– ¿Estás maquillada? ¿Qué ha ocurrido? Casi pareces una mujer.
– Gracias. Tú apenas pareces gay.
Detrás de ellos, Jack se rió entre dientes. «Oh, Dios mío», había hecho reír a Jack Patriot.
Dean se inclinó, y la besó… tan fría y calculadoramente, que ella apenas perdió la cabeza. Éste era otro juego, el que él estaba jugando contra esos padres que odiaba. La marcaba como su compañera de equipo para que Jack supiera que eran dos contra uno.
Sólo después de alejarse de ella, reconoció la presencia de su padre con un leve gesto de cabeza. Mad Jack le respondió con un gesto similar y señaló las ventanas de rincón del desayuno con la cabeza.
– Es un lugar agradable. Nunca te hubiera imaginado como granjero.
Al ver que Dean ni siquiera se molestaba en responder, Blue se apresuró a romper el tenso silencio.
– Marchando una tanda de tortitas. Dean, mira a ver si puedes encontrar sirope en las bolsas de la despensa. Y además tráeme la mantequilla, ¿vale?
– De acuerdo, cariño -dijo depositándole en la frente otro besito estratégico. Mientras cogía los platos, se preguntó si su vida podría ser más extraña. Todos sus ahorros habían ido a parar a una banda de guerrilleros sudamericanos y ahora mantenía un compromiso falso con un famoso jugador de fútbol americano. Se había quedado sin hogar y sin trabajo, y le estaba haciendo el desayuno a Jack Patriot.
Cuando Dean salió de la despensa, Jack señaló a Blue.
– ¿Dónde está el anillo de compromiso?
– No le gustó el que le regalé -dijo Dean-. Los diamantes le parecían demasiado pequeños. -El tuvo el descaro de pellizcarle la barbilla-. Y yo quiero lo mejorcito para mi amorcito.
Ella canturreó el tema principal de Speed Racer.
Evitando mirar a Jack, logró servirle las tortitas sin tirárselas encima. Dean se comió las suyas de pie, con las caderas apoyadas contra la encimera. Se dirigió a ella mientras comía, pero le lanzaba a Jack algún comentario ocasional para que no creyera que lo ignoraba. Ella había practicado demasiadas veces esa estrategia para no reconocerla. No dejar que nadie viera su dolor. No le gustó descubrir lo bien que comprendía a Dean.
Como no podía imaginarse comiendo las tortitas sentada en la misma mesa que Jack Patriot, también comió de pie. La puerta trasera se abrió y entró April. Llevaba unos pantalones con una camisa color coral anudada debajo del pecho, y unas sandalias de cuña. Riley entró tras ella con el pelo castaño húmedo, peinado con la raya al medio y retirado de la cara con unas horquillas de colores iridiscentes que le debía de haber prestado April. Con los rizos domados, los ojos color miel de Riley quedaban a la vista y eran impresionantes. Se había cambiado la camiseta SEXY del día anterior por una negra con unos labios carmesí en la pechera que le quedaba igual de apretada. Dean se excusó y volvió de nuevo a la despensa. Cuando Riley vio a su padre, se detuvo en seco.
Jack se levantó, pero cuando estuvo de pie, pareció no saber qué hacer. Así que señaló lo evidente.
– Aquí estás.
Riley se mordisqueó el esmalte de las uñas.
– He hecho tortitas -dijo Blue alegremente.
April evitó mirar a Jack y a su hijo.
– Hemos desayunado cereales en la casita de invitados.
– Espero que le dieras las gracias a April -dijo el hombre que una vez había destrozado una batería de una patada y había mandado a la policía a tomar por culo.
Dean salió de la despensa, con un bote de mantequilla de cacahuete que no necesitaba nadie. Puede que ésa fuera la primera vez en su vida que estaba en la misma habitación que sus padres. Estaba hosco y silencioso. Aunque no necesitaba el apoyo de nadie, ella se acercó a su lado y le deslizó el brazo por la cintura.
Jack buscó el móvil en el bolsillo.
– Llamaré a Frankie para que venga a recogernos.
– No quiero irme -dijo Riley entre dientes. Y luego, como él sacó el teléfono, añadió-: No pienso irme.
Él levantó la mirada del teléfono.
– ¿De qué hablas? Ya has perdido una semana de colegio. Tienes que volver.
Riley alzó la barbilla.
– Las vacaciones de verano empiezan la semana que viene, y ya he terminado el curso. Ava tiene mis notas.
Era evidente que a Jack se le había olvidado, pero intentó ocultarlo.
– Tu tía te espera. Ya lo he arreglado todo para que te vayas con tu prima al campamento.
– ¡No quiero ir a ningún campamento! Trinity es estúpida y hará que todos se rían de mí. -Dejó caer el plumífero rosa y la mochila. Se le encendieron las mejillas-. Si intentas que vaya, yo… simplemente me escaparé otra vez. Sé como hacerlo.
El pequeño acto de rebelión de Riley lo tomó por sorpresa, pero a Blue no la sorprendió. Esa era la niña que había logrado llegar desde Nashville hasta la granja de su hermanastro en plena noche. Dean se puso rígido. Blue le acarició la espalda con la yema de los dedos.
Jack cerró el teléfono.
– Mira, Riley, entiendo que todo esto está siendo muy duro para ti, pero las cosas mejorarán.
– ¿Cómo?
Él estaba como pez fuera del agua, pero hizo un esfuerzo.
– El tiempo lo cura todo. Después de unos meses ya no te dolerá tanto. Sé que querías a tu madre, y…
– ¡No la quería! -gritó Riley-. ¡Pensaba que yo era fea y estúpida, a ella sólo le gustaba Trinity!
– Eso no es cierto -dijo Jack-. Ella te quería mucho.
– ¿Cómo lo sabes?
Jack vaciló.
– Lo… sé, eso es todo. No quiero seguir escuchándote. Ya has causado demasiados problemas, harás lo que yo te diga.
– No, no quiero. -Con los ojos llenos de furia, cerró los puños-. ¡Me mataré si me haces volver! ¡Lo haré! Sé cómo hacerlo. Cogeré las píldoras de mi madre. Y también las de la tía Gayle. Me las tomaré todas. Y… y me cortaré las venas como la hermana mayor de Mackenzie. ¡Luego me moriré!
Mad Jack se quedó paralizado. Dean palideció y April se toqueteó las pulseras de plata. Riley gimoteó y se abalanzó sobre ella.
– ¡Por favor, April! Por favor, deja que me quede contigo. -April la rodeó instintivamente con los brazos.
– April no puede hacerse cargo de ti -dijo Jack bruscamente-. Tiene cosas que hacer.
Las lágrimas rodaban por las mejillas de Riley. Sin apartar la mirada del nudo de la camisa de April se dirigió a su padre.
– Entonces quédate tú. Quédate y hazte cargo de mí.
– No puedo hacerlo.
– ¿Por qué no? Puedes quedarte dos semanas. -En un despliegue de coraje, miró a April con ojos suplicantes-. Eso estaría bien, ¿verdad, April? ¿Verdad que puede quedarse dos semanas? -Miró vacilante a su padre-. No tienes conciertos hasta septiembre. Te oí decir que querías pasar algún tiempo fuera para componer nuevas canciones. Podrías venir aquí. O a la casita de invitados. La casa de April es muy tranquila. Podrías escribir allí tus nuevas canciones.
– La casita de invitados no es mía, Riley -dijo April con suavidad-. Es de Dean. Esta casa es suya.
A Riley le tembló la barbilla. Desvió la mirada de April al pecho de Dean. Blue sintió cómo le ardía la piel a través de la camiseta,
– Sé que estoy gorda y todo eso -dijo Riley en voz baja-. Y sé que no te gusto, pero no haré ruido, y papá tampoco lo hará. -Levantó esos ojos desconsolados para mirar a Dean directamente a la cara-. No presta atención a nadie cuando compone. No te molestará. Yo incluso podría ayudar por aquí. Podría… podría barrer, o fregar los platos. -Dean se quedó paralizado mientras las lágrimas de Riley casi ahogaban sus siguientes palabras-. O si necesitas que alguien entrene contigo…, yo podría intentarlo.
Dean cerró los ojos con fuerza. Parecía haberse quedado sin respiración. Mad Jack volvió a abrir su teléfono.
– No quiero oír más tonterías. Te vienes conmigo.
– ¡No, no voy!
Dean se deshizo del brazo de Blue, y con la voz ronca, como si se rompiera una presa en su interior, exclamó:
– ¿No puedes ofrecerle a la niña ni siquiera dos jodidas semanas de tu asquerosa vida?
Riley se quedó callada. April levantó la cabeza lentamente. Jack no se movió.
– ¡Su madre acaba de morir, por el amor de Dios! Te necesita. ¿O también vas a abandonarla como hiciste conmigo? -Dean se dio cuenta de lo que había dicho y se dirigió hacia la puerta. La ventana del fregadero traqueteó cuando salió dando un portazo.
Un músculo comenzó a palpitar en la mandíbula de Jack. Se aclaró la garganta, y cambió el peso de un pie a otro.
– Bueno, Riley, tienes una semana. Una, no dos.
Riley agrandó los ojos.
– ¿De veras? ¿Puedo quedarme aquí contigo?
– Primero iremos a Nashville para hacer las maletas. Y tienes que prometerme que no volverás a escaparte nunca más.
– ¡Lo prometo!
– Estaremos de vuelta el lunes. Y será mejor que cumplas tu promesa, porque si vuelves a hacer algo así, te mandaré a un internado en Europa, o algún lugar de donde sea imposible escaparse. Lo digo muy en serio, Riley.
– ¡No volveré a hacerlo! Te lo prometo.
Jack se metió el móvil en el bolsillo. Riley miró la cocina como si la viera por primera vez. April se acercó a Blue.
– Ve a ver si está bien -le dijo en voz baja.
13
Blue localizó finalmente a Dean entre la maleza detrás del granero. Tenía las manos en las caderas y miraba el esqueleto oxidado de una camioneta roja. A través del hueco donde una vez había estado la puerta del acompañante, ella podía ver cómo sobresalía el relleno de la tapicería. Un par de libélulas revoloteaban sobre la madera podrida, las llantas desgastadas y otros restos no identificables de maquinaria agrícola que había en la parte trasera de la camioneta. Siguió el camino que él había abierto entre la maleza. Cuando se acercó más, vio los restos de un nido en el volante.
– Sí estás pensando en deshacerte del Vanquish ahora que has visto esto, olvídalo -dijo ella-. Me niego rotundamente.
Dean dejó caer las manos a los costados. Tenía una mirada desolada.
– ¿No te parece que esto se pone cada vez mejor?
– No hay nada como un pequeño drama familiar para descargar adrenalina. -Resistió el deseo de volver a rodearle la cintura con el brazo-. Jack le dijo a Riley que se quedarían una semana -dijo con suavidad-. Pero se la lleva a Nashville el fin de semana. Ya veremos si vuelven.
Dean torció el gesto.
– ¿Cómo coño ha pasado esto? Llevo años manteniéndome alejado de él, y ahora, en unos segundos, lo mando todo a la mierda.
– Yo creo que estuviste genial -dijo ella-. Y te lo dice alguien a quien le gusta encontrarte defectos.
Blue apenas pudo reprimir la sonrisa. Él pateó el guardabarros oxidado.
– ¿Crees que le he hecho un favor a Riley?
– Sí. La has defendido.
– Sólo le he causado más problemas. A Jack sólo le importa su carrera, y lo único que he conseguido con esto es que Riley se lleve otra desilusión.
– Ella ha pasado más tiempo con él que tú, así que es probable que se conozca el percal. Dudo que tenga unas expectativas demasiado altas.
Él cogió un trozo de madera podrida y lo tiró a la caja de la camioneta.
– Ese hijo de perra hará bien en mantenerse fuera de mi vista. No quiero tener ningún trato con él.
– Estoy segura de que lo último que quiere Jack es llamar la atención. -Vaciló, intentando buscar la manera de sacar el tema, pero Dean se le adelantó.
– No hace falta que lo digas. ¿Crees que no me he dado cuenta de que soy la verdadera razón de que April quiera quedarse aquí? Perdió las esperanzas con Jack hace demasiado tiempo. Debería haberme largado en cuanto la vi salir por la puerta.
Blue no quiso volver a recordarle el papel que ella había jugado en todo eso. Rascó un poco de herrumbre.
– ¿Por qué no miramos el lado positivo?
– Oh, por supuesto. ¿Por qué no?
– Es la primera vez que has visto a tu padre y a tu madre juntos. Me parece fantástico.
– No estarás pensando en intentar que se reconcilien, ¿verdad?
– No. Pero tal vez sea hora de enterrar algunos viejos fantasmas. La verdad simple y llana es que son tu familia, para bien o para mal.
– Estás equivocada. -Se puso a recoger algunos trozos de chatarra y los colocó en una pila-. El equipo es mi familia. Ha sido así desde que comencé a jugar al fútbol. Si necesito ayuda, sé que con sólo descolgar el teléfono media docena de tíos cogerán un avión sin hacer preguntas. ¿Cuánta gente puede decir eso de su familia?
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