Mal vaciló por un momento antes de hacer el brindis.

– Por nuestro acuerdo.

Copper dejó la copa en el mantel mientras buscaba desesperadamente algo que decir, pero al final fue Mal quien habló primero.

– Entonces, ¿cómo te ha ido durante estos días?

– No muy mal. Mi madre se ha pasado los últimos veintisiete días pensando en la boda -suspiró-. Le insistí en que queríamos una ceremonia sencilla, con un banquete discreto, pero cada dos por tres se le ocurre invitar a alguien más y me temo que Ja celebración se está complicando por momentos.

– Yo habla pensado que toda esa labor organizativa le habría convenido mejor a alguien con tu talento para los negocios -repuso Mal, indiferente.

Aquellas dos semanas habían sido muy difíciles para Copper. Había tenido que soportar la tensión de mantener bajo control los planes de su madre, pero peor había sido el esfuerzo de representar constantemente el papel de novia feliz.

– Eso no me habría preocupado si se hubiera tratado de una boda verdadera -comentó ella-. Pero esto de fingir de continuo cansa muchísimo, y resulta estúpido realizar tantos esfuerzos cuando tú y yo sabemos que esto no es más que una farsa.

– Pronto pasará -fue la única respuesta de Mal.

– Durará por lo menos tres años -replicó Copper.

– ¿Estás intentando decirme que has cambiado de idea?

– Ya es demasiado tarde para eso, ¿no? -Copper desvió la mirada hacia los contratos que estaban sobre la mesa-. Ya los hemos firmado.

– Pero todavía no estamos casados -señaló él, impasible-. No es demasiado tarde para que cambies de idea.

– No, no me hagas caso. Es sólo que estoy…

– ¿Nerviosa?

– ¡Sí, nerviosa! -le confesó, sin poder contenerse-. Si de verdad quieres saberlo, ¡estoy absolutamente aterrada!

– ¿Por la boda?

– ¡Por todo! Apenas nos conocemos y ya vamos a casarnos. Está muy bien hablar de contratos, pero un trozo de papel no va ayudarnos a vivir juntos, ¿verdad?

– Al menos sabes lo que tienes que esperar de este matrimonio -repuso Mal, mirándola por encima del borde de la copa.

– Si, sé las tareas que tendré que hacer cada día, pero no sé cómo nos irá juntos, o si seré capaz de vivir en el interior, o si de repente me voy a convertir en madre de una niña de cuatro años… ¡o cualquier cosa! -exclamó Copper, desesperada.

– Has estado viviendo en el interior con Megan durante unos dos meses -le dijo Mal con tono razonable-. Y en cuanto a lo de cómo nos irá junto… bien, ya tuvimos una experiencia en el pasado y no veo por qué no podríamos hacer lo mismo Otra vez…, sobre todo si ninguno de nosotros alberga falsas expectativas sobre lo que el otro realmente desea. Y si termina en desastre, al menos sabrás que no estás atrapada y que tu vida no va a cambiar para siempre. Además, cuando terminen los tres años, ya habrás fundado tu nuevo negocio y podrás volver a Adelaida para recibir los beneficios.

Copper intentó imaginarse a sí misma alejándose de Birraminda, de Megan, de Mal, esforzándose por fingir que nunca hablan existido. En aquel momento no podía hacerlo. Entonces, ¿cómo podría hacerlo después de tres años?

– De alguna manera, creo que no será lo mismo -repuso con amargura.

Capítulo 7

¿Por que había tardado tanto tiempo en aceptar que lo amaba? En esa ocasión no podía decirse que solamente era una aventura de vacaciones, una fugaz pasión por un desconocido. En aquella ocasión era real.

El día de la boda, Copper se miró en el espejo. Llevaba un sencillo vestido estilo años veinte, de seda. Se había puesto unos preciosos pendientes de perlas, y sus brillantes ojos verdes destacaban como nunca. Se dijo que debería sentirse feliz. Minutos después atravesaría el jardín para desposarse con el hombre al que amaba, rodeada de sus familiares y amigos. Se convertiría en la esposa de Mal y volvería a Birraminda, donde se enfrentaría al desafió de hacer realidad el ansiado proyecto de su padre. ¿Qué más podría desear?

Deseaba que Mal la amara también. Deseaba que la necesitara como ella a él, que sufriera cuando ella no estuviera a su lado… Pero eso no aparecía en el acuerdo que habían firmado. Copper se apartó del espejo para tomar su ramillete de flores mientras recordaba sus palabras: «Ya tuve una esposa que decía que me amaba, y no quiero otra». Mal no quería que ningún profundo sentimiento le complicara la vida. Quería una esposa práctica, una mujer que se atuviera estrictamente a los términos del contrato.

– ¡Papá ha venido! -Le informó Megan cuando entró corriendo en el dormitorio, temblando de excitación; llevaba su melena oscura recogida con una cinta rosa, a juego con su precioso vestido-. ¿Crees que le gustará mi vestido?

– Pensará que eres la niña más bonita del mundo -le aseguró Copper.

No había estado sola con Mal desde el día anterior. Cuando comieron juntos en el restaurante. Al día siguiente por la mañana se había llevado a pasear a su hija por la ciudad, mientras que Copper se había visto arrastrada por un remolino de frenética actividad, ya que sus amigos se habían mostrado decididos a celebrar su inminente boda. La tarde la habían pasado tranquilamente en compañía de sus padres.

Durante los dos últimos días. El descubrimiento de lo mucho que lo amaba había pesado como una losa para Copper. Nada de lo que la rodeaba le parecía real excepto sus sentimientos por Mal, y ahora que ya habían llegado las cinco de la tarde y estaba a punto de casarse… se sentía más nerviosa que nunca.

– Estás preciosa -le comentó su padre al entrar en la habitación-. Este es el día más feliz de mi vida -sonrió emocionado-. Vas casarte con un buen hombre, Caroline. Te echaremos de menos, pero sé que serás muy feliz.

Copper parpadeó para contener las lágrimas.

– Gracias, papá -repuso con voz ronca, y lo besó en las mejillas-. Gracias por todo.

– ¿Preparada? -le preguntó mientras le ofrecía su brazo.

– ¿Estamos preparadas, Megan?

La niña asintió enérgicamente. Llevaba preparándose todo el día…

– Pues adelante.

El jardín donde había jugado cuando era niña estaba decorado con farolillos de papel. En las numerosas mesas que estaban dispuestas a la sombra había flores amarillas y blancas que impregnaban el ambiente con su fragancia. Cuando apareció Copper, un alegre murmullo se levantó en el pequeño grupo de invitados que rodeaban a Mal y a Brett, y todos se volvieron para ver cómo la novia caminaba por el césped hacia ellos.

Pero Copper sólo tenía ojos para Mal, que la esperaba vestido con una chaqueta blanca que resaltaba su cabello oscuro, con su habitual aspecto sereno y tranquilo. Al verla, esbozó una sonrisa que le aceleró el corazón.

De repente, la joven se encontró a su lado. Su padre le tomó una mano y se la besó antes de apartarse, y Copper recordó entonces que tenía que entregarle el ramillete a Megan, que lo tomó cuidadosamente, sonriendo.

Luego fue Mal quien la tomó de la mano. A partir de ese momento, fue como si todo dejara de existir. Copper nunca llegó a saber realmente cómo se desarrolló la ceremonia, pero de alguna manera respondió adecuadamente a las preguntas que se le hicieron.

Mal la miró por un momento, sonriendo, antes de acunarle el rostro entre las manos e inclinarse para besarla. El contacto de sus labios fue suficiente para sumergirla en un dorado hechizo; los términos del contrato que habían firmado, los invitados que los observaban, la convicción de que Mal nunca correspondería a sus sentimientos, todo eso no le importó cuando sus labios se fundieron en un beso íntimo, mágico, que terminó demasiado pronto…

Un murmullo de aprobación se levantó entre los invitados cuando Mal levantó la cabeza, y la sonrisa que Copper esbozó fue como la señal para que todos estallaran en aclamaciones y felicitaciones a los novios. Megan seguía agarrando el ramillete; tenía los ojos muy abiertos, y se sentía un poco intimidada por él tumulto que se había formado. Cuando Copper la levantó en brazos, la pequeña sonrió, reconfortada, y poco después se reunía con su amiguita para seguir jugando en el jardín.

La madre de Copper estaba llorando de felicidad, y su padre parecía verdaderamente emocionado. La joven sólo tenía tiempo para darles un beso antes de que. junto a Mal, se viera rodeada de amigos y familiares. Al principio, Mal no le soltaba la mano, pero no transcurrió mucho tiempo antes de que los separaran y Copper se encontró en medio de amigas a las que no veía desde hacía mucho tiempo.

– Es guapísimo -suspiraban, con cierta envidia-. ¡Todo es tan romántico, Copper!

Alguna amiga suya también le hizo algún comentario sobre el hermano de Mal, y una incluso llegó a preguntarle si estaba casado.

Pero Copper pensaba que el adjetivo «romántico» era el que menos convenía a su matrimonio. Incluso el hecho de ver a Glyn no bastó para distraerla de aquellas reflexiones. Por otro lado, su nueva situación no dejaba de asombrarla. «Estoy casada con Mal…». Se repetía sin cesar, sorprendida.

Inconsciente de su expresión de tristeza mientras abrazaba a Glyn para luego volverse con gesto distraído. Copper de repente descubrió a Mal a su lado.

– Vamos a bailar -le dijo, Tomándola posesivamente de la cintura para llevarla a la carpa cercana.

Había oscurecido y alguien había encendido las luces del jardín. Resultaba evidente que todo el mundo había estado esperando a que ellos abrieran el baile, al ritmo de una romántica balada. Copper sentía la fuerte y cálida mano de Mal en su espalda. Mientras apoyaba la cabeza en su hombro. Pensó que todo el mundo debía de imaginarse que estaban locamente enamorados. Por el rabillo del ojo alcanzaba a distinguir el pulso que latía en su garganta, tentadoramente cercano. Si ella fuera una novia de verdad, podría volver la cabeza y acariciárselo con los labios: podría levantar el rostro sabiendo que la besaría; podía murmurarle que ansiaba estar a solas con él…

Pero no era una novia de verdad, y no podía hacer ninguna de las cosas que tanto ansiaba. Sólo podía apretarse un poquito más contra él y fingir que sólo estaba amando, y anhelar que todo aquello fuera cierto, sincero…

Pero ya estaban casados. Copper al fin sucumbió a la tentación y apoyó el rostro contra la garganta de Mal, aspirando el aroma de su piel. Se sentía debilitada de deseo. En algún momento de la noche se despedirían de todo el mundo y se dirigirían al hotel de las montañas; la puerta se cerraría a su espalda y se encontrarían solos en una habitación. Y entonces, ¿qué? ¿Realmente esperaría Mal a que ella se lo pidiera antes de tocarla? ¿O la tomaría de la mano y la acostaría en la cama para hacerle el amor? Se estremecía de emoción al evocar esa posibilidad…

Bailaban en silencio, abrazados. Copper se encontraba tan ensimismada en esas reflexiones que se sobresaltó cuando Mal le preguntó de pronto:

– ¿A quién estabas besando antes?

– ¿Yo? -Copper se apartó levemente de él, confundida por el contraste entre su frío tono de voz y la intimidad de su abrazo-. ¿Cuándo? -preguntó vagamente; ¿acaso no había besado a todo el mundo aquella tarde?

– Justo hace un momento.

– Oh… -hizo un esfuerzo por recordar con quién había estado hablando antes de que Mal hubiera aparecido a su lado-. Era Glyn.

– ¿Glyn? -Repitió Mal, apretando su abrazo-. ¿Quién le invitó a la boda?

– Yo, Glyn siempre ha sido un buen amigo mío. No podía dejar de invitarlo…

– No sé por qué -repuso Mal, disgustado-. Yo pensaba que no querías volver a verlo.

– No le guardo rencor a Glyn -explicó Copper, algo sorprendida por su actitud. Si no lo hubiera conocido mejor, habría pensado que estaba celoso-. De hecho, ahora nuestra relación es mucho mejor que la que teníamos antes.

Era verdad. Su compromiso con Mal había disuelto los últimos vestigios de tensión que habían existido entre ellos, y Copper había sido capaz de hablar con Glyn con la misma naturalidad que con un viejo amigo. Además, el hecho de verlo aquella tarde la había hecho darse cuenta de la diferente calidad de sus sentimientos hacia Mal. Su relación con Glyn había sido agradable, cómoda. Pero superficial comparada con lo que sentía por el hombre con quien en ese momento estaba bailando.

– ¿Quieres decir que lo has visto antes de esta tarde? -le preguntó Mal, incrédulo.

– Sí, un par de veces.

– ¿Y qué pasa con esa mujer por la que te dejó? -continuó con tono áspero-. ¿Estaba ella al tanto de esos encuentros?

– No. el marido de Ellie regresó hace un par de semanas, y ella decidió conceder una última oportunidad a su matrimonio. Así que ha acordado con Glyn que no se verán durante un tiempo.

– De modo que vuelve a estar libre -comentó Mal-. ¡Supongo que ahora te arrepientes de no haberlo esperado un poco más!