– Tiene muchas cosas en la cabeza -le dijo a Brett.

– Yo también -repuso él-. Unos ojos verdes tan preciosos como los tuyos son capaces de hacer estragos en el ritmo cardíaco de un hombre como yo. ¿Te ha dicho alguien alguna vez que tienes una sonrisa encantadora, Copper?

Copper pensó que si Mal le hubiera puesto la mano en la cintura de esa manera, se habría derretido de emoción; con Brett, sin embargo, la sensación era muy diferente y se echó a reír.

– ¿Por qué tengo la extraña sensación de que ya has usado esa táctica antes?

– Pero si nunca la he utilizado antes, de verdad. -Sonrió Brett-. Te lo juro, eres la chica más bonita que ha pasado por esta casa y estoy desesperadamente enamorado de ti. ¿Por qué no correspondes a mis sentimientos?

– Es una cuestión de gustos -repuso Copper, sacudiendo la cabeza con gesto burlón-. Triste, ¿no?

– Sí, es una pena -asintió Brett-. Una chica tan preciosa como tú debería estar enamorada de alguien. ¿No habrás cometido la estupidez de enamorarte de Mal, verdad? El es un tipo duro, ¡y te lo pasarías mucho mejor conmigo!

Resultaba evidente que estaba bromeando, pero Copper se apartó de él como si le hubiera quemado su contacto.

– ¿Enamorarme de Mal? -Le espetó con innecesaria vehemencia-. ¡Qué idea tan ridícula! ¡Por supuesto que no me he enamorado de Mal!

– Ahora que ya hemos aclarado eso, ¿crees que podrías ir a darle a Megan un beso de buenas noches?

Al oír la fría voz de Mal desde el umbral de la puerta, Copper giró sobre sus talones, ruborizada.

– Luego, si quieres, podríamos hablar de tu proyecto… ¿o es que estás ocupada con Brett?

– No… No, claro que no -balbuceó Copper, pero Brett se limitó a sonreír.

– Pues sí, estamos ocupados -comentó alegremente-. Estoy extremadamente ocupado intentando convencer a Copper de que se enamore de mí… ¡pero por el momento sólo hemos dejado en claro que no lo está de ti!

– Eso he oído -repuso Mal con expresión inescrutable.

– Yo… ¡ejem!… voy a darle el beso de buenas noches a Megan -se apresuró a decir ella. Intentó recoger sus carpetas de la mesa de la cocina, pero estaba tan nerviosa que se le cayó al suelo la mayor parte.

Mal le sostuvo la puerta abierta con irónica cortesía.

– Estaré en mi despacho -le dijo.

Poco después, cuando se inclinaba para besar a Megan en la mejilla, Copper se preguntó qué tenía de malo que Mal la hubiera oído decirle a Brett que no estaba enamorada de él.

Era algo completamente cierto. De acuerdo, estaba lo de Turquía, pero aquello había sido un amor de juventud, y en cualquier caso, ya eran personas diferentes. Mal no estaba enamorado de ella y ella tampoco de él.

Pero entonces ¿por qué sentía ese extraño temor de verlo, de enfrentarse con él?, le preguntaba una voz interior. Copper suspiró profundamente. El futuro entero de Viajes Copley estaba en juego mientras ella estaba allí, vacilando, titubeante. «Deja de comportarte de una manera tan patética. Simplemente entra en su despacho y demuéstrale a Mal lo que eres capaz.», se amonestó.

– Adelante -le dijo él cuando Copper llamó al despacho reuniendo toda la confianza de que fue capaz. Luego rodeó su escritorio para cerrar la puerta a su espalda-. Siéntate.

Aquellas formalidades resultaban un tanto desconcertantes, pero Copper hizo acopio de coraje. Intentando ignorar el ambiente de tensión, abrió una carpeta y sacó el proyecto de campamento que había diseñado su padre para el abrevadero y un fajo de dibujos artísticos sobre el mismo.

Copper estuvo hablando durante cerca de una hora. Y durante todo ese tiempo, fue demasiado consciente, a su pesar, de la presencia de Mal inclinado sobre los planos, de su poderoso cuerpo tan cerca del suyo, de su excitante perfil mientras contemplaba los proyectos. Al final, se quedó callada. Había hecho todo lo posible y sólo le quedaba escuchar su decisión.

– No estoy segura de que pueda explicarte nada más a estas alturas -añadió con cautela mientras comenzaba a recoger los documentos-. Evidentemente, todavía hay muchos detalles que resolver, pero en esta etapa realmente nos gustaría llegar a un acuerdo contigo desde el principio.

Copper no tenía forma de adivinar lo que pensaba Mal acerca de todo eso. Con expresión inescrutable, se levantó del escritorio para acercarse a la ventana.

– Este proyecto significa mucho para ti, ¿verdad? -le preguntó cuando se volvió al fin para mirarla.

– Sí, así es -respondió sincera.

– Sólo me estaba preguntando hasta dónde estarías dispuesta a llegar para convencerme de que lo aprobase.

Y no me estoy refiriendo al dinero. Me estoy refiriendo a lo que estarías dispuesta a ofrecerme personalmente.

– ¿Personalmente? -Copper se echó a reír, nerviosa-. Supongo que eso depende del tipo de cosas que tengas en mente.

– Digamos el matrimonio, por ejemplo.

– ¿Matrimonio? ¿Qué matrimonio? -preguntó Copper, paralizada.

– El tuyo y el mío -repuso Mal con tono tranquilo.

La joven tuvo la extraña sensación de que el suelo cedía bajo sus pies, y se dejó caer en la silla, todavía con las carpetas en la mano.

– ¿Se trata de algún tipo de broma?

– Créeme, no estoy de humor para bromas -dijo Mal-. Te estoy ofreciendo un trato muy serio. Es éste, podrás hacer realidad tu proyecto turístico en el abrevadero si te casas conmigo. No estoy hablando de un compromiso para toda la vida -continuó mientras ella lo miraba absorta-. Estoy pensando en un período de unos tres años…

– ¡Pero… pero eso es una locura! -exclamó-. ¡Tú mismo dijiste que no querías casarte!

– No quiero hacerlo, pero lo haré. Necesito una esposa -Mal recogió un mensaje de fax de unos documentos que estaban sobre su escritorio-. Hoy he recibido esto de la agencia. Han encontrado a una chica que está dispuesta a firmar un contrato de corta duración, pero ya me estoy imaginando lo que va a suceder. Estará bien durante una semana o dos, pero luego empezará a aburrirse, Brett se considerará en la obligación de distraerla, y luego estallará en sollozos para tomar el primer autobús para Brisbane. Mientras tanto, Megan volverá a quedarse sola, abandonada por otra extraña justo cuando había empezado a acostumbrarse a ella -dejó el documento sobre la mesa, con gesto cansado-. He estado pensando en lo que me dijiste acerca de tu proyecto aquel día, y he llegado a la conclusión de que tienes razón.

– ¿De verdad? -inquirió Copper, estupefacta-. ¿Qué es lo que te dije?

– Dijiste que un matrimonio no tenía que ser por fuerza como el que yo tuve con Lisa, y cuanto más pienso en ello, más me convenzo. Un acuerdo de negocios en el que ambas partes conocieran claramente sus compromisos sería un tipo de matrimonio completamente diferente.

– No era ése precisamente el tipo de matrimonio al que me refería -repuso ella con un leve suspiro, pero Mal no la estaba escuchando.

– Eso sí que tiene sentido -añadió él mientras empezaba a pasear por la habitación-. Así contaría con un ama de llaves permanente y Megan vería en ella a una madre. Tres años no es lo ideal, pero sí supone mucha mayor seguridad por el momento. Y… ¿quién sabe?… el matrimonio podría ser un éxito y podríamos renegociar las condiciones para un tiempo mayor.

– ¡No puedo creerlo! -Exclamó Copper, incrédula-. ¡No me estarás pidiendo en serio que me case contigo para resolver los problemas que tienes con tu ama de llaves!

– ¿Por qué no? Tú eres perfecta -Mal dejó de pasear por el despacho y se detuvo junto a ella, mirándola desapasionadamente-. Lo más importante es que eres muy buena con Megan y que a ella le gustas. En segundo lugar -añadió-, parece que no te tomas a Brett en serio. Y tercero, cuando estabas hablando con él, le confesaste que no estabas enamorada de mí.

Copper bajó la mirada a la carpeta que sostenía en el regazo.

– La mayoría de los maridos considerarían eso como un defecto -repuso, sorprendida ella misma de su tono tranquilo.

– Ya tuve una esposa que decía que me quería, y no deseo otra. No, tú misma me dijiste que no eras una mujer romántica, y eso me conviene. Quiero a alguien que pueda considerar el matrimonio como un trato de negocios; que no albergue ni complejos sentimientos ni falsas expectativas.

– ¿Y qué es lo que saco yo de ese trato?

– Yo creía que resultaba evidente -repuso sorprendido-. Consigues la oportunidad de administrar tu negocio en Birraminda. Puedes pensar lo que quieras sobre los guías de grupo y las operaciones logísticas, pero un proyecto de este tamaño necesita de alguien que lo dirija directamente, in situ. Sólo organizar el abastecimiento va a significar un trabajo a tiempo completo, ¿y quién va a encargarse de eso cuando tus grupos de turistas en Birraminda exijan gas, o servicio de teléfono, o alguien que les cambie una rueda pinchada? No puedes hacer todo eso desde Adelaida, así que tendrás que quedarte aquí como supervisora.

– Una cosa es administrar un negocio, y otra muy distinta casarme -señaló Copper, todavía sin poder creer que estuvieran discutiendo una idea tan descabellada.

– Sería como realizar dos trabajos al mismo tiempo -dijo Mal-. Yo ni siquiera te estoy exigiendo que escojas entre tu marido y el negocio, ¿verdad? -Cruzó los brazos sobre el pecho, mirándola directamente a los ojos-. Escucha -continuó como si estuviera hablando de la cosa más razonable del mundo-. Jamás te habría sugerido esto si no me hubieras puesto al tanto de tu situación en Adelaida. Estás sola, tu novio te abandonó para irse con otra mujer y tus amigos se sienten incómodos. Casarte conmigo sería la excusa perfecta para un cambio de aires.

– ¿No crees que el matrimonio sería una solución demasiado extremada para la situación que estoy viviendo? -preguntó Copper con tono irónico-. Podría conseguir un empleo en otro Estado si necesitara desesperadamente escapar…

– Yo te estoy ofreciendo ese empleo -replicó Mal-. No tienes por qué estar desesperadamente enamorada para trabajar con alguien.

– ¡No, pero eso ayuda cuando estás casada con él!

– Según mi experiencia, es precisamente al contrario. Tú misma dijiste que sólo estabas interesada en tu negocio. Bueno, pues por mí no hay problema… te estoy ofreciendo la oportunidad de que me lo demuestres. Puedes quedarte aquí como mi esposa y asegurarte de que tu proyecto tenga éxito, o negociar con el propietario de otra granja para que acepte todo ese lío que vas a montar. En cualquier caso, apostaría a que te vas a pasar la mayor parte del tiempo resolviendo problemas in situ, así que contarías con más posibilidades si te quedaras aquí, en Birraminda, donde tendrías mucha más influencia.

– Vamos a hablar claro -dijo Copper, irguiéndose-. Dejarás que Viajes Copley disponga de Birraminda si consiento en casarme contigo, pero si no… Mi proyecto estará condenado al fracaso. ¿Es eso?

– Efectivamente -asintió Mal, contento de que lo hubiera comprendido con tanta rapidez.

– ¡Pero eso es chantaje!

– Yo prefiero verlo como una cuestión de prioridades -repuso Mal, encogiéndose de hombros-. Yo ya tengo la mía: Megan. Lo único que tienes que decidir es cuál es la tuya.

Copper pensó que aquello era un desafío. No sabía si reír, llorar o simplemente armarse de valor e impresionarlo permaneciendo tan fría como un témpano de hielo, cuando por dentro se sentía terriblemente confundida. Todo lo que sabía era que, silos sueños de su padre no corrieran el riesgo de fracasar tan estrepitosamente, le lanzaría a Mal su propuesta a la cara con el desprecio que se merecía, antes de salir de su despacho dando un portazo. Bajando la mirada, se levantó.

– Yo… me lo pensaré -dijo mientras terminaba de recoger sus carpetas con dedos temblorosos.

– De acuerdo -asintió Mal, abriéndole la puerta-. Esperaré a que tomes una decisión.

Cuando salió del despacho, Copper se quedó mirando incrédula la puerta cerrada, apretando las carpetas contra su pecho. Mal no había pronunciado una sola palabra de estímulo, de confianza, no había hecho ningún intento de persuadirla. ¿Acaso no podía haber demostrado un mínimo interés por ella como persona? Evidentemente. nunca iba a declararle amor eterno a ninguna mujer después de su primera experiencia matrimonial, pero al menos podía haberle dicho que la encontraba atractiva, o que le gustaba… Eso habría sido mejor que nada. En cualquier caso, su propuesta era ridícula. Se negaría a aceptarla, por supuesto.

Durante toda la cena Copper, permaneció distraída, ignorando los burlones comentarios de Brett acerca de su larga entrevista con su hermano, solamente consciente de la presencia de Mal sentado a la cabecera de la mesa. Si estaba preocupado acerca de la decisión que iba a tomar, evidentemente no daba ninguna muestra de ello. No le sonrió, ni siquiera hizo esfuerzo alguno por incluirla en la conversación. Simplemente se sentó allí y se puso a hablar… ¡de vacas!