo los pedazos de su orgullo destrozado-. De otra manera no habría consentido en casarme contigo, ¿no?
– No, supongo que no.
Siguió otro incómodo y penoso silencio. ¿Cómo podía no darse cuenta Mal de lo mucho que necesitaba su consuelo? ¿Por qué no la abrazaba y le decía que todo saldría bien? ¿Cómo podía seguir allí, de pie, limitándose a mirarla, cuando todo lo que quería era que la estrechara entre sus brazos?
– Vamos -dijo Mal con un tono repentinamente brusco. Se quitó el sombrero, se pasó una mano por el pelo y después volvió a ponérselo-. No tiene sentido que nos quedemos aquí toda la tarde.
Empezaron a caminar hacia la casa, guardando una prudente distancia entre ellos.
– ¿Cuándo nos casaremos? -le preguntó ella con una temblorosa sonrisa.
– Por lo que a mí respecta, cuanto antes mejor -respondió Mal-. No querrás celebrar una boda por todo lo alto, ¿verdad?
– Yo no, pero voy a tener que convencer a mis padres de que me caso por amor, y creo que una boda formal ayudaría. Estoy segura de que podré conseguir algo apropiado que ponerme. Megan podría hacer de dama de honor, también.
– Estupendo, tú te encargarás de eso. Sólo dime cuándo y dónde tengo que organizar la boda.
– Es agradable saber lo mucho que significa para ti esta boda -comentó ella con tono sarcástico-. ¡Nadie pensará que nuestro matrimonio es sincero a juzgar por tu actitud!
– Oh, no te preocupes. Me mostraré convenientemente cariñoso cuando la ocasión lo requiera -le prometió.
– ¿Crees que alguien se creerá que nos hemos casado de verdad? -le preguntó bruscamente Copper, casi a su pesar.
– ¿Por qué no habría de creérselo?
– Bueno… sólo llevo dos semanas aquí. Les parecería demasiado precipitado…
– Entonces, tendremos que convencerlos de que nos enamoramos a primera vista, ¿no te parece?
«Ya lo hicimos antes»; esas palabras, que Mal estuvo a punto de pronunciar, permanecieron durante unos segundos como flotando en el aire.
– Brett no se lo tragará -dijo ella, cuidando de desviar la mirada-. Lleva todo este tiempo con nosotros y a estas alturas sabe perfectamente bien que no nos hemos enamorado. Yo misma se lo dije la otra noche.
– Lo recuerdo -repuso Mal con tono seco-. Pero Brett no te creyó. Me dijo que te había traicionado tu propia insistencia al negarlo.
– ¿Eso te dijo? -preguntó furiosa, deteniéndose bruscamente en medio del camino.
– A juzgar por los comentarios que soltó después de que pasáramos tanto tiempo encerrados en mi despacho aquella tarde, yo diría que casi está esperando a que se lo confesemos nosotros mismos -continuó Mal con tono tranquilo-. Todo lo que necesitas hacer es entrar ahora mismo en la casa como si acabara de besarte apasionadamente…
– ¿Y cómo se supone que voy a hacer eso? -Preguntó Copper, contrariada -¡No es tan fácil!
– Oh, no sé -un súbito brillo especulativo apareció en los ojos de Mal mientras extendía una mano para acariciarle tentadoramente una mejilla-. Yo no creo que sea tan difícil.
A Copper se le encogió el corazón, y casi se olvidó de respirar. Toda su furia anterior, su incomodidad, cualquier otro sentimiento se había evaporado ante su contacto. Incapaz de apartarse, sólo pudo mirarlo con los ojos muy abiertos. Y cuando Mal extendió la otra mano para acercarla hacia sí, cedió sin resistirse.
– Según mi experiencia, lo más sencillo es generalmente lo mejor -murmuró Mal-. Y la manera más sencilla es besándote -añadió muy suavemente, y la besó.
Al primer contacto de su boca, Copper suspiró levemente y entreabrió los labios. Aquello era como volver a casa, como reconciliarse con el pasado. Su lengua era tan excitante, sus labios tan cálidos y persuasivos como recordaba…
Indefensa, aterrada por la intensidad de su propia respuesta, Copper se agarró a la camisa de Mal en un esfuerzo por anclarse a la firme seguridad de su cuerpo. Todo a su alrededor se había evaporado y sólo existía él…, el sabor de sus labios, el contacto de sus manos, la abrasadora intensidad de su beso. La cabeza le daba vueltas, su cuerpo pulsaba de emoción, y cuando Mal dejó de besarla para estrecharla entre sus brazos, ni siquiera pensó en protestar. En vez de ello, dejó de agarrarle la camisa y deslizó las manos por su espalda y su cintura, como impelida por una fuerza irresistible.
Se besaron apasionadamente, sin aliento, casi desesperados mientras las dudas y la confusión que Copper había sentido durante las dos últimas semanas desaparecían de repente. Se sentía perdida, pero no le importaba, Sólo le importaban aquellos brazos que se cerraban en torno a ella, aquellos besos… y la convicción de que nunca más quería volver a separarse de Mal.
Capítulo 6
– ¿Mal? ¿Eres tú…? -la voz de Brett interrumpió aquel momento de pasión. El joven se detuvo bruscamente en la puerta de la casa mientras contemplaba la escena-. ¡Oh, oh! -exclamó sonriendo.
Mal ni siquiera se tensó. Sin apresurarse, levantó la cabeza y miró a su hermano.
– ¿Qué pasa? -le preguntó con voz firme.
Copper, estremecida y mareada, estuvo a punto de caerse cuando Mal la soltó. Le temblaban las piernas de manera incontrolable y le ardían las mejillas. Era incapaz de pronunciar palabra.
– Venía a preguntarte si te apetecía una cerveza -explicó Brett, sin dejar de sonreír-. ¡Pero ya me doy cuenta de que estás ocupado!
– Lo estábamos antes de que nos interrumpieras -repuso Mal.
Copper se preguntó entonces cómo podía Mal parecer tan tranquilo. Ella tenía el corazón acelerado, la cabeza le daba vueltas, estaba excitada y medio ahogada… ¡y él respiraba con toda normalidad!
Brett, por su parte, hacía oídos sordos a la indirecta de su hermano.
– Creía que lo de besar a las amas de llaves era cosa mía -le comentó, fingiendo sentirse dolido.
– A ésta no -Mal miró entonces a Copper, que se estaba esforzando por volver a la realidad-. Esta es mía -desvió de nuevo la mirada hacia Brett y su voz adquirió un claro tono de advertencia-. Copper va a casarse conmigo, así que será la única que haya escapado a tus manos.
– ¡Lo sabía! -Brett prorrumpió en gritos de alegría y, después de darle una cariñosa palmada a su hermano, abrazó a Copper y la levantó en voladas -¡Lo sabía! ¡Mal cree que no puedo leerle esa cara de póquer que tiene, pero sabía lo que sentía por ti desde el principio!
– ¿De verdad? -balbuceó ella. Cuando volvió a poner los pies en el suelo, sentía las rodillas tan débiles que se agarró instintivamente a Mal buscando la seguridad de su cuerpo.
– No sabía que fueras tan perspicaz, Brett -observó Mal. Copper no pudo menos que preguntarse si aquel sarcástico comentario le resultaría tan obvio a Brett como a ella. Aparentemente no era así, ya que seguía asintiendo con la cabeza, satisfecho de sí mismo.
– Pues lo noté mucho mejor de lo que tú te imaginas. Fingíais que os ignorarais mutuamente, pero por las miradas que os lanzarais a hurtadillas, ¡yo sabía que lo vuestro era verdadero amor!
– ¿Qué sabes tú de eso? -le preguntó Mal.
– No mucho, la verdad -admitió Brett-. Pero puedo reconocerlo cuando lo veo, y creo que los dos sois muy afortunados -de repente se puso serio-. Muy afortunados -añadió, antes de sonreír de nuevo-. ¡Venga, esto hay que celebrarlo!
– Yo… -Copper tuvo que aclararse la garganta en un desesperado intento por recuperarse; no podía seguir eternamente agarrada a Mal-. Será mejor que vaya a buscar a Megan para darle de cenar.
– Te acompañaré -se ofreció Mal.
– Sí, mientras tanto yo me aseguraré de enfriar la cerveza -intervino Brett-. No tardéis mucho.
– Esperemos que todo el mundo sea tan fácil de convencer como éste -musitó Mal cuando su hermano volvió a entrar en la casa. Miró a Copper, que todavía estaba apoyada en él intentando reunir las fuerzas necesarias para apartarse-. ¿Te encuentras bien?
La preocupación que destilaba su voz la tomó por sorpresa. ¡Lo último que deseaba era que Mal pensara que aquel beso había significado mucho más para ella que para él!
– Sí, estoy bien -respondió a la defensiva-. ¡Qué curioso que Brett haya pensado que estábamos enamorados durante todo este tiempo! -exclamó después de un largo e incómodo silencio, con una risa nerviosa, cuando ya se dirigían a buscar a Megan…
– Sí, qué curioso -asintió Mal con tono inexpresivo, y la joven deseó haber mantenido la boca cerrada.
El día estaba tocando a su fin cuando volvían a la casa con Megan. La niña correteaba alegre entre ellos, contenta de haber estado jugando con los pequeños de Naomi. Copper era muy consciente de la presencia de Mal a su lado, inclinando la cabeza para escuchar gravemente las palabras de su hija. La ternura que le demostraba, de alguna manera sorprendente en un hombre tan fuerte y silencioso, la conmovía profundamente. Mal debía de querer mucho a Megan si, por su bien, estaba dispuesto a casarse con una mujer a la que no amaba.
Aquel pensamiento tranquilizó en cierta forma a Copper. Megan se adelanté corriendo para entrar primero en la casa, y desapareció en la cocina.
– ¿Vas a decírselo esta noche? -le preguntó Copper.
– Puede que sí -respondió Mal.
Cuando subía las escaleras de la veranda, Copper titubeó de repente. Una vez que se lo dijeran a Megan, ya no habría ninguna posibilidad de volver atrás. Definitivamente, para ella comenzaría una nueva vida.
– ¿Realmente crees que podremos lograrlo? -le preguntó, temerosa.
Mal se había detenido a su lado, y en ese momento se volvió para mirarla a los ojos.
– Claro que podemos. Yo pensaré constantemente en Megan y tú en tu proyecto, y los dos tendremos éxito -de manera inesperada, le tomó una mano y se la apretó-. Todo saldrá bien -le prometió y, muy lentamente, inclinó la cabeza para acariciarle los labios con los suyos.
La irrefrenable excitación que Copper antes había sentido se transformó esa vez en una infinita calidez y ternura. Poco después, tomados de la mano, se miraban en silencio, como asombrados de lo que había sucedido entre ellos. Fue en ese momento cuando Brett se asomó a la puerta de la casa, pidiéndoles que se apresuraran.
– ¡Hey, venga! ¡No estáis solos y la cerveza se está calentando!
En la cocina, Copper evitó mirar a Mal. No sabía qué hacer con las manos. Las sentía extremadamente sensibles como si en sus yemas se hubiera quedado grabado el contacto de su piel. ¿Habría tenido Mal realmente intención de besarla? ¿Habría querido consolarla de esa forma? ¿O habría escuchado a Brett saliendo de la cocina y se habría forzado a sí mismo a asumir su nuevo papel?
Mal sentó a Megan en sus rodillas para explicarle que se iba a casar con Copper, y que se quedaría con ellos en Birraminda.
– ¿Eso te gustaría? -le preguntó.
Megan no parecía todavía preparada para comprometerse demasiado.
– ¿Cuánto tiempo se quedará?
– Mucho.
– ¿Para siempre? -le preguntó la niña a Copper.
– Espero que sí, Megan -respondió, mirando por un momento a Mal por encima de su cabecita.
Megan pareció contentarse con su respuesta y puso fin a la conversación. De alguna manera, Copper se había imaginado que reaccionaría echándose en sus brazos, pero la niña había visto a demasiada gente llegar a la casa para después marcharse, de forma que se había acostumbrado a no confiar en nadie desde un principio. Simplemente se bajó de las rodillas de su padre y continuó jugando como antes.
Sin embargo, cuando Copper la acostó poco después y le dio un beso de buenas noches, la pequeña la abrazó cariñosamente.
– Te quiero -dijo con tono ferviente, y a Copper se le llenaron los ojos de lágrimas.
– Yo también te quiero, corazón.
– Y estoy muy contenta de que vayas a casarte con papá -le confesó en voz baja.
– Yo también -susurró Copper y, cuando levantó la mirada, vio a Mal observándolas desde el umbral.
– Y papá -añadió él.
– ¡Ya lo veo!
Megan tiraba de la mano a Copper, exultante de alegría, al distinguir la figura de Mal entrando en la sala de espera del aeropuerto, acompañado de Brett. Los dos hombres se detuvieron por un momento, buscándolas con la mirada entre la multitud.
Copper descubrió a Mal en el mismo momento en que lo hizo Megan. La niña y ella habían estado dos semanas en Adelaida y ahora volvía a verlo allí, tan tranquilo y contenido como siempre. Le habría encantado comportarse con la misma desinhibición que Megan, que en ese momento corría hacia su padre segura de que la estrecharía cariñosamente entre sus brazos.
"Momentos del Pasado" отзывы
Отзывы читателей о книге "Momentos del Pasado". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Momentos del Pasado" друзьям в соцсетях.