Esa niña no tenía ni un pelo de tonta.

Ahora que tenía el móvil de Blue, aprovechó para examinar con rapidez las llamadas recibidas hasta llegar a la fecha que quería. Entró en el buzón de voz y metió la contraseña que le había observado marcar un par de días antes. Blue no había vaciado el buzón de voz y Dean escuchó el mensaje de su madre con auténtico interés.


Dentro de la caravana, Blue observaba cómo Riley volvía a meter lentamente el álbum en la mochila.

– No sabía que era tu novio -dijo ella-. Pensaba que eras la mujer de la limpieza o algo así.

Blue suspiró. Incluso a los once años, esa niña sabía que las Blue Bailey del mundo no estaban a la altura de los Dean Robillard.

– Le gustas un montón -dijo Riley con tristeza.

– Es aburrido.

April metió la cabeza en la caravana.

– Me he olvidado algo en la casita de invitados. ¿Os gustaría venir conmigo? Es un paseo agradable.

Blue todavía no se había duchado, pero mantener a Riley alejada de Dean parecía una buena idea, y sospechaba que ésa era la intención de April. Además, quería conocer la casita de invitados.

– Claro. A los bichos raros nos gustan las aventuras.

April arqueó una ceja.

– ¿Bichos raros?

– No te preocupes -dijo Riley cortésmente-. Eres demasiado bonita para ser un bicho raro.

– Alto -dijo Blue-. No podemos tener prejuicios sólo porque sea guapa. Ser un bicho raro es un estado de ánimo. April tiene mucha imaginación. Y también tiene corazón de bicho raro.

– Me siento honrada -dijo April con sequedad. Y luego le dirigió a Riley una sonrisa forzada-. ¿Quieres ver mi estanque secreto?

– ¿Tienes un estanque secreto?

– Te lo enseñaré.

Riley agarró la mochila, y ambas siguieron a April fuera de la caravana.

9

La pequeña casa de invitados se asentaba detrás de una cerca de estacas desvencijadas. Las agujas de los pinos cubrían el tejado de cinc, y cuatro pilares de madera sostenían el deteriorado porche. La pintura que una vez había sido blanca se había vuelto gris, y las contraventanas se habían quedado de un verde descolorido.

– ¿Vives aquí? -preguntó Riley.

– Sólo durante un par de meses -contestó April-. Tengo un apartamento en Los Ángeles.

Cuando Blue vio el Saab plateado con matrícula de California que había aparcado a la sombra al lado de la casa, supuso que lo de ser estilista de moda estaba muy bien pagado.

– ¿No tienes miedo por la noche? -continuó Riley-. ¿Y si aparece un secuestrador o un asesino en serie?

April las guió hasta el porche de madera chirriante.

– Ya hay suficientes cosas en la vida de las que preocuparse. Y los asesinos en serie no suelen molestarse en venir hasta aquí.

Las condujo por el porche.

Se había soltado una tabla de la puerta. April no la había cerrado y entraron en la sala, que tenía el suelo de madera y dos ventanas con cortinas de encaje. Parches de luz se filtraban por las ventanas iluminando el empapelado azul y rosa de la pared y los cuadros que allí colgaban. La habitación tenía pocos muebles: un sofá con cojines, una cómoda con tres cajones, y una mesa con una vieja lámpara de latón, una botella de agua vacía, un libro y un montón de revistas de moda.

– Hubo inquilinos aquí hasta hace seis meses -dijo April-. Me instalé en cuanto la limpiaron. -Se dirigió a la cocina que se veía al fondo-. Husmead lo que queráis mientras voy a buscar mi bloc.

No había demasiado que ver, pero Blue y Riley curiosearon en los dos dormitorios. El más grande tenía una encantadora cama con un cabecero de hierro esmaltado en blanco. Había un par de lámparas rosas en un tocador antiguo a juego con las mesillas. April había adornado la cama con un montón de cojines y un cubrecama color lavanda combinado con los ramilletes de flores del empapelado pálido. Con una alfombra y algunos adornos más, la habitación podría haber aparecido en cualquier revista de mercadillos.

El cuarto de baño con toallas verde mar no era tan encantador; ni tampoco la cocina, que tenía la encimera gastada y un suelo de linóleo imitando losetas rojas. Aun así, el frutero de mimbre con peras y el jarrón de barro lleno de flores sobre la mesa daban un toque hogareño.

April entró en la cocina tras ellas.

– No encuentro mi bloc por ningún lado. He debido dejarlo en la casa. Riley, hay una manta en el armario del dormitorio, ¿puedes ir por ella? Así podremos sentarnos junto al estanque. Llevaré también té helado.

Riley fue a por la manta mientras April vertía té helado en tres vasos azules. Los llevaron fuera. Detrás de la casita, el estanque brillaba bajo el sol, y se reflejaban en él los sauces que rodeaban la orilla. Las libélulas zumbaban sobre el agua, y una familia de patos nadaba cerca de un árbol caído que formaba un embarcadero natural. April las guió hacia dos sillas rojas metálicas algo abolladas con respaldos de rejilla que miraban al estanque. Riley estudió el agua con reticencia.

– ¿Hay serpientes?

– He visto un par tomando el sol sobre ese tronco caído. -April se acomodó en una silla mientras Blue se sentaba en la otra-. No parecían tener miedo. ¿Sabías que las serpientes son muy suaves?

– ¿Las has tocado?

– No a ésas.

– Jamás tocaría una serpiente. -Riley dejó caer la mochila y la manta al lado de las sillas-. Me gustan los perros. Cuando sea mayor, voy a tener una granja con muchos perros.

April sonrió.

– Parece estupendo.

También se lo parecía a Blue. Imaginó cielos azules, nubes blancas y algodonosas y un prado cubierto de hierba verde con un montón de perritos correteando por ahí.

Riley extendió la manta. Sin levantar la vista, dijo:

– Eres la madre de Dean, ¿no?

April detuvo la taza de té de camino a su boca.

– ¿Cómo lo has sabido?

– Sé que su madre se llama April. Y Blue te llamó así.

April tomó un sorbo con lentitud antes de contestar.

– Sí, soy su madre. -Pero no intentó mentirle a Riley. Le contó que Dean y ella tenían una difícil relación y, brevemente, le explicó la charada sobre Susan O'Hara. Riley, que parecía comprender los problemas familiares de las celebridades, se quedó satisfecha.

Tantos secretos, pensó Blue. Tiró de la camiseta que ponía MI CUERPO POR UNA CERVEZA.

– Aún no me he duchado. Aunque tampoco se notaría la diferencia si lo hiciera. No me importa demasiado la ropa.

– Te importa a tu manera -dijo April.

– ¿Qué quieres decir?

– Tu ropa es un camuflaje.

– No es un camuflaje, la uso por comodidad. -No era exactamente verdad, pero no estaba dispuesta a revelar más sobre sí misma.

Sonó el teléfono de April que miró el identificador de llamadas y se excusó. Riley se acomodó en la manta y utilizó la mochila de almohada. Blue observó cómo los patos metían la cabeza en el agua buscando comida.

– Ojala hubiera traído mi bloc -dijo ella cuando regresó April-. Este sitio es precioso.

– ¿Eres pintora profesional?

– Sí, y no. -Blue esbozó brevemente su carrera académica y su poco satisfactorio paso por la universidad de arte. Entonces les llegó un suave sonido de la figura inmóvil de Riley. Se había quedado dormida sobre la manta.

– Localicé al agente de su padre -dijo April-. Me prometió que vendría alguien a recogerla a última hora de la tarde.

Blue no podía creer estar sentada al lado de una persona que sabía cómo localizar al agente de Jack Patriot. April golpeó con la punta de la chancla una flor de diente de león.

– ¿Dean y tú ya habéis pensado en alguna fecha?

Blue no pensaba seguir la mentira de Dean, pero tampoco tenía intención de sacarle las castañas del fuego.

– No hemos llegado a ese punto.

– Por lo que sé, eres la única mujer a la que le ha pedido que se case con él.

– Se siente atraído por mí porque soy diferente. En cuanto se le pase la novedad, buscará una salida.

– ¿De verdad crees eso?

– Apenas sé nada de él -dijo ella sin faltar a la verdad-. Ni siquiera tenía la seguridad de quién era su padre hasta hoy.

– Odia hablar de su infancia, o por lo menos de las partes que me incluyen a mí y a Jack. No lo culpo. He vivido de una manera irresponsable e inconsciente.

Riley suspiró en sueños. Blue ladeó la cabeza.

– ¿Fue realmente tan malo?

– Sí, lo fue. No me llamaba groupie a mí misma porque no me acostaba con todos. Pero sí lo hice con muchos, y hay un límite de rockeros con los que una puede acostarse antes de cruzar la línea.

A Blue le habría encantado preguntarle exactamente quiénes eran los rockeros con los que había estado. Por fortuna, aún le quedaba algo de cordura y no lo hizo. Sin embargo, le molestaba que no se juzgara a los rockeros con el mismo rasero.

– ¿Por qué nadie apunta con el dedo a los rockeros que se lían con groupies? ¿Por qué siempre la toman con las mujeres?

– Porque las cosas son así. Algunas mujeres aceptan su pasado como groupies. Pamela Des Barres ha escrito algunos libros sobre eso. Pero yo no pude. Les dejé usar mi cuerpo como si fuera un cubo de basura. Les dejé. Nadie me forzó. No me respetaba a mí misma, y eso es de lo que me avergüenzo ahora. -Levantó la cara al sol-. Me gustaba ese estilo de vida. La música, los hombres, las drogas. Dejé que me atrapara. Me encantaba bailar toda la noche y luego escaquearme de mi trabajo como modelo para montarme en un avión privado y volar al otro extremo del país, sin importar que también le había prometido a mi hijo ir a verlo al colegio. -Miró a Blue-. Deberías haber visto la cara de Dean cuando cumplía alguna de mis promesas. Me arrastraba de un amigo a otro, presumiendo delante de todos, hablando tan rápido que se ponía rojo. Era como si tuviera que demostrar a sus amigos que yo existía de verdad. Eso acabó cuando tenía trece años. Un niño perdona a su madre cualquier cosa, pero cuando crece, ya has perdido toda posibilidad de redención.

Blue pensó en su madre.

– Has reorganizado tu vida. Tienes que sentirte orgullosa de eso.

– Fue un largo viaje.

– Estaría bien que Dean te perdonara.

– No lo hará, Blue. No puedes imaginar por todo lo que le hice pasar.

Blue sí se lo podía imaginar. Quizá no de la manera que April pensaba, pero sabía lo que se sentía cuando uno no podía contar con su madre.

– Puede que en algún momento comprenda que no eres la misma persona. Al menos debería darte una oportunidad.

– No te metas en esto. Sé que tienes buenas intenciones, pero Dean tiene muy buenas razones para pensar como lo hace. Si no hubiera aprendido a protegerse, no se habría convertido en el hombre que es ahora. -Se miró el reloj, y se levantó de la silla-. Tengo que hablar con los pintores.

Blue miró a Riley, que se había hecho un ovillo en la manta.

– Dejémosla dormir. Me quedaré con ella.

– ¿No te importa?

– Si tienes un poco de papel, dibujaré un poco.

– Claro, ahora te lo traigo.

– Y quizá use tu baño mientras estoy por aquí. Si no te importa…

– Coge lo que necesites. Desodorante, pasta de dientes… -hizo una pausa-, maquillaje.

Blue sonrió.

April le devolvió la sonrisa.

– También te dejaré algunas ropas para que puedas cambiarte.

Blue no creía que algo que hubiera sido diseñado para el cuerpo esbelto de April le sentara bien a ella, pero se lo agradeció de todos modos.

– Las llaves del coche están en la encimera -dijo April-. Hay un billete de veinte en el cajón de la mesilla de mi dormitorio. Cuando Riley despierte, ¿por qué no la llevas a comer al pueblo?

– No quiero tu dinero.

– Se lo cobraré a Dean. Por favor, Blue. Quiero mantenerla alejada de él hasta que llegue la gente de Jack.

Blue no estaba segura de que mantener alejada a esa niña de once años fuera lo mejor para Riley o Dean, pero ya la habían amonestado bastante por andar entrometiéndose, así que asintió a regañadientes.

– Vale.

April le había dejado una delicada camisola rosa y una pequeña y frívola falda de volantes. Había modificado ambas prendas con algún tipo de cinta para hacerlas más pequeñas. Blue sabía que estaría adorable con esa ropa. Muy adorable. Vestir esas prendas sería como llevar el cártel de ÉCHAME UN POLVO. Ése era el problema al que se enfrentaba Blue cada vez que se arreglaba; el principal motivo de que hubiera dejado de hacerlo.

En vez de ponerse las ropas que había sobre la cama, Blue cogió una camiseta azul marino. No mejoraba su pantalón de yoga color púrpura, pero no podía soportar aparecer en público con la camiseta naranja de MI CUERPO POR UNA CERVEZA. Aunque la vanidad pudo con ella y cogió el maquillaje de April, se aplicó un poco de colorete rosa en las mejillas, carmín en los labios, y rímel para resaltar el largo de sus pestañas. Por una vez, quería que Dean se diera cuenta de que era capaz de estar decente. Aunque en realidad tampoco le importaba lo que pensara Dean de ella.