– Sí, es fantástico.

Mónica lo miraba como un sediento miraría a un vaso helado de té dulce.

– Espero que te quedes un tiempo en el pueblo.

– No lo sé. Depende de cómo vayan las cosas.

– No puedes marcharte sin haber conocido a todos los promotores de Garrison. Estaré más que encantada de dar un pequeño cóctel para presentarte a todo el mundo. -Lo tomó por el brazo-. Te encantará estar aquí.

Dean estaba acostumbrado a que invadieran su espacio personal, y no se apartó, pero señaló la zona de cosméticos con la cabeza.

– He venido con alguien que quiero que conozcas. Blue, acércate, quiero presentarte a mi administradora.

Blue tuvo el impulso de esconderse detrás del expositor de rímel, pero se reprimió. Quizá esa mujer podría ayudarla a encontrar empleo. Compuso su sonrisa más educada y se acercó. Dean apartó la posesiva mano de su administradora para rodear a Blue con el brazo.

– Blue, ésta es Mónica Doyle. Mónica, mi prometida, Blue Bailey.

Ahora fue él quien arrastró las palabras.

– Nos vamos a casar en Hawai -dijo él-. En la playa, al atardecer. Blue quería ir a Las Vegas, pero yo no soy tan vago como para hacer eso. -Dean era perfectamente capaz de quitarse a las mujeres de encima sin tener que recurrir a una prometida imaginaría, pero al parecer debía de estar hastiado de que todas esas mujeres se lanzaran a por él. Tenía que admitir que estaba sorprendida.

A Mónica le había cambiado la expresión de la cara, pero se esmeró en ocultar su decepción tras unos rápidos parpadeos y una evaluadora mirada a la apariencia de Blue. La administradora miró la camiseta de camuflaje que Blue se había llevado de la lavandería de su bloque de apartamentos después de que pasara un mes sin que nadie la reclamara.

– Eres una chica guapa, ¿no?

– Eso es lo que dice Dean -dijo Blue con modestia-. Yo aún no me explico cómo logró que superara mi aversión a los trogloditas machistas.

Con un apretón de advertencia Dean casi le sepultó la cara en su axila que olía deliciosamente a uno de esos desodorantes caros para hombres que venían en botes fálicos de algún famoso diseñador. Permaneció así unos segundos antes de apartar finalmente la cabeza.

– Cuando entramos en el pueblo me fijé en un letrero que anunciaba la venta del pueblo. ¿Va en serio?

Mónica frunció sus labios bien perfilados.

– Es cosa de esa mujer odiosa, Nita Garrison. Algunas personas no merecen que se hable de ellas. Mejor hablamos de otra cosa.

– Pero, ¿es cierto? -preguntó Blue-. ¿De verdad ha puesto el pueblo a la venta?

– Supongo que dependerá de lo que consideres el pueblo.

Blue iba a preguntarle qué consideraba el pueblo, pero Mónica ya estaba llamando a las personas que habían quedado rezagadas en los pasillos para poder presentarlas.

Lograron escabullirse diez minutos después.

– Rompo el compromiso -gruñó Blue mientras seguía a Dean al coche-. Das demasiados quebraderos de cabeza.

– No te preocupes, cariño, nuestro amor es lo suficientemente fuerte para sobrevivir a 1os duros golpes de la vida. -Se detuvo junto a una máquina expendedora de periódicos.

Presentarme como tu prometida te ha hecho parecer rídículo a ti, no a mí. -dijo ella-. Esa gente no es ciega. No pegamos ni con cola.

– Tienes serios problemas de autoestima, Blue. -Buscó cambio en el bolsillo.

– ¿Yo? Vuelve a intentarlo. Nadie se creerá que un cerebrito como yo se sienta atraída por un cabeza de chorlito como tú. -La ignoró y compró un periódico. Blue se le adelantó-. Antes de ir al supermercado, necesito buscar trabajo. ¿Por qué no almuerzas mientras miro algo por ahí?

Él se metió el periódico bajo el brazo.

– Ya te lo he dicho. Trabajas para mí.

– ¿Haciendo qué? -Lo miró con los ojos entornados-. Y, ¿cuánto pagas, por cierto?

– Eso no debe preocuparte.

Él llevaba toda la mañana de un humor pésimo y eso empezaba a molestarla. No era culpa suya que la madre de Dean se estuviera muriendo. Bueno, sí, era culpa suya, pero él no lo sabía, y no debería pagarlo con ella.

Cuando llegaron al supermercado, hubo más presentaciones de gente que le daba la bienvenida al pueblo. Él se mostraba cordial con todo el mundo, desde el dependiente con espinillas a un pobre viejo lisiado con una gorra de los veteranos de guerra. Los niños estaban en la escuela, pero acarició cabecitas de bebés, tomó puñitos llenos de babas entre sus grandes manos, y conversó con una adorable niña de tres años que se llamaba Reggie y no quería usar el orínal. Dean era a la vez la persona más egocéntrica y decente que había conocido, aunque la parte decente de él parecía pasar olímpicamente de ella.

Mientras Dean ejercía de relaciones públicas, ella aprovechó para hacer las compras en el supermercado. No había mucho dónde escoger, pero sí tenían lo necesario. Se encontró con él en la caja, donde tuvo que permanecer con la boca cerrada mientras él sacaba la VISA. No podía continuar así. Tenía que ganar algo de dinero.


Dean descargó las compras y dejó que Blue decidiera dónde ponerlas mientras él metía el coche en el granero. Ni siquiera Annabelle conocía la verdadera identidad de su padre, pero Blue la había descubierto en sólo cuatro días. Era la persona más intuitiva que había conocido nunca, por no mencionar esa mente retorcida que lo mantenía en guardia para ser el más listo del juego.

Después de despejar un espacio en el granero para su coche, buscó una pala y un azadón en el cobertizo y comenzó a arrancar la maleza que rodeaba la casa. Mientras aspiraba el olor a madreselva, recordó por qué había comprado ese lugar en vez de la casa en el sur de California que pensaba adquirir. Porque estar allí lo hacía sentir bien. Le encantaban los antiguos edificios y las colinas que resguardaban la granja. Le encantaba saber que esa tierra había durado más que un partido de fútbol americano. Pero sobre todo, le encantaba la privacidad. Ninguna abarrotada playa del sur de California podría ofrecerle eso, y si en algún momento añoraba el aire del océano, siempre podía volar a la costa.

Apenas sabía lo que era disfrutar de privacidad. Primero, había crecido en internados, luego había pasado a una universidad donde su carrera deportiva lo había convertido en el centro de atención. Después de eso, hizo del fútbol su profesión. Por último, debido a esos malditos anuncios de Zona de Anotación, lo reconocían incluso los que no seguían el fútbol americano.

Se tensó al oír el tintineo de unas pulseras. Sintió que la amargura le retorcía el estómago. Ella estaba intentando cargarse ese lugar como se había cargado todo lo demás.

– Pensaba contratar un equipo de jardineros -le dijo su madre.

El clavó la pala en la maleza.

– Ya me ocuparé de eso cuando sea necesario. -No le importaba cuánto tiempo llevara sobria. Cada vez que la miraba, recordaba el maquillaje corrido por las lágrimas, sus palabras balbuceantes, y elpeso de sus brazos en el cuello cuando le suplicaba, drogada y borracha, su perdón.

– Siempre te ha gustado estar al aire libre. -Ella se acercó-. No sé mucho de plantas, pero creo que estás a punto de arrancar una mata de peonías.

Considerando la vida que había llevado, su madre debería parecerse a Keith Richards, pero no lo era así. Su cuerpo era esbelto, la línea de la mandíbula era demasiado firme para ser totalmente natural. Incluso le ofendía ese pelo largo. Tenía cincuenta y dos años, por el amor de Dios. Era una edad apropiada para cortárselo. Cuando era adolescente, se había metido en más de una pelea con sus compañeros de clase por haber dado una descripción demasíado detallada de su culo o de cualquier otra parte del cuerpo que ella hubiera decidido enseñar en alguna de sus raras visitas.

Ella desenterró una lata con la punta del zapato.

– No me estoy muriendo.

– Bueno, de eso ya me di cuenta anoche. -Y Blue pagaría por esa mentira.

– Ni siquiera estoy enferma. Lamento que no lo puedas celebrar.

– Quizás el año que viene.

Ella no se inmutó.

– Blue tiene un gran corazón. Es una persona interesante. Distinta a lo que hubiera esperado.

Al parecer April había ido a recabar información, pero ya se podía ir olvidando.

– Por eso le pedí que se casara conmigo.

– Tiene los ojos inocentes de una niña, pero además hay algo sexy en ella.

Como un libro de rimas infantiles de Mamá Ganso no apto para menores.

– No es que no sea guapa -continuó April- aunque podría mejorar. No sé. Sea lo que sea, ella no parece consciente de ello.

– Es un desastre. -Demasiado tarde, se acordó que debía mostrarse loco por ella-. Que esté enamorado de ella no quiere decir que esté ciego. Me siento atraído por su personalidad.

– Ya, de eso me he dado cuenta.

Cogió el azadón y se dispuso a arrancar la maleza que rodeaba un rosal. Sabía que era un rosal porque le quedaban un par de rosas.

– ¿Te enteraste de lo de Marli Moffatt? -dijo ella.

El azadón dio contra una piedra.

– Imposible no hacerlo. Sale en todas las noticias.

– Supongo que su hija acabará viviendo con la hermana de Marli. Dios sabe que Jack no hará nada más que enviarle un cheque.

Dean soltó el azadón y cogió la pala otra vez.

Ella se puso a juguetear con las pulseras.

– Espero que te hayas dado cuenta de que echarme de aquí no es una buena idea, no si quieres vivir aquí con comodidad este verano. Desapareceré de tu vida en tres o cuatro semanas.

– Eso fue lo que dijiste en noviembre cuando apareciste en el partido contra los Chargers.

– No volverá a ocurrir.

Él clavó la pala en la tierra, luego la levantó. Ella había estado pendiente de infinidad de cosas durante todo el día. Era difícil reconciliar esa eficiencia con la mujer drogada que perdía a su hijo con regularidad.

– ¿Por qué debería creerte esta vez?

– Porque ya estoy harta de vivir con la culpa. No vas a perdonarme nunca, y no voy a volver a pedirte perdón de nuevo. En cuanto la casa esté terminada, me iré.

– ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Para qué esta jodida charada?

Ella se encogió de hombros, parecía aburrida… como si fuera la última cliente del bar después de que la diversión hubiera acabado.

– Creí que sería una buena idea, eso es todo.

– ¡Oye, Susan! -El electricista salido asomó la cabeza-. ¿Podrías venir un momento?

Dean desenterró otra piedra mientras April se marchaba. Ahora que había visto cómo ella manejaba esas situaciones, sabía que seria el único en salir perjudicado si la obligaba a marcharse. Siempre podía volver a Chicago hasta que la casa quedara terminada, pero no iba a permitir que April lo ahuyentara. Nunca huía de nadie, en especial de su madre. Aunque tampoco podía soportar la idea de estar a solas con ella, ni siquiera en una propiedad de cien acres, ésa era la razón por la que había dejado que Blue se quedara, más por necesidad que por impulso. Era su amortiguador.

Imaginó que un cardo era la cabeza de Blue y lo arrancó con un golpe limpio. La mentira sobre April había traspasado todos los límites. Aunque había conocido a bastantes mujeres manipuladoras, esta se llevaba la palma, pero antes de enfrentarse a ella, tenía intención de darle suficiente cuerda para que se ahorcara sola.

Cuando los carpinteros se fueron, se había deshecho de la peor parte de maleza sin cargarse las peonías. Aquel maldito hombro le dolía como un condenado, pero había estado inactivo demasiado tiempo y no le importó. Le había venido bien un poco de ejercicio físico.

Al salir del cobertizo, le llegó el olor a algo delicioso por la ventana abierta de la cocina. Blue se había puesto a cocinar, pero él no pensaba quedarse para la cena, pues no tenía ninguna duda de que Blue Había invitado a su madre a cenar.

Mientras se dirigía a la casa, sus pensamientos regresaron bruscamente a Marli Moffatt y a la hija de once años que ella había dejado atrás. Su hermanastra. La idea era surrealista. Sabía cómo se sentía uno al ser huérfano, y una cosa era segura: esa pobre niña iba a tener que valerse por sí misma, porque Jack Patriot no se encargaría de ella.

7

Riley Patriot vivía en Nashville, Tennessee, en una casa con seis columnas blancas, suelos de mármol blanco y un deslumbrante Mercedes blanco en el garaje. En la sala había un piano de cola blanco cerca de unos sofás blancos con una alfombra blanca. A Riley no le habían dejado entrar en la sala desde que lo había manchado todo con zumo de uva cuando tenía seis años.